¿Qué hacer? Problemas urgentes de nuestro movimiento

en Clásico piquetero/El Aromo n° 101

Vladimir Illich Ulianov “Lenín” (1870 – 1924)

A fines de 1901 Lenín comenzó a escribir el libro que en marzo de 1902 vio la luz en Stuttgart cómo “¿Qué hacer?” Este desempeñó un relevante papel en la lucha por la creación del partido marxista revolucionario de la clase obrera de Rusia, en el triunfo de la tendencia leninista en los comités del Partido Obrero Social Demócrata Ruso (POSDR) y en su congreso de 1903. Refleja la polémica entre las distintas fracciones del socialismo revolucionario ruso. En las líneas que siguen Lenín les espeta a sus oponentes, el ala economicista y oportunista nucleada en la publicación Rabochei Dielo (La Causa Obrera), su falta de rigurosidad con respecto a la teoría y para la construcción política. Pero también su falta de entusiasmo a la hora de soñar. Y la necesidad de una profunda interacción de ambas.


La famosa libertad de crítica no significa sustituir una teoría con otra, sino liberarse de toda teoría íntegra y meditada; significa eclecticismo y falta de principios. Quien conozca, por poco que sea, el estado efectivo de nuestro movimiento verá forzosamente que la vasta difusión del marxismo ha ido acompañada de cierto menosprecio del nivel teórico. Son muchas las personas muy poco preparadas, e incluso sin preparación teórica alguna, que se han adherido al movimiento por su significación práctica y sus éxitos prácticos. Este hecho permite juzgar cuán grande es la falta de tacto de Rabóchei Dielo al lanzar con aire triunfal la sentencia de Marx: “cada paso del movimiento efectivo es más importante que una docena de programas”. Repetir estas palabras en una época de dispersión teórica es exactamente lo mismo que gritar al paso de un entierro: “¡Ojalá tengáis siempre uno que llevar!”. Además, estas palabras de Marx han sido tomadas de su carta sobre el Programa de Gotha, (El programa surgido de una unificación de partidarios marxistas con seguidores de Lasalle, adolecía de eclecticismo y era oportunista, ya que los primeros hicieron concesiones a los lassalleanos en las cuestiones más importantes y aceptaron sus fórmulas. Marx y Engels sometieron el proyecto del Programa de Gotha a una crítica demoledora, viendo en él un considerable paso atrás en comparación con el programa de Eisenach, aprobado en 1869. N del E.) en la cual censura duramente el eclecticismo en que se incurrió al formular los principios: si hace falta unirse —escribía Marx a los dirigentes del partido—, pactad acuerdos para alcanzar los objetivos prácticos del movimiento, pero no trafiquéis con los principios, no hagáis “concesiones” teóricas. Tal era el pensamiento de Marx, ¡pero resulta que entre nosotros hay gente que en nombre de Marx trata de aminorar la importancia de la teoría! Sin teoría revolucionaria tampoco puede haber movimiento revolucionario. Jamás se insistirá bastante sobre esta idea en unos momentos en que a la prédica de moda del oportunismo se une la afición a las formas más estrechas de la actividad práctica. Y para la socialdemocracia rusa, la importancia de la teoría es mayor aún, debido a tres circunstancias que se olvidan con frecuencia. En primer lugar, nuestro partido sólo empieza a organizarse, sólo comienza a formar su fisonomía y dista mucho de haber ajustado sus cuentas con las otras tendencias del pensamiento revolucionario que amenazan con desviar el movimiento del camino justo. Por el contrario, precisamente los últimos tiempos se han distinguido (como predijo hace ya mucho Axelrod a los “economistas”) por una reanimación de las tendencias revolucionarias no socialdemócratas. En estas condiciones, un error “sin importancia” a primera vista puede tener las más tristes consecuencias, y sólo gente miope puede considerar inoportunas o superfluas las discusiones fraccionales y la delimitación rigurosa de los matices. De la consolidación de tal o cual “matiz” puede depender el porvenir de la socialdemocracia rusa durante muchísimos años. En segundo lugar, el movimiento socialdemócrata es internacional por naturaleza. Esto no significa únicamente que debamos combatir el chovinismo nacional. Significa también que el movimiento incipiente en un país joven sólo puede desarrollarse con éxito a condición de que aplique la experiencia de otros países. Y para ello no basta conocer simplemente esta experiencia o limitarse a copiar las últimas resoluciones adoptadas; para ello es necesario saber enfocar de modo crítico esta experiencia y comprobarla uno mismo. Quienes se imaginen cuán gigantescos son el crecimiento y la ramificación del movimiento obrero contemporáneo comprenderán cuántas fuerzas teóricas y cuánta experiencia política (y revolucionaria) se necesitan para cumplir esta tarea. En tercer lugar, ningún otro partido socialista del mundo ha tenido que afrontar tareas nacionales como las que tiene planteadas la socialdemocracia rusa. Más adelante deberemos hablar de los deberes de índole política y orgánica que nos impone esta tarea de liberar a todo el pueblo del yugo de la autocracia. Por el momento, queremos señalar únicamente que sólo un partido dirigido por una teoría de vanguardia puede cumplir la misión de combatiente de vanguardia. Y para que el lector tenga una idea concreta, por poco que sea, de lo que esto significa, que recuerde a precursores de la socialdemocracia rusa como Herzen, Belinski, Chernyshevski y a la brillante pléyade de revolucionarios de los años 70; que piense en la importancia universal que está alcanzando ahora la literatura rusa; que … ¡pero basta con lo dicho! (39 – 41)

¡En esto es en lo que hay que soñar! “¡Hay que soñar!”. He escrito estas palabras y me he asustado. Me he imaginado sentado en el “Congreso de unificación” frente a los redactores y colaboradores de Rabócheie Dielo. Y he aquí que se pone en pie el camarada Martínov y se encara a mí con tono amenazador: “Permítame que les pregunte: ¿tiene aún la redacción autónoma derecho a soñar sin consultar antes a los comités del partido?”. Tras él se yergue el camarada Krichevski (profundizando filosóficamente al camarada Martínov, quien hace mucho tiempo había profundizado ya al camarada Plejánov) y prosigue en tono más amenazador aún: “Yo voy más lejos, si no olvida que, según Marx, la humanidad siempre se plantea tareas realizables, que la táctica es un proceso de crecimiento de las tareas, las cuales crecen con el partido”. Sólo de pensar en estas preguntas amenazadoras me da escalofríos y miro dónde podría esconderme. Intentaré hacerlo tras Písarev.

Hay disparidades y disparidades —escribía Písarev a propósito de la existente entre los sueños y la realidad. Mis sueños pueden adelantarse al curso natural de los acontecimientos, o bien desviarse hacia donde el curso natural de los acontecimientos no puede llegar jamás. En el primer caso, los sueños no producen ningún daño, incluso pueden sostener y reforzar las energías del trabajador… En sueños de esta índole no hay nada que deforme o paralice la fuerza de trabajo. Todo lo contrario. Si el hombre estuviese privado por completo de la capacidad de soñar así, si no pudiese adelantarse alguna que otra vez y contemplar con su imaginación el cuadro enteramente acabado de la obra que empieza a perfilarse por su mano, no podría figurarme de ningún modo qué móviles lo obligarían a emprender y llevar a cabo vastas y penosas empresas en el terreno de las artes, de las ciencias y de la vida práctica… La disparidad entre los sueños y la realidad no produce daño alguno, siempre que el soñador crea seriamente en un sueño, se fije atentamente en la vida, compare sus observaciones con sus castillos en el aire y, en general, trabaje a conciencia porque se cumplan sus fantasías. Cuando existe algún contacto entre los sueños y la vida, todo va bien. Pues bien, los sueños de esta naturaleza, por desgracia, son rarísimos en nuestro movimiento. Y la culpa la tienen, sobre todo, los representantes de la crítica legal y del “seguidismo” ilegal que presumen de su sensatez, de su “proximidad” a lo “concreto”. (248 – 250)

Vladimir Ilich Lenin Colección Claves para el Socialismo Ministerio del Poder
Poder Popular para la Comunicación y la Información
Impreso en la República Bolivariana de Venezuela. Marzo, 2010.
https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1900s/quehacer/que_hacer.pdf

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