Editorial: Los límites de la política burguesa y las tareas de la izquierda

en El Aromo nº 92/Entradas/Novedades

editorial1Fabián Harari

Editor responsable

La palabra no deja de recorrer las discusiones: la herencia. Para el gobierno, un peso con el que hay que lidiar. Para sus críticos liberales, un mal que hay que extirpar. Para lo que queda del kirchnerismo y una parte de la izquierda, una conquista que hay que defender con una “resistencia”. Todas estas discusiones se refieren a la economía: los planes, las tarifas, el tipo de cambio, el sistema impositivo o la productividad del trabajo.

Que Macri debe navegar con problemas económicos similares a las de su predecesora, es evidente. Que está proponiendo soluciones virtualmente idénticas, también. No en vano Federico Pinedo dijo que ellos iban a hacer “un gobierno de izquierda de verdad”. Lo curioso es que también debe hacerse cargo de la “herencia” por la negativa: el ataque a la clase obrera ocupada y a la pequeño burguesía. La modificación del impuesto a las ganancias (que incorpora más gente), los despidos en el Estado, las paritarias, la inflación, indispusieron a la base electoral clave de la victoria macrista. Frente a la CGT, el gobierno apeló al mismo argumento que Cristina: deben resignar ingresos para financiar la asistencia social. Se perfila así la alianza que se intenta en un populismo de derecha. Mauricio, en eso, fue muy claro: prefiere un paro nacional a un escenario de saqueos en diciembre. Ahora bien, ¿cuál es el impedimento puramente económico para eliminar planes sociales o para dolarizar las tarifas? Ninguno. Es un problema político.

Macri ingresa al poder en un escenario cercado por una serie de limitaciones económicas y por una configuración particular de fuerzas sociales. Pero hay un elemento de mayor peso en este cuadro: el gobierno carece de una estructura política propia. No tiene un partido nacional real, no tiene organizaciones de asistencia, no tiene una corriente en el movimiento sindical, ni siquiera una corriente empresarial propia. Tiene que “alquilarla”. Es decir, apelar a gobernadores, intendentes y organizaciones barriales, mayormente opositoras, mediante el envío de fondos. Un funcionario de alto rango confesaba resignadamente que estaban financiando la campaña opositora del año que viene. La esperanza es que el dinero asegure lealtades.

He aquí la herencia más pesada: la descomposición general de la política burguesa. No hay partidos burgueses. A los problemas del locatario (Mauricio), hay que agregarles los problemas del locador (el PJ, principalmente, y la UCR). El peronismo se ha convertido en un archipiélago de facciones: Urtubey, la CGT, los ex kirchneristas, los kirchneristas críticos y los ortodoxos…

Todo esto nos remite al escenario del 2001. La cantidad de consecuencias es enorme, pero el dato que debe tenerse en cuenta es la ausencia de un vínculo político fuerte entre la burguesía y la clase obrera Concretamente, la falta de un partido burgués de masas. Pero no es solo eso. Ni siquiera han podido reconstruir partidos “de cuadros”, como lo eran el PJ o la UCR en los ’90.

Hay una serie de causas por las cuales la burguesía argentina no ha podido reconstruir ese partido. En primer lugar, la alta fragmentación social, (sobre todo del proletariado, pero no únicamente), lo que hace muy difícil reunir a ese conjunto con realidades y experiencias tan disímiles. Es una dificultad que no es privativa de los partidos de la clase obrera.  A ello se suma el “adelgazamiento” de la burguesía (sobre todo, capas menores), lo que disminuye su capacidad de elaborar un movimiento político propio.

En segundo lugar, hay una falta de estructuración general de la vida social de la mayor parte del proletariado y, crecientemente, de la pequeño burguesía proletarizada. La escuela, el club de barrio, el trabajo e incluso los vínculos familiares se han erosionado en forma creciente. Por lo tanto, cuesta ordenar políticamente a quien está desorganizado vitalmente. El resultado es que la acción estatal se limita simplemente a contener, pero no va más allá. Por eso, los movimientos como Evita o Barrios de Pie viven de los planes y los comedores y no tienen problemas en cambiar el signo político de un día para el otro (recordemos que Barrios de Pie llevó de candidato a Prat-Gay).

En tercero, para armar un partido realmente estructurado, además de plata y una base social definida, hace falta un disciplinamiento hacia afuera y hacia adentro, lo que incluye dosis variables de violencia. Por ejemplo, no puede entenderse el peronismo de 1945 sin la represión al PC y a los socialistas. Pero tampoco, sin la represión a elementos díscolos de su propio movimiento (Luis Gay, Ángel Borlenghi). En los ’70 es mucho más claro: se reprime a la izquierda, a los Montoneros y a los gobernadores que no se alinean. Ni Néstor ni Cristina tuvieron ese consenso para intentar llevar adelante semejante muestra de poder. Ni la burguesía ni la clase obrera permitían eso. El mismo motivo que los obligaba a tamaña reestructuración política era el que la impedía.

Luego de la “transversalidad”, el intento más serio de unir lo disperso lo acaudilla el papa Francisco. Su propuesta incluye la unificada CGT (a través de Gerardo Martínez y Oscar Mangone), que enseguida clamó por la reorganización del PJ. Pero también hace pie en la sobrepoblación relativa a través de la CTEP, que acaudilla a Barrios de Pie, Evita y la CCC. El proyecto de que los desocupados estén enmarcados en obras sociales manejadas por la CGT procura unificar ambas fracciones bajo la dirección de la Iglesia. Por ahora, juntar al PJ, a Massa, al kirchnerismo, a la CGT y a los desocupados parece una utopía. Pero Francisco no se rinde…

Más allá de estos intentos, el escenario es el de la descomposición política. En ese contexto, la política está atada a la cantidad de plata. No es una formulación economicista. La plata solo relaciona aquello que carece de otros lazos más sólidos. Y, como no los hay, lo hace muy precariamente. La plata no construye un movimiento político, construye caudillos electorales. La sumatoria de estos no da una estructura política, sino una lucha facciosa.

El resultado, entonces, es que la clase obrera no tiene ninguna “identidad”. No tiene ningún lazo fuerte con la burguesía. Está excesivamente fragmentada y carece de una estructuración vital. Es un obstáculo y una oportunidad grande. O sea, un desafío. Que no será eterno. No hay ninguna garantía de que Francisco, o cualquier otro, no logre su cometido.

Por eso, la izquierda tiene que ser el elemento que reconstruya la unidad y logre estructurar a esa clase obrera. Pero, ante todo, debe comprender una serie de cosas. Primero, ya no es suficiente estar en los reclamos sindicales o barriales. Eso tiene que ver con la clase obrera de la posguerra. Hoy en día hace falta ser un factor en la reconstrucción de la vida social. Hay que asignarse tareas más ambiciosas y amplias de educación del proletariado. Si la vida social está en crisis, los partidos deben asumirse como elementos organizadores y proponer una recomposición de nuevo tipo: el Socialismo. Otra vez, el problema de la clase obrera excede al salario y a la canasta familiar. La propuesta debe tener un horizonte más amplio. Hace falta un destacamento que batalle por una Cultura Socialista. Una cultura que represente los intereses de la clase obrera.

La herramienta para llevar estas batallas es el Partido. La construcción partidaria implica reunir los elementos dispersos y darles una dirección. Eso es a lo que se está negando el FIT. Para lo primero, habría que incorporar a todas las organizaciones revolucionarias que no concilian con ningún programa burgués (léase, kirchnerismo). Para lo segundo, un gran congreso de militantes, que vote un programa y una dirección. Los que estamos afuera, lo hemos pedido. Los que tienen pantalones, que se los pongan.

8 Comentarios

  1. El analisis esta acertado en conclusion la reestructuracion es una necesidad la cual no puede ser retrazada aun mas por el si.ple hecho de que ya no hay mas excusas para no hacerlo. Los obstaculos estan reconocidos, el planeamiento parece tener concenso, ademas de ello los planes de concepcion parece que han sido reconocidos y por ultimo creo el trabajo ya ha comenzado. Aun mas se save que el camino es turbulento y nada facil de recorrer pero se tiene el conocimiento y la conviccion necesarios para la continuacion de la lucha para la total emancipacion de la clase trabajadora del yugo explotador del Capital. Adelante Compañeros. Hasta la Victoria Siempre.

  2. No me queda claro el concepto de «ausencia de un vìnculo polìtico fuerte entre burguesìa y clase obrera». Salvo que uds vean como posible una revoluciòn en la argentina, el poder econòmico va a seguir en manos de la burguesìa, por màs mediocre que esta sea. Y el poder polìtico va a seguir en manos de los polìticos burgueses, Sea Cristina, Macri, Massa o quien fuere. El desmoronamiento de los partidos burgueses es real, pero eso no implica necesariamente un ruptura del orden burguès : si las circunstancias lo requieren la burguesìa recurrirà a personajes ajenos a la polìtica y algùn dia Tinelli o Susana Gimenez podrìan ser presidentes. Es decir que el vìnculo burguesìa / clase obrera puede tener otra forma, pero no me parece que se haya debilitado.

    • Buenas Mariano. Practicamente ya te estás contestando al hablar de «que el vìnculo burguesìa / clase obrera puede tener otra forma». Esa otra forma de hecho la tiene, razón por la cual no hay un «vìnculo polìtico fuerte» sino otro tipo de vínculo. Esto no tiene que ver con que clase social tiene la dirección de la organización social. Claro está que en cualquier sociedad capitalista «el poder econòmico va a seguir en manos de la burguesìa, por màs mediocre que esta sea.». El punto es que esa burguesía carece de una organización política sólida. «Sea Cristina, Macri, Massa o quien fuere» que lleve las riendas del país, mas o menos con el mismo grado de representación para la clase obrera, habla de eso. Luego, que sea «posible una revoluciòn en la argentina» es un pensamiento no solo completamente válido, sino también elemental. Directamente no tendría sentido ninguna lucha por el socialismo si eso no fuera posible. Ahora bien ¿por que es posible? porque el poder político está en disputa y según el desarrollo de la lucha de clases se va a poder lograr en mayor o menor medida. Ver «como posible una revoluciòn en la argentina» no quiere decir que se crea que tiene que ser inmediata dicha revolución. En ese sentido, como militantes revolucionarios no podemos sino seguir luchando en contra del capitalismo y a favor de la construcción del socialismo. Un abrazo

  3. Me parece una análisis del campo (de la realidad), y sin un análisis concreto no se puede avanzar (como en la guerra), sino seria un suicidio, como lamentablemente lo han hecho muchas organizaciones sociales inclusive que eran de izquierda -supuestamente-. Es necesario e imperioso comprender en la realidad que estamos y las posibilidades que nos ofrece la misma, aunque no todo está preventivamente esperable a como sucedan los hechos, en caso de una partido de izquierda que realmente pueda disputar una elección nacional. En este último punto faltaría un análisis en como reaccionará la burguesía, dado que es inocente pensar que solo se quedará sin reaccionar ante una elección perdida, sobre todo la burguesía internacional. Creo que más allá del buen análisis se debe un análisis del campo burgués internacional, al menos latinoamericano. Lo demás, nos invita a poder apreciar lo concreto de construir una verdadera fuerza de izquierda socialista que pueda disputar el poder, sobre todo con el debilitamiento del sistema burgués que no deja de dejar posibilidades que a la vez no debemos ni podemos dejar de desaprovechar.
    Gracias

    • Carlos: Acuerdo en buena parte con ello. En realidad, hace años venimos investigando la política burguesa y la economía internacional, colaborando con notas realmente «de fondo», como podés ver en esta última edición de El Aromo, con las importantes notas sobre Brasil, y el juicio a Dilma. También podés buscar en las ediciones anteriores todos los trabajos del Laboratorio de Análisis Político (LAP) y del Gabinete de Análisis Internacional (GAI). Saludos, Juan

  4. Coincido en la necesidad de la lucha por el socialismo. Es solo que la crisis del los partidos burgueses tradicionales no me parece necesariamente un indicio de que la burguesía carezca de una organización política sólida; si hace falta, la burguesía puede crear nuevos partidos . El Pro por ejemplo, hace apenas 15 años no existía, y aliándose con la UCR y y el ARI llevó a Macri a la presidencia de la nación.

  5. Mi punto es este: si un partido burguès de formaciòn tan reciente, y que ademàs carece – como bien lo explica el aromo – de un aparato partidario a nivel nacional, puede ganar las elecciones nacionales y llevar a su hombre a la presidencia, no creen que tal vez ese supuesto debilitamiento de la relaciòn burguesìa/clase obrera no sea tal ?

  6. Creo que la verdadera ruptura del vínculo burguesía/clase obrera comenzaría con el fortalecimiento de su opuesto, el vínculo clase obrera/partidos de izquierda. Algo que en argentina no sucede, sea por incapacidad de los dirigentes de esos partidos o por otras causas.

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