El derrumbe del edificio de una fábrica textil en Dhaka provocó la reacción de miles de costureros locales que salieron a denunciar sus penosas condiciones de trabajo. En esta nota verá que Dhaka no constituye una excepción, sino una regla a la que Buenos Aires no escapa.
Julia Egan
TES – CEICS
Siempre que se habla de tragedias, se suele decir que los hechos estaban anunciados. En Bangladesh, que es el segundo exportador mundial después de China y que explica el 80% de sus exportaciones por la producción de ropa, los crímenes sociales contra los trabajadores de esta industria son moneda corriente. Entre 1990 y 2012 se produjeron por lo menos 33 incendios en fábricas dedicadas a la producción de prendas de vestir, que terminaron con la vida de alrededor de 500 personas. De éstos, ocho se produjeron entre 2000 y 2012, con un saldo de 330 muertes [1]
En Asia, más (ganancia) por menos (vida)
Aunque estas situaciones no son privativas de los países asiáticos, es allí donde las pésimas condiciones de trabajo se manifiestan más abiertamente, debido al peso que esta industria asume en la economía. En 2009, en la empresa china Hainan Youmei Underwear, que produce para la marca de ropa interior Triumph y emplea a 3.000 mujeres, se desató una huelga a raíz de que se les requería a las trabajadoras que, para cobrar los bonos de fin de año, alcanzaran por lo menos el 50% de la producción del año anterior. Para cumplir con ese objetivo las costureras deberían coser 40 piezas en 38 minutos. Los descuentos alcanzaban los US$120, mientras que el salario promedio era de US$73-88. Después de tres días de huelga lograron que reconozcan el pago de los bonos, pero continuaron con la huelga para reclamar el aumento del salario al mínimo nacional y cumplir con el régimen de licencias [2]. Por otra parte, en abril de 2012, catorce trabajadores fueron asesinados en un incendio en una fábrica en Shantou. Otros incendios fueron registrados en 2012. En Pakistán, murieron 300 trabajadores de un total de dos mil, incluidos niños. El edificio no tenía salidas de emergencia y las ventanas estaban bloqueadas con rejas metálicas [3]. En Moscú, fallecieron al menos catorce inmigrantes vietnamitas [4].
Camboya cuenta con aproximadamente 470 fábricas de ropa y 350 mil trabajadores en la rama. Allí, los mayores conflictos también se explican por los salarios de hambre. En 2008, el salario mínimo fue aumentado a US$ 50 y en 2010 llegó a los US$ 61. Sin embargo, éste último no alcanzó el crecimiento de la inflación, por lo cual la Federación Nacional del Trabajo reclamó un 50% de aumento, que llevara el pago mensual a US$ 93. El 13 de septiembre se declaró la huelga, que movilizó a 60 mil trabajadores de las principales fábricas. El segundo día, se estimó que 210 mil trabajadores de la confección habían parado. Sin embargo, la central de trabajadores la dio por finalizada por “presiones del gobierno”. Posteriormente, trabajadores denunciaron la existencia de represión policial en sus lugares de trabajo. Un episodio similar se dio en 2012, cuando tres trabajadoras fueron baleadas por una patota al reclamar un aumento de US$ 10 para viáticos y comida. Este año, otro huelga se suscitó debido a la negativa de una empresa de reincorporar a treinta y tres trabajadores y pagar el monto adeudado a éstos y a los obreros en huelga. También se reclamaba el aumento de salarios y la provisión de alimentos básicos. En la fábrica Kingsland, que trabaja para Walmart, setecientos costureros fueron despedidos en octubre. A los restantes, se les redujo el salario para terminar cerrando la fábrica. Los trabajadores bloquearon la fábrica para asegurarse de que nadie se llevara los equipos. Después de dos meses, ochenta y dos trabajadores iniciaron una huelga de hambre y a los dos días lograron cobrar las indemnizaciones.
De Luis Viale 1269 al mundo
En nuestro país, se conocieron masivamente las condiciones de superexplotación a las que son sometidos los trabajadores de esta industria en 2006, debido al incendio del taller ubicado en la calle Luis Viale. Allí, vivía y trabajaba una familia boliviana que fue víctima del mismo. A las tres semanas, se produjo otro incendio en un taller de Floresta, donde trabajaban al menos doce personas. En 2008, se asistió a un incendio de mayor magnitud en Ramos Mejía, en la fábrica San Marcos, mientras se desarrollaba la jornada del turno noche. Este mismo año, se descubrió que hasta cinco meses después de la clausura de Cromañón, se había desempeñado un taller de costura y un depósito en el subsuelo del edificio. El depósito pertenecía a la empresa textil Logical S.A., del empresario Levy. En Colegiales, en 2010, se prendió fuego otra fábrica, perteneciente a la firma Colorcon. El año pasado se dio otro suceso similar en San Martín, mientras que en enero se registró uno en el microcentro sanjuanino.
En Argentina, el valor hora del sector alcanzaba, en 2008, los US$ 4,50, apenas por encima de Turquía (US $4,3, tercer exportador mundial para el mismo año). Actualmente, los trabajadores enrolados en el Sindicato Obrero de la Industria del Vestido y Afines (SOIVA), perciben un jornal promedio de $100,50 (categoría Oficial), lo que arroja un sueldo bruto de $2.010. Cabe destacar que éste se encuentra muy por debajo del salario mínimo, vital y móvil vigente, ubicado en $2.875 [5]. Para los trabajadores jornalizados, el mínimo se establece en $14,38 por hora, pero si calculamos una jornada favorable de ocho horas diarias, en el caso del oficial apenas se alcanzan los $12,55. Para el oficial especializado, el jornal es de $109, que significan $2.180 al mes y $13,60 por hora.
Las condiciones de trabajo que imperan en la rama no se presentan únicamente en los países que más producen y exportan, sino que, como en Argentina, se extienden a todos aquellos lugares donde se desempeña este capital. Semejantes episodios, que involucran la muerte de miles de trabajadores –sin contar aquellos que mueren producto de enfermedades respiratorias, por los tratamientos químicos o el polvo de las telas, y anemias, como consecuencia de las largas jornadas de trabajo– no pueden explicarse por la mala voluntad individual de ciertos empresarios. La baja productividad que presenta la rama debe compensarse de algún modo. Es por eso que la producción se concentra en aquellos países con salarios que apenas rozan la subsistencia. Como eso tampoco alcanza, los lugares de trabajo son sumamente precarios y no existen medidas de seguridad elementales, puesto que esto encarece los costos de producción.
Los trabajadores ocupados en esta actividad pertenecen a la capa más pobre de la clase obrera ocupada y se ven enfrentados a la disyuntiva de trabajar en esas condiciones o morir de hambre. Esa es la cruel “libertad” que el capitalismo les ofrece. Si fueran esclavos, escaparían en pos de la libertad, al estilo de los quilombos (comunidades de esclavos fugitivos en el Brasil colonial). Pero, como son obreros, no piden una libertad que ya tienen y padecen (la libertad burguesa): reclaman, en cambio, mejores condiciones laborales por métodos obreros: huelgas, manifestaciones y piquetes. Estos son, precisamente, la conciencia y los métodos que se deben promover.
NOTAS
1 Véase Magro, Bruno: “Con la marca del capital. La rama de la indumentaria bangladesí en tiempos de crisis mundial”, en este mismo número.
2 Véase China Daily, 8/9/2011, http://goo.gl/rYrXx
3 Véase Asia Red, 12/9/2012, http://goo.gl/3ZZoF
4 Véase La Nueva España, 11/9/2012, http://goo.gl/QeVbV
5 Consejo Nacional del Empleo, la Productividad y el Salario Mínimo, Vital y Móvil. Res. 2/2012.
[…] “De Dhaka a Villa Crespo. Condiciones laborales en la industria de la confección”, en El Aromo n° 73 “El heredero” Julio-Agosto de 2013 […]
Sin palabras, esto está explicando el parte todo lo que se esconde detrás con la represión a los manteros por parte del estado y el gobierno.
Por otro lado explica claramente que el capitalismo no tiene patria ni bandera, solo cuando le conviene conservar su capital y poder.
El camino es la educación a la clase obrera para desideologizarla de las ideas y creencias burguesas que hacen, no solo confundir a la clase obrera en sus posibilidades de liberarse de la supuesta y mentirosa «libertad burguesa», que no hace más que crear una falsa conciencia a la clase trabajadora para explotarla y quitarle herramientas de conocimientos. Y cuando esto no resulta utiliza la represión, el aparato legal y el miedo para mantenerlos en condiciones de explotación.