Malvinas: no son nuestras

en La Hoja Socialista 15/LHSHistoriaArgentina

Todos los 2 de abril el asunto Malvinas copa las agendas. Hay acuerdo de todas las fuerzas políticas (incluso la izquierda) en que la recuperación de las islas es un reclamo que hay que impulsar contra el imperialismo británico. La izquierda agrega que la Argentina “no está completa” y que la burguesía argentina no tiene suficiente ambición para ese enfrentamiento.

¿Qué pasó entonces? La dictadura –recordemos, un régimen contrarrevolucionario- estaba envuelto en una fuerte crisis. En 1981, el país tuvo cinco presidentes, lo que terminó con un golpe de Estado de la Marina y una crisis económica brutal. En estos momentos estalla una gran huelga del 30 de marzo de 1982. Así, la invasión a Malvinas fue un intento desesperado para reconstruir el régimen. Al mismo tiempo, la “Dama de Hierro” –Margaret Tatcher- apeló a la guerra como un salvataje frente a la crisis política en Inglaterra.

Buena parte de la izquierda se sumó a esta aventura. Un grave error. Un triunfo de Galtieri significaba prolongar la dictadura, tal vez tanto como en Chile. O sea, un retroceso enorme para la clase obrera. Pero además, la izquierda perdió una oportunidad de pasar al frente. La derrota profundizó la crisis: entre junio y octubre de 1982 la Junta Militar estuvo disuelta. El desconcierto fue aprovechado por los burgueses más críticos de la aventura como Alfonsín. Madres también capitalizó su posición distante.

Ahora bien, no apoyar la guerra no hubiese significado apoyar a Tatcher, sino llamar a los obreros ingleses a levantarse contra su gobierno en un boicot común. En lugar de enfrentar a los obreros, había que unirlos contra sus verdaderos enemigos. Todos los que alentaron la aventura Malvinas reforzaron el nacionalismo en los trabajadores y contribuyeron al derramamiento de sangre obrera.

Pero vamos a la pregunta central, ¿es Malvinas una causa nacional? Para saber eso hay que aclarar algunas ideas. Primero, ningún pedazo de tierra “es” argentino, británico ni uruguayo. Los hacen. ¿Cómo? Según la burguesía y la ONU, por el “derecho histórico”: esto es mío porque yo lo descubrí primero, porque lo compré, o porque lo conquisté hace mucho, cuando las leyes y tratados internacionales no existían.

Pero eso está mal: la única soberanía que crea derecho es la de la lucha de clases. Una burguesía que puede apropiarse de suficiente terreno frente a otras creará derecho y, si no puede mantenerlo, lo pierde. Lo sabe todo el mundo, aunque no lo admitan. Así es como se crean las soberanías territoriales en el capitalismo. Y eso vale para Malvinas.

La realidad es que solo hay “causas nacionales” cuando la falta de un territorio pone obstáculos a la vida en sociedad, tal y como funciona (como en Irak o Afganistán). Malvinas no es el caso: no tienen ninguna riqueza natural importante que haga una diferencia. Tampoco hay una riqueza poblacional para aumentar el mercado interno. Tampoco hay una población “rehén”: nunca hubo allí una comunidad española en tiempos virreinales, ni mucho menos una argentina.

Incluso, Argentina se forjó como nación sin las islas y las perdió cuando ni siquiera era la República Argentina en la que vivimos. En el siglo XIX, la burguesía del Río de la Plata conquistó muchos territorios (Patagonia, Chaco) y perdió otros tantos (Banda Oriental, Sur de Brasil, Alto Perú y Paraguay). Las Malvinas valen mucho menos que cualquiera de éstos: sostenerlos hubiera sido costoso y así lo entendieron los gobiernos durante el siglo XIX, que nunca buscaron poblar las islas, e incluso ofrecieron canjearlas por deudas (Rosas). Los primeros reclamos diplomáticos (muy tibios, por cierto) datan recién de la década de 1880. Pero hay algo más importante: las Malvinas no son nuestras y no lo serán si algún gobierno decide recuperarlas. Simplemente, porque la Argentina tampoco es nuestra. El país es propiedad de la burguesía. Ella es la única soberana. De conquistar las islas, será esa clase la que corra a hacer negocios (si es que hay) y disfrute de los resultados (si es que se producen). Para el resto, para todos nosotros, la vida transcurrirá como siempre.

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