¡Fuera Maduro!

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A continuación reproducimos la declaración de la organización Transición Socialista de Brasil sobre Venezuela

El único camino hacia adelante en Venezuela pasa por el derrumbe del gobierno de Nicolás Maduro. Las energías de la clase trabajadora están tensadas y volcadas a esto, y si no se da salida a tales energías, si no se saca afuera ese potencial y esa voluntad de lucha, necesariamente habrá depresión y humillación en las masas – una impotencia, un sentimiento de vergüenza, sobre el que se erguirá Madura de forma aún más dictatorial. Este gobierno – correctamente odiado por la mayoría de la población venezolana – no tiene absolutamente nada de socialista o de izquierda; es exactamente lo opuesto a eso: una dictadura burguesa, de derecha, derivada de un movimiento (chavismo) nacido para controlar y paralizar una rebelión popular (el Caracazo, en 1989).

“¿Ah, ustedes defienden hoy la caída de Maduro? ¿Y si esto solo lleva al ascenso de la burguesía opositora a Maduro, con su líder, Juan Guaidó? – Nos preguntan. Pues bien, es un riesgo por correr. La política revolucionaria comporta un enorme grado de riesgo. No hay garantías y hay aberturas de sobra para lo indefinido. Sin embargo, la política revolucionaria no se hace solo con riegos: se hace también con acciones resueltas. Se amolda conscientemente una materia desforme. Por sobre todo, la política revolucionaria no se hace con dudas y parálisis. La historia enseña que, en la falta de acción de sus líderes, las masas trabajadoras los sobrepasan – aun a los mejores de ellos. Las contradicciones objetivas, que vuelven a la población trabajadora venezolana hambrienta y desesperada, seguirán moviéndose, en velocidad creciente, y colocarán de forma concreta, para las masas, la resolución de sus propios problemas – aunque sus líderes continúen encima del muro1 y no tomen lugar en eso. La situación exige acciones resueltas y no discursos vacíos o dudas.

1. No hay riesgo de invasión inminente de los Estados Unidos para voltear a Maduro

El gobierno de Trump no pretende invadir militarmente Venezuela para voltear a Maduro. En primer lugar, porque el conflicto derivado de eso traería gran inestabilidad a los mercados, sobre todo al de petróleo y gas, acarreando la valorización acelerada de los precios de esos commodities. Los Estados Unidos son el mayor comprador de petróleo venezolano. En segundo lugar – y tal vez más importante -, porque esa inestabilidad en el mercado del petróleo aceleraría muy rápidamente la crisis humanitaria en Venezuela. No se puede saber lo que las masas proletarias en desespero son capaces de hacer. Léase: revolución. En una situación así, el mismo ejército de los Estados Unidos habría de asumir el papel de una dictadura sobre la población de Venezuela, lo que sería el peor escenario para los Estados Unidos. Los Estados Unidos temen enfrentar, internamente a su propio país – ya en crisis política y al borde de una gigantesca crisis económica -, los costos sociales de una intervención militar en otro país.

1.1 Lecciones de “descompresión política”

Lo que el gobierno de los Estados Unidos pretende es hacer dos cosas al mismo tiempo: 1) realizar presión económica internacional limitada – sin embargar al petróleo venezolano, pues eso acarrearía aumento de precios e inestabilidad en el mercado; 2) estimular, sin que salga de control, la oposición a Maduro dentro del país. El gobierno de los Estados Unidos espera que, así, después de cierto tiempo – en un proceso de quiebra económica por sus propias contradicciones -, Maduro sea “naturalmente” volteado del poder (en parte, por los propios militares venezolanos, que cambiarían de lado). Los Estados Unidos esperan que el gobierno caiga por sí solo y otra fracción burguesa pueda controlar el Estado.

El segundo punto – estimular oposiciones internas – es el más delicado, puesto que puede salir de control. El Departamento de Estado de los Estados Unidos se especializó en eso a lo largo de décadas. Es lo que llaman “Political Decompression” (Descompresión Política). Ellos mismos prepararon los mecanismos en muchas de las dictaduras que ayudaron a establecer en América Latina (para impedir ascensos revolucionarios). En rigor, el problema es complejo y da base a la financiación de muchos departamentos de sociología en universidades por el mundo. Los estudios se remontan a las experiencias de mediados del siglo XIX (al gobierno de Luis Bonaparte, en Francia). La cuestión es: ¿Cómo disminuir la violencia de regímenes dictatoriales burgueses abiertos (bonapartistas/personalistas/populistas) y hacer el retorno a regímenes democrático-burgueses, sin que, en ese cambio de regímenes, el proletariado entre en escena y haga una revolución socialista?

Gobiernos burgueses abiertamente dictatoriales traen consigo problemas para la propia burguesía. En primer lugar, tales gobiernos han de ser centralizados por un solo sector burgués (pues, para mejor combatir al proletariado, la burguesía no puede quedarse dividida), lo que aleja a sectores burgueses del saqueo económico a la población. En segundo lugar, debido a la tendencia a la autonomización y a confundirse con una personalidad, tales gobiernos pueden perder el tacto sobre la propia capacidad de dominio sobre la población trabajadora. La burguesía cree que el dominio social del capital es favorable en relación con el dominio individual (del dictador y su claque), pues es menos propenso a crisis subjetivas, a errores tácticos, a desmesuras, a delirios de poder, a falta de comprensión del carácter internamente decrépito del propio régimen dictatorial, etc. La burguesía teme siempre el riesgo de ser conducida de ojos vendados a la cueva por un aventurero. Por esos dos motivos encima expuestos, la burguesía prefiere su democracia a su dictadura explícita.

Pero toda descompresión política (cambio de régimen) es complicada. En el caso del régimen de Luis Bonaparte, culminó en la Comuna de París. El zarismo, en medio de la primera guerra mundial, culminó en la Revolución Rusa. La caída de la dictadura de Salazar en Portugal culminó en la Revolución de los Claveles. La transición de la España de Franco a la monarquía “democrática” de los Borbones (con el “Pacto de la Moncloa”) fue bien sucedida, como la de Chile de Pinochet o la del gobierno de los militares brasileños. Fueron transiciones en frío, sin mayores percances. La “descompresión”, para darse de la mejor forma posible, necesita de una oposición comprometida con el orden burgués y más o menos aceptada como legítima por las masas en el momento. Cuanto mayor legitimidad de esa oposición sobre las masas, mejor (para la burguesía). En Brasil, fue fundamental el papel traidor del PT, que bloqueó cualquier alternativa revolucionaria. En España, el papel del PCE y, sobre todo, del PSOE. En Chile, el papel del Partido “Socialista”. Pero ¿y en Venezuela?

1.2. La invasión de los Estados Unidos sería contra un derrumbe revolucionario, de Maduro, por las masas.

En Venezuela, digamos, el mecanismo de “contrainsurgencia” ya esta agotado. Fue el propio PSUV y el chavismo desde el Caracazo. No hay oposición consistente que controle a las masas venezolanas. Todos los líderes burgueses que se oponen al chavismo se desmoralizan frente a la dictadura, sea por errores tácticos, por tentativas de conciliación con el chavismo (apareciendo ampliamente como traición a la lucha del pueblo), sea por pugnas internas. Ahora es la hora y el momento del títere de Leopoldo López, el joven Juan Guaidó, figura que no transmite credibilidad política ni muestra consistencia en el dominio de las masas. Su partido es afiliado a la traidora “Internacional Socialista”, para mejor engañar al pueblo ¿Sería Guaidó capaz de domar a la clase trabajadora venezolana y resolver la desesperada situación de miseria que se volvió una crisis humanitaria de grandes proporciones? Es poco probable. Guaidó solo demuestra fuerza, en realidad, debido a la fragilidad y al agotamiento del gobierno chavista. Si él no fue preso hasta ahora – como ocurrió con los anteriores opositores al chavismo – es apenas porque el propio régimen entró en un grado acelerado de descomposición (véase, por ejemplo, la participación masiva de sectores chavistas en las últimas protestas contra el propio gobierno).

Dados esos elementos, las chances de que algo salga del control de la burguesía en el proceso de cambio de régimen son grandes (he aquí por qué Guaidó se adelantó tanto) – o sea, las chances de las propias masas de crear sus propios liderazgos, más legítimos que los de la inconsistente burguesía venezolana; las chances de que los bajos escalones del ejército y de las policías pasen para el lado de la población trabajadora (como ocurrió en la Comuna de París, en la Revolución Rusa, en la Revolución de los Claveles). Es eso lo que temen los Estados Unidos, es eso lo que teme Bolsonaro, es eso lo que teme Duque en Colombia. Es para ese tipo de riego que ellos preparan cotidianamente sus ejércitos. Si hubiera una invasión externa, será más para impedir que el derrumbe de Maduro salga de control y sea protagonizado por la población trabajadora autónomamente que para simplemente derribar a Maduro en nombre de la “democracia”.

2. La capitulación de la izquierda (o: cuando el orden los factores altera el producto)

La llamada izquierda latinoamericana tiene, entretanto, una característica muy curiosa: teme más a títeres imberbes como Juan Guaidó, presionado por las masas trabajadoras, que de Maduro y su Estado represor, con mecanismos de violencia semi-fascistas/paramilitares. La “izquierda”, olvidando la vieja máxima de Lenin, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht – “el enemigo principal está dentro de nuestro propio país”-, combate apenas al abstracto enemigo externo del “Tio Sam”. Se trata del viejo (y traidor) subterfugio stalinista de borrar las contradicciones internas de un país y sobreestimar las oposiciones externas entre sectores burgueses. Así, la contradicción entre trabajadores hambrientos y Estado burgués autoritario queda en segundo plano, y en su lugar aparece, con mayor presencia, el conflicto entre sectores burgueses internacionales.

Esas diferencias no son meramente retóricas: adquieren grado práctico en la táctica de acción de las organizaciones políticas. Para la “izquierda”, aunque ella tenga críticas a Maduro, lo más importante es apoyar a este en primer lugar contra el “imperialismo yankee”. Solamente después de derrotar al “imperialismo” habrá lucha contra Maduro (o presión para que él supere sus errores y vaya hacia la izquierda). El orden de los factores altera el producto: en vez de socialismo, se apoya una dictadura burguesa, o, como máximo, una democracia burguesa.

Son diversos los grados de esa capitulación, desde la traición de los stalinistas hasta la adaptación de sectores que se autodenominan trotskistas. La esencia consiste en no tener coraje para decir abiertamente, con la población trabajadora, “Fuera Maduro”. El propio Maduro provee el discurso que esa izquierda usa para traicionar, autoengañarse o justificar su parálisis. Para ella, no importa la esencia del gobierno de Maduro, sino la imagen que él crea de sí mismo en sus discursos. Maduro habla en todo momento belicosamente contra el “imperialismo yankee”. Evidentemente, es pura retórica (de lo contrario, dejaría de vender petróleo a los Estados Unidos, o no habría enviado centenas de millones de dólares al evento de asunción de Trump). No obstante, para esa “izquierda”, la retórica es suficiente.

En el caso de los herederos del stalinismo (los partidos “comunistas”, como el PCB brasileño, y la declaración de la cúpula del PSOL), en general se argumenta sobre la necesaria “autodeterminación de los pueblos”. Es la reivindicación de “¡Saquen las manos de Venezuela!”. El argumento es inconsistente, una excusa desprolija, pues realiza una transposición falsa, para el presente, de la reivindicación de “autodeterminación de los pueblos” presentada por los bolcheviques en el inicio del siglo XX. Cuando estos discutían la necesidad de la autodeterminación de los pueblos, pensaban en poblaciones atrasadas (o sea, donde predominaban formaciones económicas históricamente anteriores al capitalismo). Tales pueblos tenían derecho a definir su futuro autónomamente, sin el yugo opresor capitalista (o incluso socialista). No es lo que pasa en Venezuela, un país propiamente capitalista, cuya aplastante mayoría de la población es proletaria, trabaja bajo la forma de relaciones salariales (en condiciones precarias y altos índices de desempleo) y cuya riqueza producida está muy bien integrada al mercado mundial. He aquí por qué tal reivindicación, para el caso venezolano, solo se asemeja a las palabras vacías de la ONU sobre la “autodeterminación de los pueblos” (y ello porque el horizonte presentado por tales grupos se limita a la democracia burguesa). Tales palabras vacías, y, claro, en la boca de esos “comunistas”, sirven bien al propósito general de apoyo incondicional a Maduro en esta coyuntura.

El caso intermedio cabe a aquellos que defienden “que el pueblo de Venezuela decida”. Es algo próximo a la tesis de la autodeterminación, presentada más arriba, pero ahora con la propuesta de que debe haber una nueva elección. No se trata, por lo tanto, de una mera contraposición al “imperialismo” (con defensa incondicional de Maduro), sino de una posición que ya avanza críticas a Maduro. Tal proposición espera que, en un proceso electoral nuevo, tanto el imperialismo como el chavismo podrían ser desmoralizados, avanzado ambos a un acuerdo nacional más armónico y democrático. He aquí por qué el proceso pasaría por nuevas elecciones ¿Quién sabe si los mismos proponentes de tal vía no tendrían, también, espacios asegurados en un nuevo parlamento reconstituido y más democrático? Esa posición es la del MES-PSOL, vinculado a la organización venezolana Marea Socialista.

Pero posiciones también problemáticas vienen de sectores que se proponen más críticos a Maduro y más vinculados a la lucha legítima del pueblo venezolano. Hablamos de la UIT (Unidad Internacional de los Trabajadores), a la cual la CST-PSOL es afiliada, y de la UST (Unidad Socialista de los Trabajadores), vinculada a la LIT y al PSTU brasileño. Parafraseando a un compañero argentino de la organización Razón y Revolución, tales organizaciones parecen estar más preocupadas en no ser acusadas de “pro-imperialistas” que en presentar un camino revolucionario a las masas trabajadoras venezolanas. Sus textos tienen la curiosa característica de repetir, antes de todo, el catecismo heroico del combate y de la resistencia al “imperialismo yankee”, para solo después – cuando mucho- formular tangencialmente propuestas de acción para la clase trabajadora en Venezuela. Es casi como si tales organizaciones estuviesen pidiendo perdón a sus pares “socialistas” por las sacrílegas palabras críticas a Maduro que vendrán a seguir. La UIT, en su declaración, ni siquiera defiende la caída de Maduro, y, por eso, presionada por la situación, no presenta propuesta práctica de acción, produciendo solo discurso. La UST, en su declaración, defiende la caída de Maduro, pero de forma confusa y retraída, en medio del texto, después de un largo introito lloroso (travestido de resistencia al “imperialismo”).

La característica común a tales organizaciones es escapar a la cuestión central – el derrumbe de Maduro – y producir discursos sobre la necesidad de movilizaciones autónoma de los trabajadores, la necesidad de creación de organismos de trabajadores y de un partido de los trabajadores independiente de Maduro y su oposición burguesa. Es una política absurda, abstracta y pequeño-burguesa, pues considera que el elemento organizativo es él mismo una reivindicación. La forma organizativa, separada de la reivindicación concreta de acción (su contenido) no es nada, y por eso no puede ser en sí misma reivindicada. Por el contrario: se construye una movilización independiente, organismos de poder y un partido revolucionario justamente gracias a las reivindicaciones prácticas presentadas a las masas en cada situación concreta.

3. Venezuela se encamina a una situación pre-revolucionaria

Una situación pre-revolucionaria surge exactamente cuando son creados mecanismos de poder de la clase trabajadora (en los locales de trabajo y/o en los barrios). Es el doble poder. Tales mecanismos no surgen por ser reivindicados, sino para resolver problemas prácticos de la población trabajadora. Por ejemplo, una milicia de trabajadores surge para resistir al ataque de las fuerzas represivas; un Consejo de empresa o de barrio surge para poner a trabajar una fábrica fallida, o para organizar la colecta y el retiro de residuos de un barrio. Con base en las necesidades reales, pueden surgir mecanismo de poder y, con ellos, una situación pre-rrevolucionaria. La necesidad más básica y urgente, que organiza a las demás, es el derrumbe de Maduro.

Evidentemente, nada está garantizado, pero es solamente contra ese gobierno, su represión y su desorden, que pueden germinar las simientes de futuro. Es mejor la clase trabajadora venezolana arriesgándose por su futuro, derrumbando a Maduro y abriendo nuevas contradicciones y posibilidades, a que siga desmoralizada por el gobierno dictatorial. Es evidente que eso pasa por una alianza táctica (de calle) con el frágil sector burgués opositor a Maduro. Golpear juntos pero marchar separados – he aquí la vieja fórmula de Marx y Lenin. Ese sector burgués es él mismo temeroso, pues teme armar a la población y teme llevar la lucha contra Maduro hasta el límite. En alianza con ese sector, se debe alertar a toda la población de su carácter traicionero y repleto de palabrerío. Se debe advertir a los cuatro vientos que un gobierno de oposición burguesa tampoco resolverá el caos económico, y que solamente la población trabajadora podrá resolver el caso. Así, se prepara la caída de ese sector burgués, en caso de que él mismo se torne gobierno. Es una cuestión de tener paciencia y trabajar las contradicciones de clase, que no serán resueltas por el sector opositor burgués. El momento de los socialistas llegará.

Un derrumbe de Maduro por la clase trabajadora venezolana, incluso en condiciones adversas (de ausencia de partido revolucionario) daría un enorme impulso al proletariado de todo el continente. Las chances, sin un partido revolucionario, son pequeñas, pero no hay opción sino arriesgar y valerse del propio proceso futuro para la construcción de este instrumento fundamental de lucha ¡Adelante hermanos proletarios venezolanos! ¡Por la construcción de organismos de auto-defensa para resistir a la represión de la dictadura sanguinaria! ¡Por la auto-organización de la población para resolver el caos económico impuesto por Maduro! ¡Por el derrumbe inmediato de Maduro!


Notas

1 Aunque se mantengan indecisos

1 Comentario

  1. Una apologia al voluntarismo politico de comienzos del siglo XX en los comienzos del siglo XXI. Lenin no solo criticaría la propuesta sino la rechazaría por no realizar un análisis de fuerzas del proletariado y de la burguesía, pero sobre todo por descuidar el factor principal de un movimiento en el siglo XXI, el internacionalismo y la lucha ciega por persistir en conflictos «nacionales».

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