Nuevamente, a propósito de la crisis de la industria avícola
Rasic no es un caso aislado, producto de una política de “vaciamiento” o de la desidia de los dueños, sino la expresión más aguda de la crisis de un sector con problemas. Lejos de avizorar una posible solución, las causas más profundas que lo suscitaron no solo permanecen sino que tienden a acentuarse.
Por Camilo Robin (OME – CEICS)
En las últimas semanas, el conflicto en la avícola Cresta Roja (Rasic) volvió a los primeros planos. La patronal no logró cumplir con lo prometido a los trabajadores, y estos reiniciaron los reclamos. Lejos de avizorar una posible solución, las causas más profundas que lo suscitaron no solo permanecen sino que tienden a acentuarse. Es decir, la saturación del mercado interno por el exceso de pollos, debido a la pérdida del mercado venezolano, y la imposibilidad de expandirse hacia otras plazas por la menor competitividad frente a su par brasileño, son evidencias de límites más generales. Rasic no es un caso aislado, producto de una política de “vaciamiento” o de la desidia de los dueños, sino la expresión más aguda de la crisis de un sector con problemas.
El conflicto
Las primeras señales de que la situación se había deteriorado tomaron estado público a inicios de julio de 2014, cuando trabajadores realizaron protestas a causa del atraso en el pago del aguinaldo y al anuncio por parte de la empresa de que cerraría una de sus plantas frigoríficas. A partir de esto saltó a la luz que se venían librando desde principios de año cheques sin fondo por valor de 43 millones de pesos y que al destaparse el conflicto no fue posible levantar. En ese momento, se estimó que las deudas de Rasic ascendían a 1.200 millones, lo que la llevó a presentarse a concurso de acreedores, aunque siguió operando de manera irregular. No obstante, en ese momento se especulaba con que la firma despediría a un tercio de los obreros y no de un cierre de todas sus instalaciones, que incluyen dos frigoríficos y una planta procesadora de alimentos, entre las más importantes. Otra opción que se barajó en esta primera fase fue, en lugar de cerrar, vender a Tres Arroyos la planta de Tristán Suárez, aunque no se avanzó con esta opción.
La situación quedó en stand by hasta fines de septiembre, cuando el 24 los trabajadores la encontraron cerrada y con un aviso en sus portones que indicaba que la empresa había decidido clausurar el establecimiento. Esto motivó la intervención de la Provincia que dictó la conciliación obligatoria, lo que Rasic violó al día siguiente negándose a permitir el ingreso, aunque la presión del acampe de los trabajadores en la planta, sumada a la intervención estatal obligaron a la patronal a reabrir el día 27.
Durante el resto del año la firma se dedicó a deteriorar las condiciones de los trabajadores, ya sea con despidos a cuentagotas como intensificando el ritmo de trabajo y atrasando los pagos de aportes y ART. Ante la amenaza de que se atrasase el pago de aguinaldos y el bono de fin de año, nuevas protestas con más de mil trabajadores hicieron que Rasic se comprometiese a abonarlos en tiempo y forma.
Antes de esto, y desde el “acuerdo” de septiembre, la empresa recurrió a todo tipo de medidas, como cerrar la planta en más de una oportunidad, amenazar con despidos y cierres definitivos o regimentar los patios con la presencia de la policía en el interior del predio. Fracasados los intentos de reestructuración, aun con la ayuda de los planes RePro, se suscitaron nuevos conflictos en enero y febrero de 2015 a causa del intento de despedir a 600 empleados. La insostenible situación por la que se incumplía cada uno de los acuerdos llegó hasta que en la segunda semana de julio de 2015 se anunciaran 670 despidos. La consecuencia fue la salida a la calle de los trabajadores de las dos plantas con cortes de ruta y de accesos, lo cual derivó en una nueva conciliación obligatoria luego de que la empresa anunciase que además despediría a 200 trabajadores de granjas y de la planta de alimentos. El 22 de julio se firmó un acuerdo en el Ministerio de Trabajo bonaerense con los gremios, donde se estableció que se pagaría en cuotas lo adeudado y que la provincia aportaría un subsidio de 3,5 millones de pesos para la compra del maíz y la soja necesarias para la elaboración del alimento balanceado y superar la crítica situación de la provisión a las granjas. No obstante, la empresa siguió operando con jornada reducida y el acuerdo no se terminó de cumplir.[i] Mientras que desde el Ministerio de Trabajo nacional se anunciaba que la situación de la firma era insostenible y que se reubicaría a mil trabajadores, por otro, el Ministerio provincial aseguraba que no se perdería ni un solo puesto y que el conflicto se había superado. La salida fracasó (de nuevo) porque los salarios se siguieron pagando en cuotas y con atrasos. A pesar de la batería se subsidios, el panorama siguió siendo complicado, con conflictos reiterados, por lo que el 17 de septiembre Daniel Scioli intervino la empresa para que la exposición del asunto no afectara su campaña presidencial. Objetivo evidenciado en el hecho de que pasadas las elecciones se acabó el oxígeno y los trabajadores de la empresa volvieron a salir a la calle reclamando que se garantice su situación y se paguen los salarios atrasados.
La lucha de los obreros abarcó todos los sectores en los que la empresa está dividida geográfica y productivamente, por lo cual la capacidad de la patronal para quebrar el conflicto se redujo. Por eso recurrió a maniobras, como llamar a faenar un día a la semana a sabiendas de que no hay pollos con el peso necesario, y buscar así descomprimir la presión de los trabajadores cortando la Richieri, sus marchas al Obelisco y las numerosas movilizaciones que han desarrollado con creciente fuerza.
Mientras la patronal ahora acusa al gobierno por supuestas políticas de precios máximos y exportaciones no liquidadas, sectores de la izquierda hablan de vaciamiento. Quizás, las imágenes de la matanza de pollitos BB por falta de alimento pueden inducir a imaginar tal cosa, aunque eso se debe a que esas aves sin suplemento ya no sirven más que como riesgo sanitario. Pero lo que debería analizarse, es la situación general de la rama, para entender si estamos frente a un caso particular de corruptela empresaria o bien si es el sector en su conjunto el que enfrenta un problema.
La olla y la presión
Parte de la explicación de la crisis económica argentina se encuentra en la caída de las exportaciones del sector agropecuario. Por caso, las exportaciones de origen animal cayeron un 14% en el transcurso de 2015. Cabe señalar que las mismas arrastraban una caída de magnitud similar ya en 2014.[ii]
Para el caso de la industria avícola, la situación es aún más crítica. La pérdida de competitividad frente a los productores más grandes como Brasil, o los EEUU, que avanzan sobre mercados tradicionales para la Argentina como el chileno, explican que para el período enero-septiembre las exportaciones en cantidad se hayan reducido un 27% (y 47% en valor). Mientras tanto, la faena se incrementaba con vaivenes hasta junio, y desde ese entonces comenzó una fase de descenso hasta septiembre inclusive (último dato disponible), aunque en el resultado global es aún mayor que la del mismo período de 2014.[iii] Como analizamos en números anteriores, el exceso de pollos en el mercado interno provocó una caída real del precio.[iv] En consecuencia: sin exportación o con mermas importantes debido a la crisis en el principal consumidor (Venezuela) y una faena en aumento (al menos durante la primera mitad del año), el panorama interno es de una sobreproducción con guerra de precios entre empresas, que se ha manifestado en el aumento del consumo per cápita hasta 43,2 kg/habitante/año, uno de los más altos del mundo, lo que se estima como punto cercano a la saturación de la capacidad de sustitución de otras carnes.
En cuanto a la faena por regiones, se evidencia un aumento más acelerado en Entre Ríos que en Buenos Aires, con 6,2% y 2,5 % de incremento respectivamente. En el caso de la primera provincia su participación sobre el total del país crece del 46 al 48%; y para la segunda se estanca en torno al 39%. No obstante, estos guarismos esconden la realidad de las firmas, que no se circunscriben solo a lo que ocurre en Rasic.
Los problemas de la actividad comenzaron a hacerse públicos en 2013, cuando se anunciaron despidos en FePaSA (Concepción), una empresa chica que se mantuvo operando con la mitad de los empleados que tenía antes de su crisis y en jornada reducida. En junio de 2014 Entre Ríos vuelve a ser noticia con la crisis del frigorífico Beccar, que unos meses después fue absorbido por Tres Arroyos. Poco después, Pividori, de Santa Fe, entró en quiebra. La crisis comenzó golpeando a empresas que no se podrían caracterizar como líderes en la actividad; no obstante en 2015 la cuestión se expande a otros “pesos pesados” a nivel interno: en la zona núcleo de la producción avícola entrerriana (departamentos Uruguay y Colón), por ejemplo Bonnin Hnos. trabaja a jornada reducida desde septiembre. Las Camelias, una de las estrellas más brillantes del firmamento provincial y tercera faenadora a nivel país, redujo los días de faena y aunque la empresa no lo ha comunicado oficialmente, a nivel local se sostiene que se encuentra reduciendo personal.[v] La siguiente firma en ingresar en este recorrido fue Rasic.
Pollito mojado
La industria avícola argentina tiene muchas de las dificultades de otros sectores y pocas de las ventajas con que cuentan por ejemplo los cereales. Si bien uno de sus insumos principales como el alimento está subsidiado de hecho para el mercado interno (por efecto de las retenciones al maíz y a la soja), esto no alcanza para revertir sus problemas de tamaño: en EEUU 20 firmas son responsables de casi 17,9 millones de toneladas; mientras que en Argentina 46 producen casi 10 veces menos (1,9). La escala por planta en Argentina es 3,5 veces menor que en EEUU: 36.500 toneladas contra 128.000. La comparación con Brasil también arroja resultados similares, con el agregado que Brasil exporta un cuarto de su producción, siendo el principal proveedor mundial. No solo la avícola argentina no consigue expandir posiciones frente a la competencia brasileña, sino que incluso debe cuidarse del ingreso carioca.
El problema no es el mal manejo o un vaciamiento deliberado de la compañía. Estos son fenómenos que se presentan como la consecuencia, mas no son la causa. Al contrario, evidencian el carácter chico del capitalismo en Argentina, aun en actividades vinculadas a sus sectores más dinámicos. La solución no saldrá del capital, que tiene esto para ofrecer; sino de la centralización de los medios de producción y la expansión de la escala a tamaños continentales.
2Los datos estadísticos relativos a exportaciones argentinas son tomados de la base estadística de SeNaSA. Véase: http://goo.gl/VA3nxc.
[iii]Los datos de faena y precios provienen de Ministerio de agricultura. Véase: http://goo.gl/970jYX