El trotskismo a debate (Segunda parte) La particularidad rusa y la verdadera dimensión del “atraso nacional”

en Aromo/El Aromo n° 110/Novedades

Guido Lissandrello

Grupo de Investigación de la Izquierda Argentina

En la entrega anterior, reconstruimos el debate que atravesó a la vanguardia rusa a comienzos de siglo XX acerca del carácter de la transformación que requería Rusia, debate en el cual Trotsky forjó los cimientos de la Revolución Permanente, y abordamos la metodología de trabajo con la cual construyó su teoría. En esta oportunidad, nos detenemos a estudiar el análisis que el Jefe del Ejército Rojo realizó sobre las condiciones particulares en que se desarrolló el capitalismo en Rusia. Se trata de un asunto importante porque nos permite calibrar la verdadera dimensión del atraso, que justificaba la necesidad de una Revolución Permanente. La reconstrucción de ese panorama permite evaluar si la pertinencia de este tipo de revolución en otras latitudes y otros momentos históricos.

La especificidad rusa

Resultados y perspectivas, el texto que esboza por primera vez de manera relativamente acabada la teoría de la Revolución Permanente, no es un tratado abstracto sobre las revoluciones en los países atrasados. Por el contrario constituye, ante todo, un estudio sobre las particularidades de Rusia, a los efectos de explicar por qué ese país podía ser la cuna de la primera revolución socialista triunfante. Es, para decirlo en terminología leninista, un estudio concreto de la realidad concreta.

Trotsky recompone en los primeros apartados de aquel escrito, y volverá a hacerlo en futuros textos, las características excepcionales del desarrollo moderno de Rusia. Parte de reconocer que la particularidad esencial del desarrollo en ese país es “su primitivismo y su lentitud”. Rusia era, ante todo, un país capitalista atrasado. Es importante detenerse en este aspecto y comprender la magnitud de ese atraso, porque el trotskismo actual cree encontrarlo en nuestro país y, en general, en el conjunto de América Latina. Como veremos ahora, lejos está de equiparse uno con otro.

La primera particularidad del desarrollo ruso, era la pervivencia de un pesado aparato burocrático estatal, que fue el resultado del desenvolvimiento histórico del país. Por diferentes motivos que no vienen al caso -entre los que se cuentan condiciones naturales como la geografía desfavorable y la escasa población-, en Rusia se configuró una potente autocracia encabezada por los Zares, que oprimía al conjunto del país por medio de una agobiante punción fiscal, a los efectos de sostener su densa organización militar, burocrática, fiscal y bursátil. Un enorme poder material que agobiaba no solo a las masas, sino incluso a la burguesía local y, en particular, al liberalismo ruso que, en ese contexto, no concebía la posibilidad de una disputa abierta con el absolutismo. De este modo, señalaba Trotsky, el poder financiero y militar de un Estado hipertrofiado parecía inhibir la posibilidad de una revolución rusa, por lo menos encarnada por la burguesía a la manera francesa. En igual sentido, la creciente enajenación del absolutismo respecto de la nación, impedía cualquier marcha hacia el parlamentarismo.

La segunda particularidad rusa tenía que ver con su grado de desarrollo capitalista, la forma que este había adoptado y los límites contra los que chocaba, entre ellos, el propio Estado que encorsetaba las relaciones de producción. Rusia no había permanecido ajena al desarrollo capitalista. Pero había llegado a él de una manera excepcional. Trotsky sigue ese derrotero estudiando el desarrollo de las ciudades rusas, como expresión del desenvolvimiento de la técnica moderna. Hasta las dos últimas décadas del siglo XIX, las ciudades rusas se habían caracterizado por ser simplemente fortalezas militares o puntos administrativos. El caso más sintomático era el de Moscú, la urbe más grande del Imperio, que era sencillamente la residencia del Zar. Las urbes en el zarismo no eran más que centros de consumo, producto del pillaje del Estado que impedía la acumulación de riqueza y la división del trabajo social.

A partir de 1880 se inició un florecimiento de ciudades de nuevo tipo, en donde comenzaba a desplegarse la industria urbana. Sin embargo, esta no siguió el camino tradicional francés, es decir, la emergencia de un artesanado urbano floreciente que fuera transitando una evolución desde la cooperación simple, la manufactura hasta llegar a la gran industria. En efecto, el atraso ruso dio un salto directo hacia esta última fase, la gran industria, a merced de la afluencia de capitales extranjeros que implantaron así un sistema industrial fabril. Nótese que aquí aparece la formulación del desarrollo desigual y combinado de Trotsky, que es el fundamento implícito de la Revolución Permanente. Su explicación es sencilla: el desarrollo capitalista no sigue un camino lineal y los países atrasados no siguen necesariamente el camino de los desarrollados. Justamente, porque estos últimos alcanzaron una etapa superior, pueden empujar a los primero a abreviar o saltear etapas. En palabras del nuestro protagonista:

“Toda la historia de la humanidad se desarrolla bajo el signo del desarrollo desigual. El capitalismo encuentra a las diferentes partes de la humanidad en diferentes grados de desarrollo ya diferenciado […] solo gradualmente este domina la desigualdad que ha heredado, la manifiesta y la modifica empleando sus propios métodos y siguiendo sus propios caminos. […] penetrar en regiones nuevas, de vencer las diferencias, de transformar las economías provinciales y nacionales, encerradas en sí mismas, en un sistema de vasos comunicantes […] oponiendo un país a otro y una rama de la producción a otra, favoreciendo el desarrollo de ciertas partes de la economía mundial, frenando o paralizando el de otras. Solo la combinación de esas dos tendencias fundamentales, consecuencias ambas de la naturaleza del capitalismo, nos explica el vivo entrelazamiento del proceso histórico. El imperialismo acentúa aún estas dos tendencias […] creando entre ellos una estrecha y vital dependencia; aproxima sus métodos económicos, sus formas sociales y sus niveles de desarrollo. […] la interdependencia orgánica de los diversos países, que se ha desarrollado hasta el punto de convertirse en división internacional del trabajo, excluye la posibilidad de la construcción del socialismo en un solo país.”[1]

En este caso, Rusia evitó la etapa de consolidación de una pequeñaburguesía urbana artesanal. Esto es un dato fundamental en la explicación de Trotsky, en tanto y en cuanto, la ausencia de esta clase social, el equivalente a la sansculloterie parisina, significó la ausencia de una base de masas para la burguesía rusa. En efecto, juzgaba que los Sans culottes habían sido la población revolucionaria y quienes habían garantizado la radicalidad del proceso francés. En Rusia estos sectores fueron socialmente insignificantes y, por el contrario, emergió un importante y concentrado proletariado, nucleado alrededor de las grandes industrias. De allí que la burguesía no tuviera potencialidad revolucionaria y sí la detentara la clase obrera. Cuantitativamente, sería una fracción pequeña de las masas -5 millones de obreros que representaban el 16% de la población-, pero políticamente tendría un gran papel que desempeñar, aún incluso más grande que la clase obrera norteamericana, en función de su importancia política para el país. La siguiente cita resume con claridad lo que hemos venido explicando:

“Nuestra gran industria no ha surgido como un resultado de la evolución natural del artesanado. La historia económica de nuestras ciudades ignora por completo el periodo de los gremios. La industria capitalista surge en nuestro país bajo la presión directa e inmediata del capital europeo y se apodera de un terreno virgen, primitivo, sin chocar con la resistencia de la cultura corporativa. El capital extranjero influye en nuestro país por los canales de los empréstitos del Estado y las venas de la iniciativa privada y reúne a su alrededor al ejército del proletariado industrial, sin permitir que surja y se desarrolle el artesanado. Como resultado de este proceso, en el momento de la revolución burguesa, la fuerza principal de las ciudades resulta ser un proletariado de tipo social muy elevado. Es un hecho que no se puede negar y sobre el cual tenemos que basar nuestras conclusiones revolucionarias tácticas.”[2]

Dos lecciones claras se extraen de la cita. De un lado, la burguesía rusa aparece como un sujeto carente de potencialidades como producto de un desarrollo particular. Esto es, las características excepcionales del surgimiento de la industria y la existencia de un pesado aparato estatal. Del otro, es interesante hacer notar que Trotsky reconoce que ese crecimiento industrial fue el resultado de la inyección de capitales extranjeros, pero en ningún momento plantea la existencia de tareas burguesas ligadas a la expulsión de esos capitales. No está pensando como tarea democrática-burguesa la necesidad de un desarrollo capitalista local entendido como aquel protagonizado por burgueses nacidos en Rusia. No hay, por tanto, defensa de ninguna “soberanía” económica. Por el contrario, es la existencia de esos capitales extranjeros lo que hace viable una revolución en tránsito al socialismo. Esto es una diferencia central con el trotskismo hoy. 

Metodológicamente, esta forma de comprender el problema da cuenta de un pensamiento para nada osificado, siempre atento al dinamismo y los hechos concretos, y que no sigue ninguna premisa preconcebida. Trotsky lo resume del siguiente modo:

“Lo que hay es que para una previsión de este género era preciso comprender la desigualdad del desarrollo histórico en toda su concreción dinámica y no limitarse sencillamente a rumiar los textos leninista de 1915 comprendiéndolos al revés e interpretándolos de modo absurdo.”[3]

Paradójicamente, mientras que la ciudad era el terreno en el que estaba ausente la pequeña burguesía, el campo era un espacio donde esta resultaba dominante, bajo la forma de campesinado. Y allí aparecía uno de los principales escollos a la transformación social: “El papel gigantesco del problema agrario y de la cuestión campesina en general, como suelo o subsuelo de todos los demás problemas”. En efecto, la enorme masa de la población era campesina, lo que daba cuenta del grado de atraso del desarrollo capitalista ruso. De allí que existiera toda una intelectualidad campesina o “campesinófila”, de tradición anticapitalista que, si bien no había dado pie a un partido campesino, produjo partidos de amplia base campesina, como el Social-Revolucionario. Estamos entonces frente a un enorme bolsón de relaciones sociales precapitalistas, que son un verdadero escollo al desarrollo capitalista.

El atraso en su real dimensión

Trotsky acababa por concluir: “Rusia está caracterizada en el terreno económico por un nivel relativamente bajo del desarrollo capitalista y, en la esfera política, por la falta de importancia de la burguesía capitalista y por el poder del proletariado revolucionario.”[4] Eso abría la posibilidad a “una revolución engendrada por la contradicción entre el desarrollo adquirido por las fuerzas productoras de la sociedad capitalista y las condiciones políticas y de casta semifeudales y medievales ya caducas”.[5] Es justamente este carácter combinado de desarrollo de las fuerzas productivas con relaciones propias de la barbarie feudal, el que empuja a un proceso en el que se entrelaza la lucha democrática y la lucha socialista, y que convierte al proletariado en el sujeto protagónico.

Como se desprende de lo hasta aquí analizado, la caracterización de Rusia como “país atrasado”, debe ser comprendida en la profundidad en la que el revolucionario ruso la define. No se trata simplemente de un capitalismo que no desarrolló todas las ramas de la producción industrial o que está “subordinado” a potencias imperialistas. El atraso debe ser entendido en un sentido profundo, en la existencia de enormes bolsones de relaciones sociales previas -el campesinado- y en la existencia de un aparato Estatal pesado, herencia también de relaciones previas, que la propia burguesía no controla. Sobre este punto los trotskistas actuales que creen encontrar el atraso en la “dependencia” y la “subordinación” al FMI, librando culpa y cargo a los burgueses locales, deberían tomar nota. Para poder sostener esa caracterización, los compañeros fieles a Trotsky deberían, primero, negar 200 años de historia y mostrar que la burguesía no controla su Estado. Y segundo, defender la existencia del campesinado en un país cuyo población es abrumadoramente urbana y cuyo campo está dominado por gigantes de acero. En esa trampa de la ridiculez, está naufragando la izquierda trotskista hoy.


[1]Trotsky, León: “Crítica al programa de la Internacional Comunista”, en: León, Trotsky: La teoría de la Revolución Permanente, Ediciones IPS, Buenos Aires, 2011, pp. 185-186.

[2]Trotsky, León: “La Revolución Permanente”, 1929, en: Trotsky, León: La teoría de la Revolución Permanente, Ediciones IPS, Buenos Aires, 2011, p. 309.

[3]Ídem, p. 328.

[4]Trotsky, León: “Resultados y perspectivas”, 1906, en: Trotsky, La teoría…, op. cit., p. 63.

[5]Ídem, p. 351.

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