EE.UU. ha cesado de crecer – Por Osvaldo Regina

en El Aromo nº 78

regina image EA77Debate con los economistas burgueses sobre las salidas a la crisis

Pese a que muchos auguran que la crisis de los EE.UU. ya pasó, renombrados economistas como Paul Krugman o Lawrence Summers alertan que el estancamiento va para largo. Nuestro colaborador analiza el carácter de esta caída que alerta al establishment y pone en cuestión las salidas que estas eminencias del pensamiento burgués proponen.

Por Osvaldo Regina (Colaborador)

“La caída del dinamismo viene des­de 1980, y se expresa en que casi no hubo inflación ni altas tasas, a pesar del altísimo nivel de endeudamien­to familiar registrado entre 1985 y 2007. Esta situación próxima del crecimiento cero podría no ser un estado de cosas temporario sino una nueva normalidad. Podría tra­tarse de un caso de ‘estancamiento secular’, un estado persistente en el cual una economía deprimida es la norma, con episodios de ple­no empleo escasos y alejados entre sí. La evidencia sugiere que, ahora, el estado normal de la economía estadounidense es el de una suave depresión cuyos breves episodios de prosperidad ocurren solamen­te gracias a burbujas especulativas y a un nivel de endeudamiento insostenible”.

Esta visión no corresponde a un pronóstico del Programa de Transi­ción de 1938, ni a las declaraciones recientes de un comité de la 4ta In­ternacional, ni tampoco a la carac­terización de la situación económi­ca en un periódico anticapitalista de los EE.UU. Se trata, en cambio, de algunos de los aspectos subrayados por el profesor de Princeton y Pre­mio Nobel de Economía en 2008, Paul Krugman,1 sobre algunas ideas tratadas durante un seminario del Fondo Monetario Internacional (sic) realizado en Washington, el 8 de noviembre del año pasado: la IMF Fourteenth Annual Research Conference in Honor of Stanley Fis­cher. La principal ponencia sobre este tema fue la del economista Lawrence Summers2, profesor y ex presidente de Harvard, ex eco­nomista jefe del Banco Mundial, Secretario del Tesoro con Clinton y Director del National Economic Council con Obama hasta 2010.

¿Qué tan grave es lo que está pa­sando en la economía yankee para que los economistas del establish­ment demócrata se planteen pers­pectivas tan ominosas sobre la Meca del capitalismo mundial? Es que el crecimiento de la economía estadounidense viene perdiendo fuerza desde principios de este siglo y tiende peligrosamente a un estado de estancamiento a largo plazo. La falta de crecimiento en el volumen de la producción no excluye la ex­tracción de ganancias, pero poten­cia la incertidumbre actual del mer­cado de trabajo y la concentración del ingreso. Más desempleados por mayor tiempo y peores salarios se­rán el resultado, si se detiene la ge­neración neta de nuevos puestos de trabajo atenazada por tres factores: ventas que crecen poco, el cambio técnico que continúa ahorrando empleos y la población de jóvenes trabajadores que se vuelca sobre las empresas buscando su primer empleo.

Más allá de los vaivenes del mercado, con sus avances y retrocesos de cor­to plazo en los niveles de actividad y empleo, el análisis de largo plazo de las estadísticas yankees muestra una disminución sistemática de las tasas de crecimiento e incluso caí­das importantes en el derrotero de la inversión física, un factor clave para sostener el empleo bajo el capitalismo. Se puede ver que, entre 1996 y 2000, el producto interno bruto (PIB) había acumulado un crecimiento quinquenal del 23,5% y la inversión 51,6%. Sin embargo entre 2006 y 2010 el PIB creció sólo 3,8% y la inversión no sube sino que cae 21,2% en total durante esos cinco años. Finalmente, el de­sempleo se dispara durante la crisis financiera al 9,3% (promedio para 2009) y a 9,6% en 2010 y le cuesta mucho retroceder luego de supera­da la crisis, llegando a 2013 con un elevado 7,4% de desocupados.

A continuación, el gráfico sobre la tasa de crecimiento muestra la evo­lución del PIB y de la inversión en equipo productivo y construccio­nes. Allí se ilustra la tendencia de cada una usando promedios mó­viles con las tasas de crecimiento del quinquenio terminado en cada año de la serie. El segundo gráfico ilustra los efectos de esta situación sobre el desempleo, especialmente se ve una excesiva demora en volver a valores normales luego del gran salto originado en la crisis finan­ciera (ver gráficos).

¿Qué proponen hacer estos aca­démicos ante el “estancamiento secular” de la economía yankee?

En un artículo de enero pasado, Krugman sintetizó la perspectiva de bajo crecimiento y las políticas económicas en juego, a la par que extendió el horizonte del “estan­camiento secular” más allá de las fronteras de los EE.UU. al sugerir que Europa, igual que antes Japón, podría entrar en su propio estanca­miento de largo plazo, a la vez que los subdesarrollados entrarían en crisis:

“El problema real -dice Krugman-es que las economías más ricas del mundo -los Estados Unidos, el área del Euro y pequeños participantes también- han fracasado en revertir sus propias debilidades de fondo. Enfrentados con un sector privado que quiere ahorrar demasiado e invertir muy poco, hemos llevado a cabo políticas de austeridad que profundizan las fuerzas de la rece­sión. Peor aún, todo indica que, al permitir que el desempleo apeste, estamos deprimiendo en nuestro largo plazo tanto como en el corto las perspectivas del crecimiento, lo que va a deprimir más aún a la inversión privada. Además, buena parte de Europa ya está en riesgo de una trampa deflacionaria al es­tilo japonés y una crisis de los mer­cados emergentes podría convertir ese riesgo en una realidad”.3

Pero ni Krugman ni Summers analizan las causas sistémicas de que gobiernos de diferentes países y coloración política decidieran, casi al unísono, poner en marcha esas políticas de austeridad. Es decir, tampoco explican que ese clima depresivo resulta ideal para pro­longar los actuales niveles elevados de desempleo y, con ello, intentar un abaratamiento sustancial del costo laboral de las empresas con el objetivo de remontar la brecha de competitividad comercial.

Para sostener tasas de crecimiento, socialmente aceptables y superiores a cero, Krugman y Summers plant­ean, con pocos matices, profundizar el programa keynesiano contra la depresión:

Necesidad de tasas de interés que sean inferiores a la inflación y, para lograrlo, propugnan estimular el alza de los precios (“sustancialmente más altos y mantenerlos ahí”).

Desalentar el ahorro, porque hiere a la economía y no restringir el en­deudamiento ni los déficits porque eso profundiza la depresión.

Aumentar el gasto: si fuera privado y productivo mejor pero, si eso no fuera posible, que el mayor gasto sea entonces improductivo y con fondos públicos.

Los tres puntos mencionados tien­den, de manera evidente, a una des­organización creciente del sistema monetario, de las finanzas privadas y del financiamiento estatal, cuya mera posibilidad debería relevar de mayores pruebas acerca de la falta de una salida capitalista orgánica a las contradicciones acumuladas en­tre la sociedad moderna y su modo capitalista de producción.

Pero la receta keynesiana no sirve solamente para evitar un desmadre social y político por culpa del des­empleo: la intervención creciente en el funcionamiento del mercado, a cargo de Estados incapaces de su­perar ese régimen de producción, permite a la burocracia política burguesa profundizar el control po­lítico de la sociedad en sus diferen­tes facetas y, de paso, enriquecer a su cúpula. Pero, al hacerlo, ocasio­na desbarajustes cada vez mayores y potencialmente explosivos en el mismo régimen económico que permite convalidar sus propios pri­vilegios sociales o de casta.

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Notas

1 Ver los artículos de Paul Krugman “Secular Stagnation, Coalmines, Bubbles, and Larry Summers” en su blog (http://goo.gl/lhOu9g) y también “A Permanent Slump?” en el New York Times (http://goo.gl/ fTJBaH).

2 Ver esta ponencia de Lawrence Summers en su blog (http://goo.gl/ t6n5Wo).

3 Extraído de http://goo.gl/ XRg1R6.

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