I. El largo camino hacia el partido: las experiencias movimientistas y foquistas en la izquierda argentina

en Revista RyR n˚ 10

(Independentismo, movimientismo y foquismo)

Por Fernanda Castagna, Fernando Castelo, Ezequiel Lezama, Florencia Rodríguez, Eduardo Sartelli, Melisa Slatman

            Uno de los fenómenos históricos que más ha impactado la conciencia política contemporánea argentina, es el fenómeno popularmente conocido como “guerrilla”. Categorizado de diversas maneras (lucha armada, fenómeno insurreccional, violencia, nueva izquierda, subversión, guerrilla, etc.) el proceso que desemboca en la creación de fuerzas armadas pertenecientes a partidos autodefinidos como revolucionarios, populares, anti-imperialistas, de izquierda, etc., aparece hoy, en la conciencia general como la nota distintiva de los años ’60 y ‘70. En gran medida, esa imagen que distorsiona grandemente la realidad, desplazando el protagonismo de la clase obrera y de las tendencias revolucionarias en su seno, tiene un origen intencionado en la propaganda del Proceso Militar. En efecto, una de las justificaciones más extendidas sobre la represión de los ’70 es que los “guerrilleros” ponían “bombas” y mataban “a cualquiera”. La intervención militar se justificaba, entonces, para frenar una violencia homicida irracional. Esta idea, con una modificación menor que repudiaba los “excesos”, fue reflotada por la teoría alfonsinista de los “dos demonios”, según la cual la lucha de clases de esos años se reduce a un tiroteo indiscriminado entre dos “extremos” que aterrorizan a una sociedad paralizada. Incluso el tratamiento que recibió el problema de los desaparecidos, implícitamente ligados a los militantes conocidos de las agrupaciones más reprimidas (ERP y Montoneros), abonaba la idea de la centralidad del fenómeno en cuestión en esos años, a pesar de que las cifras sobre obreros y militantes sindicales secuestrados y muertos por la dictadura militar excede con mucho a los primeros. La espectacularidad propia de las acciones armadas agrega un plus de atracción en el país en el que nació el guerrillero legendario por excelencia, el Che Guevara.

            Habiéndose fagocitado a la clase obrera y sus acciones, esa imagen dominante que asocia los años ‘60 y ’70 con la “guerrilla”, opera el mismo proceso con las organizaciones de izquierda que no desarrollaron aparatos armados o que se opusieron a ello, a pesar de que algunas lograron un lugar importante en la lucha del período. No sólo eso, sino más aún, la “guerrilla” termina identificándose con las dos agrupaciones más importantes, el PRT y Montoneros, haciendo desaparecer a aquellas que aceptando la necesidad de las acciones armadas, las concebían de otro modo. Se bloquea, así, la posibilidad de percibir las variantes estratégicas y tácticas que cada agrupación representaba o creía representar. Así, bajo la expresión “guerrilla” se esconden posiciones tan diferentes como las que defendían la teoría “clasica” del foco rural, las que se orientaban al foquismo urbano, las que pretendían combinar ambos, las que veían la experiencia armada como una simple estrategia defensiva o de propaganda, las que la subordinaban a la acción sindical y política de la clase obrera, etc., etc.. Cada cambio de estrategia conlleva, además, cambios en el sujeto que encarna la revolución, de modo que organizaciones que comparten un método (la lucha armada) pueden divergir por completo en cuanto a programa, desde posiciones reformistas, nacionalistas o democratizantes hasta revolucionarias. Entender bien este fenómeno, entonces, implica descomponer ese constructo ideológico y separar la paja del trigo, estableciendo con claridad las diferencias. Es por eso que hemos iniciado una tarea de rescate de experiencias de este tipo de aquellas agrupaciones menos conocidas, como Uturuncos, GOR y OCPO.

            Otro fenómeno característico de aquellos años, también oculto detrás de la preeminencia otorgada a agrupaciones como PRT y Montoneros, fue la enorme diversidad de agrupaciones, de todo tipo, independientes de los partidos de izquierda “tradicionales” (es decir, que responden a una tradición ya instalada, como el stalinismo, el trotskismo o el socialismo reformista). Pululan en el período una notable cantidad de agrupaciones nucleadas en torno a revistas o limitadas al ámbito estudiantil, protagonizadas en su mayoría por estudiantes universitarios, hecho que las relaciona estrechamente con las organizaciones “guerrilleras”, cuyo personal se recluta mayoritariamente de ese estrato social. Al igual que la mayoría de los militantes de las organizaciones armadas, los de las agrupaciones “independientes” suelen provenir de la “izquierda gorila” (el partido comunista y el socialismo reformista), de la Iglesia y, sobre todo, del radicalismo. En general, han experimentado alguna forma de revalorización del fenómeno peronista y expresan algún tipo de corte generacional que se manifiesta en el origen estudiantil de la mayoría de los militantes. Hoy se los suele reivindicar (a diferencia de las “organizaciones armadas”, a las que pocos defienden) como expresión de renovación y originalidad intelectual, siendo Contorno (y en alguna medida, Pasado y Presente) el ejemplo más notable de esta operación político-historiográfica para nada desinteresada.

            Lo que aparece desdibujado en este cuadro es el origen de clase de los protagonistas, lo que impide, en alguna medida, entender el proceso en el cual se insertan. No significa esto que no fuera reconocido directa o indirectamente su origen pequeño burgués, sino que no parece que el dato ocupe algún lugar en la explicación del proceso de lucha de clases de los años en cuestión (y en los resultados de ese proceso). Formulamos, a partir de este vacío, una hipótesis que, creemos, puede iluminar algunos aspectos relevantes para explicar la derrota de las fuerzas revolucionarias de los años ’70.

            Las fuerzas revolucionarias desarrolladas a partir del Cordobazo fueron derrotadas. Ese es un hecho. Una de las claves de la derrota se debió a la superioridad subjetiva de la burguesía frente al proletariado en el momento culminante de la lucha de clases. En efecto, recuperando el esquema gramsciano de los niveles de relaciones de fuerzas, observamos que, tanto por el nivel material como por el político general, la clase obrera argentina estaba en condiciones de protagonizar una revolución socialista. Observamos también que el grado de desarrollo de la lucha de clases en el período ‘69-’76, es suficientemente elevado como para alcanzar el momento militar de la crisis revolucionaria. En consecuencia, las condiciones objetivas sintetizadas por Lenin estaban dadas. ¿Por qué no triunfó la clase obrera? Por su grado inferior de desarrollo subjetivo, es decir, porque en el momento de la confrontación definitiva, su contrincante estaba mejor preparado para realizar las tareas necesarias a la etapa, es decir, la destrucción por medio de la violencia de la fuerza organizada del enemigo. Mientras, tras un desconcierto inicial (entre el Cordobazo y la llegada al poder de Perón) la burguesía se unificó detrás del partido golpista y su brazo armado, las fuerzas armadas del estado, la clase obrera se encontraba dividida entre una fracción mayoritaria (pero menguante) que permanecía fiel a la estrategia reformista que la había conducido desde el 17 de octubre (y mucho antes también), y una fracción minoritaria (pero creciente) que recorría el camino abierto por una estrategia revolucionaria. Pero la debilidad de la clase obrera no yace sólo en esta división sino en la incapacidad de la fracción minoritaria de arrastrar al conjunto de la clase. Y esta incapacidad nacía de la extrema fragmentación de esta fuerza revolucionaria, carente de un referente general, es decir, de un partido hegemónico. Esto es lo que se quiere decir cuando se sostiene que en los ’70 faltó el partido. De modo que una de las claves de la derrota consiste en entender por qué “faltó” el partido. Está claro que la fuerza del reformismo en el seno de la clase juega un papel mayúsculo, sobre todo reforzado por el retorno de Perón y el carácter confusionista (a favor de la burguesía) de su papel en el proceso. Pero eso no alcanza. Es necesario retroceder un poco para explicar esa ausencia. Aquí va nuestra hipótesis:

En todo proceso revolucionario, la gestación del partido es el problema principal. El partido es, necesariamente y durante mucho tiempo, una creación donde la burguesía y la pequeña burguesía juegan un papel primordial, algo que se evidencia en el hecho de que los principales cuadros políticos revolucionarios provienen de esos estratos. En algún momento del proceso, el partido de profesionales de origen burgués-pequeño burgués portador del programa, debe “encarnar” en el seno de la clase. Se trata de un proceso de acercamiento mutuo: ningún grupo revolucionario, por iluminado que sea, puede encarnar en una clase cuya estrategia es fervorosamente reformista y ninguna clase que elabora una estrategia revolucionaria, adopta una dirigencia que no entiende las peculiaridades históricas del proceso en cuestión. Lo cierto es que la existencia de un estrato de intelectuales desclasados es crucial para la formación del partido. No quiere decir que la clase obrera no pueda generar un estado mayor desde su seno, sino que la atracción de personal de otras clases acelera su formación como clase para sí. Y en política, en la lucha de clases, el tiempo es, valga la vulgaridad, oro. De modo que una clase obrera que no puede atraer a su seno a dicho grupo retrasa su formación. Entender las dificultades de formación del partido revolucionario en la Argentina de esos años, requiere atender a una cantidad elevada de variables, aquí sólo especulamos sobre una de ellas. Pero sostenemos que una de las claves del asunto consiste en entender las relaciones cambiantes entre la pequeña burguesía y la clase obrera argentinas de esos años. Hay que atender no sólo a los procesos que vive la clase obrera sino también los que vive la pequeña burguesía y la relación entre ambas experiencias. Y decimos: la pequeña burguesía se activa, en la Argentina, en un período de relativo reflujo de la clase obrera (1959-1969), a partir del fracaso de las orientaciones “tradicionales” de la izquierda (el comunismo y el socialismo reformistas) y de una revalorización de la experiencia peronista, en el contexto del triunfo internacional de la estrategia maoísta-guevarista y de las luchas anticoloniales. Esto explica que el foquismo y la lucha armada, el independentismo y el movimientismo fueran los componentes esenciales de la estrategia general de las fracciones pequeño burguesas que se lanzan por el camino de la revolución. Desconfiando acérrimamente de la forma partido, que eso es el independentismo, tendiendo a conciliar con el peronismo, que eso es el movimientismo, y habiendo claudicado ante el foquismo, difícilmente esta pequeña burguesía podía constituir buen material para la construcción del personal dirigente de una clase obrera como la que nace del Cordobazo. Todas las discusiones políticas del período en el seno de las organizaciones que se reclaman revolucionarias están atravezadas por el problema de liquidar una herencia que hacia 1970-74 aparece completamente inútil. Habiendo colocado el carro delante del caballo (el momento militar al comienzo en lugar de al final) o cedido a la estrategia perdedora (la claudicación ante el peronismo), incapaz de comprender la importancia crucial del partido hasta último momento, esta izquierda pequeño burguesa no está a la altura de la tarea. La clase obrera debe enfrentar sus propios obstáculos sola porque quien debiera ayudarla no puede con los suyos propios. El papel crucial que juega esta disincronía en la formación del partido revolucionario (que no obedece sólo a una cuestión temporal sino, fundamentalmente, al divorcio de los intelectuales pequeño-burgueses con la clase obrera operado por la irrupción del peronismo), constituye, a nuestro juicio una hipótesis que merece ser explorada.

            Intentando ver en qué medida esta hipótesis puede ser confirmada, hemos decidido comenzar por el estudio de algunos agrupamientos que parecen sintetizar con su experiencia los problemas aquí señalados. Ellos son el Malena, Uturuncos, el GOR y el OCPO. Los textos que acompañan esta presentación de la hipótesis son el resultado de una primera aproximación de tipo fáctico a su historia.

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