Estados Unidos: ¿y el “sueño americano”?

en Aromo/El Aromo n° 120/Novedades

Máximo Deshayes

TES-CEICS

La ideología burguesa construyó una representación particular de Estados Unidos como sociedad modelo del capitalismo, en la cual es posible prosperar y ascender socialmente. Más concretamente, la posibilidad de concretar el “sueño americano”. En la vereda opuesta, gran parte de la izquierda cree que fenómenos como la flexibilidad laboral, la precarización y la caída salarial solo se dan en países dominados por el imperialismo y el FMI. Nada más lejos de la realidad. La máxima potencia internacional no logra satisfacer las necesidades básicas del conjunto de la población. Como desarrollamos en notas anteriores, EE.UU. presenta altos niveles de pobreza, en donde poder acceder a una vivienda y a prestaciones de salud básicas constituyen una odisea para gran parte de la clase obrera. Precisamente, desde los años ´70 hasta la actualidad, producto del avance de la competencia capitalista a nivel mundial marcado por el ascenso de China y otros países asiáticos, dichos indicadores han empeorado. En otras palabras, uno de los países que produce la mayor cantidad de mercancías del mundo no logra garantizar el bienestar de la totalidad de la sociedad.

En este escenario, se está produciendo un fenómeno peculiar en el mercado de trabajo, millones de renuncias, y una oleada de luchas de la clase obrera ocupada, en sectores que hace décadas no protagonizaban huelgas. Por un lado, lo que se conoce como la “Gran Resignación” (“Great Resignation”), debido a la gran cantidad de trabajadores y, sobre todo trabajadoras, que han abandonado de manera voluntaria sus trabajos desde la primavera de 2021 hasta la actualidad. Por otro lado, el denominado “Striketober” en alusión al conjunto de huelgas que se desarrollaron en distintos sectores de la clase obrera en EE.UU. durante octubre, señalada como una de las mayores “oleadas en décadas”. ¿Qué se esconde detrás de estos fenómenos?

La Gran Resignación

Según las estadísticas provistas por la Oficina de Estadísticas Laborales de EE.UU., aproximadamente 4,4 millones de estadounidenses renunciaron a sus trabajos, mayormente mujeres. Se calcula que ello significa que 1 de cada 4 asalariados abandonaron sus puestos. El fenómeno adquiere tal magnitud, que muchas patronales hablan de una “escasez de mano de obra”.

Para revertir el proceso, han otorgado aumentos salariales en diferentes áreas con el objetivo de retener la mayor cantidad de trabajadores posibles. Señalando donde está el problema: los bajos salarios y contratos laborales en donde no se garantizan vacaciones y aportes para los trabajadores, entre otras cuestiones básicas.

Los sectores más afectados son los de salud, hotelería y comercio minorista. Un elemento que se destaca es que la mayor parte de las renuncias son de mujeres. Las renuncias de mujeres son el doble que las de los hombres. Un tercio de las madres que trabajaban abandonó su empleo. Ello llevó a que la participación de las mujeres en el mercado laboral alcanzó su nivel más bajo en los últimos 30 años. Esto tiene una explicación: las tareas de cuidado que recaen sobre ellas. Durante la pandemia las escuelas estuvieron mucho tiempo cerradas y muchas guarderías privadas cerraron, lo que hizo más difícil para las mujeres continuar con su rutina laboral. Las guarderías privadas ya eran caras antes de la pandemia, pero tras ella los precios se volvieron prohibitivos para las familias obreras. Así, muchas mujeres se vieron obligadas a renunciar para dedicarse al cuidado de sus hijos. Se trata de otra muestra de cómo el patriarcado sigue operando. Esto también deja en evidencia no solo el déficit en guardería, sino que los ingresos de los hogares obreros no alcanzan para costear los servicios de cuidado infantil.

También se dieron otros motivos de renuncia como el deseo de continuar con el teletrabajo, búsqueda de empleos mejor remunerados e incluso la posibilidad de obtener “independencia” a partir del emprendedurismo, producto de los subsidios otorgados en el marco de la pandemia del COVID-19. Es evidente que las condiciones laborales que rigen en Estados Unidos son rechazadas por buena parte de los trabajadores. Frente a ello, quienes deciden renunciar buscan una salida individual que creen que les permitirá escapar de las largas jornadas laborales y los bajos ingresos.

Strikeober

“Equal pay for equal work” (“Igual paga por igual trabajo”), «Equal pay, Equal benefitis» (“Igual paga, mismos beneficios”),»It is not about me, It is about we» (“No se trata de mí, se trata de nosotros”), son algunas de las pancartas que levantaron distintos sectores de la clase obrera estadounidense durante el mes de Octubre y que en cierta medida reflejan las demandas del “Strikeober”. Los reclamos giraron en torno a aumento de salarios y mejores condiciones laborales ante el avance de la flexibilización laboral. Pasemos a observar algunos conflictos puntuales.

En Kellogg’s, una de las empresas líderes a nivel mundial en cuanto a la producción de alimentos para el desayuno (cereales y galletas), los trabajadores iniciaron una huelga el 4 de octubre. A partir de la intransigencia de la patronal, los obreros lograron extender la lucha, afectando las cuatro plantas existentes en los Estados Unidos. Un elemento central a destacar considerando que desde 1972 no hubo conflictos en Battle Creek de Kellogg y desde 1985 en Lancaster. La firma intenta extender nuevos contratos, manteniendo un sistema dual entre trabajadores “heredados” y “transicionales”. De esta manera, se apela a fragmentar a los obreros, entre aquellos que gozan de mayores salarios y estabilidad, en detrimento de trabajadores eventuales con menores pagas. Actualmente, el conflicto sigue su curso.

Por otro lado, el 14 de octubre, dio inicios la huelga en John Deere, empresa fabricante de maquinaria agrícola. A inicios de octubre, expiró el convenio entre el gremio UAW (United Auto Workers) y la patronal. En este marco, los trabajadores no solo intentan lograr mayores aumentos salariales, sino que apuntan a terminar con el denominado sistema de “dos niveles”, en el cual los nuevos obreros que ingresan a trabajar reciben menos beneficios jubilatorios con respecto a los trabajadores en planta. Aproximadamente, participan unos 10.000 trabajadores de la huelga, siendo la primera en John Deere desde hace más de tres décadas. En consecuencia, se está en presencia de unos los conflictos más fuertes del sector privado en EE.UU.

En otro orden, los trabajadores de la salud también forman parte de esta oleada de huelgas. Es posible señalar, el caso de los enfermeros del hospital Mercy en Buffalo, quienes lucharon desde el primero de octubre hasta el cuatro de noviembre por mayores salarios e incorporación del personal para evitar la sobreexplotación. A su vez, docentes de diversas localidades han protagonizado fuertes conflictos. Profesores de la Universidad de Columbia y de la Universidad de Harvard, obtuvieron conquistas salariales y un seguro de salud, ante la carestía del sistema de salud estadounidense.

Lo mencionado hasta aquí son simplemente algunos de los conflictos que se suscitaron, y muchos de los cuales continúan en curso. No obstante, a pesar de la heterogeneidad de los sectores en lucha, hay un denominador común en este proceso de conflictividad: la lucha por mejores condiciones salariales y laborales. Lo que pone en evidencia la situación de gran parte de la clase obrera estadounidense marcada por una fuerte desregulación laboral con jornadas extenuantes de trabajo ante un elevado costo de vida principalmente en cuanto a vivienda, salud y educación.

El infierno capitalista

La clase obrera estadounidense ha sufrido los mismos ataques que la del resto del mundo. La idea de que solo en países no imperialistas hay una imposición de flexibilidad (o sea, se aumentó de la tasa de explotación), es desmentida por la situación de la clase obrera norteamericana. Los trabajadores yanquis, incluso de empresas líderes multinacionales, sufren la degradación de sus condiciones de trabajo y de vida de la misma forma que el resto. Las crisis también afectan a estas empresas y la necesidad de aumentar la explotación es la propia de cualquier capitalista. Por supuesto, esta situación también desmiente el relato liberal del paraíso capitalista donde todos viven felices en la abundancia.

Frente al ataque que sufre, la clase obrera norteamericana parece oscilar entre buscar la salida individual y una colectiva en la organización sindical. Pero ninguna de ellas es una solución de fondo para el conjunto de la clase obrera estadounidense. La posibilidad de convertirse en “emprendedor” no escapa a los límites de la dinámica del capital: la propia competencia del sistema lleva a la quiebra a la mayoría de los mismos, en donde solo triunfan aquellos más eficientes a costa de la explotación de los trabajadores. Por otro lado, en la medida en que no se avance en el cuestionamiento del capitalismo, sus leyes seguirán imponiendo la búsqueda de una mayor tasa de explotación, sea en suelo norteamericano o en países que la ofrezcan. Es decir, se impondrá a los trabajadores yanquis la opción de aceptar esas condiciones de trabajo o quedar desempleados. El problema de fondo es la organización de una sociedad basada en la ganancia capitalista. Incluso, en aquellas sociedades donde el desarrollo del capitalismo ha alcanzado altos niveles de productividad, como Estados Unidos, las miserias forman parte de la vida cotidiana. Una nueva forma de organizar la sociedad constituye la solución de fondo. Una sociedad basada en las necesidades humanas y no en la ganancia: el Socialismo.

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