I. La pequeña burguesía y la izquierda, entre Frondizi y Videla

en Revista RyR n˚ 10

Buena parte de la fama de la Argentina como país europeo y culto, no importa cuán realista sea esta imagen, deviene de su otrora poderosa “clase media”. Decimos “otrora” porque cierto consenso actual tiende a enfatizar el retroceso social y cultural de esa pequeña burguesía, ya sea bajo la forma de la “nueva pobreza” o de las categorías de marginalidad y exclusión. Exaltada por algunos como la expresión del sueño sarmientino de una sociedad progresista, moderna y culta, o denigrada, por otros, como la protagonista de la tilinguería y el medio pelo reaccionarios, la pequeña burguesía argentina ha ocupado un lugar relevante en todo análisis de vida política nacional. Aunque normalmente dichos análisis no han pasado de ensayismo literario. Está todavía por hacerse una historia científica de la pequeña burguesía en Argentina, una historia que seguramente mostraría una imagen más compleja que la que ofrecen las dicotomías tradicionales. La pequeña burguesía no es, “naturalmente”, ni reaccionaria ni progresista. Su lugar en la sociedad, a mitad de camino entre el proletariado y la burguesía, la predispone a alianzas variables, a violentos cambios de frente. Y a fracturas internas que dan pié a experimentos disímiles. En los textos que siguen intentamos observar un momento de la vida de una fracción de la pequeña burguesía, aquella que se corporiza bajo la personificación social de “estudiante” y que, en los años ’60 y ’70 protagoniza el fenómeno que dio en conocerse como “nueva izquierda” y en cuyo seno podemos destacar dos corrientes claras, el movimientismo y el foquismo. Como esta fracción de la pequeña burguesía se activa en un momento de retroceso del movimiento obrero, es decir, tras el agotamiento de la resistencia peronista, se encuentra particularmente vulnerable a posiciones políticas “independentistas” (en relación a los partidos de la izquierda) y a las influencias exteriores (la revolución cubana y las luchas anticolonialistas). Es por eso que cierta recuperación del fenómeno peronista va unido a la negación de los partidos de izquierda, a la tendencia a construir organizaciones endeblemente estructuradas y sin referentes en la política nacional, encandiladas por procesos mundiales como el guevarismo. Es así que independentismo, movimientismo y foquismo son los componentes casi omnipresentes en todos estos grupos. En qué medida estos elementos constituyentes de lo que alguien llamó la “nueva izquierda” dificultaron más que contribuyeron a la construcción del partido revolucionario, es algo que se discute más abajo. Conviene, por ahora, repasar en el siguiente texto de Guillermo Parson, la que parece ser una de las principales influencias ideológicas sobre esta fracción de la pequeña burguesía lanzada a la acción en el campo del proletariado en un momento de relativo reflujo de su acción.

(Las bases teóricas)

La Monthly Review en español: ¿una tribuna del movimientismo foquista?

Por Guillermo Parson

Introducción

            ¿Qué leía la izquierda argentina de los ’70 en sus años formativos? ¿De dónde sacaba sus “insumos” teóricos? Este texto tiene por función examinar una de esas “usinas” del pensamiento de izquierda que, creemos como hipótesis, tuvo una enorme influencia en la Argentina, sobre todo en los grupos “independientes” de las estructuras partidarias “tradicionales” (aunque no sólo en ellos). Aquí nos limitaremos a examinar las ideas centrales de la Monthly Review, (MR) dejando para más adelante el estudio de la medida y el sentido de su influencia. Desde este ángulo, el primer punto importante es comprender de qué manera este grupo de intelectuales caracteriza la realidad mundial y por ende, cómo se ubica ante ella. En segundo lugar, cuál es la línea político-estratégica que postula. Por último, cuál es el sujeto que llevaría a cabo las tareas que de todo lo anterior se desprenden.

Nos proponemos demostrar en cuanto al primero de los aspectos mencionados, que MR parte de la premisa de que el panorama político-económico mundial está atravesado por el enfrentamiento entre campos: el imperialismo y sus naciones aliadas versus el campo socialista junto a países en transición y neutrales, que se hallarían en un progresivo pasaje al segundo de los “campos”. Este conflicto expresa en realidad, la lucha entre la revolución y la contrarrevolución, ubicando asimismo, dentro de la primera una diferenciación entre políticas efectivamente revolucionarias -fundamentalmente la dirección china- y otras reformistas -la conducción soviética. La revista se encuadra explicitamente dentro del terreno revolucionario. La estrategia política no es uniforme: las particulariedades nacionales en la época imperialista los hace distinguir entre la línea a seguir en los EE.UU., que no es la misma a la postulada para Argelia -por dar un ejemplo muy burdo.[1]1 Se reivindica una táctica pro-guerrillera para los países coloniales con el objetivo de realizar “la revolución por el socialismo”,[2] entendido éste como símil de los existentes. Lo que nos sitúa en el tercer problema. Se parte de admitir la necesariedad de un sujeto revolucionario, pero el mismo se muestra, la más de las veces, en forma algebraica. Conceptos como “pueblo” o “sectores revolucionarios” grafican esta adjetivación. Sí parece quedar en claro que ninguna “burguesía nacional” en el mundo semi colonial -que es el que nos interesa- puede llevar a cabo dichas tareas, sino por el contrario, éstas se realizarán a pesar y contra ella.[3] Aspectos todos que pasamos a desarrollar.

Antecedentes y materiales

Los directores de la revista, Paul Sweezy y Leo Huberman -al igual que Paul Baran, fallecido al hacerse la edición argentina- se reivindican como marxistas y adscriben a una concepción que ellos denominan “antidogmática”. El primero y el último publican, en 1965, El capital monopolista, dedicado al Che. A grosso modo, podemos postular que suscriben interpretaciones estancacionistas, que al igual que las tesis subconsumistas y de la monopolización, parten de la premisa que para explicar el fin del crecimiento  de la economía mundial, hay que partir en forma excluyente del papel que cumple el capital financiero, teoría que se inspira en los seguidores de Keynes.[4] El material con el que contamos comprende 22 números de los 33 que publicó la revista entre el n° 1 -julio de 1963- y este último editado en junio de 1966. Los objetivos de su aparición son expresados en la presentación inaugural, en donde se lee:

            “(…) desde hace tiempo, amigos latinoamericanos nos vienen sugiriendo la publicación de una edición en castellano (Nota del autor: el mensuario se publica en los EEUU desde 1949). Ello ha sido posible gracias a la colaboración de un buen número de amigos y muy  especialmente, a la iniciativa de nuestras eficientes y dinámicas traductoras, Liliana Martin e Irene Mizrahi, en quienes hemos delegado la responsabilidad de publicar y distribuir las selecciones en castellano (…) Se omitirán aquellos trabajos que consideremos de poco interés para los lectores latinoamericanos, sustituyéndoselo por artículos de números anteriores de la revista original (…) Queremos además recalcar que el objetivo fundamental de MR es y seguirá siendo, interpretar la realidad de la sociedad capitalista estadounidense, tanto en sus aspectos internos como en sus relaciones con el exterior”.[5]

Además de los directores, la revista contará con un amplio espectro de escritores que participarán en varios de sus números. Entre ellos se encuentran André Gunder Frank, Eduardo Galeano, Adolfo Gilly, Charles Bettelheim, Ralph Milliband y Harry Magdoff, por citar algunos de los más conocidos. Otro dato de interés (y que da cierta idea del “espíritu” de la revista) es observar las distintas publicaciones que se anuncian en sus páginas: Arte y literatura socialista (selección de escritos de Marx y Engels), Obras escogidas de Mao Tse Tung, Peronismo y petróleo de John. William Cooke, Tres revoluciones militares de Juan Domingo Peron, y revistas como Fichas de Investigación económica y social, Pasado y Presente, Primera Plana, Revista de Liberación -en donde escriben Juan José Sebreli y Bernardo Kordon entre otros- y un mensuario denominado Colección de Política Concentrada, dirigida por Rogelio Garcia Lupo.

Los campos enfrentados

Todos sus análisis están cruzados por la existencia del denominado “conflicto chino-soviético” y la emergencia de la guerra de Vietnam: “El conflicto sino-soviético se desarrolla fundamentalmente entre los que se someten y los que resisten. La guerra de Vietnam es el epicentro de la resistencia”.[6] La dirección china corporiza los principios y la estrategia de resistencia al imperialismo, en contraposición a la línea soviética que adscribe a la “coexistencia pacífica” con aquel, apostando a alcanzarlo y sobrepasarlo en el terreno económico fundamentalmente:

            “Desde el acceso al poder de Mao Tsé Tung en el PCCH, la conducción china ha seguido su propio camino independiente de los puntos de vista y directivas de Moscú. Hasta ahora Mao y sus colegas estuvieron en lo correcto en los lineamientos fundamentales. (…) Los chinos piensan en términos de una ruptura con el imperialismo desde dentro, a partir de la rebelión de los países explotados, que son la base misma del sistema. En lo fundamental de la disputa con la Unión Soviética los chinos tienen razón. La historia lo demostrará”.[7]

Pero esta apreciación no les impide reconocer que ambos forman parte del campo socialista, bloque antagónico al que hegemoniza el imperialismo: “Podemos afimar que el socialismo se encuentra sano y salvo en su primera tierra natal, y que los temores chinos de que Kruschev conduzca a su país por el camino yugoeslavo hacia la eventual restauración capitalista, no tiene base de sustentación”.[8] La caída del citado secretario general del PCUS a comienzos de los sesenta, los lleva a caracterizarla como “cosa buena” -siguiendo lo expresado por el dirigente chino Chou En Lai- aunque

            “La razón, empero, no es que la nueva dirección sea en algún sentido esencial diferente de la de Brezhnev y Kosygin, proceden del mismo estrato de funcionarios políticos y administradores económicos que proliferó en las últimas cuatro décadas de crecimiento económico acelerado. En la era de Stalin estas personas eran mantenidas a rienda corta y obligadas a ejecutar la política de Stalin mediante los controles estrictos de la policía secreta. Con la virtual liquidación de estos controles luego de la muerte de Stalin, ese grupo quedó en mayor libertad y forma hoy una especie de elite autónoma que se auto renueva, muy similar en las formas a la dirección de las corporaciones gigantes norteamericanas”.[9]

Dichos funcionarios encarnan y llevan a cabo el socialismo realmente existente bajo el cual MR se encolumna. Veamos como la aplicación de ciertos términos no es arbitraria para los autores:

            “Deliberadamente evitamos usar el ambiguo e intencionado término ‘burócratas’. Los dirigentes son hombres que,  merced a una excepcional capacidad, energía, iniciativa y sagacidad se han abierto camino en la política o en la industria (a veces yendo y viniendo de una a otra). Ya no se puede seguir llamándoles burócratas, como no se podría llamarlo así al presidente de la General Motors”.[10]

La posibilidad de que la clase dirigente norteamericana lance una “guerra preventiva” contra alguno de los “gigantes socialistas”, reafirma -para MR- la necesidad de que la alianza entre éstos no se debilite o peor aún, se rompa. La lucha entre los “campos” determina todo su análisis:

            “El último curso de los acontecimientos dentro del movimiento socialista mundial adquiere un cariz profundamente inquietante. Las conversaciones mantenidas en julio entre los partidos comunistas chino y ruso han concluído aparentemente en un rotundo fracaso (…) Los chinos afirman que la URSS rompió con una serie de compromisos y acuerdos concertados con el propósito de ayudar al pueblo chino a desarrollar su economía y adquirir su propia capacidad nuclear defensiva. Los rusos, a su vez, acusan a los chinos de creer que puede construirse el socialismo sobre las ruinas de una guerra termonuclear; que por lo tanto están a favor de una carrera de armas atómicas (…) Sobre la base de estas consideraciones, resulta bastante evidente que la anulación de la alianza entre China y la Unión Soviética conducirá a una revalorización sustancial de la situación por parte de la clase dirigente norteamericana. Aumentarían sensiblemente las probabilidades de que la bomba A pudiera usarse en Asia y particularmente contra China, sin atraer sobre sí las fuerzas soviéticas”.[11]

La estrategia para el mundo semi colonial

El editorial clave para la problemática y las tareas en el llamado “tercer mundo”, es el titulado “El imperialismo y la independencia nacional”. Allí se condensan de manera clara los tres ejes que mencionábamos en la introducción. El ángulo general es señalar que el imperialismo norteamericano -que ostenta toda la hegemonía planetaria, convertido así en el ultraimperialismo de raíz kauskiana-  teme que países independientes luego de la segunda guerra, tomen el rumbo socialista -que como ya señalaban anteriormente- corresponde al tipo de sociedades como las erigidas allende el muro de Berlin:

            “No creemos que el imperialismo siga siendo el mismo… la importancia relativa de los viejos imperios coloniales ha disminuído drásticamente, mientras que la del imperio neocolonial norteamericano ha aumentado en escala espectacular. (…) Aquellas áreas están desplazándose no hacia un ‘tercer mundo’ que en gran medida es un mito, sino hacia el campo socialista, en el cual los males de la dominación y explotación imperialista han sido desterrados para siempre y donde los pueblos se han consagrado de lleno a la tarea de edificar una civilización digna de seres humanos. Es esto lo que los imperialistas no pueden tolerar, no que unas pocas colonias logren conquistar su independencia formal; y no pueden soportarlo porque ello confiere nuevas esperanzas a los pueblos oprimidos y les marca el camino por el cual deben transitar”.[12]

Cuando se refieren a las naciones semicoloniales, emplean indistintamente los términos de “élites”,  como así también el de “burguesías” u “oligarquías” para definir a sus clases domi-nantes.[13] El frente político social que en dichos lugares hay que construir para edificar el socialismo, excluye a éstas de su participación y el modelo paradigmático a seguir es Cuba, que también planteó una política militar:

            “¿Cuál es el camino? El camino de la lucha armada. El ejemplo de la lucha  de los pueblos latinoamericanos por su ‘segunda’ independencia es el modelo para los afroasiáticos … Al cabo de cinco años de victorias, la Revolución Cubana constituye un ejemplo que toda la fuerza del imperialismo yanqui no ha podido destruir”[14]

            “(Cuba)… Allí, mediante la lucha armada y su íntegra desintegración (sic), el ejército de Batista de ocupación fue definitivamente derrotado. Allí, el viejo aparato militar fue totalmente destrozado y liquidado. Allí, en su lugar apareció  el nuevo ejército del pueblo y la milicia popular. Allí, logró restaurarse el poder civil y su afianzamiento, cada vez más sólido, pese a presiones exteriores extremadamente poderosas y dificultades internas sin precedentes. Allí, por encima de todo, se enterró el pasado semi colonial y se construyeron las bases para un futuro socialista. Cuba demostró que todo es posible”.[15]

Por eso se declaran seguidores de la dirigencia china que apuesta a la resistencia al imperialismo, el cual -como Cuba ha demostrado- si bien se opondrá “con uñas y dientes” a todo intento socialista, también está dejando expresar en su accionar,  asomos de debilidad:

            “Los chinos creen, y estamos totalmente de acuerdo con ellos, que ésta es una fórmula de derrota y desastre para el movimiento mundial (N del R: se refiere a la ‘coexistencia pacífica soviética’) y por lo mismo una amenaza mortal contra su propia lucha por sobrevivir y edificar el socialismo. Creen, y volvemos a darle la razón en todo, que el imperialismo sigue siendo una fuerza poderosa dirigida al mal, y que sólo el decidido esfuerzo revolucionario de sus víctimas puede derrotarlo y permitir a la humanidad avanzar hacia un futuro mejor y más seguro (…) Pero también es cierto, desde luego, que los EEUU no son todopoderosos. Cuba lo ha demostrado”.[16]

A la búsqueda del sujeto

Si lo hasta aquí desarrollado aún en forma somera, nos permite comprender el análisis global de MR: sus caracterizaciones más generales y la línea político-estratégica que de ella se desprende; queda por visualizar el sujeto, agente de la transformación. Resultaremos defraudados, en cuanto a poder observarlo con claridad. El “pueblo”, “las fuerzas progresistas”, parecieran ser los actores a los cuales más insistentemente la revista postula para cumplir dicho rol:

            “(El resurgimiento revolucionario) les toca a las fuerzas progresistas y revolucionarias… que hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial sufren derrotas (…) Los compromisos del escalamiento bélico en el sudeste de Asia amenazan con absorber toda la mano de obra disponible en los EEUU. Obligaciones cuya  justificación ostensible es la de proteger a veintena de países contra la agresión comunista, pero cuyo objetivo real es proteger a gobiernos reaccionarios contra sus propios pueblos (…) ! Adelante amigo! Este no es momento para el desconcierto ni la decepción. Es la hora de ponerse a trabajar; de abrir un segundo, un tercer, un cuarto y muchos más frentes contra el imperialismo”.[17]

También la acción guerrillera es postulada como praxis revolucionaria, con los ejemplos de las experiencias china y cubana como guía, aunque se permitía cierto debate sobre sus limitaciones, como puede verse en el siguiente comentario de Adolfo Gilly sobre el frente guerrillero guatemalteco:

            “Según la opinión de Guevara (en las postrimerías de 1959), la función de los campesinos era la de apoyar y ayudar al ejército guerrillero, que iría aumentando gradualmente su poder hasta adquirir la capacidad necesaria para desafiar y derrotar al ejército regular. Es ésta una concepción esencialmente paternalista que ubica la iniciativa, el impulso revolucionario y la responsabilidad final en manos de una elite guerrillera. En un sentido, la concepción guatemalteca es precisamente la inversa. Se asigna a las guerrillas la misión de organizar a los campesinos y convertirse en el instrumento revolucionario de éstos. La correspondiente estrategia insiste más en lo político que en lo militar(…) Lo que hacen los guatemaltecos es redescubrir a través de su experiencia y adaptar a su particular situación, las ideas y los métodos desarrollados durante las revoluciones rusas de 1905 y 1917 y durante la revolución china (…) Que tales ideas y métodos organizativos tienen una relevancia considerable e inmediata para extensas regiones de América Latina, parece obvio”.[18]

El planteamiento en ningún momento cae en posiciones mecanicistas o catastrofistas: el imperialismo no caerá solo, habrá que hacerlo caer. Ese es el axioma que se de deduce de todo lo anterior, aunque a veces esto lleve a posturas ultra voluntaristas y nuevamente a difuminar el sujeto bajo el genérico término revolucionario. Un editorial ya citado señala:

            “El imperialismo está muy lejos de la hora de su muerte. El socialismo va avanzando sólo a través de luchas revolucionarias sangrientas, la visión de una transición tranquila entre uno y otro no pasa de ser un sueño. Probarles esto a los revolucionarios potenciales del mundo, desengañarlos de sus ilusiones, prepararlos intelectualmente y moralmente para las luchas y los sacrificios que les esperan, esto y no otra cosa, constituye la esencia y la motivación del conflicto sino-soviético”.[19]

Palabras finales

No podemos terminar este texto sin señalar una serie de elementos que contradicen la imagen que la Monthly Review en castellano traza del panorama mundial, de la situación revolucionaria y del sujeto que debiera encarnarla. No se trata de iniciar una polémica retrospectiva, sino de mostrar que otras lecturas de  la realidad del período eran posibles en el período mismo (y de hecho, existieron y entraron en debate con posiciones como las que aquí analizamos). Contribuímos, de esa manera, a destacar la peculiaridad de las posiciones políticas de este grupo intelectual y a esbozar los términos de los debates del período en cuestión.

Como acabamos de demostrar, la existencia de “campos de enfrentamiento” en un plano mundial recorre como un “hilo rojo” todos sus análisis, tanto los de estricta coyuntura como aquellos que refieren a la esfera de lo orgánico. Pensamos que dicho instrumental conceptual, difumina más que aclara la relación de fuerzas entre clases y fracciones de clase a nivel internacional. La existencia de los denominados “campos” es enunciada sin más, a pesar de que la experiencia histórica ya ha conocido las purgas de Moscú, la Guerra Civil española, los sucesos revolucionarios de la posguerra en Italia, Grecia, etc., donde la supuesta homogeneidad de los “campos” no se verifica en la práctica. Esta experiencia histórica pone (y ponía ya en esa época) en cuestión la teoría campista, mostrando que en el interior de cada campo (sobre todo en el socialista) los diferentes componentes tenían posiciones (y actitudes concretas) no sólo contrapuestas sino antagónicas entre sí.[20]

Como también vimos, al frente del primero de los campos se halla la URSS con su nomenclatura estatal-partidaria. Observamos asimismo como define a ésta MR. Ese adjetivo “ambiguo e intencionado”  -como caratula al rótulo de “burócrata”- es toda una categoría política-económica-social que ya habían empleado el último Lenin y desarrollado entre otros, Trotsky y Rakovski. Además -y paradojicamente- en el número inaugural de la revista, en un trabajo de alguien ajeno a las ciencias sociales como Albert Einstein, se encuentran conceptualizaciones más precisas, como las que transcribimos:

            “Sin embargo, conviene recordar que economía planificada no es sinónimo de socialismo. La esclavización del individuo puede ser simultánea a la existencia de una economía planificada. La realización del socialismo requiere la solución de algunos problemas socio-políticos estrechamente difíciles: ¿cómo evitar que la burocracia se convierta en una fuerza todopoderosa y arrogante, basada en una alta centralización del poder político y económico? ¿Cómo asegurar los derechos del individuo, y oponer así un firme contrapeso democrático al poder de la burocracia?”.[21]

            Definición -burocracia- que a nuestro juicio conservaba toda su validez hacia mediados de los sesenta y que permite a la vez, en forma dialéctica, entender la propia política de coexistencia que los propios redactores de MR critican. En cuanto a la valorización científica de dichas formaciones económico-sociales como socialistas, también es (y, más importante, ya era en aquel momento) discutible. De hecho, los redactores de MR  parecen olvidar la categorización de sociedades post capitalistas o en transición, por ese mismo motivo no exentas de la explotación imperialista -como MR sostiene- por la sencilla razón de que no pueden abstraerse del mercado mundial y construir la utopía de un “socialismo nacional”. Algo que ya advertían, tanto Lenin en su última intervención al pleno del PCUS, como Trotsky en su carta al VI Congreso de la III Internacional en años tan tempranos como 1922 y 1928 respectivamente. Pero no sólo desde la “gris teoría” dichos postulados de MR podían ser discutidos. La misma población que vivía bajo esos “socialismos”, ya habían comenzado a luchar contra esa “civilización digna” que estarían construyendo los Kosygin y Cía, según la cándida afirmación de Sweezy y Huberman. Tanto en la República Democrática Alemana como en Hungría (y no faltaría mucho para que así ocurriese en Praga) gigantescas movilizaciones cuestionaban al  regimen en su conjunto, en acciones que sobrepasaban la mera acción corporativa/fabril  -que existía casi desde sus mismos orígenes- y que culminó con la represión conocida.

            También era altamente cuestionable que el citado “campo socialista” les marcara a los pueblos coloniales “camino” alguno, como recurrentemente se afirma. Aún en el estrecho marco de la “liberación nacional”, todas esas direcciones fueron acusadas de boicotear sus luchas, incluso en el epicentro de la revolución mundial, que según señalan es Vietnam, algo que su admirado Guevara denunció en más de una oportunidad.[22] Cuando se refieren al “ejemplo cubano” omiten decir que dicha experiencia revolucionaria en su primer año largo de vida, sí incluyó a sectores burgueses al interior de su frente político y en la propia cúspide estatal -Urrutia- y recién en 1961 ésta “deviene” socialista y por ende, expropiadora.

La categoría de sujeto es clave en toda praxis revolucionaria. No es el lugar aquí para desarrollar dicho punto en profundidad. Creemos que no es forzado interpretar  -luego de recorrer el mensuario durante este período- que todo aquel sujeto que esté dispuesto a “resistir” al imperialismo norteamericano, es encuadrado dentro del campo revolucionario. Se “abusa” al decir de Lenin, de la palabra “pueblo” y en él se diluyen los diversos actores sociales.[23] Este punto será la piedra de toque en los debates entre las agrupaciones movimientistas filoperonistas y el resto de las corrientes de izquierda. No existe ningún artículo o editorial que ubique de forma excluyente a la clase obrera en alianza con los sectores campesinos o pequeña burguesía urbana para la construcción de su hegemonía político-social. Lo que se observa -como ya señalamos-  es que ningún sector burgués es considerado como agente de cambio alguno, si bien no se esgrimen razones de porqué esto es así. Por ese motivo esta aseveración parece más producto de un hecho “empírico” -no hay en esa coyuntura una fracción de la  burguesía en el mundo semi colonial,  que ensaye o tenga un roce importante con el imperialismo-  que a una elucubración científico-política más profunda.[24] Este “empirismo” es también un elemento que contó a favor de las posiciones políticas señaladas. Como decíamos en la introducción, queda por investigar cómo estas concepciones, postulados y estrategia política influyeron en las distintas expresiones de la izquierda argentina hacia mediados de los sesenta, que es como decir hacia los albores de una de las etapas más álgidas de la lucha de clases de la vida nacional: aquella que se abrió con el Cordobazo a partir de 1969.


Apéndice: Distribución de páginas en los veintidós números de MR (1963-1966).

Panorama MundialPanorama mundo semicolonialTeórico-ArtePublicidadTotal
Páginas 1866444081801418
%13.1245.4228.7712.69100

Ref: La columna de Panorama mundial incluye los análisis de política y economía norteamericana. Panorama mundo semi colonial comprende el marco geográfico de Asia, África junto a Centro y Sud América. Incorporamos, además, aquellos artículos que tratan del conflicto chino-soviético por la estrechísima relación que el mismo tiene con aquel. Teórico-Arte los agrupamos en la misma franja, ya que lo que se realiza son aportes a la “teoría marxista del arte” como de crítica – o defensa – del así llamado “realismo socialista”. Por último en Publicidad sumamos también los espacios en blanco con que la revista cuenta.


Notas

[1] La política para los EEUU y demás países centrales, tiene un desarrollo bastante inferior en las ediciones en español. Uno de los artículos que intenta profundizar en ella es “El Goldwaterismo”, de Huberman/Sweezy. MR 14, octubre 1964. Nosotros prestaremos atención a la estrategia y caracterizaciones que tienen que ver con el llamado “mundo semi colonial”. (Cfr. cuadro adjunto).

[2] Como lo demuestra, entre otras varias las afirmaciones siguientes: “Coincidimos en que los continentes oprimidos de Asia, África y Latinoamérica viven una época de convulsiones cuya única salida posible reside en concretar pofundas revoluciones socialistas” (negrita en el original). Editorial: Huberman-Sweezy: “Qué se proponen los chinos?”, en: MR 4, noviembre 1963. O “Puede algún país latinoamericano tener esperanzas de evadir la ocupación por su proio ejército? Sí, pero bajo la condición de que derrote a su propio ejército. Por cierto que no podrá evadirse por el solo hecho de elegir a un gobierno de izquierda adicto a reformas básicas, como muchos chilenos izquierdistas parecen creer” Editorial “Brasil, Latinoamérica y los EEUU” de los mismos autores, MR 11, julio 1964.

[3] Entre otras afirmaciones en el artículo “Brasil, réquiem para una ilusión” de Pablo Arriaga, MR 11, julio 1964 se lee – criticando la política del PC brasileño que llamaba a confiar en la ‘poderosa’ burguesía nacional de dicho país – : “El PC esperaba – como siguen esperando muchos PC en Latinoamérica – que mediante la presión popular, la burguesía tomara alegremente el camino revolucionario (…) Sin embargo las experiencias históricas  demuestran que la conducción del frente de clases al que alude Prestes (N del R: secretario general de dicho partido) queda inexorablemente en manos de la burguesía pues las tareas de agitación y organización entre las masas se efectúan con miras a presionar tímidamente al gobierno para que ‘cumpla lo prometido’ y realice las reformas que el pueblo solicite (…) quedando como primer tarea popular manifestar, mediante declaraciones de apoyo a la ‘burguesía nacional progresista’”.

[4] Cfr. P. Baran- P Sweezy: El capital monopolista. Ensayo sobre el orden económico y social norteamericano, FCE, México, 1966. El nº 5/6 de MR, enero/febrero 1964 reproduce dos capítulos del mismo, a modo de adelanto. Para una crítica de las posiciones estancacionistas que éstos autores suscriben, ver Katz Claudio “Sweezy: los problemas del estancacionismo” en Taller, v. 5, nº 15, Abril 2001.

[5] Presentación por Huberman/Sweezy, MR 1, julio 1963

[6] Editorial Huberman-Sweezy: “Una larga marcha, ascenso y reflujo de la revolución mundial”,  en: MR 33, junio 1966. Para observar la receptividad  e importancia que en la Argentina tenían en esa coyuntura,  tanto el conflicto chino-soviético como Vietnam: consultar Pasado y Presente primera época nº 4, enero/marzo 1964, y si se quiere un ejemplo menor, basta recorrer la exitosa historieta Mafalda para comprobar dicha aseveración.

[7] Editorial “¿Qué se proponen…,op. cit.

[8] Editorial Huberman-Sweezy: “Transición pacífica del socialismo al capitalismo?”, en: MR 8, abril 1964.

[9] Editorial Huberman-Sweezy: “El avance socialista: cinco hechos positivos”, en: MR 16, diciembre 1964.

[10] Ibídem.

[11] Editorial “Qué se proponen…, op. cit.

[12] Editorial Huberman-Sweezy: “El imperialismo y la independencia nacional”, en: MR 5/6, enero-febrero 1964.

[13] Cfr. en especial editoriales ya citados y “La realidad chilena” Editorial por Rodriguez Suarez, MR 12, agosto 1964. También artículos “Los EEUU, Panamá y Venezuela”, de Huberman-Sweezy, MR 8, abril 1964 y “La crisis brasileña”  de Galan, MR 9, mayo 1964.

[14] “Los pueblos afroasiáticos y América Latina” de Gregorio Goldenberg, MR 11, julio 1964.

[15] Editorial “Brasil, Latinoamérica y los EEUU” Huberman-Sweezy, en: MR 11, julio 1964.

[16] Editorial “El imperialismo…, op. cit..

[17] Editorial Huberman-Sweezy: “Una larga marcha” en , MR 33, junio 1966. También se puede consultar los artículos ya mencionados Huberman-Sweezy: “La crisis en Vietnam”, en MR 7, marzo 1964 o “La lucha anticolonialista en los EEUU” de los mismos autores, MR 26, noviembre 1965.

[18] Introducción a  Huberman-Sweezy: “El movimiento guerrillero en Guatemala por A. Gilly”, en: MR 22/23, junio-julio 1965. También Cfr. W. Pomerag: “Experiencias de la guerra de guerrillas en Filipinas”, en:  MR 4, noviembre 1963 o A. Domingo: “La guerrilla en Venezuela” en: , MR 8, abril 1964

[19] Editorial “El imperialismo …, op.cit.

[20] Esta matriz “campista” se remonta a la doctrina menchevique del “campo burgués progresivo” formulada por Martov y Dan a comienzos del siglo XX; tiene su símil aún dentro de concepciones que se dicen bolcheviques, como la posición de Stalin-Molotov ante el gobierno provisional de Kerensky antes de la llegada de Lenin a Rusia en abril de 1917 y “sistematizada” luego por Dimitrov con los “frentes populares” en 1935 y en forma político-filosófica por Mao en “Sobre la contradicción”  texto de 1937 y más cercano a nuestros autores “Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo”  de 1957 (La Rosa Blindada, Bs As, 1974).

[21] “Por qué el socialismo” por Albert Einstein en: MR 1, julio 1963.

[22] Cfr. Guevara Ernesto Obras Escogidas, t. II, Ediciones de Ciencias Sociales , La Habana, 1961  en especial los artículos “Solidaridad con Vietnam del Sur”, “Discurso de Argel” y “Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental”; también Lowy, M.: El pensamiento del Che Guevara, Siglo XXI, México, 1972.

[23] Cfr. Lenin, V :Dos tácticas de la socialdemocracia en la actual revolución democrática, Cártago, Bs As, 1973. Allí se afirma: “La socialdemocracia ha luchado y lucha contra el abuso democraticoburgués  de la palabra ‘ pueblo’. Exige que con ella no se encumbra la incomprensión de los antagonismos de  clase en el seno del mismo”. También para un análisis de la política leninista, Cfr Shandro A:“Lenin y la hegemonía: los soviets, la clase trabajadora y el partido…” en Razón y Revolución, nº 9, otoño 2002.

[24] Las excepciones son  los artículos “Feudalismo no, capitalismo” de André Gunder Frank, MR 12, agosto 1964 y el ya citado de Arriaga P. (Ver llamada 3)

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

*

Últimas novedades de Revista RyR n˚ 10

Ir a Arriba