II. De un naufragio a otro. La pequeña burguesía argentina, entre Malvinas y el Argentinazo

en Revista RyR n˚ 10

Por Sebastián Cominiello, Cecilia Dinius, Juan Ignacio Mota, Germán Rosati, Eduardo Sartelli, Roxana Telechea, Patricio Valero Narváez, Hernán Varela

Una coincidencia general, aunque con matices, afirma que la pequeña burguesía fue la protagonista del “cacerolazo” del 19 de diciembre por la noche. Aunque resta, todavía, confirmar en forma científica esa imagen tan sólidamente instalada en la memoria colectiva (una tarea que este grupo se ha autoasignado), podemos dar por cierto que, aún no siendo protagonista exclusiva, es indudable que la pequeña burguesía ha tenido una participación relevante en la jornada en cuestión. Ahora bien, el 19 a la noche significó el comienzo de la acelerada caída de un gobierno que esa misma clase había impulsado al poder de una manera casi plebiscitaria. La pregunta es, entonces: ¿qué llevó a la pequeña burguesía a semejante intervención histórica contra su propio gobierno? Dicho de manera un poco más científica: ¿qué procesos sociales concurrieron para generar en la pequeña burguesía ese movimiento específico que contribuyó decisivamente a la caída del personal político que ella misma había impulsado al gobierno del estado? Una respuesta superficial querría señalar que el gobierno De la Rúa no satisfizo las ilusiones de quienes lo llevaron a la presidencia. Pero eso no dice nada acerca de cuáles eran esas ilusiones ni por qué la pequeña burguesía sintió necesidad de defenderlas. Ni siquiera explica por qué creyó que ese personal político que eligió era el más adecuado para hacerlas realidad. Para eso hay que reconstruir el programa real que la pequeña burguesía se dio, distinguir qué intereses defendía ese programa y cuál es la estrategia que elaboró para conseguir imponerlos. Lo que implica recuperar su historia en un período relativamente mayor que el del año y medio del gobierno De la Rúa. Programa, intereses y estrategia de la pequeña burguesía argentina en los últimos veinte años es el proyecto de investigación que inauguramos aquí.

La economía política de una clase menguante

            La pequeña burguesía no es una clase. Es, según se encuentre en el proceso de polarización de clases que promueve el desarrollo capitalista, una capa de la burguesía o bien una capa del proletariado. En efecto, el terreno de la pequeña burguesía es en extremo movedizo. El proceso de polarización social que promueve el capitalismo somete continuamente a la pequeña burguesía a vaciamientos y rellenos (una especie de tanque que se llena tan rápidamente como se vacía), a diferencia del proletariado (un tanque que se llena permanentemente) o de la burguesía (un tanque que se vacía permanentemente). En efecto: la concentración y centralización del capital lleva a la expropiación permanente de las capas burguesas más débiles que, en su caída, suelen recalar en las capas de la pequeña burguesía. Esta situación puede producirse en forma inmediata o generacionalmente, es decir, que suceda que la generación de los padres retenga la condición de burgués, pero que no alcance para que sus hijos lo hagan. De esta manera, la pequeña burguesía recibe nuevos integrantes y el “tanque” se “llena”. Pero al mismo tiempo, los mismos procesos de concentración y centralización operan sobre la propia pequeña burguesía, que al ser expropiada por la burguesía sufre un proceso de pauperización y proletarización, que puede ser también inmediato o generacional. De esta manera, la pequeña burguesía pierde parte de su activo y su “tanque” se “vacía” en beneficio del proletariado. Por el mismo procedimiento, la burguesía ve ralearse sus filas y el proletariado su aumento. El proceso inverso, de promoción de capas pequeño burguesas a burguesas y de proletariado a cualquiera de las dos, también existe en contextos y momentos específicos, pero no constituye una tendencia, de manera que el proceso de conjunto y a largo plazo, con sus marchas y contramarchas, termina con la polarización creciente que caracteriza a la sociedad capitalista: un puñado de burgueses cada vez más pequeño en número pero más poderoso en medios de producción, se enfrenta a una masa creciente y cada vez más explotada de proletarios. En el medio, eso que la imaginación funcional-weberiana insiste en llamar, igual que el sentido común, clase media, una “clase” menguante.

            Esta situación contradictoria es la que hace que, en sus alineamientos políticos, la pequeña burguesía oscile, a veces violentamente, entre ambos polos de la vida social, la burguesía y el proletariado, determinando muchas veces con esta oscilación, la suerte de la contienda. De allí la importancia crucial para el proletariado de atraer a su campo a la pequeña burguesía. Le quita base de masas a la burguesía y consigue para sí un conjunto de cuadros de inapreciable valor en los momentos álgidos del combate. Determinar en forma concreta cuáles son los intereses que la pequeña burguesía defiende, cómo se propone hacerlo y qué alineamientos elige es crucial para entender las posibilidades del proletariado en el proceso revolucionario. Esos procesos que vive la pequeña burguesía tiene una base económica última, pero no se limitan a ella ni se deducen directamente de la economía. Para entender esta peculiar situación, es necesario comprender qué relaciones constituyen a la pequeña burguesía, además de las de producción. Estas relaciones co-constituyen a la pequeña burguesía en particular, a pesar de que puedan también ser importantes para el proletariado. No son para éste, sin embargo, tan determinantes como para ella.

La lógica política de una clase menguante

            En efecto, el conjunto de relaciones que co-constituyen a la pequeña burguesía (es decir, que tienen un papel central, aunque no determinante, en su conformación) son aquellas que le permiten defenderse como propietarios de capital y asegurar su promoción al estadio siguiente, a la burguesía: son las relaciones de ciudadanía. En efecto, aunque éstas también existen para el proletariado, no tienen la misma importancia que para la pequeña burguesía. Los “derechos civiles” son cruciales para ésta: el voto y la política parlamentaria no son sólo formas de promoción de generaciones enteras de pequeña burguesía en tanto personal político de los partidos burgueses, sino instrumentos elementales de defensa de intereses clave para la permanencia y promoción de sus miembros. El control de la administración pública y la injerencia en los gastos del estado son cruciales para sostener ciertos mecanismos de promoción, de los cuales, en el caso argentino se han destacado históricamente las fuerzas armadas en general (sobre todo la Marina y la Fuerza Aérea),  tanto como el Poder Judicial y el Legislativo, el aparato nacional de salud o la Administración nacional y provincial. Como para todo ello se necesita un grado determinado de competencias educativas, no sorprende que la educación pública y gratuita sea una de las demandas permanentes de la pequeña burguesía argentina y que Sarmiento sea su ídolo por excelencia. La universidad se encuentra, entonces, en la condición de rito de pasaje necesario para la pequeña burguesía, de modo que se explica fácilmente la pasión con la que encaró movimientos históricos como el de la Reforma del ’18 o la lucha en torno a “laica o libre”. De allí se explica también la superpoblación de carreras como abogacía, ciencias económicas y medicina, que son las preferidas por una pequeña burguesía de un país donde la ciencia y la técnica se importan más barato y  que carece, por lo tanto, de un poderoso aparato de investigación y desarrollo tecnológico.

            El predominio actual de carreras “humanísticas” en las predilecciones de la pequeña burguesía, sobre todo la de comunicación, es un indicio de la importancia que ésta le asigna a otros derechos solidarios (y complementarios) al de la ciudadanía: la libertad de expresión y, por ende, el derecho a la información. Ellos son particularmente importantes en tanto son los que permiten a la pequeña burguesía algún control en el reparto de los ingresos estatales, con los cuales satisface buena parte de sus necesidades. La denuncia política y la investigación periodística se vuelven particularmente importantes, en momentos en que un control estrecho del aparato del estado por la burguesía, como el que caracterizó al menemismo, le permite viabilizar políticas de “ajuste” en esas áreas sensibles. De allí el enorme peso político que adquirieron tanto el problema de la “corrupción” como el de la “seguridad” en la campaña de su candidato. De allí el enorme peso político que la temática del “autoritarismo” tiene en su seno. De allí la furia pequeño burguesa contra la Corte Suprema. Es por esto que, como armadura contra el avance permanente de la burguesía en el plano económico, la pequeña burguesía enarbola un discurso contradictorio de intervencionismo, subsidio y desgravaciones impositivas a las pymes, mientras en la política exige el dominio de la “libertad” más plena. Esta contradicción no hace más que reproducir en su seno, con una agudeza sin igual en el resto de la sociedad, la que domina al conjunto de la sociedad capitalista, contradicción entre una igualdad formal en el plano jurídico político y una desigualdad real en el plano económico.

La historia reciente de una clase menguante

            La pequeña burguesía argentina ha vivido, desde los años que corren desde la caída del peronismo, una serie de encuentros y desencuentros con el proletariado. Ariete de la burguesía contra el peronismo, tendió a peronizarse a medida en que las políticas burguesas amenazaban sus bases de reproducción. En ese proceso juegan un papel central la concentración económica que inauguran los planes de estabilización del segundo gobierno de Perón y que van incrementándo su dureza hasta Onganía, y la consecuente erosión de los derechos “civiles” personificados en el “fracaso de la democracia”, la censura y el ataque a la educación superior. En ese devenir realiza varias apuestas fracasadas (Frondizi, Illia) y sufre un proceso de desgranamiento político (que se manifestó como crisis “generacional”) que la lleva a confluir en el peronismo o en alguna de las agrupaciones de izquierda, de preferencia foquistas. El estallido del tercer gobierno peronista y la incapacidad de la fracción revolucionaria de la clase obrera para constituirse en caudillo nacional, la recuesta pasivamente contra la burguesía, dando un consenso tácito al golpe del ’76. Apoyo pasivo del que saldrá en el ’82, en medio de la crisis económica y el estallido financiero. Allí empieza la historia que queremos estudiar con detalle.

            En efecto, en la crisis que dio salida a la dictadura, la pequeña burguesía tuvo un papel central y, de hecho, fue su candidato, Raúl Alfonsín, el que capitalizó la emergencia y con ella se abrió un período de ilusiones centroizquierdistas. Habiendo acaudillado al proletariado contra la burguesía con un programa típicamente pequeño burgués, obligada por la burguesía a desgranarse frente a su propia utopía, es desplazada del poder por la emergencia de la crisis social bajo la forma de saqueos y de la crisis económica bajo la forma de híperinflación. Se alineó, ante al inminencia del “caos”, con la burguesía contra los “saqueadores”, es decir, contra la clase obrera, para transformarse en sostén pasivo del menemismo en sus primeros años. Son las consecuencias de la economía menemista la que la arrastra lentamente a la palestra, reviviendo la utopía alfonsinista con menos convicción, bajo la forma de Alianza. Paradójicamente (y no tanto, en realidad), la caída de De la Rúa la encuentra otra vez alineada con el proletariado contra la burguesía, saliendo a la calle el 19 a la noche en defensa de los “saqueadores” contra el estado de sitio, pero ahora sin programa económico y en medio de una crisis política terminal. Crisis que expresa la erosión del conjunto de relaciones sociales (los “derechos”) que constituyen a la pequeña burguesía además de las relaciones económicas. Años de lucha contra el gatillo fácil, la censura bajo sus diferentes formas (incluyendo el asesinato de periodistas), la corrupción, por los derechos humanos, etc., todo eso, sintetizado en el reclamo de “justicia”, explota el 19 a la noche. Esta situación es la que la lleva a enarbolar como consignas “Piquete y cacerola, la lucha es una sola” y “Que se vayan todos” que, de hecho, tienden a subordinarla a la dirección moral del proletariado. Esta es la mayor novedad política de los últimos treinta años de vida argentina. Iluminar este proceso, hacerlo consciente para sus actores, es la tarea de este grupo de investigación.

El proyecto, su hipótesis y sus objetos

            Teniendo en cuenta estos elementos, ningún estudio de la pequeña burguesía argentina estaría completo si se limitara al análisis del proceso económico y despreciara la consideración de estas contradicciones secundarias que se corporizan en los “derechos civiles”. Nuestra tarea tomará, entonces, ambas dimensiones, la económica y la superestructural. Tras una primera etapa de observación superficial, que incluyó la revisión atenta de los últimos veinte años del diario Clarín en busca de manifestaciones de los procesos vividos por la pequeña burguesía, seleccionamos una serie de procesos aparentes y formulamos la primera hipótesis. Esos procesos son los que están ligados a: efectos de la acumulación del capital sobre sectores pequeñoburgueses, como comerciantes y pequeños empresarios de diferentes ramas de la producción urbanos y rurales; momentos de expropiación directa por la vía financiera, sobre todo en relación a ahorristas; ataques a los derechos “civiles” de la pequeña burguesía, como ser los problemas ligados al gatillo fácil, los derechos humanos o la educación; reacciones de la pequeña burguesía a los ataques del capital en tanto vecinos propietarios, tales como los cortes de luz, las inundaciones, los traslados de población “villera”, etc.. 

            Estos procesos aparentes remiten a movimientos profundos en la economía, que deben ser estudiados. Es por esto que, en el plano económico, la investigación se orientará a observar el proceso de concentración y centralización del capital (y por ende, pauperización y proletarización) en áreas particularmente sensibles para la pequeña burguesía, en especial la comercialización, el transporte y el agro. Particular importancia se dará al fenómeno de la expropiación financiera bajo la forma de estudio de las protestas de ahorristas. También prestaremos atención a la pequeña burguesía en tanto que “vecinos”. En el plano de los “derechos civiles”, la investigación se orientará hacia el estudio de la transformación de las luchas de los derechos humanos y en particular de la metodología del “escrache”. También se focalizará en el problema de la seguridad, la policía de “gatillo fácil” y la realidad sociopolítica que aparece, en su expresión periodística, como “casos”: Walter Bulacio, María Soledad, Carrasco, Cabezas, etc.. No es posible recuperar el momento en que estos procesos adquieren una generalización política visible si no se estudia el método de lucha aparentemente novedoso que inaugura la pequeña burguesía, el “cacerolazo”.

            El conjunto de información de superficie obtenido mediante la recolección empírica permite, también, hacer una primera periodización del movimiento general de la estructura en torno a la pequeña burguesía: los años finales del Proceso y comienzos del alfonsinismo parecen guardar una semejanza estrecha con los del gobierno De la Rúa, en tanto que, superficialmente, pareciera que los problemas que afectan a la pequeña burguesía son muy similares: quiebra de comercios y pequeñas empresas, confiscación de ahorros, cercenamiento de “derechos civiles”, etc., etc.. En el medio, la crisis que comienza hacia 1988 y desemboca en el Plan de Convertibilidad parece dar pie a un momento de relativa tranquilidad. De este modo, la crisis de fines del 2001 parece ser la reproducción ampliada de aquella de los comienzos de la década de los ’80, incluso en el plano político.

            La hipótesis provisional que permite este primer acercamiento es la siguiente: a la salida de la dictadura, la pequeña burguesía busca recuperar posiciones perdidas mediante una estrategia de tipo electoral parlamentario, pero con métodos de acción directa, hacia la que arrastra a la clase obrera y con la que espera controlar a la burguesía. El fracaso de esta estrategia la lleva hacia la pasividad política de la que resurge a mediados de los ’90, a raíz de las consecuencias de la expropiación a la que la somete la burguesía, con una nueva apuesta a la misma estrategia pero con un programa más modesto de reformas y con menos convicción política. Este nuevo fracaso, que coincide con un nuevo estallido económico que amenaza con profundizar la expropiación, la lleva a la acción directa, arrancándola del terreno parlamentario y arrojándola a las calles, a una alianza con la fracción del proletariado movilizado bajo la forma de “movimiento piquetero”. En conclusión, es el proceso de expropiación general a la que se ve sometida a lo largo de los veinte años anteriores, la que lleva a la pequeña burguesía a abandonar el terreno parlamentario, retomar los métodos de acción directa e inaugurar una nueva alianza social con tendencia a someterse a la estrategia de su aliado, el proletariado movilizado. Este, que ha comenzado a cuestionar incipientemente los límites de las relaciones sociales actuales, confluye con la pequeña burguesía, cuyo programa no sobrepasa, todavía, el cuestionamiento de las relaciones políticas generales, sin extraer, aún, las conclusiones que de ello se derivan. Una conclusión provisoria del relevamiento realizado es que los sucesos del 19 de diciembre de 2001 estuvieron claramente precedidos por dos décadas de lucha de la pequeña burguesía en la que ésta tiende a adoptar los métodos y la estrategia de la clase obrera. De modo que, aunque todavía resta verificarlo, puede afirmarse desde ya que el Argentinazo, en lo que a la pequeña burguesía corresponde, no tuvo nada de espontáneo ni careció de dirección, aunque más no sea en el plano que Gramsci llamaría “moral”.

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