Pies de barro – Por Damián Bil

en El Aromo n° 88

BrazilLas características de la economía brasileña y la crisis

Brasil vive su peor recesión de las últimas tres décadas. La culpa no está en el despilfarro populista, ni en el embate de la “derecha” o en el imperialismo. Por el contrario, la crisis se enmarca en el fin del motor que impulsó a la gran mayoría de las economías latinoamericanas de los últimos años.

Damián Bil (OME-GIHECA)

Poco tiempo atrás, Brasil era presentado como una economía poderosa camino a convertirse si no en una potencia, al menos en un actor de peso en el escenario mundial. Incluso se lo presentaba como una de las patas del “BRIC”, lo que se planteaba como un nuevo orden económico y político internacional motorizado por economías emergentes, supuestamente desacopladas de la crisis capitalista. No obstante, la propia crisis mundial vino a desmontar estas ilusiones: hoy, Brasil vive su peor recesión de las últimas tres décadas, que se expresa en movilizaciones y reclamos sociales generalizados, escándalos de corrupción en el mismo seno del personal gobernante, desgranamiento de las alianzas en el armado del PT y una caída estrepitosa en la imagen de Dilma.[i] La culpa no está en el despilfarro populista, ni en el embate de la “derecha” o en el imperialismo. Por el contrario, la crisis se enmarca en el fin del motor que impulsó a la gran mayoría de las economías latinoamericanas de los últimos años, sustentadas en el ciclo alcista de los precios de las commodities. En ese sentido, las similitudes con el caso argentino pueden echar luz sobre los problemas que enfrenta la economía más grande de Sudamérica.

Desplome carioca

El desempeño de la economía brasileña en los últimos años guarda una estrecha semejanza con el caso argentino incluso en términos temporales. No es una casualidad. Ambas estructuras tienen una matriz de características similares. Detrás de la apariencia, se esconde una configuración que guarda muchas similitudes con la Argentina.

El proceso que arrancó con el cambio de siglo, en 2001-2002, se abrió con una fuerte devaluación del real, aunque menos brusca que la Argentina, que llevó al tipo de cambio nominal a una subvaluación del 22%. Los salarios reales cayeron, y sobre todo el costo laboral medido en dólares, que llegó a ser en 2002 la mitad de lo que era en 1994.[ii] Esto, junto al alza de los precios de las mercancías agropecuarias y en menor medida del crudo, impulsó la mejora de los indicadores generales de la economía brasileña: PBI, actividad industrial, exportaciones generales incluidas las manufactureras, recuperación del ingreso medio y del salario en relación al piso de 2002, superávit comercial y en la balanza de pagos, entre otros. Por medio de las exportaciones de commodities y desde el tercer trimestre de 2006 mediante el creciente endeudamiento externo, los sucesivos gobiernos del PT contaron con los recursos para sostener a los diferentes sectores industriales (varios de ellos deficitarios en su saldo comercial como la automotriz) y sobre todo para expandir el gasto público para atender a una creciente sobrepoblación relativa. Cabe señalar que en los últimos años, el gasto de previsión social representa entre el 20 y el 25% de las erogaciones directas del gobierno federal.[iii]

Pero el esquema comenzó a crujir hacia 2012. A partir de ese año, el crecimiento del PBI se estancó, siendo de solo 1,8% (menos de la mitad del promedio de la década). En 2014, el crecimiento fue casi nulo (0,1%). En el período enero-septiembre de 2015, el PBI en dólares se contrajo un 25% en relación al mismo lapso del año previo. Por su parte, el saldo comercial, que en 2006 había trepado a los 46 mil millones de dólares de superávit, se erosionó al punto de arrojar unos magros 2 mil millones en 2013 y un déficit de casi 4 mil millones en 2014.[iv] En paralelo, el déficit fiscal se incrementó a paso firme al punto de alcanzar los 8.200 billones de reales a mitad de 2015. La actividad industrial también se contrajo en un 10%, siendo las ramas claves las más afectadas. Por caso, la producción de automóviles y comerciales livianos entre enero y octubre cayó en un tercio en el período 2013-2015 (de 3 a 2 millones de unidades). Una situación similar ocurrió con el sector de maquinaria agrícola, con una disminución del 40% en tractores y de 56% en cosechadoras. La capacidad instalada también cayó de forma sustantiva, motorizada por la retracción de la actividad en los sectores de bienes de capital y materiales de construcción. El desempleo (según cifras oficiales) se ubicaba en octubre en el 8%, el más alto desde 2010.

Se han aducido diversas razones para explicar cómo se llegó a este escenario, pasando por el problema de la corrupción, el alza de la inflación que erosionó la capacidad de consumo, la extensión desmedida de los planes sociales, el estancamiento de China y la caída de las compras de su principal socio comercial, hasta la apreciación del dólar que hace más pesada la carga de los intereses de la deuda.[v] Si bien todos estos son factores que permiten entender la coyuntura actual en mayor o menor medida, no permiten discernir la cuestión de fondo: la estructura de la economía brasileña.

No tan distintos

En estos pagos, suele verse al Brasil como un espejo al que imitar, una potencia industrial a la cual la burguesía argentina observa con envidia y admiración. No obstante, un análisis un poco más detallado evidencia que son más las coincidencias que las diferencias. En todo caso, las diferencias son de tamaño, pero las bases de ambas economías son las mismas.

Este hecho puede observarse si analizamos la configuración del comercio exterior. El peso de las exportaciones manufactureras (alrededor de un tercio del valor total) podría indicar que los cariocas basan su economía en esta actividad. No obstante, la manufactura en Brasil tiene un elevado déficit comercial: aproximadamente un 73% de las importaciones del país son de ese origen. En 2014, las manufacturas de origen industrial arrojaron un déficit de 89 mil millones de dólares, atenuados por el superávit de 74 mil en productos primarios y 3 mil en combustibles y minerales. La característica de esta matriz se evidencia en el ránking de los productos comercializados. Entre las diez principales mercancías exportadas en 2015, nueve son primarias (soja, mineral de hierro, crudo, carne de pollo, residuos de soja, caña de azúcar, café, carne bovina, mijo), y explican casi el 43% de las exportaciones. La celulosa es la única de las consideradas “de transformación” con un 3% del valor comercializado. La exportación de aviones y de automóviles solo explica el 3,5% del ingreso por ese concepto. De hecho entre las veinte principales empresas exportadoras, ránking que lideran la minera Vale y la estatal Petrobras, hay catorce vinculadas con las actividades relacionadas al agro (alimentos, semillas), a la minería o a la producción petrolera.

Situación inversa ocurre con las importaciones: siete de los principales productos adquiridos en el exterior son manufacturas (medicamentos, autopartes, vehículos, circuitos integrados, insecticidas y herbicidas, compuestos heterocíclicos, circuitos para telefonía) con 17% del valor importado y los otros 3 son derivados del petróleo (crudo, diesel y gas líquido).

Pensando en China y en la soja

Desde 2008-09, China se convirtió en el principal destino de las exportaciones brasileñas desplazando a los EEUU. El gigante asiático absorbió desde ese entonces cerca de un 17% del valor exportado. Pero el desembarco de la crisis en China y la desaceleración de su economía impactaron en sus compras a Brasil, sin que esa merma pueda ser compensada por otros compradores. La situación se agrava por la caída de los precios de las materias primas de los principales productos de exportación, que impacta de lleno en uno de los rubros principales de ingresos del fisco. Por eso, Dilma decidió emprender un drástico plan de ajustes, a contrapelo de las promesas de campaña.[vi]

El problema de fondo de Brasil, como en Argentina, es el rezago en la productividad del trabajo, su retraso en la competencia capitalista. El caso de la industria automotriz, una de las vedettes de la economía carioca, es muestra de ello: en 2013 se produjeron en Brasil 27 vehículos por obrero ocupado, cuatro más que la Argentina en promedio, pero muy lejos de los 75 en EEUU o los 60 de Japón.

En relación a la Argentina, una escala más grande y costos laborales más bajos (que incluso desde finales de 2012 experimentan una tendencia descendente), le otorgan a Brasil un mayor tamaño en términos de acumulación de capital, una mejor compensación para su atraso de productividad y con ello mejores posiciones en el mercado mundial. No obstante, en cierto plazo la realidad se impone. Bajo estas condiciones, las perspectivas para economías como la argentina o la brasileña son de más ajuste para las masas.


[i]Grimaldi, Nicolás: “Al borde del precipicio”, en El Aromo n° 87, 2015.

[ii]Los datos utilizados en este artículo provienen de cálculos propios en base a datos del Sistema Gerenciador de Séries Temporais, Banco Central do Brasil (BCB), a menos que se indique lo contrario (https://goo.gl/ge7tn)

[iii]En base a información del Portal da Transparencia.

[iv]Según el Balance de Pagos del BCB. La OMC registra un déficit aun mayor. Durante los diez primeros meses de 2015 el saldo comercial volvió a mostrar superávit, como resultado de una reducción de casi el 24% en las importaciones.

[v]Opiniones vertidas en diferentes medios brasileños e internacionales: http://goo.gl/75X0c8; http://goo.gl/UgzJd6; http://goo.gl/Exg0dc; http://goo.gl/1Zta5b.

[vi]En Magro, Bruno: “Final burbujeante”, en El Aromo n° 85, 2015 y Grimaldi, Nicolás: “Acorralada”, en El Aromo n° 84, 2015.

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