Dos meses han sido suficientes para saber la envergadura de lo que viene. La clase obrera está siendo puesta contra la pared a fuerza de tarifazos, despidos, rebajas salariales y aceleración inflacionaria. ¿Y quién nos defiende? Nadie, realmente. Los gremios no tienen respuesta y oscilan entre la pasividad y la complicidad abierta. La “resistencia” kirchnerista no existe. Nadie respalda a los despedidos y cada sindicato sale a pelear solo. La CGT se declaró prescindente. En el medio de todo esto, el nuevo gobierno parece crear un consenso en la llamada “clase media”.
Macri viene por una derrota histórica de la clase obrera. Lo que significa no solo la degradación de las ya malas condiciones de vida, sino un largo período de retroceso.
Hay que enfrentarlo y hay que hacerlo ahora. Como en la guerra, la primera batalla es la más importante, porque ordena a las demás. Hay que salir de la fragmentación y la resignación con un plan de acción eficaz.
Si le dicen “democracia”…
Ante todo, hay que realizar un planteo político más general. Los que votamos y votamos para que quienes ganan nos embromen la vida, una y otra vez, ya sabemos el valor de eso sobre lo que tanto se llenan la boca durante las elecciones. Todo eso que nos juran durante las campañas ya sabemos en qué termina. Y nunca termina bien para nosotros.
Esta vez, el que prometió de todo fue Macri. Muchos honestamente le creyeron, porque estaban ya hartos de la inflación, del trabajo precario o en negro, del mísero plan como única solución y de tantas otras cosas que transformaban la vida del obrero en un suplicio. Durante su campaña, el actual presidente dijo que iba a reactivar la economía, que no le iba a sacar el trabajo ni el subsidio a nadie y que iba hacia un país de pobreza cero.
No tardó más de un mes para tirar todo eso por la borda. Van 30.000 despidos en el Estado y 20.000 en las empresas privadas, cientos de planes -de los que dependen miles de familias precarias- son cerrados, la luz ya aumentó un 700% en la principal región donde se concentran los trabajadores (Capital y Provincia de Bs. As.) y van por el aumento de los transportes y del gas. La inflación se está disparando del 30% al 40%. El salario va a valer mucho menos. Vamos hacia un país de desocupados y ocupados que deben aceptar salarios en sistemática caída bajo la amenaza del despido.
En cualquier sociedad que se precie de tal, los ciudadanos deberían pedirle explicaciones. Tal como nos dicen, no se vota a un hombre, sino a un programa. Por lo tanto, Macri debe cumplir, porque no son cosas que dijo al pasar, sino que tomó un compromiso. Hay que reclamárselo entonces, porque si una de las partes de un contrato no cumple su deber, la relación se disuelve. En este caso, es el vínculo entre gobernante y gobernado. Si el presidente no está dispuesto a rever su política, debe sencillamente renunciar. Y si no lo hace, hay que organizarse para echarlo. A él y a su gente.
La desocupación, ese elemento clave
Las discusiones paritarias de este año van a marcar la tendencia sobre la que nos vamos a tener que mover en los próximos. Ante una inflación proyectada del 40%, el gobierno quiere que los salarios no superen el 20%. Los gremios apuntan al 30%. En realidad, lo que debería discutirse es una suma a la recomposición del año anterior (la diferencia entre lo pactado y la inflación real) hay que agregarle la inflación futura. Ahora bien, tengamos en cuenta que estas cuentas solo sirven para mantener el precario nivel salarial que venimos sobrellevando.
¿Qué es lo que estamos discutiendo? ¿Qué es el salario realmente? Se nos dice que es la retribución a nuestro trabajo. Pero si así fuera, nuestra riqueza debería ser equivalente a todo eso que producimos: las casas, los alimentos, los autos… Eso, lo sabemos, no es así. Los que construyen la mayoría de las cosas, no tienen acceso a una vida digna.
El salario es lo que se paga para que sigamos vivos, lo que vale nuestra existencia más o menos digna, más o menos precaria. ¿Y eso de qué depende? De las ganancias del empresariado. Eso es importante, porque cuando se obliga a optar entre resignar salarios y que la empresa (o el Estado) funcione, lo que nos están confirmando es justamente eso: que dependemos de la ganancia.
Lo mismo sucede con la desocupación. ¿Por qué no trabajamos todos? ¿Acaso no hay un universo de tareas sin hacer? ¿Viviendas que deben construirse, hospitales que refaccionar, gente necesitada que atender? ¿No faltan docentes, médicos, enfermeros, administrativos? Pero las ganancias empresariales no soportan el empleo de toda la población. Como los desocupados son un problema, en momentos en que los precios de los productos de exportación son altos, hay alguna plata para que el Estado los incorpore. Cuando se acaba el ciclo, la ganancia no los soporta y comienza la expulsión. En los ’70, el Estado acumuló trabajadores que luego expulsó en los ’90. Bajo el kirchnerismo, el Estado volvió a tratar de evitar un estallido “conteniendo” esa población, pero ya en un nivel mucho menor: nada de empleo en blanco y estable, sino contratos temporales y sumas en negro. Es decir, a pesar de toda la soja, solo incorporó trabajadores baratos y con un pie afuera. Ahora, Macri viene a repetir el ciclo de Cavallo, pero con facilidades que este no tuvo. Ya no hay que despedir empleados en planta permanente, sino simplemente no renovar contratos.
La desocupación cumplió un papel central a la hora de disciplinar a los trabajadores en los ’90, y va a cumplirlo ahora. La amenaza del despido es el arma más importante con que cuentan el empresariado y el Estado contra nosotros. El miedo a la calle es nuestro peor enemigo.
Por eso, lo primero que hay que exigir en las negociaciones paritarias no solo es que se acaben los despidos, sino eliminar la desocupación. Pobreza 0 y Desocupación 0. Nadie sobra, hay mucho por hacer en la Argentina. Allí donde las máquinas lo hacen más fácil, hay que repartir las horas de trabajo, sin afectar el salario. Hay que realizar un registro de las necesidades sociales y poner a la gente a trabajar en eso.
El segundo punto, es que el trabajo en negro y las formas de precarización deben ser eliminadas. Todos tenemos que poder trabajar en blanco, con todos los aportes, jubilación, obra social y derecho a la sindicalización.
El tercer punto es que hay que salir de la trampa de los porcentajes. Toda la discusión se basa en cómo recuperarse de la inflación presente o pasada, pero eso nada nos dice de cómo vivimos realmente. Algunos, un poco más osados, proponen atar el salario a la canasta básica familiar (hoy en $15.700). Otra vez, eso es simplemente, comer, vestirse, tener un lugar para dormir y algo más. No mucho menos que cualquier animal. Después de siglos de civilización, estamos discutiendo cómo garantizar a la mayoría de la población la vida de un perro o un gato. Si queremos una sociedad humana, tenemos que vivir todos como humanos. Eso implica además de las necesidades biológicas, el derecho al ocio, a la cultura, a los grandes bienes que disfruta la humanidad, lo que también implica tiempo libre. Lo que nos conduce al cuarto punto: la disminución de las horas de trabajo. Ya lo consiguieron los compañeros del subte y lo están por conseguir los enfermeros.
¿Quién y cómo?
“Muy lindo”, estará pensando usted, compañero, “pero estas son fantasías imposibles”. Y claro, si se observan las declaraciones de los dirigentes sindicales, estamos solos. Moyano y Piumato dijeron que hay que ponerle el hombro a Macri. La CTA que se la pasó 12 años sirviendo al gobierno de turno en nombre del combate a la “derecha”, ahora es incapaz de organizar una lucha consecuente. Tanto vivir arrodillada que ya no puede pararse. ATE convocó para un paro recién el 24/02, cuando los despidos fueron en enero. Hay una marcha puntual aquí o allá, sin ninguna coordinación. Los que quedan en la calle no tienen organismos gremiales. Los únicos que parecen dispuestos a la lucha son los compañeros petroleros y estatales. Allá, en Santa Cruz…
Entonces, hay que hacer como hace cada uno de nosotros en la vida: tomar los problemas con nuestras propias manos. Si los dirigentes ya se rindieron, entonces vamos nosotros. Organicemos un congreso de todos los trabajadores, los que trabajan en blanco y los que están en negro, los que están en planta y los contratados, los ocupados y los desocupados. Cada comisión interna, cada dependencia, cada colegio, cada barrio, cada comisión de despedidos debe discutir un plan de acción y elegir delegados.
Ya tenemos una experiencia, la organización del movimiento piquetero, a fines de los ’90, y las recordadas Asambleas Nacionales de Trabajadores Ocupados y Desocupados (ANT), entre el 2000 y el 2002. Más allá de cualquier apreciación, pusimos de rodillas a cinco gobiernos y tiramos uno en la calle.
Las organizaciones de izquierda tienen una responsabilidad en todo esto. Hacemos un llamamiento a los partidos revolucionarios a volver a levantar el movimiento piquetero e impulsar una nueva ANT.
Para encontrar el camino…
Quienes hoy encarnan la posibilidad de dirigir un combate consecuente se juntaron el 5 de febrero. Nos referimos a delegados sindicales ligados a partidos revolucionarios y organizaciones sindicales cercanas a la izquierda. Aquellos que expresan una confluencia (aun estrecha y débil) entre la clase y la izquierda. El objetivo: reagrupar fuerzas y trazar un plan de acción.
En concreto, se discutió el carácter de la convocatoria a un Plenario de organizaciones sindicales el día 5 de marzo. Hubo tres cuestiones a discutir.
- El kirchnerismo: El NMAS (con anuencia del PTS), pretendía una clara diferenciación entre el gobierno anterior y este. Más aún, planteaba convocar a sectores K, aquí sí el PTS se delimitó, denunciando a la burocracia kirchnerista. En general, correctamente se planteó una “continuidad y profundización” de las tendencias que expresaba el kirchnerismo.
- La convocatoria: El PTS quería agregar que se trataba de un llamado “de la izquierda”. El PO, le quería dar un carácter “independiente”. Rompiendo Cadenas quería una amplitud mayor y un “consenso”, para que nadie viera “lesionado” su programa. Otros delegados independientes expresaron su negativa a una convocatoria desde la izquierda. Finalmente, se delegó todo a una comisión redactora, a petición del PO, con un representante de cada fuerza.
- La composición de la mesa directiva: Este fue el tema que se llevó más energía y tiempo. No importa tanto para qué o por qué, la cuestión es poder poner gente en la dirección, como si la dirección fuese algo eterno y dependiese de una decisión administrativa. Tantos años de práctica política para aprender tan poco. En fin, que el PO propuso un criterio estrictamente sindical, según jerarquías: Secretarios Generales, Comisiones directivas, Juntas de delegados y comisiones internas. En cambio, el PTS pidió que se integren obreros sin representación formal, pero que según ellos “son necesarios para cualquier acción”. Finalmente, el criterio se postergó, mostrando cuánto interés había en conformar una mesa directiva…
Es decir, a dos semanas del plenario, no sabemos a quiénes vamos a llamar, para qué ni cómo se va a componer la mesa directiva que debe organizar y dirigir todo eso. Dicho de otra forma, la izquierda está paralizada. La ignorancia acerca de la oportunidad y la falta de una estrategia ambiciosa lleva a las agrupaciones a posponer resoluciones vitales y tomar la iniciativa. ¿Qué se debe hacer?
Primero, ¿para qué queremos intervenir? Fundamentalmente, para acercar a las masas al Socialismo. Desde trotskistas a maoístas (pasando por los “independientes”) estarán de acuerdo en esto. Entonces, hay que constituir una fuerza de intervención sólida en lo que estamos de acuerdo mayoritariamente. Es decir: hay que juntar filas y proclamar que somos una corriente sindical propia, con diferencias internas, claro, pero que interviene en un sentido con mucho más fuerza que cada partido por separado. Entonces, hacemos un llamamiento a todo el mundo, pero desde nuestro espacio, para no disolvernos.
Segundo, ¿a quién? A todos los trabajadores, a los ocupados y a los desocupados. A todo el mundo que decida romper con sus direcciones, sean sindicales o asistenciales (cooperativas, etc). Hay que poner un especial énfasis en llamar a los desocupados, a los despedidos, a los que viven de planes o en cooperativas. Es toda una masa obrera que está sufriendo las consecuencias del ajuste y representará un destacamento decisivo en la lucha. Hay que convocar a los despedidos a que elijan representantes, a las cooperativas, a los que prestan servicios en planes de trabajo precario.
Tercero, ¿cómo? El método. El encuentro debe tener un funcionamiento sistemático, no puede ser un simple ámbito para poner una fecha y un lugar. La mesa directiva debe tener una actividad permanente. Debe pronunciarse ante cada hecho, debe intervenir ante cada movilización. Debe funcionar como un comando unificado. Y, lo más importante, debe convocar a un Congreso nacional. No a un plenario, a un Congreso. Que en cada lugar del país se discuta y se elija un delegado con mandato. Ese congreso va a votar un programa, un plan de acción y en consecuencia, una dirección. Una dirección que no va a ser el producto de un acto administrativo, sino la consecuencia de una deliberación consciente y colectiva.
Llamamos a todas las organizaciones obreras, sindicatos con voluntad de defender a sus trabajadores, comisiones internas y a cualquier obrero consecuente a poner en marcha un verdadero Congreso de Trabajadores Ocupados y Desocupados, que vote un programa de reivindicaciones y un plan de lucha para hacerlo cumplir.
Razón y Revolución