Manual de Zonceras Peronistas. El “Viejo” y la Triple A

en La Hoja Socialista 21/Novedades

El llamado “tercer peronismo” no suele ser tan bien visto como los dos primeros gobiernos del General, primera experiencia que está llena de mentiras, como explicamos en estas páginas. Sin embargo, peronistas y kirchneristas siempre buscan lavar el apellido Perón, incluso durante la etapa 1973-1974, en la que ni el propio jefe del movimiento buscó ocultar sus intenciones represivas. En el mejor de los casos, sus defensores nos hablan de un pobre viejecito que ya no estaba en su mejor momento y se mandaba macanas. Una de las más graves sería la creación de la Triple A, que intenta adjudicársele exclusivamente a López Rega. Veamos el asunto de cerca.

Su historia es también bastante conocida. Se trató de una banda para estatal dedicada al asesinado y el amedrentamiento. ¿Cuál era el objetivo? Exterminar a militantes y activistas, tanto sindicales como políticos o, incluso, intelectuales o artísticos, y sembrar el terror sobre el conjunto de la población. Así se quitaba del medio a los “duros” y se atemorizaba e inmovilizaba a los simpatizantes. En su “lista negra” se encontraban desde políticos burgueses (Hipólito Solari Yrigoyen) hasta militantes revolucionarios (Mario Roberto Santucho), pasando por un sinfín de activistas obreros, estudiantiles y barriales.

Para ello, la metodología era muy variada: desde las amenazas y la confección de listas de futuras víctimas, hasta el secuestro, el atentado o el asesinato. La cantidad de bajas reales es difícil de calibrar y aún está pendiente una investigación. Pero se estima que el número de asesinatos se coloca por arriba de los 1.500. Lo que preocupaba al gobierno en particular era el crecimiento de la llamada “Guerrilla Fabril”, no la que se instalaba en montes alejados de los centros de poder, sino a aquella que crecía en el interior de los centros productivos del país, y que era el resultado de la confluencia creciente entre obreros e izquierda.

Se trataba aún de una represión de baja escala, porque apuntaba a objetivos muy individualizados. La política de aniquilamiento que ensayaría luego el Proceso incrementó su escala, pero tuvo aquí su primer laboratorio.

Que Perón estaba detrás de ella es más evidente de lo que se quiere creer. Cualquier repaso por sus discursos públicos en la etapa lo confirma, en tanto avalaba la represión legal e ilegal al “terrorismo”. Sin ir más lejos, él mismo construyó a la cúpula de la Triple A. En 1974, hizo ascender a López Rega de cabo a comisario general de la Policía Federal (decreto nº 1350/4), a Villar como subjefe y luego Comisario General (decreto 312/74), a Margaride como jefe de la Policía Federal (decreto 1330/74), a Almirón como inspector (decreto nº 562/74) y Morales como comisario inspector (decreto 562/74). Todos ellos resultaron ser jefes operativos de la Triple A, y varios contaban ya con probados antecedentes en represión durante dictaduras militares previas.

A comienzos de ese mismo año, Perón también endureció el Código Penal para perseguir a la “guerrilla”, pero también al clasismo al elevar las penas por “privación ilegítima de la libertad” con la que se buscaba castigar a los trabajadores que tomaban las fábricas manteniendo dentro de ellas al personal jerárquico. El cuadro represivo se completaba con atentados a locales partidarios, la clausura de periódicos de izquierda y un gran número de asesinados, perseguidos y encarcelados.

Como vemos, el General usó toda una batería de medidas represivas para poner en caja a quienes no estaban dispuestos a bajar sus banderas, e incluso a los aliados “peligrosos”. Mientras ganaba tiempo imponiendo un freno al ascenso de la lucha de clases, comenzaba la tarea de aniquilamiento de la fuerza social revolucionaria, tarea que luego culminarían otros de sus compañeros de armas, Videla y compañía.

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