Prostitución, tráfico y trata en Latinoamérica

en Ponencias

Rita María Hernández
rita@comisionunidos.org

Desde la publicación y ratificación del Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente de mujeres y niños, que complementa la convención de las Naciones Unidas contra la delincuencia organizada transnacional, conocido como el “Protocolo de Palermo”, en el año 2000, el delito de trata de personas ha tomado un lugar primordial en las discusiones internacionales sobre delincuencia y crimen organizado, ya que su incidencia le ha posicionado como el segundo negocio ilícito más lucrativo después del narcotráfico (González, 2016).

El último indicador del problema a nivel mundial publicado por el Global Slavery Index (GSI) en 2016, alerta a que existen más de 45.8 millones de personas alrededor del mundo en situaciones de esclavitud; distribuidos en 167 países de los cuales México ocupa el lugar 36, aportando un estimado de 376,000 esclavos, siendo la modalidad más prevaleciente en México, según United Nations Office of Drug and Crime (UNODC) la explotación sexual de mujeres, niños y niñas (UNODC, 2016 Pg.161).

En el Diagnóstico nacional sobre la situación de trata de personas en México, emitido por la UNODC en 2014, México está catalogado como un estado:

  • fuente – del cual surgen víctimas para el mercado global,
  • de tránsito – por el cual trafican víctimas hacia otros países y;
  • destino – al cual arriban víctimas de otros países para el consumo del mercado local e internacional (UNODC, 2014).

En lo relacionado a la explotación sexual se pueden identificar tres modalidades alarmantes en México: Turismo sexual, pornografía, y esclavitud sexual.

La Organización Internacional de Migraciones y Turismo (OIMT), destaca que cada año se producen más de 600 millones de viajes turísticos internacionales. Un 20% de estos viajeros busca sexo en sus desplazamientos, de los cuales un 3% confiesa tendencias pedófilas; esto supone más de 3 millones de personas que viajan por el mundo buscando sexo con menores de edad. Ante lo cual, el turismo sexual infantil representa un cáncer que ha crecido silenciosamente durante los últimos 15 años; ubicando a México en el segundo lugar en que ocurre este delito a nivel mundial, después de Tailandia (Olvera, 2014).

Por su parte, el boletín 20-37, titulado “México primer emisor de pornografía infantil a nivel nacional”, señala que las investigaciones del National Center for Missing and Exploited Children, ubican a México en el primer lugar mundial como emisor de pornografía infantil; en tanto, la asociación End Child Prostitution, Child Pornography and Trafficking of Children for Sexual Purposes (ECPAT), coloca al país como el segundo productor y distribuidor internacional de este tipo de material y el primero en América Latina” (Senado de la República, 2013).

El reporte global de la UNODC (2009) de 2009 estipula que el 74% de las víctimas de trata identificadas en México son víctimas de la modalidad de explotación sexual. En el último censo del [Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI, 2010)], se informó que existían entre 143 mil y 862 mil “trabajadoras sexuales” en el país, ya hace más de siete años desde el último censo y es seguro asumir que el número de personas involucradas en la prestación de servicios sexuales se ha incrementado desde entonces, pero lo más importante es fijar la vista en el rango tan extremo que existe entre los números, esto debe ser preocupante ya que asegura que no hay una idea clara y concisa de lo extenso del problema. Dicho esto, es imposible que con este número de mujeres prostituidas podamos asegurar que el número de víctimas de trata en este país es de 376,000.

En los tres casos anteriores se infiere la comercialización y cosificación del cuerpo de una persona para la realización de una actividad sexual a cambio de un valor económico. Por ende, es una actividad de aprovechamiento, utilización y explotación sexual en perjuicio de los derechos humanos de las mujeres, niñas, niños y adolescentes (OIT/IPEC, 2004).

Como cualquier otra actividad económica lícita o ilícita, el motor de toda transacción comercial exitosa es la demanda por el producto que se intenta vender. En el caso de la trata de personas, lamentablemente el producto o mercancía es el cuerpo humano y sin lugar a duda, la demanda por mercancía humana es el motor detrás de su ascenso como negocio global (Banyard, 2016 Pag. 7).

En consecuencia, la demanda masculina de mujeres y niñas es la raíz de la prostitución y promueve la trata de personas para explotación sexual (O’Conner y Grainee, 2006). La organización [Stop Violence Against Women (SVAW, 2013)], enfatiza que la desigualdad de género, la globalización, pobreza, racismo, migraciones y el colapso de la estabilidad económica de la mujer, son factores que contribuyen a crear las condiciones en las que una mujer es impulsada hacia la industria del sexo.

El Protocolo de Palermo, además de proveer una definición universal de trata de personas, compromete a los estados parte a tomar medidas para prevenir, reprimir y sancionar la trata. Desde que se firmó en el año 2000, lejos de disminuir, el número de víctimas ha aumentado y el lucro se ha multiplicado a los 150 mil millones de dólares anuales, 99 mil millones de ellos relacionados al negocio de la explotación sexual (Massimino, 2016).

Aunque ha habido avances, especialmente en la concientización, sensibilización e identificación del delito, en la creación de leyes para sancionarlo de manera más efectiva, y en la apertura de los gobiernos para avanzar en esta lucha (GSI, 2016), el impacto de los esfuerzos para prevenir y para reprimir el delito no ha tenido los resultados buscados.

Un reciente análisis de la región por el Fondo Internacional de Emergencia de las Naciones Unidas para la Infancia, de ahora en adelante UNICEF(2016) arroja la siguiente información:

“La trata de personas es un problema compartido: Se encuentra en todas las entidades la presencia de todas las formas y modalidades de explotación sexual y trata con fines de Explotación Sexual Comercial”.

La prostitución no es el libre ejercicio de la sexualidad, es una industria. Cuando se habal de libre ejercicio de la sexualidad en el sistema de prostitución solamente aplica al que consume o compra. Para las mujeres es una forma de supervivencia, una salida hacia delante que por lo general beneficia al proxeneta y a todos los demás involucrados en la red de explotación más que a ellas (Meng, 2016). Poner el cuerpo a disposición del otro, no por placer, sino por necesidad, por falta de oportunidades, por engaño, el aprovecho de una situación de vulnerabilidad o la fuerza, no es sexo.

Sin embargo, para la industria del sexo es conveniente mantener el mito de la libertad de elección de la mujer prostituida, que tiene control de su cuerpo y de su voluntad y que a través de ella alcanza la libertad para “imponer” su propia sexualidad (Barnyard, 2016).

Tomado esto en cuenta, se pregunta MacKinnon (2011), si la prostitución es una elección libre, ¿por qué son las mujeres que tienen menos oportunidades, las que casi siempre encontramos sobre representadas en ella?

En realidad se enfrenta una construcción demagógica que ignora tres aspectos fundamentales del sistema:

  1. Más del 80% de las mujeres ejerciendo la prostitución fueron inducidas por alguien antes de los 18 años de edad (Hughs, 2000), edad que está comprobada en la que no se ha desarrollado la madurez necesaria para tomar una decisión tan trascendental en la vida y que es muy fácil caer en el engaño o en conductas de alto riesgo (Swanson, 1999 y 2017).
  1. En la inmensa mayoría de los casos, la voluntad de las mujeres que “han decidido libremente” ejercer la prostitución, esta decisión ha estado condicionada por factores externos e internos que han restringido fuertemente su capacidad de elección (Farley, 2006).
  1. La mujer que se prostituye no lo hace por sexo, lo hace por dinero. Las mujeres se prostituyen para sobrevivir, no para desarrollarse sexualmente (Della, 2011).

Asume también que ciertos “mitos” relacionados al ejercicio de la prostitución pueden aceptarse como una verdad, entre estos destacan los más conocidos tales como los que presenta el European Women’s Lobby (2014) :

  1. La prostitución es la profesión más antigua de la historia – Pudiéramos cambiar la perspectiva al decir que el proxenetismo es la profesión más antigua, dicho a esto, el argumento más claro es aquel que se pregunta si una conducta debe permanecer entretejida en la sociedad simplemente porque ya tiene mucho tiempo de existir. Nunca se ocurriría un argumento pro homicidio basado en la premisa que desde la historia de Caín y Abel ha existido y por ende debe prevalecer y no cambiar. Por otro lado, cabe también mencionar que en la antigüedad, la prostitución siempre se ejerció dentro del marco de la esclavitud (Torres Falcón, 2016).
  1. Están allí porque quieren – Bien dice Delgado (2017) en la entrevista, ninguna mujer a la que se le ofrecen mejores oportunidades, escoge la prostitución como su mejor opción”. Como se ha repetido en este estudio, la investigación sobre el tema demuestra que factores como la pobreza, la orfandad, la situación de calle, la adicción a las drogas o al alcohol y sobre todo el haber sufrido algún tipo de abuso físico o sexual hace que las mujeres jóvenes sean más vulnerables a entrar en la prostitución.
  1. La prostitución tiene una utilidad social , especialmente para hombres solos o aislados socialmente – “Tratar de justificar la prostitución como una institución social, significa que algunas mujeres en la sociedad deben ser sacrificadas de sus derechos para llenar las ‘necesidades’ de estos hombres”.
  1. Es imposible desaparecer la demanda – Esto implica que los hombres no son capaces de vivir sus vidas con límites, y que viven sus vidas dominados por sus necesidades sexuales.
  1. Abolir la prostitución aumenta las violaciones – La investigación demuestra lo contrario, ya que se evidencia que los hombres compran sexo porque pueden hacerlo sin penalización. Normalizar la prostitución favorece el aumento de la violencia contra la mujer porque refuerza el mensaje de que estas son producto de consumo. En algunas ciudades del estado de Nevada, en Estados Unidos, el proxenetismo está despenalizado y los casos de violación están por encima que en otros estados de la Unión Americana. El hombre que va a violar, va a violar con o sin prostitución. Realmente, si se analiza el contexto completo de la prostitución, la declaración debe ser que ésta, según la definición de violación, es una violación pagada (Schulze, 2014).

Cuando se analiza con profundidad la prostitución, no se puede hablar de sexo, de intimidad, de placer o de libertad, en realidad se está hablando de dinero, de violencia y de explotación. Como afirma Farley (2006), la inmensa mayoría de las personas en prostitución dicen que tienen que sonreír, fingir que les gusta y que disfrutan, cuando en realidad sienten asco y solo piensan en acabar el acto y dejar de pensar. Jacinto, sobreviviente de trata afirma que el actuar es una parte fundamental del servicio, identificar la personalidad del cliente y conformarse a sus “gustos” es importante para asegurar el servicio, por otro lado comenta que para que se pueda generar una “buena ganancia” es necesario incitar al “cliente” a un acto sexual no “normal” ya que estos “extras” cuestan más. Por lo que se puede asumir que la mujer tiene que ir en busca de mayor anormalidad, violencia y falta de protección para lograr la cuota que se le ha impuesto por el proxeneta/tratante (Jacinto, 2017).

El negocio de la compra/venta de los cuerpos de las mujeres, ha generado una mercantilización sin precedentes del ser humano, convirtiéndole en uno de los productos más rentables del Siglo XXI. Velada bajo el nombre de transacción comercial consentida, que involucra el dinero del hombre a cambio del acceso al cuerpo de la mujer, la industria del sexo satisface en la mayoría de los casos la demanda masculina y explota la oferta femenina.

La sexualidad es presentada actualmente como producto de consumo que ha transformado al ser humano en mercancía. La industria del sexo se ha convertido en un negocio multinacional, donde es posible comprar cualquier fantasía sexual masculina. Esta prospera porque presenta a la explotación sexual como si se tratara del “sexo” solamente (Salt, 2000).

La organización El Pozo de Vida A.C. ha llevado a cabo una estimación del impacto económico de la venta de actos sexuales en la ciudad de México que arrojó los siguientes números:

  • Uno en cada 6 hombres sexualmente activos en la Ciudad de México (17%) consume prostitución – esto equivale a 719,381 consumidores.
  • Si cada uno compra sexo una vez a la quincena, serían 48,000 consumidores diarios.
  • El número promedio de servicios diarios que da una mujer es de 10 (Número que según entrevistas personales con sobrevivientes es considerablemente bajo. En las 7 entrevistas llevadas a cabo para este trabajo, el promedio de servicios diarios era de 25 pudiendo llegar a más de 30) que equivale a 4,800 mujeres que venden su cuerpo diariamente.
  • El costo promedio de la venta de un servicio sexual “normal” en la Ciudad de México es de $150.00, multiplicado por los 48,000 compradores equivale a $7,200,000 pesos diarios de ganancias. Se debe aumentar a este número todos los servicios “anormales” que piden los compradores de sexo y todos los servicios comprados por extranjeros visitando la ciudad.

Aquellos que se benefician de la industria del sexo, utilizan el vocabulario de la liberación sexual y los derechos de la mujer, pero la realidad es que por interpretación de los mismos Derechos Humanos, ninguna persona puede consentir por derecho a ser violentada y violada, por el contrario, los Derechos Humanos deben garantizar el derecho a vivir una vida libre de violencia.

En dos investigaciones recientes realizadas en las ciudades de Tijuana y Ciudad Juárez por la Universidad de California en San Diego, en donde participaron 603 mujeres voluntariamente, se buscaba la correlación existente entre el HIV/SIDA y la prostitución de menores, pero arrojaron la siguiente información residual que apoya el argumento de la línea tan fina y poco identificable que existe entre lo que se percibe como prostitución y la trata de personas (Goldenberg, Engstrom, Rolón, Silverman, & Strathdee 2013; Silverman, Servin & Goldenberg, 2015).

  • 83.3% fueron instigadas a entrar a la prostitución antes de los 18 años
  • Edad promedio de entrada 16 años
  • Media de escolaridad 6to de primaria
  • 43% Llegaron a Tijuana coaccionadas
  • 36% dicen haber sido violadas
  • 66.7% han sufrido algún evento traumático violento relacionado a un cliente
  • 75.9% había ingerido metanfetaminas
  • 63.3% se habían inyectado heroína
  • 16.7% están infectadas con HIV SIDA — comparado al 0.2% en la población general.

Si nos hacemos la pregunta ¿Cuándo comienza la trata? Mínimo se debiera considerar que el 83.3% de las mujeres prostituidas en Tijuana son víctimas de trata ya que comenzaron a serlo siendo menores de edad y no existe una varita mágica el día que cumplen los 18 años que de repente las convierte en mujeres que han consentido prostituirse como profesión. Además se tendría que hacer la pregunta a las 43% que llegaron coaccionadas, ¿cuántas eran mayores de 18 años? y ese número sumárselo al anterior. Todo esto en una ciudad que por estar en Baja California cuenta con una robusta ley contra la trata de personas, pero que ha escogido seguir tolerando lo que claramente es una explotación de sus mujeres.

Si simplemente se utiliza el sentido común y se considera que el 90% de las mujeres prostituidas son víctimas de trata (Scelles, 2015), se calcula que de 500,000 mujeres prostituidas en México, solamente 5000 “escogieron” prostituirse y el número de hombres sexualmente activos es de 38,400,000 (INEGI, 2015) de los cuales el 17% consumen sexo, que equivale a 6,528,000 hombres (Pozo de Vida, 2017). ¿Podrán 5000 mujeres cubrir la demanda de más de 6,000,000 de hombres? De dónde entonces se consiguen las mujeres faltantes para llenar esta demanda? Solamente puede concluirse que la trata es el suministro para la prostitución (Szil, 2015).

En el caso de Tijuana, a través del trabajo de campo realizado por R842 directamente con las mujeres en la Zona Norte de la ciudad, se ha podido observar lo que se llama el segundo nivel de explotación. Las mujeres que son traficadas a la ciudad como menores de edad por parte de los tratantes, al cumplir su mayoría de edad comienzan a generar más bajos ingresos, para cuando llegan entre los 23 – 25 años de edad, el tratante original la suelta porque para él es más redituable ir por otra menor que le va a generar más ganancias. De repente, por un momento, la mujer se ve con la posibilidad de escapar, pero las preguntas que se hace son contundentes ¿a dónde me voy? ¿qué voy a hacer? ¿cómo me voy a mantener? ¿cómo voy a dar de comer a mis hijos? ¿puedo recuperar a mis hijos? No se hacer otra cosa, no sirvo para nada, me da vergüenza regresar a casa, ¿qué le digo a mi familia? Etc. La gran mayoría sienten que no tienen una opción viable de salida, entonces deciden quedarse. Es en este momento que comienza el segundo nivel de explotación. Ella cobra, pero le tiene que pagar cuota a un sin número de personas: el que se ofrece a cuidarla, el que se ofrece a conseguirle clientes, al dueño del hotel, al que le vende el condón, al que la extorsiona por el uso de suelo del metro cuadrado en donde está parada, el dinero que mandan a la persona que cuida sus hijos, el dinero que mandan a la familia, etc. De una cuota de $150 por servicio otorgado, si se queda con un 15% es mucho. Al platicar con ellas, siempre comunican que no les alcanza que siempre hay que ir en busca de más y más clientes (R832, 2017). Kumar y Salas (2005) entrevistaron a 40 mujeres prostituidas en Tapachula, Chiapas y comprobaron este fenómeno a través de los testimonios recabados que lo resaltan:

“Durante la plática con Paolay con otras mujeres descubrimos que cuando una muchacha rebasó la edad de 25 años, la madame no la quiere más en el burdel, porque la considera «vieja», además los clientes prefieren los servicios de mujeres más jóvenes. Entonces la madame le dice a la mujer que salga del burdel a buscar su vida. Es decir, en este tipo de negocio «envejecer» no es aceptado”.

NOTA: Ese trabajo fue citado en su totalidad de la Tesis Doctoral: Políticas públicas para desalentar la demanda que propicia la explotación sexual conducente a la trata de personas especialmente de mujeres y niñas en México de Rita Maria Mellado Prince Contreras (Rita María Hernandez), 2018.

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