Estados europeos: unidos para esquilmar a trabajadores y jubilados

en El Aromo nº 65

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Osvaldo Regina
Colaborador externo

Europa se prepara para enfrentar la crisis, a la manera burguesa, claro. Esto implica el ajuste y la regimentación de la clase obrera. En este artículo, le explicamos cómo se instrumenta este ataque a los trabajadores y cómo se dispone al combate el proletariado de los países más afectados.

El fantasma que recorre Europa en estos años es el fantasma de la crisis financiera. Gracias al temor popular que produce el fenómeno y bajo la batuta de la entente franco-alemana, los gobiernos de Irlanda, Letonia, Italia, España, Portugal y Grecia impusieron recortes del gasto público que, paradójicamente, desalientan la demanda agregada, la producción y el empleo. En sentido contrario, para casi toda Europa la crisis del mercado y los negocios parece haber quedado atrás. En efecto, la tendencia negativa en el nivel de actividad afectó en Europa a 9 países durante 2008, explotando a 32 en el año 2009, casi todos excepto Polonia (ver El PIB europeo salió…). Pero sólo 7 países vieron caer su producto interno bruto (PIB) en 2010. El año que pasó quedaban solamente Grecia y Portugal en retroceso y el resto de Europa registró tasas bajas pero positivas en el crecimiento anual del PIB.

Sin embargo, el desempleo se mantiene elevado con un promedio de 10% de la población trabajadora y ese nivel se duplica entre las economías antes mencionadas bajo ajuste presupuestario. Así, la “sintonía fina” de la política económica permitió ahora en Europa como antes en EE.UU. relanzar la actividad empresaria condenando a un estado de crisis permanente al mercado de trabajo. Equilibrio muy conveniente para reducir el costo de la mano de obra y recuperar la competitividad manufacturera ante la ofensiva comercial de China y la India, fundada en salarios bajos.
Chantajeando a sus votantes con el desempleo masivo y la expulsión de la UE, los políticos europeos están yendo a fondo para arrebatar ingresos y conquistas de los explotados con la consigna de la flexibilidad laboral, es decir, de recortar los derechos laborales. En sus manos, la reforma laboral es un arma afilada contra las condiciones históricas de vida y de trabajo de las mayorías nacionales. Despidos fáciles y baratos, extensión abusiva del “período de prueba”, debilitamiento sindical creando trabajadores de segunda con salarios de subsistencia fuera de convenio y con subsidio estatal, vigencia de los derechos laborales subordinada a la situación económica de cada empresa, movilidad descendente de salarios y todo lo que precisen el capital y la burocracia estatal para conservar sus privilegios. Alemania, que fue pionera en este camino, logró frenar los salarios por años y ubicarlos por debajo el promedio europeo1. Los políticos de Portugal, España, Italia y Grecia están dispuestos a todo para intentar que esa experiencia se repita con éxito en sus dominios.
Pero el relativamente bajo desempleo de Alemania oculta que más de 7 millones de personas trabajan por menos de 400 euros al mes más subsidios y sin realizar aportes, bajo un nuevo régimen de contratos basura y horarios reducidos. Esto supone una presión sobre los salarios y las condiciones de trabajo equivalente a una tasa de desempleo muy superior a la que muestra una lectura superficial de sus estadísticas: a ritmo más lento, también el orgulloso mercado de trabajo alemán está siendo llevado por el camino de su descomposición.

Perspectivas en conflicto

Es en función del efecto político del ajuste en Grecia y en España que se va a decidir el éxito o el fracaso del antiobrero programa Merkel-Sarkozy de reconversión europea. En los últimos tres años de “ajuste”, Grecia eliminó 100 mil empleos públicos y redujo el salario de los remanentes y de los jubilados. El impuesto al valor agregado aumentó su alícuota y, con tales castigos sobre la demanda agregada, el nivel de actividad acumuló una caída de 12% entre 2008 y 2011, con signos de acentuarse en las últimas mediciones trimestrales y el desempleo pasó de 7,9% a 19,2% entre octubre de 2008 y de 2011. El 21 de febrero el gobierno griego acordó con los ministros de economía de la UE y con el FMI un plan de ahorros públicos absurdo, totalmente incumplible por un segundo “blindaje” (recordar Argentina 2001), es decir, un nuevo respaldo colectivo a su deuda por hasta 130 mil millones de euros más. Con esto, se totaliza un fondeo de 350 mil millones (un cero más que con De la Rúa) si se le suman todas las fuentes desde el inicio de la crisis, incluyendo el primer rescate a mediados de 2010 y la quita impuesta a los bancos privados por más de la mitad de lo adeudado. Desde el siglo XX, el capitalismo depende de una manera crucial de la aceptación general de esas estampitas laicas de colores con las caras de próceres para que el Estado pueda crear y repartir y gastar dinero por simple decisión administrativa. El problema griego es que esos 350 mil millones de estampitas que tomaron prestadas para el mayor dispendio de funcionarios y capitalistas -y que ahora no pueden devolver- no son de imprenta propia. De todos modos, el Banco Central Europeo estimó en un informe reservado que con esto no alcanza y que habría que garantizar otros 50 mil millones de euros más adelante.
España, con 22,9% de desempleo, es un polvorín de indignación popular contra la reforma laboral cuando sólo transcurrió un par de meses del reemplazo conservador del gobierno “socialista” de Rodríguez Zapatero. Este ataque al ingreso obrero amenaza la situación de 9 millones de trabajadores y se suma en sus efectos antipopulares al recorte del gasto estatal en las áreas de salud y educación. Mariano Rajoy, el nuevo presidente, prometió no cejar “hasta que el problema esté resuelto y España encarrilada”. La perspectiva de los principales dirigentes sindicales es derrotista: están dispuestos a oponerse apenas a los puntos más irritantes. De ahí que se enfatice que la reforma sería solamente “inútil” para reducir el desempleo (Fernández Toxo, de Comisiones Obreras) y que las manifestaciones de cientos de miles en febrero buscarían apenas “corregir en profundidad esta reforma laboral” (Méndez, de UGT). Se irá viendo, en la calle, qué opinan sus afiliados.

Notas
1 La Nación, 20/02/2012

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