“En Afganistán todo tiene un valor excepto la vida humana”

en El Termómetro socialista

Esto lo dice un miembro del Consejo provincial de Herat, Afganistán. En esta ciudad se encuentra el Hospital Loqman Hakim, entidad privada fundada en 2008, el más próspero hospital de trasplantes de riñones en el país. La imagen expone la cicatriz de un donante. Una maravilla de la naturaleza, el hecho de tener dos riñones, pero poder seguir viviendo con sólo uno se transforma, en un país tremendamente pobre (la pobreza abarcaba al 70% de su población antes de la pandemia) en un castigo. Porque ese segundo riñón atrae a personas que lo necesitan y tienen dinero que necesita el portador, y alrededor del riñón se monta el próspero negocio del moderno Hospital Hakim. Los atrasados talibanes son colaboradores del hospital junto con el gobierno, sus enfrentamientos expulsan a los pobladores, los llevan al límite y allí los esperan los corredores de riñones. La cirugía, además, en Afganistán cuesta el 5% de lo que costaría en Estados Unidos y la extrema pobreza permite un suministro constante de riñones frescos. Para el director del hospital son transacciones personales, cómo consiguen el riñón, quien lo quiere donar, quien lo necesita, no es asunto de ellos. El problema no es sólo de ese país, el 10% de los trasplantes globales son negociados económicamente. Muy cerca, a decenas de kilómetros de Herat está la frontera con Irán, allí, entre iraníes, negociar órganos es legal.

En Herat, un imán de 36 años aclara que, si hay consentimiento, el Islam no tiene ningún problema. Está contento, consiguió su riñón por 3500 dólares (por supuesto más la comisión del 2% al corredor de riñones) El precio de mercado está un poquito más arriba, en 4500. El problema de la venta de órganos existe en otros países, los más conocidos China, Pakistán o Filipinas.

Un riñón es igual a otro riñón, por lo tanto, los compradores obtienen algo de la mejor calidad, sin embargo, aunque se puede vivir con un solo riñón, hay que recuperarse. Y esto no está contemplado en la transacción, aunque el comprador cubre la parte indispensable de la recuperación, los donantes (en el caso de que logren pagar sus deudas) vuelven a endeudarse rápidamente por la incapacidad física que arrastran durante largo tiempo.

Para pagar deudas, para hacerse cargo de tratamientos médicos de familiares, para poder sobrevivir, los más pobres entregan su cuerpo al negocio de la salud. No en un país hiper tecnificado sino en una de las zonas más pobre del mundo, que no deja por eso de ser parte del negocio global de la salud.

El aumento de la desigualdad y la miseria, junto a el desarrollo inusitado de las conquistas técnicas llevan a esto, la salud sólo puede romper su pacto con el demonio si abolimos el sistema en el que todo tiene precio menos la vida.

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