Clásico Piquetero. Las tareas inmediatas del poder soviético – Lenín

en Aromo/El Aromo n° 122/Novedades

En 1918 por primera vez la conmemoración del 1° de Mayo se realizó con los trabajadores a cargo de un gobierno, el de la República Soviética de Rusia. Al frente de la Revolución Rusa se encontraba el dirigente del partido Bolchevique, Lenín. Dos días antes, el 28 de abril, publicó, en Pravda y en Izveztia, el texto “Las tareas inmediatas del Poder Soviético”, del que reproducimos un fragmento a continuación. Ponemos a disposición así, una perspectiva olvidada en las conmemoraciones del 1° de Mayo. Se trata, como señala el nombre, de las tareas del poder, en contraste con la necesidad de obtenerlo. Cómo expresaba el mismo Lenín “salvo el poder todo es ilusión”, pero en este folleto podemos vislumbrar que esa afirmación se complementa con otra: en el poder no es factible ser ilusos, ni soñadores. Lenín expone, ante la cercanía del Día internacional de Lucha de los Trabajadores, para qué es esa lucha, y cómo se desarrolla la construcción del socialismo en el país concreto que los trabajadores gobiernan: la Rusia de 1918. Este 1° de Mayo nos permite renovar esa apuesta, trabajando por el socialismo posible de construir en otro país concreto: la Argentina del 2022.

El aumento de la productividad del trabajo.

En toda revolución socialista, después de haberse resuelto el problema de la conquista del Poder por el proletariado y a medida que, en lo fundamental, se vaya cumpliendo la tarea de expropiar a los expropiadores y aplastar su resistencia, va planteándose inevitablemente en primer plano una tarea esencial: la de crear un sistema social superior al del capitalismo, es decir, la de aumentar la productividad del trabajo y, en relación con esto (y para esto) darle al trabajo una organización superior. Nuestro Poder soviético se encuentra precisamente en una situación en que, gracias a las victorias sobre los explotadores, desde que Kerenski hasta Kornilov, ha obtenido la posibilidad de abordar directamente esta tarea, de entregarse a ella de lleno. Y aquí es donde se evidencia inmediatamente el hecho de que, si bien es posible apoderarse en pocos días del Poder central del estado, si se puede aplastar en pocas semanas la resistencia militar (y el sabotaje) de los explotadores, incluso en los diversos rincones de un gran país, la solución eficaz de la tarea de la elevación de la productividad del trabajo exige, en todo caso (especialmente después de una guerra de las más penosas y devastadoras), varios años. Las circunstancias objetivas son las que condicionan indudablemente el carácter prolongado de esta labor.

El crecimiento de la productividad del trabajo exige, ante todo, que se asegure la base material de la gran industria: el incremento de la producción de combustibles, hierro, maquinaria y productos químicos. La República Soviética de Rusia se encuentra en condiciones favorables en este aspecto porque dispone, incluso después de la paz de Brest-Litovsk, de enormes reservas de mineral (en los Urales); de combustible en la Siberia occidental (hulla); en el Cáucaso y en el sureste (petróleo), en el centro (turba); posee también grandes riquezas forestales, fuerza hidráulica, materias primas para la industria química (Kara-Bogaz), etc. La explotación de estas riquezas naturales por los medios técnicos modernos cimentará las bases para un progreso jamás visto de las fuerzas productivas.

Otra de las condiciones del aumento de la productividad del trabajo la constituye, en primer término, la elevación del nivel cultural y de instrucción de las grandes masas de la población. Este ascenso se realiza ahora con gran celeridad, cosa que no notan las gentes cegadas por la rutina burguesa, incapaces de comprender cuán grande es el ansia de luz y el espíritu de iniciativa que se desarrolla hoy entre las capas “bajas” del pueblo, gracias a la organización soviética. En segundo término, también es una condición del ascenso económico la elevación de la disciplina de los trabajadores, la maestría en el trabajo, un mayor rendimiento, la intensidad de trabajo y su mejor organización.

En este aspecto, de creer a quienes se han dejado atemorizar por la burguesía o la sirven guiado por intereses egoístas, las cosas marchan entre nosotros de un modo muy malo e incluso desesperado. Esta gente no comprende que no ha habido ni puede haber una revolución en la que los partidarios del viejo orden no griten a voz en cuello sobre la ruina, la anarquía, etc. Es natural que las masas, que no hace mucho se han librado de un yugo increíblemente salvaje, tiene lugar una profunda y amplia efervescencia y fermentación; que la formación de las nuevas bases de la disciplina de trabajo es un proceso muy largo, que esta formación ni siquiera podía comenzar antes de la victoria completa sobre los terratenientes y la burguesía.

Pero, sin dejarnos dominar en absoluto por la desesperación, frecuentemente fingida, que propagan los burgueses y los intelectuales burgueses (que desesperan de poder defender sus viejos privilegios), nosotros no debemos de ningún modo encubrir un mal evidente. Por el contrario, lo iremos poniendo de manifiesto y reforzaremos los métodos soviéticos de lucha contra este mal, porque el triunfo del socialismo es inconcebible sin el triunfo de la disciplina proletaria consciente sobre la anarquía espontánea pequeñoburguesa, verdadera premisa de la posibilidad de ser restaurado el régimen de Kerenski y de Kornilov.

La vanguardia más consciente del proletariado de Rusia se ha planteado ya la tarea de elevar la disciplina del trabajo. Por ejemplo, en el Comité Central del Sindicato de Metalúrgicos y en el Consejo Central de los Sindicatos se ha dado comienzo a la elaboración de las medidas y proyectos de decreto correspondientes. Este trabajo debe ser apoyado e impulsado por todos los medios. Se debe plantear al orden del día la aplicación práctica y la prueba de la remuneración del trabajo por obra realizada, la utilización de lo mucho que hay de científico y progresista en el sistema de Taylor, la coordinación del salario con el balance general de la producción o con los resultados de la explotación del transporte ferroviario, marítimo y fluvial, etc. etc.

En comparación con las naciones adelantadas, el ruso es un mal trabajador. Y no podían ser de otro modo bajo el régimen zarista y con la vitalidad de las supervivencias del sistema feudal. Aprender a trabajar, he aquí la tarea que el Poder soviético debe plantear en toda su envergadura ante el pueblo. La última palabra del capitalismo en este terreno -el sistema Taylor-, al igual que todos los progresos del capitalismo, reúne en sí toda la refinada ferocidad de la explotación burguesa y muchas valiosísimas conquistas concernientes al estudio de los movimientos mecánicos durante el trabajo, la supresión de movimientos superfluos y torpes, la elaboración de los métodos de trabajo más racionales, la implantación de los mejores sistemas de contabilidad y control, etcétera. La República soviética debe adoptar, a toda costa, las conquistas más valiosas de la ciencia y de la técnica en este dominio. La posibilidad de realizar el socialismo quedará precisamente determinada por el grado en que logremos combinar el Poder soviético y la organización soviética de administración con los últimos progresos del capitalismo. Hay que organizar en Rusia el estudio y la enseñanza del sistema Taylor, su experimentación y adaptación sistemáticas. Al mismo tiempo, y planteándose como objetivo la elevación de la productividad del trabajo, hay que tener presente las peculiaridades del período de transición del capitalismo al socialismo, que reclaman, por un lado, el establecimiento de las bases de la organización socialista de la emulación y, por otro, la aplicación de medidas de coerción para que la consigna de la dictadura del proletariado no quede empañada por una blandura excesiva del poder proletario en la práctica.

La organización de la emulación

Al cúmulo de absurdos que la burguesía difunde gustosamente sobre el socialismo pertenece también el de que los socialistas niegan la importancia de la emulación. Pero, en la realidad, solo el socialismo, al suprimir las clases y, en consecuencia, la esclavización de las masas, les abre por vez primera el camino a la emulación en proporciones verdaderamente amplias. Y es precisamente la organización soviética la que, pasando de la democracia formal de la república burguesa a la verdadera participación de las masas trabajadoras en el gobierno, plantea por vez primera en gran escala el problema de la emulación. Es mucho más fácil plantearlo en el terreno político que en el económico, pero para el éxito del socialismo este último es precisamente el que importa.

(Acerca de la incorporación de las masas a la administración del Estado. Lenín Editorial Progreso – Moscú)

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