Turismo de primera. El desarrollo capitalista en Bariloche y los límites de la «Suiza argentina»

en El Aromo nº 72

turismoGerardo Willgenhoff
RyR-Interior

¿Cómo cree que fue creada la ciudad de Bariloche? ¿Piensa que fue el producto de un proyecto visionario? Si quiere saber la verdad sobre la construcción de esta “Suiza Argentina”, lea esta nota. Va a enterarse de cómo mucha gente quedó en el camino para que unos pocos puedan disfrutar de la nieve y el cerro.

Hacia la segunda mitad del siglo XIX, el capitalismo argentino se insertó plenamente en el mercado mundial como exportador agropecuario. Para extender su espacio de acumulación, necesitaba incorporar tierras para producir. Extendiendo sus fronteras, a través de la conquista de la Patagonia, buscaba ganar posiciones en el mercado mundial.
El mecanismo utilizado para ocupar estos territorios fue la guerra, que aniquiló a los habitantes del “desierto” e instauró la dominación en un territorio disputado por la burguesía chilena.
En la región del Nahuel Huapi, las poblaciones originarias fueron reemplazadas por inmigrantes. Efectivamente, en las dos últimas décadas del siglo XIX, se producen distintas corrientes migratorias que comienzan a ubicarse en la región. La más importante por su peso fue la proveniente de Chile, que incluyó un importante número de alemanes, norteamericanos, suizos, chilenos y chilotes (provenientes de la isla de Chiloé), entre otros, y otra proveniente del Atlántico, que incluía en su mayoría a españoles e italianos, pero también a inmigrantes de otras provincias argentinas. Por último, también ingresaron inmigrantes suizos, alemanes, franceses y belgas.
Los medios de producción fueron apropiados en pocas manos, mientras que las poblaciones indígenas sobrevivientes y las chilenas fueron condenadas a la proletarización. En este sentido, la Dirección de Tierras y Colonias, por medio de sus inspectores, podía otorgar o quitar títulos de propiedad, negándoselos a los indígenas y chilenos [1]. Quedan así formadas, en la región del Nahuel Huapi, las dos clases características de la sociedad capitalista: burgueses y obreros (en su mayoría, indígenas, chilenos y chilotas). No se trata de una cuestión racial, sino de la relación que tuvo cada grupo con los medios de producción y de vida.
Nos encontramos, entonces, con el proceso que incorporó el territorio patagónico al capitalismo nacional, que separó al productor de los medios de producción, valiéndose del aparato del Estado, por medio de la violencia. Durante este proceso, tuvieron una destacada actuación las expediciones científicas financiadas con el presupuesto público, que recabaron información de la geografía y la población del lugar, con el objetivo de consolidar las fronteras nacionales. Francisco Moreno, por ejemplo, realizó estudios científicos de distinta índole, brindó información de importancia para la conquista militar del lugar y actuó como perito en la delimitación de los territorios con Chile. Por este servicio, el Estado le adjudicó veinticinco leguas de tierras y, aunque donó tres para la creación de un parque nacional, se constituyó en un prominente miembro de la burguesía agraria del lugar.
La creación de la Colonia Agrícola en 1902, con el loteo de 133 parcelas lindantes al Nahuel Huapi, orientó el perfil de la región hacia las actividades agropecuarias, en una red comercial que unía a Bariloche con Puerto Montt, en Chile, a través del paso Pérez Rosales, y con Hamburgo, en Alemania. La colonia exportaba, sobretodo, ganado bovino, lanas y cueros a cambio de manufacturas alemanas.
La orientación hacia el Pacífico favoreció el establecimiento, en la zona, de los capitales chilenos. Carlos Wiederhold instaló, en 1895, una casa comercial, La Alemana, emplazada en el actual Centro Cívico. Hacia 1900, la empresa comercial quedó en manos de los socios de Wiederhold, Hube y Achelis, para luego pasar a propiedad de la Compañía Comercial y Ganadera Chile-Argentina. Esta era una sociedad anónima con sede en Puerto Montt, dedicada tanto a la producción como a la comercialización de productos, que acaparó gran parte de las actividades económicas de la región hasta 1914.
En pocos años, la “aldea” había logrado un crecimiento económico de importancia, favorecida por el régimen de “cordillera libre” para el comercio ganadero. Hacia 1914, se ubicaba como primera productora de bovinos de Río Negro, con 36.000 cabezas de ganado, y tercera de ganado lanar, con casi medio millón de cabezas. En cuanto a las actividades agrícolas, para 1920 era la principal productora de la zona andina de papa, legumbres y cereales y contaba con varias industrias (harinas, cervezas, chocolates, astilleros, entre otros). En 1916, Primo Capraro fabricaba en sus aserraderos los suministros de madera necesarios para la construcción. Estas actividades sostuvieron un importante mercado interno. Ya en 1920, Bariloche figuraba como centro urbano.
No obstante, en 1914, el sector agropecuario quedó sumergido en una profunda crisis debida, entre otros motivos, a la guerra mundial, a las medidas aduaneras, a la llegada del ferrocarril a Puerto Montt y a la crisis lanar de 1920, que restringieron el comercio entre Chile y Argentina. El resultado fue la declinación de la Compañía Chile-Argentina.
Durante la década de 1920, la burguesía local encontró en el turismo un aliciente que le permitió sortear, con algunos vaivenes, la crisis económica. Habrá que esperar, sin embargo, hasta 1934, cuando finalice el ramal ferroviario Bariloche y se cree la Dirección de Parques Nacionales para que la ciudad se convierta definitivamente en centro del turismo internacional. Como vemos, el predominio del carácter turístico de la ciudad no tuvo que ver con elecciones o apreciaciones estéticas de algún visionario, sino con los dictados de la competencia capitalista, que relegó la actividad agraria.

La creación de una ciudad turística

Para la historiografía ligada a Parques Nacionales, antes de 1934 no habría existido un verdadero desarrollo turístico en el Nahuel Huapi. Eso no es cierto: desde el momento mismo en que las relaciones sociales de producción se transforman, se desarrolló, en paralelo a la actividad agropecuaria dominante, la actividad turística, aunque escasamente implantada. Después de 1914, un fenómeno mundial, como la guerra, provocó el quiebre del comercio internacional, pero favoreció la profundización del sector, debido a la llegada de turistas nacionales e internacionales, imposibilitados de vacacionar en el viejo continente. Durante la década del ‘20 la actividad presentaba sus rasgos característicos. Sin embargo, hasta 1934, no pudo insertarse exitosamente en el mercado mundial. Recién en 1935 comienza su formidable expansión.
La progresiva trayectoria del sector puede observarse en los diferentes proyectos que se elaboraron para la zona. Estos expresan el programa que tanto la burguesía nacional como la burguesía local elaboraron para incorporar una región de frontera, que hasta entonces había estado vinculada más a Chile que a la Argentina. Ocurre lo mismo con las acciones concretas, tanto materiales como simbólicas, que la burguesía local llevó a cabo para no perder su capacidad de acumulación.
Durante los viajes de exploración, que precedieron y continuaron inmediatamente a la conquista, el turismo fue pensado, más que como actividad productiva, como lugar de recreación y exploración científica. Sus artífices fueron los científicos y aventureros que recorrieron el Nahuel Huapi estudiando la región, financiados por el estado, que buscaba consolidar sus fronteras nacionales. Durante su estadía disfrutaron de la tranquilidad y belleza que brindaba el imponente entorno natural de bosques, lagos y montañas. Nacía así, el mito de la “Suiza Argentina”, un lugar que debía, según proyectaba Francisco Moreno, ser conservado en su estado originario para el goce y la investigación. De ahí su idea de crear en el espacio un parque nacional, que debía ser reservado al “visitante culto”.
La amenaza de la burguesía chilena en la región, llevó al ministro Ezequiel Ramos Mexía a elaborar el Proyecto de Fomento de los Territorios Nacionales, que buscaba consolidar el dominio de la burguesía porteña en estos territorios. A tal fin, se creó la Comisión de Estudios Hidrológicos, a cargo del estadounidense Bailey Willis, que debía, entre otras tareas, recaudar información sobre las potencialidades productivas de la zona. Willis, en su informe de 1914, expuso la idea  de convertir a Bariloche en la ciudad central de la región de los lagos, tanto por su paisaje como por su potencial económico. En ella sería posible diversificar la producción, fomentando, además de la rama agropecuaria, la actividad turística y la producción industrial, imitando lo hecho por Estados Unidos en el siglo XIX. El turismo aparece aquí como una rama productiva más a desarrollar. Siguiendo a Francisco Moreno, Willis propuso la creación del Parque Nacional del Sud hacia el oeste del Nahuel Huapi. La zona este quedaría reservada al desarrollo industrial [2]. De esta manera, la representación de la “Suiza Argentina” podía plasmarse en la realidad.
Al mismo tiempo, la burguesía local comienza a sufrir el inicio de la crisis de su producción agropecuaria. Emilio Frey, corporizó los reclamos de la burguesía barilochense. Siendo presidente de la Comisión de Fomento de la ciudad, elevó un memorial al Estado nacional, para obtener ayuda financiera. Se exigía, entre otras cosas, la terminación del ramal ferroviario, la capitalización de Bariloche, la creación de obras de infraestructura y caminos, la colonización de tierras fiscales (una forma de expropiar a indígenas y chilenos) y la parcelación de las estancias, que permitieran dar un salto en el desarrollo local. El turismo, la industria y la actividad agropecuaria serían las ramas productivas a desarrollar. No tuvo éxito en sus pedidos. El proyecto de Frey, aunque presentaba una línea de continuidad con las ideas de Francisco Moreno y de Bailey Willis, con quienes trabajó en el pasado, buscaba volcar definitivamente la producción hacia el turismo. Sin medios materiales no había infraestructura adecuada. La burguesía porteña le negó los recursos porque no tenía ningún interés en estas regiones, que carecían de peso en la acumulación de capital.
La burguesía local se las arregló, de todos modos, para promover una serie de acciones concretas, tanto materiales (hoteles, comercios, caminos, puentes) como simbólicas (la proyección de la ciudad como centro turístico),  de modo de desarrollar la rama turística en la región. Con el tiempo, la burguesía nacional comenzó a invertir en la rama turística de la ciudad.
A fines del siglo XIX, Carlos Wiederhold construyó el primer albergue para turistas. La Compañía Chile-Argentina, consciente del potencial turístico de la región, invirtió en una modesta infraestructura que, en principio, cubría el alojamiento de quienes se vinculaban de una u otra manera al comercio, pero que servía también para hospedar a los visitantes. Ofrecía, a su vez, excursiones por tierra y por vía lacustre, a través del vapor El Cóndor. A partir de la segunda década del siglo XX, se produce una importante obra de infraestructura turística, para un público exclusivo, que incluyó, entre otros, los hoteles Perito Moreno, San Carlos, Parque, Bellevue, Correntoso, de Festa y Suizo, además de varios albergues. También se instaló una empresa de navegación, la Andina del Sud, propiedad de Carlos Roth que poseía, a su vez, dos hoteles, en Puerto Blest y Frías. Se abrieron varias casas de comercio como la Lahusen y Cia, y despensas menores, restaurantes y confiterías. Se construyeron puentes (en Puerto Moreno y Ñirihuau, por ejemplo) y caminos. Los burgueses de Buenos Aires comenzaron a construir viviendas para sus vacaciones. Se inauguró un cine en 1915 y apareció un periódico local, El Tronador, en 1924. Toda la infraestructura fue siguiendo un patrón arquitectónico que imitaba el modelo europeo. Su originalidad daba identidad a la ciudad. El mito de la “Suiza Argentina”, a fines de la década del ´20, parecía próximo a concretarse.
En esta época se va definiendo también el perfil del turista. Francisco Moreno consideraba que debía ser un turista “culto”, que contribuyera al progreso de la nación. Willis y Sarobe, en cambio, tenían la idea de reservar la tierra para uso público, con el objetivo de evitar el uso exclusivo del Parque Nacional a un sector minoritario de la población. Para ello, se debían conservar las tierras fiscales e impedir la construcción de hoteles lujosos. En su lugar, era propicio construir un hotel central y varios hoteles menores, hosterías y campings, para permitir el acceso a todas las clases sociales [3]. En la práctica, el turismo, ante la ausencia de medios de transportes accesibles, quedó reservado a la burguesía porteña e internacional, con recursos suficientes para distenderse de toda preocupación.
Frente a la crisis mundial, en 1930, establece una serie de barreras aduanera. En Bariloche, en cambio, esta protección de hecho dio pie al desarrollo turístico. El Estado nacional, a través de la creación de la Dirección de Parques Nacionales, en 1934, llevó a cabo una extensa obra de infraestructura que incluyó la finalización del ramal ferroviario que unía a San Antonio con Bariloche. La ciudad quedó, definitivamente, atada a una sólo rama productiva. Efectivamente, a partir de 1935 la ciudad se constituye en centro turístico internacional y se consolida la falsa imagen de la “Suiza Argentina”.
Para recrear esa fantasía, Exequiel Bustillo, director de Parques Nacionales hasta 1944, tenía como meta convertir a Bariloche en la ciudad central de la Patagonia. Un verdadero centro urbano de frontera para comenzar el proceso de “argentinización” de la Patagonia Norte e impedir la penetración extranjera. En este “mini Estado” debía reinar la “armonía”. Para ello, un sector importante de la sociedad debía ser invisibilizado, al igual que los conflictos sociales, ocultados y excluidos de toda lógica. Siguiendo este objetivo, se expropió las tierras que, ubicadas en el Parque Nacional Nahuel Huapi (que reemplazó al Parque Nacional del Sud), estaban en manos de las comunidades aborígenes y de los inmigrantes chilenos. Se permitió, a su vez, que la burguesía local conservara sus tierras y se inició el proceso de venta de tierras fiscales a la fracción de la burguesía porteña ligada a Bustillo [4]. Se orientó, finalmente, la actividad turística hacia los sectores más pudientes en ámbito nacional e internacional. A su vez, se limitó la participación de la clase obrera al interior de la zona turística. Sólo le era permitido actuar como fuerza de trabajo. Los obreros, argentinos y chilenos, pasaron a ser los culpables de los disturbios sociales que ocurrían en la ciudad. El antagonismo no tiene que ver, entonces, con cuestiones nacionales: argentinos y chilenos eran expulsados de su ciudad por burgueses argentinos y extranjeros.
Para coronar esta política fue necesario contar con una planificación arquitectónica que refleje, en el plano material, la “misión histórica” de la ciudad. Bajo el mandato de Bustillo, se levantó el Centro Cívico, el Hotel Llao Llao, el Hospital Zonal Regional y la avenida Costanera. Además, se construyeron setecientos kilómetros de caminos, la estación de servicios, la reedificación del Banco Nación y las escalinatas que unen el alto y el bajo Bariloche, entre otras. Se realizaron obras de agua corriente, cloacas, nivelación y pavimentación. El Museo Regional Francisco Moreno y la estatua de Roca, por su parte, fueron parte de las prácticas ideológicas de construcción de la nacionalidad. De una historia común que diera unidad al conjunto poblacional de diversos orígenes que comenzó a instalarse alrededor del Nahuel Huapi [5]. El Parque Nacional quedó dividido en dos zonas: la del oeste (en la frontera con Chile), reservada a la conservación del bosque y la del este, para la instalación de infraestructura turística y urbana. El municipio de Bariloche quedó dentro del Parque Nacional Nahuel Huapi. Esta situación peculiar provocó la subordinación de las autoridades locales a la política nacional en la toma de las decisiones regionales.

Ocio burgués, sudor obrero

Si nos atenemos a las ideas, encontramos proyectos superpuestos y hasta, en ciertas cuestiones, contradictorios. Willis y Sarobe, como vimos, imaginan un desarrollo industrial y una actividad turística para el disfrute de todos los habitantes del país. Bustillo, en cambio, sólo piensa en el turismo, y para “elegidos”. En realidad, el tipo de turismo no tiene que ver simplemente con los proyectos de unos y otros, sino con las condiciones de vida de la población obrera (en caso de un turismo “popular”) y de la acumulación de diferentes capas de la burguesía.
Es decir, el mito de la “Suiza Argentina” no lo inventa Bustillo, sino que se fue configurando a través de hechos concretos, que influyeron en sus decisiones posteriores. Él es quien termina de consolidarla. Si su obra arquitectónica comprende los edificios más representativos de la ciudad y si la ciudad comenzó a recibir infinidad de turistas, es porque contó con los recursos materiales que le fueron negados a Frey.
En conclusión, la obra llevada a cabo por Parques Nacionales más que el origen de la actividad turística y de la falsa imagen de la “Suiza Argentina” en la zona, significó la culminación de ese proceso, iniciado luego de la conquista militar.
Sin dudas que esta política fue tan exitosa como contradictoria. Por un lado, esta imagen se mantiene hasta el presente, dando origen a la constitución fragmentada de la ciudad. Es decir, dentro de Bariloche coexisten en la actualidad dos ciudades. Por un lado, el “bajo”, que incluye la zona turística, ubicada hacia el oeste, cuyo componente principal es la pequeña y mediana burguesía, con acceso a todos los beneficios que brinda la ciudad. Por el otro, el “alto”, ubicado hacia el sureste, la zona más desfavorecida climáticamente, cuyo componente principal es la clase obrera, carente de infraestructura. El “alto” es, justamente, el sector que debe ocultarse porque retrotrae el carácter europeo de la ciudad.  Por eso se los hostiliza constantemente, marginándolos de toda actividad recreativa. Hay una prohibición implícita que les impide acceder al centro y a los lugares turísticos.  Pero lo que agrava aún más la situación, y le otorga su contenido explosivo, es la creciente desocupación y subocupación que atraviesan los trabajadores del “alto”. La crisis social de la ciudad expresa el éxito y los límites de la política que buscó convertir a Bariloche en un paraíso idílico: debajo de la nieve, los boliches y los viajes de egresados, se encuentran miles de personas que pagan con su sangre el precio de los lujos ajenos.

NOTAS:
1 Méndez, Laura: Estado, frontera y turismo: historia de San Carlos de Bariloche, Prometeo, Buenos Aires, 2010.
2 Navarro Floria, Pedro y Vejsberg, Laila: “El proyecto turístico barilochense antes de Bustillo: Entre la prehistoria del Parque Nacional Nahuel Huapi y el desarrollo local”, en Estudios y Perspectivas en Turismo, Vol. 18, .2009.
3 Sarobe, José María: La Patagonia y sus problemas. Estudio geográfico, económico, político y social de los Territorios Nacionales del Sur, Editorial Guillermo Kraft, Buenos Aires, 1943.
4 El ejemplo más acabado de esta política de colonización es Villa La Angostura, edificada sobre las tierras vendidas a los amigos y parientes de Bustillo.
5 Bustillo, Exequiel: El despertar de Bariloche. Una estrategia patagónica, Sudamericana, Buenos Aires, 1968.

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