Las tareas frente al cambio de escenario
La izquierda oscila entre el delirio (PTS) y la mirada parcial (IS), pasando por una combinación de ambos (PO). No se trata de acercarse al peronismo ni de esperar que el apocalipsis nos solucione todos los problemas que no pudimos afrontar en el momento que debíamos.
Fabián Harari (LAP-CEICS)
Una intervención eficiente en el presente se estructura dentro de una adecuada imagen del porvenir. Esta imagen depende de una correcta lectura de la dinámica del desarrollo histórico, es decir, del pasado, aunque más no sea el reciente.
La forma de organizar la fuerza, la dirección que se va a ejercer durante el próximo gobierno depende cómo se lo caracterice: cuál es su novedad, cuáles las continuidades y, sobre todo, cuáles son los alineamientos de las clases sociales. Esa mirada determina la elección de los futuros aliados y de las fracciones sobre las que conviene realizar un trabajo. La izquierda oscila entre el delirio (PTS) y la mirada parcial (IS), pasando por una combinación de ambos (PO).
Cristina 2019
El desconcierto del FIT tiene, por decirlo así, una “vanguardia”. Son quienes no solo se hallan perdidos, sino que incluso impulsan una fuerte peronización de la izquierda. Nos referimos al partido que, justamente, dirigió el combate electoral, el PTS.
Para el partido de “la mujer y la juventud”, el kirchnerismo representa un gobierno de sesgos progresivos. Tal como lo anticipa:
“Es que bajo el kirchnerismo, con la recuperación y el viento de cola de la economía mundial, la clase obrera creció (aunque la mayoría de los nuevos trabajos fueron precarios) y eso la ayudó a fortalecerse”.[1]
Curiosa idea del crecimiento y de la fortaleza. Para el PTS, el ingreso de un desocupado a la fábrica convierte en obrero al que antes era un marginal o parte de los “sectores populares”. El proletariado de un país crece por incremento absoluto (reproducción o inmigración) o relativo (el avance de la proletarización de la población). En todo caso, si bajo el kirchnerismo creció la clase obrera, eso significa una pauperización general de la población.
Ahora bien, ¿qué es el fortalecimiento? El desarrollo de conciencia y de su capacidad de lucha. ¿Eso se fortaleció bajo el kirchnerismo? En términos absolutos, no. Si lo comparamos con el 2001, la clase obrera sufrió un retroceso. Relativo, porque está mejor que en los 90 y porque no se privó de ganar posiciones. Pero, de hacer trastabillar a cinco gobiernos, de ser un factor central de la política, pasó a votar masivamente a un candidato burgués y a formar parte de la estructura de cooptación asistencial. Podemos discutir el grado de ese retroceso, pero negarlo implica desconocer la función que vino a realizar el kirchnerismo.
Su balance electoral es simplemente impresentable:
“Los sectores sociales en los que se dividió la votación representaron grosso modo una diversificación más ‘clasista’ que en otras elecciones: el grueso de los trabajadores y sectores populares votaron al FPV y las clases medias y medias altas (la zona núcleo sojera) apoyó a Cambiemos.”[2]
Dejemos de lado las clasificaciones como “sectores populares” y “clases medias”, que muestran una alineación clara con la sociología burguesa. Focalicémonos en la idea de que la clase obrera no votó a Macri. La pregunta es obvia: ¿y cómo ganó? Más aún, según su interpretación, se habrá impuesto una “razón neoliberal” y aclara que es parte de “una derrota ideológica de alcance mundial”. Es decir, estamos ante un retroceso inédito. Cuesta entender cómo, en este contexto, la clase obrera se habría “fortalecido”.
Macri, entonces, representaría una verdadera transformación. Tal como lo define el PTS, un “giro copernicano”. Desde ahora, la Argentina sería “atendida por sus propios dueños”, producto de una “rebelión de los CEO’s”. Es decir, antes al país no lo gobernaba la burguesía, sino algunos intermediarios. Tal como nos explican, una “casta política”. Nos encontramos aquí con la famosa “autonomía” del Estado, que vendría a romperse porque se designa a algunos empresarios como funcionarios. Un embellecimiento no solo del kirchnerismo, sino de casi todos los gobiernos que le antecedieron.
En ese sentido, el PTS se dirige a los votantes del FPV y les aseguran que estarán con ellos para “defender sus derechos”, en lo que llama “la resistencia”. Es decir, este partido reivindica lo “logrado” y se dispone a defenderlo. No se trata de tomar la ofensiva, sino de resistir. ¿Hasta que vuelva Cristina?
Confusión e ignorancia
Algo menos delirante, pero no por eso menos perniciosa, es la posición del PO. Al igual que el PTS, el PO cree que se viene un gobierno “de derecha” o de “centroderecha” (tendría que ponerse de acuerdo), dispuesto a realizar un ajuste. De la misma forma que el PTS, se exime al kirchnerismo del ataque directo a las condiciones de los trabajadores que protagoniza sistemáticamente desde el 2007.
Para el PO, Macri representa los intereses del capital financiero. En principio, parece una combinación de “buitres” y “patria sojera”, pero luego explica que los “sojeros” son, en realidad, financistas. O sea que la burguesía agraria argentina no existe. De cualquier manera, el capital industrial se mantiene, para el PO, en el campo progresista. Obviamente, igual que el PTS, auguran “un cocktail explosivo”, como si la pauperización creciente no fuera moneda corriente.
Lo interesante es que reconoce, explícitamente, que su campaña no fue diferente a la de los principales candidatos, cuando señala que: “Scioli decidió encarar el último tramo de la campaña tomando prestado el libreto de denuncia al ajuste que desarrolló el Frente de Izquierda”. Luego de escuchar las críticas de Solano y Altamira hacia nuestro balance, uno les preguntaría a los compañeros: ¿por qué nos atacan por decir aquello que ustedes admiten?
Quien parece ostentar mayores niveles de sensatez es Izquierda Socialista. En primer lugar, deja bien en claro que el resultado electoral no implica ninguna derechización. Se delimita claramente del kirchnerismo en dos aspectos. En primer lugar, resalta que el gobierno que se va ha venido realizando severos ajustes. Por lo tanto, es equivocado ver, en el gobierno saliente y el entrante, una pelea de ajustadores contra populistas. En segundo, señala que la agitación contra la “derecha” es un recurso K y que el voto contra Scioli fue una expresión obrera contra los ataques sufridos. La delimitación del kirchnerismo es correcta, así como el señalamiento de las continuidades con el macrismo, en tanto gobierno patronales. No obstante, IS no indica cuál es la peculiaridad del nuevo gobierno. Pareciera que es solo una continuidad bajo otra nomenclatura. Ahí está el problema. Macri no sólo tiene un aspecto de demagogia, en tanto promete lo que difícilmente pueda cumplir, sino que representa otro tipo de alianza y por eso tuvo ese éxito.
¿Qué le espera a la Argentina del PRO?
Pasemos en limpio. Primero, no es cierto que el ajuste esté por venir. El ajuste fue parte de la política kirchnerista y por eso rompió con la clase obrera ocupada (inflación, IVA, impuesto a las ganancias, jubilaciones, precarización laboral) y provocó cierta rebelión en la sobrepoblación relativa (derrotas electorales en la Provincia de Buenos Aires y Jujuy). Segundo, no hubo derechización del electorado. La clase obrera votó por quien prometía bajar la inflación, un millón de créditos hipotecarios, un plan de obras públicas, la construcción de infraestructura en el Norte (Plan Belgrano) y llevar la jubilación al 82%. Macri fue al acampe Qom y terminó su campaña en una ceremonia ritual andina en Jujuy (a lo Evo Morales). Tercero, los resultados electorales muestran el rechazo al kirchnerismo de los obreros ocupados (preferentemente privados), frente al predominio del empleo y asistencia estatal (provincias pobres del interior). Pero solo como tendencia, porque el Conurbano resultó en un equilibrio y el PRO ganó en el Jujuy de Milagros Sala.
Ahora bien, ¿Macri es la derecha? No parece. No va a sostener un ataque a toda regla sobre el conjunto de la clase obrera. No va a quitar los planes, ni va a sostener el enfrentamiento con los obreros ocupados. ¿Es la mera continuidad? Tampoco. Macri representa el cierre del bonapartismo. Para ello, corporiza una alianza con quienes se vieron más perjudicados en los últimos tiempos: las capas más concentradas de la burguesía industrial (Techint) y la clase obrera mejor paga (Moyano). Solo por ahora, y tal vez por poco tiempo, reúne a la burguesía agraria. Es diferente a Cristina, que se sostenía, sobre todo a partir del desgranamiento que se produce desde el 2008, sobre los capitales menores y por la sobrepoblación relativa. Es decir, todo un universo que sobrevive a costa del Estado.
En términos ideológicos, Cambiemos implica un “desarrollismo”. Es decir, un impulsor del desarrollo del capital concentrado, al que intenta darle la mayor eficiencia posible en términos internacionales.
Ahora bien, ¿se viene un estallido con las nuevas medidas? Seguramente, el nuevo gobierno deberá realizar algunas reformas. Seguramente, en contra de la clase obrera. Pero el grado de ataque y su capacidad de hacer pasar las medidas van a depender, fundamentalmente, de los dólares que tenga en caja. Hoy en día el Estado está en quiebra. Sin la renta agraria del período anterior, deberá acudir a la deuda. Todo el problema se reduce a saber si los organismos internacionales le van a prestar o no.
Lugo de la victoria de Macri, la calificadora Moodys cambio el estatus del país de “estable” a “positiva”. La proveedora de índices MSCI podría iniciar un proceso para reclasificar a Argentina de “mercado frontera” a “mercado emergente” en dos años, si el país elimina los controles de capitales que afectan a los inversionistas, según informa Goldman Sachs. La consultora InvoiNet ha dicho que el Banco Mundial ya tiene un crédito disponible. A su vez, el fondo BlackRock (el más importante de la costa este norteamericana), PIMCO (California) y Fidelity (Boston), se comunicaron con la gente del PRO para avisarles que iban a conseguir financiamiento para “llenarlos de dólares”. Daniel Freifeld, de la firma inversionista Callaway Capital Management también trajo augurios. Con extensa carrera en el Banco Mundial y en distintos fondos de inversión, Freifeld fue asesor de política exterior en la campaña presidencial de la senadora Hillary Clinton, y coordinador de programa para el Centro Sur de Asia Cercano Oriente en el Departamento de Defensa de Estados Unidos.
En noviembre, desembarcó una importante misión comercial encabezada por la Cámara de Comercio de EE.UU. con el objetivo para impulsar la llegada de inversiones norteamericanas. Se trata de la entidad empresarial más influyente de EE.UU. Otro de los que juegan a favor del nuevo gobierno es Jodi Bond, vicepresidente de la División Internacional de la Cámara para las Américas, quien se ocupó del restablecimiento de las relaciones comerciales con Cuba. Bond vino al país con la misión de bucear las oportunidades en las áreas de infraestructura, tecnología, salud y biotecnología.
Luego de la llamada de Kerry, dos altos representantes del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes ( el presidente del Comité, el republicano Ed Royce, y el demócrata Eliot Engel) le enviaron una carta al mandatario estadounidense, Barack Obama, pidiéndole que priorice las relaciones con la Argentina.
Es lógico. En medio de un enfrentamiento entre China-Rusia y EE.UU., Macri se presenta como el dirigente regional más importante y decidido de la potencia yanqui, con la misión de debilitar los vínculos que se habrían creado con el otro eje. Se pronostica, sin embargo, que la economía va a crecer recién en 2017, por lo que el año que viene será un período de transición difícil. De pasarlo, tendrá cuatro años en donde no tendrá mayores problemas fiscales. No obstante, representa una salida precaria. Solo va a dar un poco más de aire a una economía en crisis. La capacidad de compensar lo incompensable es muy limitada. En pocos años, Macri sufrirá lo que logró evitar Cristina yéndose.
En este contexto, la izquierda debe prepararse para intervenir. La crisis se va a postergar, pero no se va a evitar. Se va a cerrar una crisis política, no se va a cerrar el proceso del Argentinazo. En este tiempo, deberá realiza un profundo balance, una discusión programática y un verdadero salto político con la creación de un Partido Revolucionario. No se trata de acercarse al peronismo ni de esperar que el apocalipsis nos solucione todos los problemas que no pudimos afrontar en el momento que debíamos. Hay que trabajar para el futuro.
[1]http://goo.gl/bRwzMw.
[2] Dal Maso, Juan y Fernando Rosso: “Los dueños al poder”, en Ideas de Izquierda, n° 26.