El “modelo” económico de Perón: yuyos, deuda, maquinita de imprimir billetes y la mano en el bolsillo de los jubilados

en La Hoja Socialista 22/Novedades

El peronismo “clásico” surge en un periodo muy particular.  La  Argentina  se  encuentra  bastante  aislada.  La  Segunda  Guerra  Mundial  (1939-1944)  quiebra  el  mercado mundial. La Argentina no puede comprar maquinarias ni insumos a sus vendedores habituales. En la posguerra la mayoría de los países, devastados, no pueden exportar maquinaria porque concentran sus esfuerzos en reconstruir su propia economía.

En este escenario, la Argentina parece ocupar un lugar en el mercado mundial mucho más importante del que nunca había tenido. ¡Hasta por un breve plazo llega a exportar productos  industriales  a  Estados  Unidos!  Pero esto no se debe a sus méritos, sino a que, por el momento, la competencia desapareció. Pero, una vez que la guerra termina, y que los países normalizan su economía, estos vuelven a ocupar su lugar en el concierto mundial, relegando de nuevo a la Argentina. Las ilusiones de Argentina potencia de los años ‘40 son como la euforia de niños de cuarto grado que, por unos días, se creen los dueños del colegio, mientras los mayores salen de excursión. Pero, cuando los de séptimo regresan, cada uno ocupa su lugar en el patio escolar.

El peronismo no transformó la estructura económica de la Argentina. En un primer momento intentó obtener recursos de las exportaciones agrarias para financiar una mayor industrialización. Un organismo estatal, el IAPI (Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio), fue la herramienta usada. La idea original era que el IAPI comprara la carne y los cereales al empresariado rural y los vendiera al extranjero, quedándose con la diferencia. Se esperaba que estos recursos sirvieran para financiar la industria y subsidiar la política social. Así como  el  kirchnerismo  vivió  mientras  pudo de las retenciones a la soja, Perón intentó vivir del IAPI, es decir del agro. Ayer y hoy, políticas al servicio de la burguesía planera típicamente argentina.

Por poco tiempo este proyecto pareció funcionar. En 1946 y 1947 el IAPI obtiene buenos precios en el exterior. Pero, en realidad no le pagan en efectivo, sino a crédito. Tardamos décadas en cobrarle a España el trigo entregado en 1946. Lo que parece en principio un buen negocio termina siendo un desastre. La situación empeora a partir de 1947 cuando mediante el Plan Marshall, Estados Unidos se queda con los mercados que antes le compraban a Argentina.

¿Qué hace entonces Perón? Otra receta también K: crea deuda pública y le da a la maquinita, emite moneda. El resultado ya lo conocemos abuelos, padres e hijos, porque es una constante en el país: inflación. La cosa no termina ahí. El General echa mano a los fondos jubilatorios. Néstor y Cristina no inventaron nada, ¿se da cuenta? El sistema jubilatorio está recién creado, tiene muchos aportantes y pocos jubilados. Sobra dinero en las cajas jubilatorias.

En síntesis, el gobierno se financió con deuda, inflación y robándole a los jubilados. ¿Valió la pena? Para nada. El dinero fue a la basura. Se desperdició sosteniendo  una  industria ineficiente. Por un lado, todo un mundo Pyme caro y de mala calidad. Por el otro, las “grandes empresas nacionales” que fueron una estafa gigantesca. Por ejemplo, IAME (Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado), la joya de la independencia económica argentina, era una improvisada fábrica de autos que nunca despegó. Mientras IAME producía 13 autos por día, la empresa estatal mexicana llegaba a 29 y Renault a 650. Funcionaba tan mal que el propio Perón la privatizó en 1955.

Como se ve, la Argentina no tiene ningún pasado glorioso al que volver. Porque no se puede, y porque jamás funcionó. El peronismo de Perón y el de después de Perón, es solo una estafa de una clase parasitaria que nos chupa la sangre. Los trabajadores no tenemos nada bueno para ganar de su mano.

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