¿Quién gana con el Pacto Social?

en La Hoja Socialista 16/LHSContraelReformismo/Novedades

En mayo de este año, cuando presentaba su libro Sinceramente, Cristina señaló la necesidad de lograr un “pacto social” de “todos los argentinos y todas las argentinas” para sacar al país adelante. La idea es sencilla: el todos incluiría empresarios y trabajadores. Los primeros, se comprometen a invertir. Los segundos, a trabajar.

Ahí está todo el chiste: los laburantes somos el pato de la boda, los que realmente trabajamos para que el dinero se lo lleven otros y la buena vida la vivan otros. Ese es siempre el resultado de la conciliación de clases, del intento de armonizar lo que no son más que intereses enfrentados: los capitalistas versus los trabajadores.

Vayamos a un ejemplo histórico que puede sernos muy útil como ejemplo. Viene, no casualmente, del peronismo, del tercer gobierno al que Cristina hacia referencia. Su principal medida fue la llamada Acta Acuerdo del Compromiso Nacional, más conocida como “Pacto Social”. Se trató de un acuerdo firmado por la Confederación General del Trabajo (CGT) y la Confederación General Económica (CGE) a instancias del Ministro de Economía, José Ber Gelbard.

Si pensamos en los firmantes, el objetivo de la medida es claro: que los trabajadores se sienten con los patrones a conversar para acordar compromisos comunes. En sus discursos, el peronismo destacaba que la meta era recuperar el supuesto “fifty-fifty” del primer peronismo, es decir, el reparto equilibrado de la torta entre patrones y trabajadores. Toda una definición de colaboración de clases entre explotados y explotadores. Va de suyo que los trabajadores no tuvieron allí una representación propia, sino a la burocracia sindical de Rucci, que en realidad respondía a los intereses de la burguesía.

¿Cuál era el contenido concreto del Pacto? La burguesía nucleada en la CGE, se comprometía al congelamiento de precios y aceptaba un alza general de salarios, mientras que los trabajadores, representados por el entonces secretario general de la CGT José Ignacio Rucci, aceptaban la suspensión de la negociación colectiva sobre el salario durante el plazo de dos años. Este esquema salarial, que comenzaría a funcionar en junio del ’73, tendría una reactualización el primero de junio del ’74 y del ’75. Hasta esas fechas, las convenciones paritarias no podrían modificar la política salarial establecida. Naturalmente, los patrones también recibían otros beneficios: crédito barato, reducción de costos financieros y otras formas de subsidio a las Pymes nacionales.

Con un discurso nacionalista e industrialista, que llamaba a unir a trabajadores con el empresariado nacional, el Pacto Social buscaba ser una herramienta para lograr la “paz social” en un momento que sectores de la clase obrera adoptaban posiciones revolucionarias. Se trataba de una nueva forma de contención social. Si bien estuvo lejos de atenuar la conflictividad obrera, efectivamente logró que la disputa salarial cediera ante reclamos por reincorporación de despedidos, mejoras en las condiciones de trabajo y el reconocimiento legal de nuevos miembros de comisiones internas o cuerpos de delegados. Sectores amplios de la clase obrera creyeron que con Perón y la democracia, ahora sus problemas podían ser resueltos en el Estado y no ya contra el Estado.

El “Pacto Social” vino con una nueva Ley de Asociaciones Profesionales, que regulaba la vida de los sindicatos. La nueva ley prolongaba los mandatos de las conducciones gremiales vigentes de 2 a 4 años, en un momento en el que la izquierda crecía en la base de los gremios. Al mismo tiempo, reforzaba el poder de las conducciones nacionales, para intervenir a las direcciones intermedias y estas, a las de base (comisiones internas y cuerpos de delegados). Un punto muy importante, porque era efectivamente en ese nivel donde el clasismo tenía una sólida implantación. No podía naufragar el Pacto Social, así que mejor aplastar cualquier cuestionamiento. Vemos, entonces, que intereses (patronales) defendía el Pacto y contra quienes se hizo (la izquierda y los trabajadores). Lo que nos queda por ver es el final de esta historia. ¿En qué termino el Pacto? En el Rodrigazo: una devaluación enorme, tarifazos en todos los rubros, caída brutal del salario, entre otras. En otra nota de este mismo número lo explicamos. Lo importante es sacar las conclusiones que nos enseñan la historia: de los patrones no podemos esperar nada ni podemos pactar nada. La solución a nuestros problemas está en nuestras manos.

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