Estos últimos días, el kirchnerismo y todos sus satélites de izquierda estuvieron realizando varias declaraciones en relación a lo que está ocurriendo en Cuba: “hay que defender la revolución”, “defendamos el socialismo”, “hay que ir contra el imperio norteamericano”, y un sinfín de frases más, que no se corresponden con la realidad.
En Cuba hace mucho tiempo que no hay socialismo y se está desmoronando la revolución. La burocracia gobierna el país, recibió el poder en manos de una revolución, fue liquidándola y ahora, quiere dar pasos agigantados en ese sentido.
Si nos remontamos unas décadas atrás, podemos ver que la revolución en este país empieza a abandonarse en 1990 cuando aparece el llamado período especial, que implica una caída del PBI del 35% en 3 años. Tras la caída de la U.R.S.S., que hasta entonces mantenía básicamente a Cuba, el castrismo decide organizar una apertura económica pero no política. Lo que estos burócratas tenían en mente era convertirse ellos mismos en empresarios.
Esto se profundiza en el 2008, sobre todo con la partida de Fidel Castro. Las empresas pasan de ser plenamente estatales a pertenecer a sectores del ejército. Los principales funcionarios que se hacen con esas empresas, que todavía no son propiedad privada pero ya pertenecen a las fuerzas armadas, son obviamente la jerarquía militar que se transforma en administradores de un gran consorcio que se llama Gaesa S.A., que se ocupa de distintas cuestiones que se encuentran asociadas al capital extranjero: el turismo, el mercado de divisas, el transporte aéreo y minero, entre otras. Eso es lo que hace que Fidel tenga un poder más bien simbólico en relación a Raúl Castro, que va a derivar en la renuncia del primero y la asunción del segundo.
A partir de este escenario, se comienza a desarrollar una zona franca con facilidades impositivas para todas las empresas extranjeras que van a invertir en la industria. Se les da 10 años libre de impuestos, se las provee de trabajadores dándoles la posibilidad de pagar bajos salarios, y el alivio de que su infraestructura será costeada por el Estado cubano.
Esta burocracia se transforma en intermediaria de las relaciones capitalistas, de una forma muy parásita, empezando a vivir de la plusvalía que las empresas privadas le sacan al trabajador. Comienza a tener una base capitalista con un solo partido que controla todo y que prohíbe a las organizaciones políticas que se reclamen socialistas.
El año pasado a Cuba se le cayeron dos puntales importantes para su economía: el cese de todos los préstamos de China y la suspensión del turismo a raíz de la pandemia. Esto se sumó a la decadencia que ya estaban atravesando las condiciones de vida de la clase obrera cubana. Pero bien, nos podemos preguntar entonces ¿cuál fue la estrategia de la burocracia frente a esta crisis? Dar pasos agigantados para liquidar lo que quedaba de la revolución.
Lo que se llamó la “tarea del ordenamiento” consistió en un plan de ajuste. Se le dio a los trabajadores un poco más del doble de aumento del salario, pero les aumentaron 6 veces más algunos servicios y bienes como el agua y los antibióticos. Estas medidas también conllevan la eliminación de subsidios y gratuidades para la población y las empresas. Se eliminó la doble moneda que poseía Cuba, lo que implicó el fin de la contabilidad ficticia por la cual el Estado podía decir “yo priorizo tal empresa sobre otra porque estratégicamente me conviene”. Ahora es el mercado el que define a que empresas le va bien y a cuales mal, cuál emplea trabajadores y cuál despide. Es la instauración definitiva del mercado como asignador de recursos. Es decir, la liquidación de la revolución.
En definitiva, en Cuba la gente no se rebela contra la revolución o contra el socialismo. Se están levantando contra el ajuste sistemático de todas estas décadas, que ahora se está acentuando aún más, y contra los privilegios de estos empresarios. Lo que está sucediendo en Cuba no es diferente de lo que está ocurriendo en América Latina donde la pandemia desnuda todas estas situaciones. Bajo este escenario, la clase obrera cubana necesita sacarse de encima a esta burocracia parásita, combatir a la gusanera y organizarse en pos de una salida obrera y socialista. Se tiene que recuperar la revolución.