Este fin de semana, acostumbrados ya a cualquier cosa, festejamos como si hubiéramos conseguido algo en una Argentina que se está descomponiendo por completo. Estamos en el país del “sálvese quien pueda”, en donde lo que se está rompiendo es el lazo social. Es decir, la relación que une a las personas a la hora de reproducir la vida. Acá cada uno hace lo que le da la gana.
No estamos marchando hacia una anarquía que pueda abrir un escenario creativo para la sociedad en la que vivimos. En ciertos momentos, el desorden es la puerta de entrada a un nuevo mundo, porque se acaba todo, se ponen las cartas sobre la mesa y se observa qué hacer. Ante la descomposición general de los lazos sociales, de las relaciones entre las personas, se busca construir una nueva ligazón. Hay un momento constituyente de las masas en la calle como lo que vimos cuando ocurrió el Argentinazo.
Lamentablemente, por ahora, vamos camino a una anomia que es lo peor que puede haber. No es una anarquía creativa, sino una apatía destructiva. Un momento en el cual el mundo está organizado enfrentando a unos contra otros. Y esto resulta en una violencia general. Un claro ejemplo de esto es lo que estamos viendo en Venezuela: un proceso de descomposición social.
Acá en nuestro país lo que hay es un proceso de recomposición de unidades malsanas de centros de poder completamente desligados unos de otros, opuestos unos a otros, que se van a destruir mutuamente. Acá no hay gente en la calle como en el 2001. Lo que vemos son agrupaciones de poder, mafias, narcotráfico, la burocracia del Estado, sectores que se matan a tiros unos con otros y en el medio la gente muere. Y todo se descompone. Ese es el peligro más grave. Estamos en un momento previo a la anomia: la mezquindad. Cuando empezamos a desconocer el lazo social.
En todo este escenario, la imagen más patética se encuentra del otro lado donde se ubica la propia izquierda trotskista, que se supone es quien debería fortalecerse en la anarquía. Porque, ¿qué es la izquierda? Este sector representa la posibilidad de construir algo nuevo cuando todo se cae, es la fuerza que debería orientar la creatividad en esa anarquía donde se reconstruyen nuevos lazos sociales, como decíamos al comienzo. Si cuando todo se viene abajo vos que se supone aportas algo nuevo no tenés nada, entonces ¿de qué nos agarramos? Si los partidos de izquierda no tienen nada que rescate el lazo social, la relación que nos une, si están inmersos en la mezquindad, entonces estamos cayéndonos a “un árbol sin ramas”.
Acá falta una dirección que se proponga construir una nueva realidad. La izquierda argentina, concentrada por lo visto únicamente en las elecciones, rinde pleitesías a Maduro porque junta votos. Como ellos no pueden construir algo distinto van tras estos personajes, esperando que a lo sumo la gente se dé cuenta que los tiene que seguir cuando “ese otro” entre en crisis.
Lo mismo podemos decir de Alberto y la farsa de lo que ocurre con Bolivia. Todo esto pone sobre la mesa nuevamente, qué tiene el presidente para ofrecer: “la constancia de que Macri fue un golpista”. Para peor la cosa está tan mal armada que hasta es mezquino como lo presentan. “Resulta que Macri apoyó y llevó adelante un golpe de Estado en Bolivia mandando 20 granadas lacrimógenas”. Vivimos en un país que es mezquino hasta para inventar macanas.
Frente a esta crisis generalizada, en donde ni las distintas fracciones de la burguesía ni la izquierda electoralera tienen un proyecto para ofrecernos, somos los trabajadores los que debemos organizarnos, junto a las organizaciones verdaderamente revolucionaria, en una gran Asamblea Nacional de Trabajadores Ocupados y Desocupados que se proponga esa instancia constructiva bajo un horizonte obrero y socialista.