En esta oportunidad, vamos a comentar una película. No para recomendarla (aunque si no la vio, la tiene que ver) ni para hacer una reseña. La vamos a utilizar como excusa para mostrar un aspecto del capitalismo, ese que hace al mundo de la ilegalidad, de la mafia que, aparentemente, es ajena y más poderosa que el mundo visible de los negocios.
El Padrino, de Francis Ford Coppola, se estrenó en 1972 y se mantiene en la consideración general como una de las mejores películas de todos los tiempos. Un film de gánsters, de mafiosos, que bien puede considerarse complementaria de las que se hicieron sobre Al Capone.
Capone fue un gánster nacido en Nueva York en 1909. Escalando en el interior de la estructura mafiosa finalmente se apoderó de ella a través de guerras internas en las que eliminó a todos sus contrincantes. La Matanza de San Valentín en la que asesinó a 5 jefes rivales de una vez, fue su gesta más famosa.
Al Capone fue poderoso y feroz, pero terminó en la cárcel por evasión de impuestos. Aquél que contrataba a sicarios, pagaba a policías y políticos de su bolsillo, cayó preso por no hacerlo de la manera que ordenadamente lo hace el Estado burgués: destinando una parte de la plusvalía total al mantenimiento de un aparato de represión y gobierno al servicio del conjunto de la clase burguesa (eso son justamente los impuestos).
Quizás ese desenlace parezca una broma del destino pero, al contrario, demuestra que el destino es bastante serio. Y que la mafia es cosa de aquellos a los que no les alcanza el piné para funcionar en la legalidad. No aquello que elige eludirla sino aquello que sólo sobrevive por medios espurios a la ley burguesa.
El Padrino retrata bien este problema. En toda la película hay una lucha entre la decisión del padre (compartida durante parte de la historia por Michael) de no involucrar a su hijo menor en la ilegalidad, y a la vez los acontecimientos que hacen imposible no hacerlo. Lo envía a Sicilia, no lo hace parte de los proyectos, lo mantiene al margen. Pero atentan contra su padre, matan a su esposa, acribillan a un hermano, envuelven al otro hermano, aparece el negocio de las drogas, las guerras entre las familias… y Michael se va haciendo cargo, mostrando que tiene con qué, pero enterrando a la vez el sueño del padre. El sueño de que la familia deje de ser mafiosa para acceder al status de la respetabilidad burguesa con Michael como Senador (como lo reconoce Corleone en la famosa escena en el jardín de su casa).
Lo trágico de la trama es cómo se impone un destino, unas fuerzas que no puede controlar, para llevar a Michael a la escena final, dónde la puerta se cierra, para que él se ocupe de esos negocios que no se pueden mostrar a la luz pública, la Famiglia sigue en buenas manos, pero el proyecto de Don Vito ha fracasado.
El Padrino deja claro que un mafioso no es alguien que está por encima de la ley, sino por afuera. Don Vito sabe que hay una sociedad y que ésta tiene sus reglas, que sin atenerse a ellas, el lugar que se puede conquistar es lateral. Don Corleone entiende que la democracia burguesa es la expresión institucional más acabada y dinámica de la diferencia de clase en la sociedad capitalista. Y que la cima es estar dentro de ella, no afuera.
La mafia, la corrupción, no es otra cosa que los atajos que intentan utilizar los que no tienen “tarjeta de cartón” cómo escribió González Tuñón, los que no han sido invitados. Denunciar lo mafioso por sobre lo burgués sólo puede servir para embellecer al capital, al delimitar el funcionamiento bueno (legal) del capital de un funcionamiento malo (mafioso). Ambos son expresiones de lo mismo. Y como bien lo sabe Don Vito Corleone, la verdadera esencia del poder y el dinero, está en la estructura de los capitales concentrados y el Estado que representa al conjunto de la clase capitalista.
De acuerdo en general. Pero…
«Lo envía a Sicilia, no lo hace parte de los proyectos, lo mantiene al margen. Pero atentan contra su padre…». Por favor, revisen el argumento de El Padrino porque no es así.
Quizás sea más significativa la escena de El Padrino III en la cual un Michael en crisis protesta que cuando decide salirse lo vuelven a meter… y a continuación se descompone.
La mafia capitalista también se lleva puestos los cuerpos de sus operadores y no solo, y ante todo, los de sus explotados.
Hay un análisis interesante de Ángel Faretta y Sebastián De Caro sobre todo lo que representa El Padrino.
Si, habría un error en el echo de que lo mandan a Sicilia porque ya es parte del negocio. En realidad Michael se convierte en Don Corlone cuando se propone matar a Sollozzo (incluso la película lo lleva a que se le hinche una megilla). En el libro esto es más explícito cuando Michael dice «dile a mi padre que quiero ser su hijo».