Recesión, inflación, fuga de divisas y devaluación: se agotó el bonapartismo kirchneriano – Por Osvaldo Regina

en El Aromo nº 77

En este artículo, nuestro colaborador muestra los límites de la economía kirchnerista y señala las principales variables por las cuales estalla la crisis. Si quiere enterarse por qué este cuento va a terminal mal, lea esta nota.

Por Osvaldo Regina (Colaborador)

La actual combinación de inflación, recesión, fuga de divisas y devaluación más el estallido opositor de la trenza peronista político-sindical tradicional luego de las bochornosas crisis eléctrica y policial expresan la quiebra del ciclo de política económica expansiva que sostuvo exitosamente en el poder al bonapartismo kirchneriano durante tres períodos presidenciales consecutivos. La apuesta K fue sostener a cualquier costo y con todos los recursos disponibles el saldo positivo de comercio exterior y el consumo familiar. Ello permitió la recuperación de la crisis 2001/2002 en la producción, el empleo y el salario, aumentando las jubilaciones y los subsidios a la pobreza y al consumo de servicios públicos. Hoy, el consumo popular está jaqueado por la inflación y el ajuste de tarifas y tasas mientras el gobierno devalúa y el comercio exterior, como muestra el gráfico, se vuelve cada vez más deficitario.

Fue gracias a la devaluación del Peso que llegó en abril de 2002 a u$s1= $4 con Duhalde y su ministro Remes Lenicov que se revirtió el déficit previo de las cuentas públicas y del comercio exterior y permitió a los Kirchner desde 2003 un programa exitoso de crecimiento del producto interno bruto (PIB), aumento sustancial del gasto público y del crédito bajo relativa estabilidad monetaria y cambiaria. Hasta 2006, el “Dólar recontra alto” funcionó bien y se podía financiar todo con la mayor recaudación fiscal, altos precios internacionales de productos primarios y el sesgo de tolerancia política imperial ante las quitas de deuda externa.

Las últimas estadísticas del INDEC y el ajuste en curso contra el salario confirmaron el contenido de la nota de El Aromo de mayo pasado titulada “Se agotó la expansión K” [i]. El análisis de entonces identificaba una Segunda Recesión de Cristina, a principios de 2012 (antes fue por la crisis internacional de 2008-2009), pero de origen interno esta vez, a causa de la menor competitividad por la creciente inflación. Allí se señalaba que: “El riesgo de esta nueva crisis para los trabajadores consiste en que las empresas reevalúen las perspectivas del país e inicien un repliegue estratégico en cuanto a planes de inversión y empleo, lo que profundizaría la caída y, con ella, los niveles actuales de desempleo y pobreza”. El artículo finalizaba preguntándose: “¿Qué estará pensando ahora nuestro establishment local de políticos, empresarios y asesores sobre la forma de un nuevo golpe al salario y el empleo, si este gobierno fracasa en revertir el estancamiento recesivo con riesgo de un nuevo estallido social?”.[ii]

En consonancia con tales expectativas, los datos del PIB del propio INDEC muestran que en el último semestre de 2013 (ver gráfico) estuvimos viviendo los inicios de una Tercera Recesión bajo gestión de Cristina Kirchner con grandes chances de profundizarse durante 2014. Puede verse también en el gráfico como el PIB crece por encima del gasto estatal hasta 2008, luego de la crisis crecen juntos pero ya desde 2011 el gasto se acelera para revertir, sin éxito, la nueva tendencia al estancamiento del producto.

La crisis actual no resulta de un giro adverso dentro de la lógica de funcionamiento de mercados autoregulados. Tampoco es una crisis importada: los precios de productos primarios continúan altos, las tasas de interés de EEUU no subieron significativamente y no hay “efectos dominó” mundiales tipo Efecto Tequila (1994) o Dragón (1997) o Vodka (1998) o Caipirinha (1999), etc. Se trata de una crisis originada en las contradicciones de la política económica kirchnerista: los instrumentos ya no dan resultado o no están disponibles o producen el efecto contrario al deseado. 

La crisis K abre una coyuntura única en la histórica nacional

Ya sin plata ni crecimiento a tasas chinas, Cristina cambió el discurso distribucionista y tomó a su cargo el ajuste patronal contra el salario que previó el artículo de El Aromo de mayo “si este gobierno fracasa en revertir el estancamiento recesivo con riesgo de un nuevo estallido social”[iii]. Después de un lustro de salarios a la par de la inflación, el golpe al salario se descargó mediante un golpe inflacionario inducido por el brusco aumento de tarifas y de la devaluación del Peso. Ya durante 2013, el BCRA había acelerado a un 35,5% anual el ritmo de la depreciación del Peso frente al Dólar. En enero de este año se agregó otra devaluación de 20% en pocos días. Con eso les sumó 60% de premio devaluatorio a las ganancias del agro y la industria en 14 meses. El ataque devaluatorio al salario encarnó así en la consecuente inflación de 28, 4% durante 2013, arrancando 2014 con un 4,6% sólo durante Enero (según las mediciones privadas de inflación difundidas por la Cámara de Diputados).

Por su lado, el golpe al empleo nace del mismo estancamiento productivo agravado ahora por el efecto del tarifazo y la suba de tasas de interés: la experiencia de los últimos años muestra que sin un fuerte ritmo de crecimiento económico los puestos de trabajo no alcanzan para todos y el desempleo crece. Esta perspectiva se acelera actualmente mediante suspensiones y despidos como previsión de una fuerte caída de ventas.

Una economía nacional cuya productividad crece con relativa lentitud da lugar a perturbaciones más violentas y recurrentes de su mercado cambiario, el que está destinado a devaluar de manera periódica el precio del trabajo y de la producción local en términos de las monedas extranjeras. El Estado local interviene frenando o acelerando el ajuste del mercado cambiario y de otros mercados como el salarial, de bienes y servicios y financiero para defender el empleo o la estabilidad de los precios.

Esta política económica expresa las necesidades sociales del capital y así recae recurrentemente y con violencia sobre la población trabajadora. Como también se atacan las condiciones operativas de los capitales más débiles, el gobierno hará énfasis en la crisis como algo objetivo, ajeno e inapelable, promoviendo una aceptación fatalista de su ajuste. Pero la finalidad real del sacrificio popular es preservar a ese Estado, con sus privilegios y su burguesía, de los embates de las fuerzas productivas más dinámicas del capital que, como dijo alguien, han desbordado ya largamente los estrechos límites de las fronteras nacionales. El control fragmentado de la economía a cargo de Estados nacionales es otra de las tantas reliquias bárbaras de la sociedad burguesa. Su continuidad histórica es fuente de mayores sacrificios para los explotados, de una barbarie social, política y militar que refuerza los males propios de la explotación de clases en sí.

A contramano de sus mejores ilusiones, la camarilla kirchnerista está destinada a recibir de lleno el golpe del descontento popular ante la crisis y el ajuste K contra el salario y el empleo. Sin embargo, las opciones políticas tradicionales devinieron en meros aparatos con dinero pero ideológicamente quebrados y desprovistos de todo atractivo real para los trabajadores. Vista de conjunto, esta situación abre una oportunidad única en la historia argentina para que la izquierda clasista concrete un sólido liderazgo popular con aspiración de poder.

Regina EA77

Notas

[i] Regina, O., “Se agotó la expansión K”, publicado en la página web de El Aromo n° 72 – «Mala fariña», Mayo/Junio de 2013 (no impreso en la revista): http://goo.gl/x6b60I.

[ii] Ídem.

[iii] Ídem.

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