En 2015, el gobierno de Nicolás Maduro perdió las elecciones parlamentarias, dándole el control de la misma a la oposición. A las pocas semanas, a través del Tribunal Supremo de Justicia, el chavismo impugnó la asunción de tres parlamentarios, comenzando el camino de anulación de facto del Parlamento que terminaría en 2017 con la declaración del mismo en desacato y la instauración de la fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente, que nunca discutió una nueva constitución, sino que funcionó de facto como una extensión del Poder Ejecutivo. Los partidos fueron disueltos y los sindicatos intervenidos. En Bolivia, ningún partido fue proscripto y ningún sindicato intervenido y el MAS siguió controlando el parlamento. Hubo un llamado a elecciones y todos pudieron hacer campaña. Eso sí, el ajuste y la represión a los trabajadores que empezó Evo, lo continuó Añez. El 18 de octubre del 2020, el gobierno de Añez reconoció, sin resultados oficiales sino solo con boca de urna, el triunfo de Arce a la presidencia y los instó a realizar un buen gobierno. Unas horas después, lo haría Carlos Mesa. La OEA, Lacalle Pou, Alberto Fernández, y demás, también reconocieron el resultado electoral. No solo eso, sino que al día siguiente, Añez echa a sus ministros Murillo y Cárdenas, por pedido de la Asamblea masista debido a que no se presentaron a una interpelación parlamentaria. Vale aclarar que Murillo, según la teoría del PO, iba a ser el encargado de la resistencia de Añez al triunfo de Arce.
Paradójicamente, para el trotskismo estamos frente a un gobierno dictatorial en Bolivia, pero es una calificación que no le cabe a Maduro. Lo cierto es que, contra todos los pronósticos, el MAS ganó en primera vuelta. La noticia no es la victoria del masismo, algo que era muy probable en la previa. Tampoco que haya sido en primera vuelta, algo que se preveía menos factible, pero posible al fin. Lo que realmente sorprendió definitivamente fue la diferencia que estaría alcanzando el MAS. Si bien los datos que se conocen son por boca de urna y encuestas privadas, el MAS estaría llegando al 52%, superando por más de 20 puntos a Carlos Mesa. Esto acerca a Arce más a la elección de Evo en 2014, cuando sacó el 61% de los votos, que a lo sucedido en octubre pasado cuando salió eyectado del poder por la movilización popular.
Las claves de la sorpresa de esta elección están en el voto en el extranjero, un verdadero bastión de Evo donde cosechó casi el 70% de los votos, en los errores del muestreo del voto rural, debido a la falta de conectividad para las encuestas telefónicas en un país que tiene un tercio de población rural, y el voto de los indecisos, que se volcó mayoritariamente al MAS. Estos datos, que no aparecían en las encuestas, le dan al MAS una holgada victoria en La Paz, con más del 50% de los votos y 16 puntos por sobre Mesa, una extraordinaria victoria en Cochabamba sacando 60% y más 24 puntos por sobre Mesa, y consolida una victoria por 4 puntos en Potosí, que aparecía al borde del empate. Además, tuvo una buena elección en Santa Cruz donde se descontaba la victoria de Camacho, pero Arce obtuvo 31% de los votos y Mesa el 18%. El candidato de Comunidad Ciudadana, por su parte hizo más o menos la elección prevista, ganando por 10 puntos en Chuquisaca, y heredando Tarija y Beni de Añez. Estos números nos indican una serie de cuestiones. Primero, que aún con una buena elección, el 45% de la clase obrera no apoya al MAS. Segundo, el MAS logró mantener un bastión importante en Cochabamba y La Paz, tercer y primer departamento más poblado respectivamente, que tienen un tercio de su población en condición de ruralidad. Tercero, la consolidación de un importante voto en Santa Cruz. Cuarto, que hay un porcentaje de la clase obrera que no votó por Evo en 2019 pero si votó por el MAS en esta elección, lo que muestra que dentro del propio voto masista hay un componente incluso “anti-Evo”. Este dato es importante para poder comprender la relación que se establecerá entre el anterior presidente y el nuevo gobierno. Mientras parte de las bases del MAS reclamaban a Choquehuanca como candidato presidencial, Evo terminó imponiendo a Arce como su hombre de confianza. Por otra parte, Eva Copa, la cabeza del cogobierno instalado entre el MAS y Añez, en relación al retorno de Evo ya dijo que “Nosotros no creemos que sea el momento adecuado. Él tiene temas que solucionar todavía, pero nosotros a la cabeza de Luis Arce y como Asamblea, tenemos tareas que culminar”. No sería extraño que en breve se produzca una nueva fractura entre el ala que se cargó al hombro la pacificación y negociación con Añez, frente al “evismo” puro. Quinto, que el MAS consiguió capturar buena parte de ese voto indeciso, es decir, de un sector que no lo apoyaba definitivamente, pero que la crisis económica, sanitaria, social, y política que se desató bajo el gobierno de Añez, hizo que el MAS se le presente como el “mal menor”. No por nada, Añez no pudo ni siquiera presentar su candidatura por los bajos guarismos que presentaba.
¿Qué presidente llega a Bolivia? Hay que recordar que Arce siempre fue alguien emparentado con la tecnocracia, y fue uno de los impulsores del “gasolinazo” cuando los números no cerraban. Ahora ha llegado a la presidencia con un programa “albertista”. Tal cual anunció, va a implementar medidas de cara a la situación por la pandemia. Esto incluye: la creación de la canasta solidaria de alimentos entregadas por el Ejército (¿sabrán el Nuevo MAS, el PO, y el PTS, que el candidato al que apoyaron propone al Ejército para repartir alimentos?); prohibición de despidos en el sector público o privado (para la minoría que tiene empleo formal, obvio); el pago de alquileres por parte del Estado; brigadas de asistencia a personas de avanzada edad (Larreta dixit); y habilitar albergues para personas en situación de calle (no vivienda para gente sin casa, sino solo albergues, como propone Kiciloff para Guernica). Como medidas más de fondo, propone: industrialización por sustitución de importaciones; industrialización del litio; producción de diesel agroecológico; y turismo interno. O sea, mercado interno más algún milagro.
Cambiemos litio por Vaca Muerta y diesel agroecológico por soja o chanchos chinos, y tenemos el programa de Alberto. Como para todo eso es necesario plata, Arce también propone no pagar deuda por dos años, igual que Guzmán (serían en total 1.600 millones de dólares), renegociar contrato de hidrocarburos y un “impuesto a las grandes fortunas” (¿Le suena?), emisión de bonos en el extranjero “como ya lo hemos hecho antes porque el mercado le cree a Arce, y este gobierno no lo pudo hacer”. O sea el “imperialismo” no le prestó plata al “gobierno pro imperialista” pero le prestó y le va a volver a prestar al “gobierno anti-imperlialista”. A confesión de parte, relevo de pruebas.
Lo cierto es que la polarización entre Arce y Mesa es la expresión de un proceso que abarca a toda América Latina (sino a gran parte de los países): la fractura de la clase obrera entre una fracción ocupada (Mesa, Macri, Capriles) contra la sobrepoblación relativa (Arce, Cristina, Chávez). Si se sigue creyendo que estamos ante una “oligarquía” minoritaria frente al “pueblo”, seguiremos habitando los reinos del delirio. Obviamente, nadie escucha a un delirante.
Un párrafo aparte corresponde a Camacho, quién se presentó durante todo este tiempo como la “antipolítica”. Si bien en febrero puso a disposición bajar su candidatura a condición de que se apueste por un candidato de unidad para enfrentar a Arce, en las últimas semanas vocifero contra Mesa a quien colocó en el mismo lugar del MAS, sosteniendo que “Mesa era un aborto del MAS” y que “le daba asco la vieja política” que permitía que vuelva el masismo. Camacho es una mezcla entre Espert, en lo económico, y Bolsonaro, en lo político, aunque no le dio la nafta para crecer por fuera de Santa Cruz y Beni. Con todo, redondea una elección que lo acerca al 17% y le va a permitir tener bancadas en la Asamblea Nacional, aunque el MAS retendría los 2/3. No por nada el grupo de Añez ahora lo cuestiona por dispersar el voto y engañar a Santa Cruz. Mientras, el sector ligado a Camacho le enrostró los casos de corrupción bajo su gobierno, el crecimiento de su fuerza en solo 10 meses, y que llevarán a la Asamblea “la voz de la gente”. Seguramente, también creyó que era imposible que el MAS gané en primera vuelta, y apostó por hacer una buena elección parlamentaria y acompañar con un “voto crítico” a Mesa en el ballotage. Lo que la estrategia de Camacho nos permite ver es que Mesa no es “la derecha”, sino un candidato burgués que no es bonapartista (igual que Macri no es “la dictadura”). Esa “derecha” es ocupada por gente como, precisamente, Camacho, que juega y amaga con un proceso de liquidación de masas enteras. Si no podemos distinguir entre todo este espectro, no vamos a poder dirigirnos a las masas bolivianas con una mínima cordura.
La victoria de Arce fue ampliamente festejada por el trotskismo. El PO, quien llamó a votar por Arce, o sea, por el candidato que propuso el programa de Alberto, habló de una derrota a la derecha golpista y a Trump. Siguiendo con la esquizofrenia que lo llevó a votar por Arce, plantea luego que el movimiento obrero y campesino adopte una posición independiente, que se convoque a congresos de bases de la COB. O sea, llama a las masas a que se independicen de aquel que apoyó y llamó a apoyar hace menos de un día… Colocar el triunfo de un gobierno de ajuste como un paso hacia la revolución socialista, solo puede caber en la cabeza de un delirante (o de un mentiroso al servicio de Cristina). El PTS, a través de varios tweets de sus principales referentes y de notas en sus portales, también hablaron de una “derrota al golpismo” y de que llamaban a “defender el resultado en las calles”, con los sectores movilizados. El MAS ridículo fue, como siempre, el Nuevo MAS quien llamó a un voto “ultra-crítico” a Arce, lo que no merece más comentarios. La Tendencia del PO habló de “masazo” para terminar realizando una reinvindicación del peronismo planteando que “La votación cuasi plebiscitaria que recibió Arce, o el año pasado los Fernández, no significa, sin embargo, que representa el canal (no importa si ´deformado´) del movimiento de las masas, como pudo representarlo Perón, en las elecciones de febrero 1946, después del 17 de octubre de 1945. Menos aún en septiembre de 1973 cuando coronó una serie de golpes de estado provinciales y desplazado presidente Cámpora. Es importante esta distinción política para no desnaturalizar la victoria del MAS, la cual no es más, en última instancia claro, que un intento de recomposición del poder político de la clase capitalista”. Más de 70 años y el altamirismo aún sigue viendo elementos progresivos en el peronismo.
Aunque quieran disfrazar la realidad, a un año de su salida, el MAS retorna al poder, luego de haber manejando la Asamblea durante ese tiempo, de haber participado en elecciones sin condicionamientos al partido, y habiendo jugado al desgaste del propio gobierno de Añez. Se cierra este capítulo, pero se abre el del MAS teniendo que gobernar sin el boom de las commodities, sin plata de los organismos internacionales, con una crisis de frente y con quiebres en el interior del partido gobernante.
La izquierda trotskista en su mayoría compró el discurso del MAS y del kirchnerismo. Habló del golpe, del imperialismo y de la derecha. Se desperdició un año para poner en pie una alternativa revolucionaria. No hay forma de explicarles que el MAS, y por definición sus aliados regionales, no traicionan. Hacen lo que hace cualquier burgués. Y la lucha no es contra el “neoliberalismo”, sino contra la burguesía. O sea, hay que discutir la cuestión del poder a riesgo de transformarse en una izquierda puramente testimonial. La realidad mostró que el trotskismo no estuvo a la altura de las circunstancias en el resto de la región y se acerca la hora del estallido en Argentina.
La contribución a la creación del clima ambiente progresista costó muy caro: permitió ataques históricos a las masas y borró a los partidos de izquierda del mapa. Hay que pegar un golpe de timón en forma urgente. Hay que dejar de llamar a luchar contra “la derecha” y señalar al enemigo de clase, la burguesía en todas sus formas. Es necesario construir una izquierda que se disponga a dirigir a toda una clase, la clase obrera, contra todas las manifestaciones de su enemiga, la burguesía. Así, con esos términos tan poco “actuales”. Hay que abandonar esa corrección si queremos poner en pie una dirección que saque a las masas de ese sometimiento a una u otra variante enemiga, que le dé un sentido y un cauce a su voluntad de lucha y que le muestre un futuro diferente, pero posible.
Por una Asamblea Nacional de obreros urbanos, rurales, ocupados y desocupados
Por un plan de lucha contra el ajuste de Arce Por una Bolivia Socialista
Razón y Revolución