El acuerdo para el sector automotriz: ¿Qué nos están prometiendo?

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automotrizMacri anunció la firma de un acuerdo con las patronales automotrices y autopartistas (ADEFA y AFAC) y los sindicatos automotriz y metalúrgico (SMATA y UOM) que consiste en una serie de promesas para el conjunto de la industria. En medio de una oleada de despidos y suspensiones en el sector, el Gobierno lanzó una serie de medidas con la esperanza de alcanzar la producción de un millón de unidades para 2023. Para conseguirlo, se supone que en los próximos tres años las empresas deberían invertir 5.000 millones de dólares y cumplir con la utilización de un 35% de autopartes locales. Para que la producción pueda crecer el gobierno cree que puede ampliar el mercado incentivando la demanda local mediante la baja de impuestos a la compra de 0 km e incentivando las exportaciones a países por fuera del Mercosur, disminuyendo las retenciones a la exportación. Todo esto suena muy alentador para los obreros: se generarían 30 mil puestos de trabajo. Seguramente muchos compañeros suspendidos estarán pensando que es una gran iniciativa y que recuperarán su trabajo. ¿Pero qué nivel de realidad tienen estas promesas?

Detrás de estos anuncios grandilocuentes, se esconden malas noticias para los trabajadores que pasaron desapercibidas. Macri se refirió a mejorar la competitividad y la productividad. Eso, en términos de la producción capitalista, no significa otra que cosa que mayores penas para los trabajadores. Un simple ejercicio de matemática ya nos da la pauta: si el plan se cumple, el empleo en todo el sector crecería un 25% mientras la producción lo haría un 150%. O sea, se produciría muchísimo más con relativamente menos obreros por unidad. Esto no es una novedad, sino el funcionamiento normal de la industria bajo el capitalismo. En la Argentina (y podría replicarse el cálculo para cualquier país del mundo) la industria automotriz fue mejorando su productividad a costa del trabajo. Por ejemplo, en 1975 se producían 240.036 autos con 54.556 obreros y cuarenta años después, en 2015, se produjeron 543.467 unidades (125% más) con 30.137 obreros (44% menos). O sea, que el aumento de la producción y de la productividad fue en detrimento de los puestos de trabajo. Además de esto, la idea que se generará trabajo por una mayor utilización de autopartes locales es una utopía burguesa que se intentó concretar desde Frondizi para acá y nunca funcionó. Por tanto, no hay razón para creer que mayores inversiones en tecnología y mayor producción generarán más puestos laborales. Más bien la tendencia indica lo contrario.
Más allá de la improbable promesa de nuevos puestos de trabajo, la referencia al problema de la productividad y de la competitividad esconde la búsqueda de un incremento de la explotación por otra vía más: la degradación de las condiciones de trabajo y de los salarios. Por un lado, se anunció que se buscará reducir el ausentismo y que se reverán algunos puntos de los convenios colectivos de trabajo. Esto no puede ser anuncio de otra cosa que de una mayor precarización y presión contra el uso de licencias, en especial las licencias por enfermedad que los trabajadores del sector necesitan para paliar el tremendo desgaste físico que sufren merced a las condiciones laborales a las que están sometidos. Por otro lado, la referencia a la competitividad necesaria para exportar remite también al problema del salario. Es evidente que para competir con países donde los salarios son más bajos que los argentinos, las empresas necesitan reducir ese “costo”.
El anuncio pretende calmar las aguas entre los compañeros que están desesperados porque saben que los despidos están a la orden del día. Pero la realidad indica que nada de todo esto va a traer alguna solución. Los compañeros de General Motors decidieron romper con el servilismo del SMATA y luchar contra las suspensiones. Si todos los trabajadores, en cada terminal, nos organizáramos para pelearla juntos, podríamos terminar con la política del sindicato que está más atento a los problemas de la patronal que a los nuestros. En lugar de contentarnos con promesas vanas, tenemos que exigir el fin de los despidos y las suspensiones, porque el sindicato tiene que ocuparse de nosotros ahora. Si a la actual dirigencia no le importa, entonces hay que echarla.

Razón y Revolución

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