Recientemente se cerraron las alianzas electorales para las elecciones legislativas de noviembre. Allí se pudo ver cómo la burocracia sindical se movió para pelear por ocupar lugares en las listas.
Ianina Harari
TES-CEICS
Todo el arco de la burocracia se encolumnó detrás del Frente de Todos (FDT). En medio de un brutal ajuste, las direcciones sindicales peronistas ratificaron su apoyo al gobierno. Hoy en la cámara de Diputados hay doce diputados sindicales por el peronismo: Walter Correa (Curtidores), Facundo Moyano (Peajes), Hugo Yasky (CTA de los Trabajadores), Carlos Cisneros y Claudia Ormaechea (La Bancaria), Vanesa Siley (Sitraju CABA), Pablo Carro (CTA Córdoba), María Rosa Martínez (Federación Gráfica Bonaerense), Patricia Mounier (SADOP), Carlos Ponce (UOYEP), Carlos Ortega (Secasfpi de la Anses) y Pablo Ansaloni (expulsado de la UATRE). Sin embargo, ello no significó que hayan hecho valer los intereses de los trabajadores, lo cual quedó claro en el apoyo a la reforma jubilatoria que implicó una reducción de los haberes. Varios sindicatos aspiran a colocar gente suya en el Congreso.
La tropa reunificada
Hasta ahora las direcciones sindicales peronistas se encontraban dentro del Frente de Todos, con la excepción de la de UATRE. El fallecido Momo Venegas creó el partido Fe en 2013 y se integró a Cambiemos en 2015. Ahora, el sindicato está comandado por José Voytenco y el partido por Cecilio Salazar, intendente de San Pedro (Provincia de Buenos Aires), y protagonizó un pase de Cambiemos al FDT, reunión con Alberto Fernández mediante. Ello supone el pasaje de funcionarios que fueron elegidos por el macrismo al kirchnerismo. Por ejemplo, el partido tiene concejales en Lomas de Zamora y Almirante Brown, con cuyos intendentes, Insaurralde y Cascallares, se reunió Salazar. También tiene concejales en Morón, General Pueyrredón, Colón, San Pedro y Ezeiza. A su vez, cuenta con una diputada provincial en Buenos Aires. El pase supuso la pérdida del intendente de Necochea, Arturo Rojas. Fe había perdido también a un diputado nacional, Pablo Ansaloni, que fue expulsado por declaraciones antisemitas.
Las razones del pase resultan ilustrativas de la lógica que mueve a los dirigentes, y que se encuentra lejos de relacionarse con los principios políticos y, menos aún, con los intereses obreros. Salazar lo explica: “Personalmente, sufrí los cuatro años de Cambiemos. No nos tuvieron en cuenta como espacio político. Nos negaron siempre, pusieron en la segunda sección electoral a dos senadores que no son de la zona”[i]. Su sufrimiento no fue por las políticas de ajuste sobre los trabajadores, sino porque no consiguieron ocupar mayor espacio político, algo que esperan tener en el FDT. Por supuesto, nada de esto ha redundado en mejoras para los trabajadores rurales.
Otro de los que se anotó para el armado de listas es Moyano, con su Partido de la Cultura, Educación y Trabajo (CET). Luego de enfrentarse a Cristina a finales de su gobierno por el impuesto a las ganancias y apoyar a Cambiemos para el 2015, cuando Macri incumplió con la reducción de ganancias y amenazó con carpetazos judiciales al jerarca camionero, Moyano volvió al redil impulsando la campaña del FDT, desde el Frente Sindical para el Modelo Nacional. Compartía con Cristina su preocupación por el frente judicial que no solo los amenazaba a ellos sino a su familia. Tras un entrecruce al principio de la gestión por la designación del ministro de Transporte (Moyano no impuso un hombre suyo como titular de la cartera, pero sí metió a dos personas en puestos de segunda línea), Alberto elogió a Moyano padre, mientras Pablo Moyano, quien maneja el sindicato de camioneros, ha realizado algunas críticas a sus ministros de Transporte y Trabajo recientemente. No obstante, Pablo Moyano mantuvo reuniones con dirigentes del FDT para cerrar el acuerdo electoral y pelear lugares en las listas. En particular, promocionan a otra hija de Hugo, Karina Moyano, que hoy ocupa la Secretaría de Género en el Sindicato de Camioneros, y a Octavio Argüello, dirigente de la seccional de Tres de Febrero y San Martín del sindicato y ex diputado nacional. Otro nombre en danza es Luis Velázquez, actual concejal en La Matanza.
En el mismo frente que Moyano, con el cual se enfrentarán a “los gordos” que hoy dirigen la CGT en las próximas elecciones de la central, se encuentran dos gremios que también buscarán espacios en las listas del FDT: La Bancaria, dirigido por Sergio Palazzo, y Unión Ferroviaria, encabezado por Sergio Sasia. Sasia está al frente, a su vez, del agrupamiento Sindicatos en Marcha por la Unidad Nacional y Palazzo es uno de los referentes de la Corriente Federal de los Trabajadores. El sector que dirige la CGT actualmente también se ubica dentro del FDT y pide lugar en las listas. El propio Daer, dirigente del gremio de sanidad y titular de la CGT, pidió que haya sindicalistas en listas del FDT.
La CTA, en todas sus variantes, también se sumó al armado oficialista. Hugo Yasky, líder de la CTA de los Trabajadores, va a buscar renovar su banca de diputado. Por su parte, Pablo Micheli el dirigente de la CTA Autónoma “no oficial”, sumó a su partido Movimiento Político Cultural y Ecológico para la Unidad al FDT para postularse por la cuarta sección electoral de Buenos Aires. En tanto, la conducción reconocida oficialmente de la CTA Autónoma, también se sumó a las listas del FDT. El partido Unidad Popular, conformado por dirigentes como Claudio Lozano, Víctor De Gennaro y Hugo “Cachorro” Godoy, tiene diálogo fluido con el presidente y se prepara para pelear lugares en las listas. Los representantes de un sector tan golpeado por la caída salarial como los estatales se muestran como chanchos con los responsables del ajuste. En una escena obscena, en el último congreso de ese partido hubo un mensaje grabado de Alberto Fernández y otro de la gobernadora de Santa Cruz Alicia Kirchner, responsable por los atrasos salariales de los estatales de esa provincia.
Lo que queda claro es que más allá de las disputas en las centrales sindicales, a la hora de comprometerse en la defensa de la política del gobierno, todas las corrientes cerraron filas. Un elemento que colaboró para ello fue el reciente decreto que impone la permanencia por un año en la obra social a todo trabajador nuevo. Ello garantiza un piso de ingresos a las obras sociales y limita el pasaje a las prepagas, muchas de las cuales mantienen convenios con obras sociales chicas. A su vez, el Presidente prometió acelerar el pago de $11.000 millones a las obras sociales para compensar los gastos en educación y transporte de pacientes discapacitados.
Aunque el peronismo se vista con overol…
Los defensores del peronismo suelen embellecerlo, o romantizarlo como se dice ahora, con el argumento del peso que tiene entre la clase obrera, en especial, el lugar de conducción en organizaciones obreras como los sindicatos. Por supuesto, los mecanismos por los cuales esas conducciones se perpetúan nunca son revelados en estas visiones, así como tampoco se pone de manifiesto el nivel de afiliación a esos sindicatos. El punto es que, efectivamente, el peronismo mantiene hace más de 70 años el dominio de los sindicatos obreros y ello, para algunos, sería un indicador de que es el canal de expresión de los intereses obreros. Evidentemente, ello deja de lado el hecho de que también es un canal de expresión de intereses burgueses, y que estos son dominantes respecto a los primeros. Es decir, el peronismo no supone una alianza policlasista en igualdad de condiciones, ni siquiera un espacio de disputa donde los intereses obreros podrían imponerse a los burgueses (algo que Montoneros descubrió demasiado tarde). Es más bien un partido que garantiza de forma bastante eficaz que los intereses de la burguesía se impongan a los obreros. Que la dirección de los sindicatos se encuentre en manos del peronismo hace tantas décadas, es un indicador de su eficiencia como herramienta de dominación social.
El último episodio de la crisis cíclica de la Argentina grafica este hecho. Nos encontramos atravesando una de las mayores crisis de la historia del país y la clase obrera sufre un ajuste brutal vía caída del salario real y las jubilaciones, aumento de la desocupación y de las suspensiones, y pauperización generalizada. A ello se sumó el desmanejo sanitario de la pandemia que llevó a la Argentina a ubicarse entre los países con más muertos por millón de habitantes, la mayoría de los cuales son obreros. La mortalidad laboral se triplicó el año pasado a causa del Covid.
Este cuadro, sin embargo, no dio lugar a una respuesta acorde al ataque recibido. Esto se debe en gran medida a que el peronismo actúa como contención de la clase obrera, y por ello su capacidad de ajuste es mayor que la que tenía Macri. El macrismo no cuenta con inserción en la clase obrera ni en sus organizaciones, por lo que el control social que puede ejercer es muy bajo. En cambio, el peronismo controla las principales organizaciones obreras, tanto los sindicatos de ocupados como las organizaciones de desocupados. Así, tiene mayor capacidad de control social para garantizar medidas de ajuste sin mayor resistencia.
La burocracia sindical, en gran parte devenida en burguesía sindical, es garante de esta situación. Su integración al gobierno es total, y en eso no hay ninguna grieta. Las disputas gremiales son secundarias frente a la unidad que muestran en el terreno político. La reciente inscripción de listas para las próximas elecciones legislativas muestra el lugar que los sindicalistas peronistas tienen en el Frente de Todos y, por tanto, su compromiso con la política de ajuste del gobierno. Es decir, su compromiso con los intereses de la burguesía.