Mundo Obrero. Cambios en ganancias, más humo

en La Hoja Socialista 21/Novedades

Hace unos días se aprobó la modificación del impuesto a las ganancias, ese tributo que pagamos sobre todo los laburantes. Lo pagamos, claro, a pesar de no tener ganancias y de ser los verdaderos productores que con nuestro sudor abultamos los bolsillos de unos pocos. O sea, nos expropian los patrones en nuestro lugar de trabajo y después el Estado de nuevo. ¿Y qué hizo Alberto con este impuesto que inventó Cristina? Derogarlo no. Pero si hizo una modificación sobre la que mentó un showcito para hacernos creer que cambió algo, pero sigue todo igual. Veamos en detalle.

La modificación del impuesto a las ganancias cambia sobre todo el monto mínimo no imponible para la cuarta categoría. Es decir, sube el piso salarial sobre el cual se cobra el impuesto a nuestro salario. Hoy en día los trabajadores solteros sin hijos pagan a partir de un sueldo neto de $74.810. A partir de ahora, el límite se iría a los $150 mil pesos brutos, lo que equivale a $124.500 de bolsillo. De esta manera dejarían de gatillar 1.267.000 trabajadores de los 2.3 millones que hoy en día están alcanzados con el gravamen.

El proyecto se promociona con la idea de que se volvería a un porcentaje “histórico” de trabajadores alcanzados por el impuesto, que ronda el 10%. Es una reducción respecto al 20% que hoy está afectado por el impuesto. Hay acá un primer problema de fondo: los trabajadores siguen pagando, cuando no deberían. Insistimos: el salario no es ganancia, ganancia es lo que nos roban los patrones. Aún con la reducción, seguirían pagando sería de 1.033.000 de compañeros y compañeras.

Segundo problema. Este aumento del mínimo no imponible simplemente retrotrae la cantidad de trabajadores que pagan ganancia a niveles de 2015, cuando el pago de ganancias por parte de los asalariados ya era fuente de conflictividad gremial. Recordemos que durante el gobierno de Cristina el gremialismo que en ese momento era opositor, encabezado por Moyano, realizó varios paros que tenían como reclamo este impuesto.

Tercer problema. Las cifras de contribuyentes solo se van a mantener menores a las actuales si los salarios quedan congelados. Pero eso no va a pasar. Pronto va a haber negociaciones paritarias, van a aumentar los salarios y muchos compañeros y compañeras van a volver a pagar ganancias. ¿Significa esto que se van a convertir en privilegiados? Nada que ver. De hecho, todo lo contrario.

La actualización del impuesto seguirá regida anualmente por la variación del índice de la remuneración imponible promedio de los trabajadores estables (RIPTE) del año anterior. Es decir, por el promedio de aumentos salariales obtenidos en las últimas paritarias. Hace varios años que en las paritarias se firman porcentajes menores al de la inflación. Por ello, se instauró una tendencia a que a pesar de que los salarios reales disminuyen, la cantidad de trabajadores que tributan aumenta. Es notable cómo en los últimos años mientras el salario real disminuyó, la cantidad de contribuyentes de cuarta categoría aumentó. Esta situación va a repetirse.

Cuarto problema. El Estado no trata a los trabajadores como trata a los empresarios. Ya sabemos por qué. Pero en el cobro de impuestos se vuelve a ver. Mientras a los asalariados en relación de dependencia se les descuenta compulsivamente de su salario de forma puntual, a las empresas se les otorga moratorias y facilidades de pago. Algo similar a lo que sucede con la liquidación del IVA. Ya sabemos para quién gobiernan los Fernández.

En definitiva, la reforma no trae ninguna novedad importante. En el mejor de los casos, por algunos meses algunos compañeros no pagarán ganancias. Pero el impuesto se mantiene y, por sobre todo, se mantiene una tendencia que viene de décadas: la caída del poder adquisitivo de nuestro salario, que siempre va por detrás de la inflación. Lo que se degrada día a día, en esta sociedad, es nuestra vida.

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