Malvinas: Rendición, derrota y después

en La Hoja Socialista 22/Novedades

En varias oportunidades explicamos ya que Malvinas no es una causa nacional, no son nuestras y, por lo tanto, los trabajadores no tenemos ningún interés en ellas. En esta nota, en cambio, nos vamos a detener a ver por qué esa guerra fue conducida hacia una derrota por la propia junta militar.

Parecen haber dos causas centrales para explicar la derrota argentina. En primer lugar, Argentina e Inglaterra tenían diferente capacidad de choque y diferente peso en las relaciones mundiales. Las FFAA argentinas contaban con 230.000 hombres, en su mayoría conscriptos (que para abril no tenían siquiera la preparación necesaria). La aviación tenía 65 aviones de combate, pero solo podía coordinar seis al mismo tiempo. A Malvinas se mandó un contingente de 12.000 hombres, la mayoría conscriptos sin experiencia alguna y 20 helicópteros. Gran Bretaña, en cambio, poseía un ejército de 350.000 hombres, todos profesionales.

El Estado Mayor argentino no tenía ninguna experiencia en un conflicto de esta magnitud y pocas veces se habían realizado maniobras conjuntas entre las tres fuerzas. Recordemos, además, que estaban ocupados en desaparecer y asesinar militantes revolucionarios y activistas. Gran Bretaña, por su parte, había peleado dos guerras mundiales y varias guerras en Asia y África durante el siglo XX. Para Malvinas, Londres armó un contingente de 28.000 hombres, movilizando todos los recursos de la flota, 110 navíos, de los cuales 33 eran de combate y 60 de apoyo, con 38 aviones y 140 helicópteros. Además, Gran Bretaña era la punta de lanza de la OTAN. Por lo tanto, contó con la asistencia diplomática y militar norteamericana. Si esto fuera poco, dispuso también de la asistencia chilena. En particular, de la base en Punta Arenas (más cerca de Malvinas que Puerto Belgrano), lo que compensó la ventaja argentina por la cercanía geográfica.

Pero hay una segunda razón, más coyuntural. La Junta no se preparó y, ante los hechos, no se resolvió a presentar mayor resistencia, por temor que todo terminara con bombardeos en el continente. Por eso, prefirió minimizar las pérdidas. Por ejemplo, luego del hundimiento del Belgrano, la Marina retiró sus buques del conflicto y aceptó el bloqueo marítimo. Las islas solo pudieron ser abastecidas por aire. Por eso, fue tan deficiente el suministro. También priorizaron los ataques a los buques de guerra antes que a los navíos logísticos y los transportes de tropa, más indefensos y de mayor importancia. De haber perdido uno de sus dos portaviones, Inglaterra hubiese estado en un serio aprieto.

Otro ejemplo es que del 2 de abril al 21 de mayo, la Argentina tuvo la oportunidad de ampliar el aeropuerto de Puerto Stanley para poder operar con aviones de alto porte (Skyhawk, Mirage), abastecidos en las islas y con gran margen de horas de vuelo. Sin embargo, no se hizo nada. Fue así que los aviones británicos tenían más minutos de combate en la zona de conflicto desde su portaviones que los argentinos.

La derrota significó la crisis del gobierno argentino y el régimen militar. El rechazo popular al gobierno, anticipado en la huelga del 30 de mar­zo, se intensificó al conocerse la noticia de la rendición. Los mandos medios comenzaron un serio cuestionamiento a sus superiores por la conducción. Las tres fuerzas se vieron enfrentadas. Galtieri intentó mantenerse a flote, pero una reunión de generales de su propia fuerza le comunicó que debía dar un paso al costado.

El 17 de junio asumió Cristino Nicolaides, con el objetivo de designar un presidente interino. La Armada y la Aeronáutica se negaban a que el nuevo mandatario saliera, otra vez, del ejército y hasta preferían un civil. Pero el 22 de junio, Nicolaides pasó el mando a Bignone, un general retirado contrario a Galtieri. En el acto, las otras dos fuerzas anunciaron que se retiraban del go­bierno. Ante este cuadro de suma debilidad, el nuevo mandatario se reunió con la Multipartidaria para acelerar la transición. Pero la dirigencia burguesa se negó a recibir el poder a menos que las tres fuerzas pactaran una salida hacia un gobierno constitucional, lo que incluía la revisión de la guerra contrarrevolucionaria. Luego de arduas negociaciones, el 10 de octubre, las dos fuerzas faltantes vuelven al gobierno.

La movilización política a fines de 1982 fue intensa. El 6 de diciembre se realizó el mayor paro general desde 1975 y diez días más tarde una movilización “por la civilidad” convocó a 100.000 personas. La crisis política, sin embargo, fue canalizada por los par­tidos burgueses. En particular, por la UCR. El alfonsinismo es el producto de esa crisis, de la cual tomó su fuerza. La crisis de con­ciencia de sectores amplios de la clase obrera fue conducida hacia el apoyo masivo y eufórico a la constitución y la democracia, no a la revolución.

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