El efecto Venezuela. Sobre los límites exportadores de la industria manufacturera argentina

en Aromo/El Aromo n° 118/Novedades

La recesión económica que arrastra la Argentina desde hace años no es efecto solo del fin del viento de cola. Asimismo, la retracción de las exportaciones no tradicionales puso en aprietos a la frágil economía local. La debacle de un comprador relevante en varios rubros como Venezuela, y la imposibilidad de reemplazarlo por otros mercados, evidencia los límites de la competitividad de estas producciones.

Damián Bil

OME – CEICS

El kirchnerismo suele referirse a su período previo, entre otras nomenclaturas, como “el nuevo modelo productivo”, en supuesta contraposición con el proceso de la década de los ‘90 (el menemismo) y el posterior de la gestión de Macri y Cambiemos; catalogados ambos como “neoliberales” (hemos criticado la periodización en modelos de la historia económica argentina en otro número). Uno de los factores que esgrimen sus ideólogos es la expansión de las exportaciones de la Argentina, sobre todo de los rubros industriales, no tradicionales en la estructura de la economía local. Agregan que esta performance exportadora, como señalan (equivocadamente) muchos de los nacionalistas que estudiaron el incremento de las ventas externas en 1973-74, podría haber sorteado las dificultades de la economía argentina, como la mentada “restricción externa” (el agotamiento cíclico de divisas). Este proceso habría sido abortado en estos años, otra vez, por un gobierno reprimarizador.[i] 

Pero si nos acercamos a los números gruesos, este relato no tiene demasiado sustento. El deterioro exportador de bienes no tradicionales se inicia, por lo menos, en 2013. Luego de registrar las manufacturas un valor exportado de 56 mil millones y medio de dólares en el año de la relección de “La Jefa” (las de origen industrial, denominadas MOI, 28.790 millones), cuatro años después (2015) Cristina deja el gobierno con un valor de 41.237 millones de dólares, al nivel de 2007, un 27% menos que el registro récord de 2011 (y 37,7% menos si solo consideramos las MOI). Paradójicamente, durante el macrismo las manufacturas repuntan levemente, cerrando el crítico año de 2019 con un valor 4,7% superior al de 2015 (solo las MOI estuvieron un 7% por encima). En 2020, pandemia mediante, las exportaciones industriales se volvieron a desplomar: un 18,7% menos con respecto a 2019. Solo en las MOI, una caída del 30,8%. En relación con 2011, un valor casi 54% menor. Si la balanza comercial de este último año signado por el COVID fue superavitaria en más de 12 mil millones de dólares, se debió fundamentalmente a que los bienes primarios y los productos agroindustriales mantuvieron valores cercanos a los niveles del último año; pero sobre todo al desplome de las importaciones a causa de la recesión, que fueron un 14% menores a las ya deprimidas de 2019.

Es decir, no solo el fin del ciclo de alza de los precios internacionales de las commodities, o del “viento de cola” como se denominó coloquialmente, afectó a la Argentina. Asimismo, la retracción de las exportaciones no tradicionales puso en aprietos a la frágil economía local. Proponemos repasar brevemente la evolución de exportaciones no tradicionales durante los últimos quince años, en particular vinculada a la performance de un comprador relevante en varios rubros como Venezuela, y la imposibilidad de reemplazarlo por otros mercados cuando el país caribeño entró en su estrepitosa crisis.[ii]

A fuerza de crudo

Estudiar el comercio exterior de un país y su composición es una vía de entrada para analizar la competitividad de su estructura productiva. Los capitales o sectores de los países que logren producir con mayor eficiencia frente a los de otras naciones, lograrán acceder a mayores porciones del mercado. De esta forma, se encontrarán en mejores condiciones y tenderán a desplazar del mercado mundial a sus competidores que produzcan con costos mayores.

En ese sentido, la Argentina incrementó el volumen de sus exportaciones no tradicionales (particularmente MOI) alcanzando el techo señalado de 2011. En ese proceso, cumplió un rol de cierta relevancia un cliente que fue ocupando renglones: Venezuela. Merced al empuje producido por el acelerado incremento del precio internacional del petróleo, que pasó en la variante WTI de 25,92 dólares promedio por barril en 2001 a casi 100 dólares en 2008, este país experimentó una bonanza económica durante los primeros años del siglo XXI. Entre 2004 y 2013 el PBI creció a una tasa promedio anual de casi el 6%. Las importaciones se multiplicaron: de casi 16.700 millones de dólares en 2004 al máximo de 51.331 en 2012. Un incremento del 208%. Pero a partir de 2014-15, la crisis se ciñó sobre el país caribeño. Las importaciones se desplomaron, a un mínimo de 5.870 millones de dólares en 2019, un 89% menos que 2012.[iii] Esto es una de las tantas evidencias de la bestial contracción de la economía de Venezuela en los últimos años.

En los años de auge, antes de la crisis, Venezuela incrementó sus compras a la Argentina. De un promedio de 242 millones de dólares anuales para 2002-04, el volumen de exportaciones locales al país de Chávez se ubicó para el lapso 2008-14 en un promedio anual de 1.731 millones de dólares. O sea, seis veces más. Para comienzos de siglo, Venezuela era el 32° cliente de la Argentina. Ya en 2006 trepó al 13° lugar, en 2008-09 alcanzó el 10° y en 2013-14 se convirtió en el quinto destino de las exportaciones, solo por detrás de Brasil, China, Estados Unidos y Chile. Vale aclarar que, en la proporción sobre el total, representaba aún en el mejor período un porcentaje menor (apenas el 3% de lo exportado por la Argentina). Pero su lugar era relevante por dos motivos. En primer término, el saldo comercial era superavitario para la Argentina casi en su totalidad: entre 2002 y 2020 el país importó por apenas 21 millones de dólares anuales promedio desde Venezuela. En segundo término, la República Bolivariana se constituyó como principal cliente durante cierta cantidad de año en rubros determinados de la industria, lo que permitió a esos sectores cierta expansión interna. La caída de este cliente, y la imposibilidad de reemplazarlo por otros mercados, mostrará los límites de la producción local. Veamos más de cerca las cifras de algunas de estas actividades.

El peso de las compras sobre industrias seleccionadas

Como señalamos, entre mediados de los 2000 y hasta 2015, Venezuela expandió su demanda de mercancías del mundo. La Argentina fue uno de sus proveedores. Si bien no será el principal socio comercial, Venezuela se convirtió en comprador de peso de ciertos bienes argentinos. Los productos tradicionales como la soja o el maíz y sus derivados, o la carne bovina o aviar, contaron con una obvia participación. Pero a su vez, aparecieron en el “changuito” de las compras bolivarianas en la Argentina productos con menor inserción internacional. Uno de ellos, dentro de la categoría de manufacturas de origen agropecuaria, fue la leche y sus derivados. En esta actividad, para 2012 se exportaron 1.530 millones de dólares. Venezuela se constituyó en el principal demandante, con 359 millones, un 28% más que Brasil. Hasta 2015 seguirá en esa posición, aunque con una demanda en caída. En 2017, su demanda apenas superó los 10 millones de dólares, un 97% menos que dos años atrás. Las exportaciones argentinas se desplomaron a la mitad, y si bien Argelia llegó a colocarse en los últimos años como segundo cliente detrás de Brasil, no alcanza a recuperar la magnitud perdida por la práctica desaparición de la demanda venezolana. Cabe destacar que, si bien la actividad incrementó sus exportaciones durante el último año, aún se encuentra un 30% por debajo del nivel de 2013. En este sector, tenemos una clara muestra de los efectos de la disminución de las compras venezolanas en el caso Sancor, firma que por este motivo (entre otros) en 2016-17 entra en una profunda crisis.[iv]

Otro producto que demandaron los venezolanos desde la Argentina durante buena parte de este siglo fueron los medicamentos.[v] Esta actividad, en la cual el país tiene una larga trayectoria, exportó un máximo de 843,7 millones de dólares en 2015. Ese año, Venezuela representó el 30% de las compras, con 250,4 millones. Sobre todo, fue relevante en la exportación de medicamentos con antibiótico, con corticoesteroides, somatotropina (hormona del crecimiento), con D-pantotenato de calcio o vitamina D3 (suplementos de calcio), albendazol o su sulfóxido (antihelmíntico, para combate de infección por tenia o lombrices), paracetamol (analgésico – antipirético), como los más relevantes. No obstante, la debacle bolivariana golpeó la actividad. En 2017 sus compras cayeron a solo 2 millones, un 0,4%. Las ventas externas del país se redujeron un 35% en relación con 2015. En los últimos dos años, el promedio anual fue de 462 millones de dólares, poco más de la mitad con relación al período 2012-16.

Dentro del campo medicinal, los reactivos de diagnóstico tenían en Venezuela a un comprador de peso, con el 15% de las colocaciones entre 2007 y 2011. En 2014 alcanza el 19% con 2,8 millones. Pero solo tres años después apenas importará 10 mil dólares, un 0,1% del total. Justamente, las ventas externas de la actividad se redujeron un 20% en ese lapso, lo que indica que la debacle de Venezuela afectó la dinámica exportadora sectorial.

Una mercancía no tradicional en la que la Argentina tiene cierto papel en el mercado mundial por lo menos desde la década de 1970 son los tubos de acero sin costura para la industria petrolera. A partir de esta producción, Siderca (Techint) se constituyó como un capital internacional, de los pocos capitales no agrarios argentinos que tiene una posición predominante en el mundo en su actividad. Entre 2007 y 2014, el valor de exportación de este y otros bienes relacionados trepó a 1.123,8 millones de dólares por año. En 2008, Venezuela se ubicó como segundo comprador con 118,6 millones de dólares, aunque luego su volumen de importación comenzó a descender. Aun así, se ubicó como tercer cliente de la Argentina, luego de los EE.UU. y Arabia Saudita. No obstante, a partir de 2014 inició un sostenido declive: ese año adquirió diez veces menos que en 2008 (17,5 millones) y si bien en 2015-16 compró a razón de 27 millones por año, en 2017 cayó a apenas 7. El resto de los compradores (Emiratos Árabes, Canadá, México, Colombia, entre otros), aunque no en la misma magnitud, también redujeron su demanda; a tal punto que entre 2016 y 2020 el promedio de exportación anual fue de 226 millones de dólares, cinco veces menos que en 2008.

Dentro del sector de equipos de transporte, los chasis, carrocerías y partes de vehículos estuvieron entre las MOI con mayor volumen de exportación en el período. Entre 2012 y 2013 se exportaron por año 1.461 millones de dólares. Como ocurre en todo el complejo automotriz, el grueso del intercambio se produjo con Brasil, principal socio del Mercosur. Este país absorbió el 60% de las compras durante toda la etapa bajo análisis. Venezuela se ubicó en el segundo mercado de destino, comprando por 60 millones anuales entre 2006 y 2010 y alcanzando los 77 millones de dólares solo en 2011. A partir de ese momento, su participación disminuye de forma sostenida. Para 2017, apenas adquirió 4 millones a este sector. En consonancia, aunque en menor medida, prácticamente todos los clientes reducen su demanda de la Argentina (Brasil, Estados Unidos, México, España), con la única excepción de Alemania. En los últimos dos años, se exportaron por año 570 millones, un 60% menos que en el pico de 2011. En esta misma cadena, la Argentina llegó a exportar casi 4.200 millones de dólares de automóviles al año entre 2010 y 2013. Brasil es el comprador casi exclusivo, pero Venezuela logra ubicarse en el segundo lugar en 2012, con 89 millones de dólares en compras. Pero a partir del siguiente año, su demanda se desploma. En 2016 solo comprará automóviles por 38 mil dólares. El resto de los clientes también deprime su demanda, al punto de exportar el país en 2019-20 apenas por encima de los 500 millones de dólares, ocho veces menos que en 2013.

El caso de los tractores es interesante, ya que es una de las ramas donde Venezuela explica el grueso de las exportaciones a partir de 2009, cuando la demanda brasileña prácticamente desaparece. Por ejemplo, en 2012 Venezuela compró por 46,6 millones del total de 52,7 millones que la fabricación local de tractores vendió al exterior. Cinco años después, en 2017, el sector apenas despachó por un valor de 1,6 millones, concentrados en Paraguay y Chile. Venezuela solo adquirió un 4%, 68.000 dólares. Ocurre algo similar, aunque no tan concentrado, en las máquinas de cosecha, donde Venezuela es el principal cliente en 2012-13 con el 40% de las compras totales (cerca de 153 millones de dólares por año). Ya entre 2014-15 cae la demanda general para la Argentina. Si bien disminuyen las compras de todos, Venezuela lo hace más rápidamente. En 2017 es solo el 0,2% de las compras de la actividad.

En lo referente a las máquinas y equipos diversos, ocurre lo mismo en varias producciones. Por ejemplo, en los subcapítulos que incluyen motores y generadores, grupos electrógenos, transformadores y sus partes Venezuela tiene una participación destacada en 2012-13, cuando supera a Brasil como principal cliente. En esos años importa por 62,4 y 36,7 millones, respectivamente. De ahí inicia un franco declive en la solicitud de este equipamiento, para quedar en 1,2 millones en 2017. A diferencia de otras actividades, el incremento de pedidos de clientes específicos (Colombia y los Emiratos Árabes) permitió una recuperación en 2017, aunque en los tres años posteriores retomó el ciclo descendente para quedar las ventas externas del sector cinco veces por debajo de los valores de 2013.

Venezuela llegó a ser el principal comprador de grúas, carretillas, apiladoras y otros aparatos de elevación de la Argentina en 2010, con 16 millones de dólares, monto que mantuvo al año siguiente (aunque Brasil pasó al primer lugar con un fuerte incremento de sus compras). Pero luego de 2014 prácticamente desaparece: en 2017 registra apenas 50.800 dólares de importación desde Argentina; lo que acompaña la debacle del sector que registra en los últimos tres exportaciones por menos de la mitad del valor de 2011.

Otro tanto ocurrió con las turbinas, turborreactores y demás máquinas motrices. Venezuela llegó a comprar el 62% de las exportaciones argentinas en 2012-13 (78 millones en el bienio sobre 126 millones exportados en total). Pero desde 2014 las exportaciones se reducen considerablemente, con Venezuela casi sin peso: solo 258 mil dólares por año en 2015-17.

Por último, para señalar otro capítulo o gran actividad distinta, podemos mencionar el sector editorial. Entre los impresos varios, la Argentina exportó, entre 2006 y 2012, 29,5 millones de dólares al año. Venezuela fue el principal destino durante varios ejercicios. En 2011 alcanzó el punto máximo con 11 millones en compras. Pero ya para 2016, apenas compraba 1,9 millones y al año siguiente solo 370 mil dólares. Ello, junto a la merma en las ventas a Uruguay y Brasil, explican la marcada caída de exportaciones: 8,9 millones para el lapso 2015-18 y apenas 4,2 millones para los dos últimos años.

Límites crónicos

Podríamos seguir listando actividades donde la demanda venezolana se ubicó entre los primeros lugares a comienzos de la segunda década del siglo, y nos encontraríamos en todos los casos con la misma o muy similar trayectoria. A algunos de estos sectores puede sumarse la contracción de la demanda brasileña, que le agrega una complicación más a la cuestión, lo que analizaremos en otra entrega.

La pérdida de peso en mercados externos se reflejó en la recesión interna. Un indicador de ello es la capacidad utilizada en la industria, que pasó de casi 79% en 2011 a 59,4% en 2019. En la industria del papel, de 82,4% en 2016 a 70,8% en 2019; en edición de 82,7% a 57,8% y en la química de 83,1% a 62,9% de 2010 a 2019. En la automotriz, donde la mitad de lo fabricado localmente se exporta, se pasó de un 73,8% en 2011 a un 34,6% en 2019. Ante la saturación del mercado interno y la imposibilidad de colocar bienes en el exterior, la producción física se estancó: la cantidad de leche producida se redujo un 21% entre 2015 y 2020; las cantidades de bienes de la siderurgia (hierro primario, acero crudo, laminados) un 26%, y los automóviles un 51%; solo para señalar algunos de los más relevantes.[vi]

Hay que destacar que muchos de los sectores exportadores que observamos, y otros tantos que quedaron fuera de esta revisión, son terreno del denominado “mundo PyME”. Si a empresas como Sancor o Techint la debacle de Venezuela a partir de 2014-15 (y la caída de otros compradores) los afectó, imagine el lector los efectos sobre estos pequeños capitales en general poco competitivos. Este fenómeno se inicia antes de la llegada de Cambiemos, que en todo caso les aplica el golpe de gracia a muchos de ellos.   En definitiva, observamos que Venezuela se constituyó en un cliente relevante en diversos sectores de la industria manufacturera hasta la primera mitad de la década de 2010. En ese sentido, su debacle económica es un elemento que contribuye a explicar la crisis local. Incluso en sectores donde no es el importador mayoritario (como en la automotriz), la virtual desaparición de su demanda es parte del problema. Lo que marca este relevamiento es que la contracción en las compras desde Venezuela (y en distinta medida de otros compradores regionales como Brasil o Chile), no tiene contrapeso en la conquista de mercados que los reemplacen. Es decir, buena parte de las exportaciones no tradicionales que dieron la impresión de una mejora competitiva y de un cambio de comportamiento durante el supuesto “modelo productivo”, estuvieron basadas en un incremento de la capacidad de compra de clientes particulares y no en un proceso de aumento genuino de la productividad. En ese punto, la industria argentina no logró abrirse paso hacia otros mercados, más allá de los acotados de la región. Cuando esta demanda se deprimió, la estructura productiva argentina volvió a sufrir sus déficits crónicos. No hubo ningún cambio de comportamiento en la primera etapa kirchnerista, ni bajo el macrismo, ni ahora. Los capitales que operan en el país siguen siendo insignificantes a escala mundial, incapaces de desarrollar las fuerzas productivas. Solo se podrá sostener una potencia exportadora transformando las relaciones sociales de raíz, bajo el Socialismo: expropiando a la burguesía, concentrando los medios de producción bajo control de un Estado obrero, y aplicando todos los recursos al incremento de la productividad y al desarrollo de una poderosa industria de alto contenido tecnológico, que permita ingresar al mercado mundial con esas mercancías y elevar el nivel de vida de la población.


[i]Una discusión con el mito de las “tendencias exportadoras de la economía argentina” en estos primeros años de los ‘70 y su reemplazo por un supuesto modelo especulativo, para un caso particular, puede verse en Bil, Damián: “El análisis de las exportaciones de maquinaria agrícola argentina como expresión de su competitividad (1960-1976)”, en Revista Galega de Economía, Santiago de Compostela, Vol. 22, n° 2, diciembre 2013, pp. 193-218.

[ii]Prometemos a nuestras/os lectoras/es el análisis de las compras del principal socio comercial, Brasil, en una próxima entrega de este estudio.

[iii]Los datos corresponden a las bases de la OMC, Banco Mundial y UNComtrade. 

[iv]Un análisis detallado del caso Sancor en Bil, D., Cominiello, S. y Hansi, V.: “La crisis de acumulación en la Argentina a partir del estudio de caso de una empresa del sector lácteo”, en Projeto Historia, Sao Paulo, v. 68, mayo-agosto de 2020, pp. 176-217.

[v]Productos agrupados en el subcapítulo 3004: “Medicamentos constituidos por productos mezclados o sin mezclar, preparados para usos terapéuticos o profilácticos, dosificados (incluidos los destinados a ser administrados por vía transdérmica) o acondicionados para la venta al por menor”. Entre ellos, más de 181 partidas arancelarias entre los que se encuentran drogas o medicación conocida por ejemplo los que contienen penicilina o derivados (como la amoxicilina), los que contienen hormonas corticoesteroides, oxitocina, sales de insulina, levotiroxina, codeína, ácido retinoico, nitroglicerina, clembuterol, paracetamol, alprazolam, diclofenac, entre muchos otros.

[vi]Datos de Capacidad utilizada y de Estadística de Productos Industriales, INDEC.

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