Hogar, no tan dulce hogar. Las condiciones laborales del trabajo a domicilio en el mundo

en El Aromo nº 65

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Desde los ’70 a nivel mundial crece el trabajo a domicilio. La OIT, afirma que esta modalidad no debe ser combatida ni excesivamente regulada, en supuesto beneficio de los mismos trabajadores. Si esto le suena a cuento, en este artículo encontrará los argumentos que confirmarán sus sospechas.

Marina Kabat
TES-CEICS

La costura de ropa o calzado y el ensamblaje de piezas son tareas que tradicionalmente las fábricas encargaban a trabajadores que se desempeñaban en sus domicilios o en pequeños talleres. Esta modalidad de trabajo, muy extendida a principios de siglo veinte, tiende a perder importancia entre las décadas del ’40 y ’50. Esto sucede porque la producción en grandes fábricas resultaba más productiva, ya que podían incorporar ciertas máquinas de las que carecían los obreros domiciliarios y los pequeños talleres. La centralización también permitía la finalización en tiempo de las diferentes tareas. Por otra parte, en esta misma época, al reducirse los niveles de desempleo, los obreros tienen más capacidad para mejorar sus condiciones de trabajo regulando o prohibiendo el trabajo a domicilio.
Desde finales de la década de 1960 se observa el proceso inverso. El trabajo a domicilio reaparece y vuelve a extenderse. La simplificación y el abaratamiento de maquinaria, junto con la estandarización de insumos favorecen un nuevo desarrollo de la modalidad. El perfeccionamiento de la maquinaria eleva la productividad y entonces el mismo trabajo se realiza en menos tiempo. Esto lleva a que se profundice la tradicional estacionalidad del empleo en la industria de la indumentaria. En consecuencia, mantener empleados permanentes a lo largo de todo el año comienza a resultar cada vez más oneroso, comparado con los trabajadores domiciliarios a los que se recurre en forma intermitente.

Revival del trabajo a domicilio

El crecimiento del trabajo a domicilio desde finales de la década de 1960 es una tendencia mundial. En España, el proceso tiene un ritmo muy similar al de la Argentina. En ambos casos, primero desde los ’60-’70 se observa un renacimiento del trabajo domiciliario y, progresivamente, se flexibiliza el control estatal sobre esta modalidad laboral, con lo que se abre la puerta al incumplimiento patronal. Finalmente, desde finales de los ’80, las nuevas condiciones laborales adquieren cobertura legal mediante la sanción de normas que flexibilizan la relación laboral. Cabe señalar, que siguiendo esta misma tendencia, en Chile en 1981 el trabajo a domicilio deja de ser considerado un contrato laboral, con lo que en términos legales se retrocede a una situación previa a 1931.

Una diferencia del caso español, respecto al argentino, es que la expansión del trabajo a domicilio va a efectuarse en zonas rurales. México, Bali, Turquía, son otros países donde la búsqueda de fuerza de trabajo barata hace que la actividad se desplace fuera de las ciudades. En Alemania hubo un movimiento similar pero esta fuente de fuerza de trabajo se agotó rápidamente y las industrias que la empleaban migraron a otros países. En el medio rural, se emplea a obreros que tienen pequeñas parcelas de tierra. El trabajo a domicilio tiende a representar la principal fuente de ingresos de estas familias rurales. Testimonios recogidos en el sur de España en Valencia y otras zonas muestran que el trabajo de aparado de calzados provee mayores ingresos que la producción en la parcela o que otros ingresos obreros como el trabajo asalariado temporal en tareas rurales. Eso había llevado a que la actividad, que comenzó a ser desarrollada por mujeres, terminara involucrando también a los hombres de la familia1.
En Turquía una actividad importante que se realiza a domicilio en zonas rurales es el tejido de alfombras. Entre las familias dedicadas al monocultivo, el dinero proveniente del tejido de alfombras representaba el 50% de sus ingresos. En México, el trabajo a domicilio para maquila representaba el 25% de los ingresos de las familias rurales2. Una situación similar se presenta en Bali3.
Esto muestra que el trabajo a domicilio es una de las vías de la proletarización de pequeños productores rurales. Muchas veces esto no es percibido debido a que se considera a los mismos como campesinos y a estas tareas como propias de un trabajo artesanal típico dentro de una supuesta autarquía y autosostenimiento campesino. Sin embargo, las condiciones en las que se desarrolla el trabajo a domicilio, con un pago a destajo sumamente irrisorio -que obliga a extensas jornadas laborales bajo una férrea disciplina y termina por absorber a la casi totalidad de los miembros de la familia-, muestra otra cosa.
Otra fuente de fuerza trabajo barata empleada en el trabajo a domicilio es la de los inmigrantes. Su uso se extendió fuertemente en ciudades norteamericanas, desde los ’704. En las zonas rurales españolas, muchos inmigrantes africanos se desempeñan en trabajo a domicilio. Lo mismo sucedió en ciudades sur de Italia. Esto es conocido en Argentina, pero también ocurre en Perú5 o Sudáfrica6. Se trata ciertamente de la población que resulta más vulnerable y representa, muchas veces, la de más bajos ingresos. En India, los trabajadores domiciliarios ganaban menos que los vendedores ambulantes, changueros u otros similares7. En países de la ex Unión Soviética el empleo de trabajadores a domicilio se vincula centralmente con trabajadores con distintas discapacidades físicas, quienes, mayoritariamente, se encuentran nucleados en cooperativas.

Nuevas formas y viejos prejuicios

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha desarrollado un gran número de estudios en distintos países sobre esta problemática y ha intentado reunir cifras globales. Estos estudios son producto de una preocupación por el resurgimiento de trabajo a domicilio. Sin embargo la concepción de la OIT impide una aproximación seria al problema. En la medida en que busca mejorar las condiciones laborales, pero sin generar una oposición empresaria, remarca que, a pesar de todas las situaciones a las que el trabajo a domicilio da lugar, el mismo no debería ser prohibido, sino apenas regulado.

La defensa del trabajo a domicilio que realiza la OIT tiene dos ejes. Por una parte, reproduciendo un viejo prejuicio, afirma que es necesario que puedan trabajar quienes no pueden salir de su domicilio, sean mujeres con hijos, personas discapacitadas o mujeres a quienes su religión no permite salir de sus hogares. Dicha visión ignora que estas personas, si se les brinda la opción, prefierirían trabajar en fábricas. Incluso, se han organizado huelgas y otras protestas con este reclamo. En segundo lugar, la OIT sostiene que no todo trabajo a domicilio es negativo y que lo que se habría expandido son modalidades de trabajo más modernas vinculadas con los servicios, actividades que se realizan por teléfono o internet y que han dado en llamarse “teletrabajo”. Sin embargo, cuando vemos la descripción que estos mismos autores realizan de estas actividades encontramos que en ellas se repiten los viejos problemas del trabajo a domicilio: bajo salario, paga a destajo e incumplimiento en los pagos. La única diferencia cierta es que las personas dedicadas a call-center desde sus domicilios realizan una jornada más corta que quienes se emplean en otras actividades. Pero esto sucede también entre los teleoperadores que trabajan en las oficinas de las empresas. Por la intensidad de la actividad, es difícil que sea realizada por un lapso mayor de 6 horas diarias. Estas ocupaciones también comparten con otras realizadas a domicilio la precariedad laboral y el trabajo en negro, entre otras características.
Por otra parte, los estudios que se concentran en las condiciones laborales terminan culpabilizando a los mismos trabajadores. Por ejemplo, tras haber descripto situación laboral de aparadoras de calzado y sus enfermedades profesionales más comunes, tres investigadoras señalan: “Estas mujeres carecen de cultura preventiva y anteponen el tener un contrato laboral a las condiciones desfavorables de su trabajo”8, como si fuera una cuestión de elección libre y el hambre no presionara a estas obreras a trabajar como lo hacen. En el extremo opuesto, organizaciones de distinto carácter político niegan en forma absoluta la existencia de un margen de libertad de los obreros y terminan hablando de “trabajo esclavo”. También esta postura desconoce el carácter del trabajo bajo el capitalismo. Este planteo erróneo puede llevar a agudizar las fracturas dentro de la clase obrera, como cuando los obreros domiciliarios de la confección en la Argentina, salieron a reclamar con sus patrones contra el cierre de talleres.
El incremento de los trabajadores a domicilio no es extraño en un contexto de aumento de la población sobrante para el capital, dado que históricamente ha sido una de sus fracciones más numerosas y pauperizadas. Esto genera la necesidad de desarrollar una política hacia este sector de la clase obrera. Las grandes luchas emprendidas por los obreros a domicilio en la Argentina de la primera mitad de siglo veinte, nos muestran que, a pesar de su dificultad, la tarea no es en modo alguno imposible9.

Notas

1 Melis Maaynar, Ana y Canales Martínez, Gregorio: “El trabajo industrial de la mujer en la economía sumergida: las aparadoras de calzado en el Bajo Segura”, en Papeles de geografía, nº 25, Universidad de Murcia, España, 1997, pp. 159-176.
2 OIT: “Home work”, Report V. 1, en International Labour Conference, 82nd Session, Génova, 1985.
3 Markus Hassler: “Home-working in Rural Bali: The Organization of Production and Labor Relations”, en The Professional Geographer, vol. 57, nº 4, noviembre de 2005.
4 Caria Lipsig-Mummé: “The Renaissance of Homeworkingin Developed economies” en Relations industrielles / Industrial Relations, vol. 38, n° 3, 1983, p. 545-567.
5 Verdera Verdera, Francisco: “Homeworkers in Peru”, en Series on Homeworkers in the Global Economy, Working papper, nº 3, Organización Internacional del Trabajo, Génova, 2000.
6 OIT, op. cit.
7 En la India los trabajadores domiciliarios sumaban a inicios de los ’80, 7,7 millones de personas. Dos millones y cuarto se emplean a domicilio tan solo en el liado de cigarrillos. OIT, op. cit.
8 Carrillo, Nolasco y Perez: “Trabajo a domicilio: el caso de las aparadoras de calzado”, Archivos de prevención de riesgos laborales, año 2005, volumen 8, nº 4.
9 Véase Kabat, Marina: Del taller a la fábrica, Ediciones ryr, Buenos Aires, 2005 y “Auge y declive de la industria del calzado”,Tesis doctoral, FFyL, UBA, 2009.

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