Claro como el agua clara. Balance del Plenario de Sindicatos Combativos de Lanús

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El sábado 23/6 la izquierda montó un encuentro sindical en el microestadio de Lanús. Lejos de los números espectaculares que algunos esperaban, el lugar no se llenó por completo. Se esperaban más de 3 mil personas, pero con suerte asistieron 2.500. Esto no le resta importancia, pero revela cierta tendencia de la izquierda a inflar sus cifras, lo que no ayuda a evaluar claramente cuál es el grado de desarrollo de su influencia política real.

Por otro lado, parecía que esta vez se lograría finalmente algún tipo de unidad, aunque más no sea en la elaboración de un plan de lucha. El resultado quedó opacado no solo por el sectarismo del PTS, sino también por vicios recurrentes que persisten en una izquierda que carece de volumen de masas. Sin una fuerza que la empuje a salir de la dinámica de disputa de aparato y de cortedad de miras propios de un estadio donde no parece estar en juego nada importante, esta izquierda gira en torno a sí misma y es presa de su propia inercia. El Plenario puede contribuir a romper esa situación y tiene en sus manos la llave para un amplio desarrollo de las fuerzas revolucionarias. Pero para eso, hay que hablar claro y actuar en consecuencia.

La previa

Como se sabe, fue la dirección del SUTNA la que tuvo la iniciativa, sumamente valiosa, de convocar este plenario sindical. En una serie de reuniones se fue avanzando con mucha dificultad en la organización del encuentro, en la elaboración de la convocatoria y en el documento que sería votado en el Plenario. Decimos “con mucha dificultad”, porque así fue. A poco de comenzar, el PTS decidió retirarse, con una serie de excusas ridículas que no le impidieron especular permanentemente con la misma maniobra de siempre: vemos cuánto se junta y a última hora nos subimos al palco. En el medio, las “ofertas” de “generosidad” política a las que el PTS nos tiene acostumbrados, como participar sin colaborar en la organización ni realizar ningún aporte financiero. Se salió con la suya, al final, con un orador en el acto del Obelisco que organizó el plenario.

Mientras el PTS no quería pero quería, Rompiendo Cadenas, un frente sindical sin programa del que participa Venceremos, quería pero no quería. En efecto, se lo esperó hasta el final y se le dio un lugar destacado a pesar de que no hizo prácticamente nada por el encuentro. Por último, el NMAS quería, a cualquier costo. Aunque parezca mentira, un punto central en la discusión fue la participación en la mesa del escenario y la posibilidad de tener un orador en la apertura y en el cierre. A nosotros se nos negó tal posibilidad por no tener “suficiente” representación sindical. Sin embargo, el NMAS, que cuenta con menos inserción sindical que RyR, sentó un delegado docente en la mesa y habló en la apertura gracias a que puso 20 mil pesos.

Razón y Revolución no pretende ocupar posiciones que no le corresponden ni llora por un lugar en la platea. Pusimos lo que teníamos que poner, porque eso correspondía. Podríamos haber pagado todo el Plenario (500.000$), si hubiéramos querido, no es una cuestión de escasez de fondos lo que nos llevó a no seguir el camino propuesto por el NMAS y que el resto aceptó. Tenemos miembros de Juntas Internas y de Comisiones Directivas, además de varios delegados en diferentes posiciones de lucha y, de haberse seguido los criterios, o debiéramos haber estado donde otros estuvieron o esos otros debieran habernos acompañado en el llano. No es el problema de dónde: nosotros somos conscientes de nuestro tamaño y de la importancia de otros compañeros y no queremos colocarnos a una altura que no estamos. Pero eso es válido para todos. Eso hace al respeto y a la construcción común. Así no se va a conseguir que las organizaciones más chicas tengan ganas de incorporarse a organismos mayores cuya existencia es, hoy más que nunca, una necesidad imperiosa.

¿Y los partidos?

Desde las primeras reuniones el PO planteó que la convocatoria surgía de los sindicatos, era de los sindicatos y debía estar encabezada por los sindicatos. Ese fue el elemento clave por el cual el PTS tomó distancia, habida cuenta del protagonismo que correspondería al PO en el encuentro. En la última reunión, por si faltaba algo, a propuesta del PO se impugnó que hubiera banderas partidarias. Si bien esto fue discutido, finalmente se prohibieron banderas e identificaciones, así como menciones a las figuras políticas que asistirían.

El más perjudicado por estas resoluciones era el NMAS, que expuso sus críticas en un volante donde afirmaba que se trataba de un encuentro de aparatos, que dejaba de lado el activismo sin representación sindical formal, y, sobre todo, que abandonaba toda perspectiva política limitándose al plano gremial. En realidad, todo el problema del NMAS es su falta de cargos sindicales para hacer valer en la disputa por los lugares. Porque si su balance era este, no debiera haber concurrido y, mucho menos, pagar 20.000 pesos por un orador. Es decir, se trata de un planteo meramente oportunista.

No es cierto que se tratara de un encuentro de aparatos. La representación sindical allí presente es real. Muy pequeña en relación al conjunto del movimiento obrero, pero real, y expresa un atisbo de reconstitución del sindicalismo clasista. No solo debe defenderse y apoyarse, sino apostar a su desarrollo. Ello no obsta que no nos parezca correcto el ocultamiento de la filiación política de las representaciones sindicales. ¿A quién se le quiere ocultar la militancia política de los compañeros que han ganado un lugar destacado en los sindicatos? Nadie discute que un congreso de organizaciones sindicales sea protagonizado por los compañeros de ese ámbito. Va de suyo que sería ridículo llenarlo, por ejemplo, con militantes estudiantiles, como hizo el NMAS en el Posadas. Más que ocultar, la presencia política debiera ser un hecho a destacar. Decimos esto a sabiendas de que una decisión tal hubiera resultado contraproducente para la “visibilidad” de las organizaciones chicas. Pero lo que importa no es el lugar de tal o cual corriente, sino la politización de la relación de la izquierda con el movimiento obrero. Hubiéramos preferido tribunas rojas dominadas por el Partido Obrero, que dejar a la clase obrera sin un mensaje claro: hay una opción política para los trabajadores, pasa por aquí, se juntó en Lanús. En medio de una crisis general del peronismo, no se entiende esta recaída permanente en el sindicalismo.

Un congreso sindical donde la política revolucionaria está ausente corre el riesgo de abonar al reformismo antes que a la revolución. La izquierda no cree en la capacidad política de la clase obrera. Es llamativo que el único orador independiente que habló, el compañero ceramista, hizo un planteo político: la necesidad de construir un gran partido revolucionario con libertad de tendencias para salir de la crisis. Es decir, mientras la izquierda mira para otro lado, los compañeros están reclamando un paso adelante.

Esos malos hábitos…

Para que un objeto modifique su inercia debe recibir el impulso de una fuerza. Esto es lo que le falta a la izquierda. El escaso tamaño que reúne toda junta muestra que todavía estamos lejos de ser una experiencia de masas. Probablemente allí resida la dificultad para superar ciertas taras históricas como el sectarismo, la prevalencia del rosqueo y el aparateo por sobre el debate.

Esto quedó claro prácticamente desde el inicio, en el que se elaboró la convocatoria. Allí ya se figuraban una serie de cuestiones espinosas que debían ser el resultado del debate del plenario, si es que se lo pensaba como un espacio de deliberación colectiva. Nos referimos, por ejemplo, a las consignas del programa peronista-stalinista de Huerta Grande y La Falda. Cuando señalamos este punto, se nos respondió que esos planteos eran constitutivos de la convocatoria. En qué sentido se puede afirmar que una consigna como “la nacionalización del comercio exterior” es constitutiva de una convocatoria a un plenario sindical, no solo es realmente difícil de imaginar, sino que es una ofensa a la inteligencia. Al señalamiento de que ello debía debatirse y votarse, se respondió que se iba a ir a un esquema de acuerdo por consensos entre las principales fuerzas para evitar “hegemonismos”.

Por lo menos, la propuesta del PO implicaba que el encuentro tuviera un resultado y alguna discusión pudiera darse durante la actividad en comisiones. IS directamente rechazó la idea de que se votara un documento, argumentando que el texto de convocatoria era suficiente. Cuál sería el objeto del plenario, entonces, resulta difícil de imaginar, salvo vernos las caras. Triunfó la posición contraria, a saber, que al documento inicial se le podría agregar lo que se votara en el plenario. Sin embargo, ese acuerdo no se respetó: en la comisión de estatales se votó una consigna que luego los organizadores se negaron a incluir. La consigna fue leída por Pablo Almeida, el coordinador de la comisión, tal como puede verse en el minuto 22 del video de Prensa Obrera. Los organizadores alegaron no recordarlo, pero luego, con el video oficiando como “VAR”, dijeron que fue un “error”. Finalmente, aceptaron que no estaban de acuerdo y por eso no iba a ser incluida. Se trataba de la consigna por un salario mínimo igual a dos canastas básicas, una consigna impulsada por Razón y Revolución.

El aparateo continuó en el día del acto en el Obelisco, donde se había acordado que sería encabezado por todas las fuerzas y que todos hablarían. Sin embargo, llegado el momento, a nosotros ni siquiera nos dejaron subir al escenario. Nuevamente fue un independiente quien elevó una voz disonante, con una crítica a la organización del plenario. Un compañero que habló por los mineros de Río Turbio señaló que era necesario tomarse el tiempo para hacer un buen plenario, y discutir un plan de lucha contundente y preciso.

De bajo vuelo

Todo lo anterior es simplemente el marco sobre el que se plasmó el contenido político sindical que le imprimieron al encuentro los principales partidos mediante sus corrientes gremiales. Esto no solo pudo observarse en el texto de convocatoria y en el documento final, sino incluso en las intervenciones.

En el plano estrictamente sindical, la izquierda hace rato que decidió adaptarse a la miseria reinante que la burguesía le impuso a la clase obrera tras la derrota del 76. Esto se plasma en el tipo de consignas, sin ninguna capacidad de alumbrar otro horizonte. La más evidente es la de salario igual a la canasta familiar. Canasta familiar es el nombre de una medición estadística (técnicamente “canasta básica total”). Se trata del conjunto de bienes y servicios que se miden para establecer la línea de pobreza. Es decir, un salario igual a la canasta familiar es un salario de pobreza que solo permite acceder a lo mínimo indispensable para subsistir. Que ese sea el horizonte, implica que hemos aceptado que con eso nos conformamos y que el hecho de que nuestros salarios reales hayan caído a la mitad desde mediados de los 70 nos es indiferente. Por eso propusimos, y fue votada, la consigna de salario mínimo igual a dos canastas básicas. Lo gracioso del asunto es que, cuando los compañeros del PO se negaron a incorporar la consigna votada, no sabían siquiera explicar el contenido de la que defendían, simplemente porque ignoran qué significa “canasta familiar”.

En honor a la verdad, otras propuestas fueron incorporadas, como nuestra moción de un Congreso educativo, que se votó en la comisión de docentes. Además, a propuesta nuestra también, se incorporaron al documento la crítica a la Ley de asociaciones profesionales y la estatización sin pago bajo control obrero de empresas que cierren o despidan masivamente. La delimitación del kirchnerismo apareció en el texto de convocatoria y en el documento final gracias a nuestra insistencia. Por supuesto que no abandonaron la formulación genérica de “Macri y los gobernadores”, que deja afuera al conjunto de legisladores que vienen votando las leyes de ajuste, pero sí se incorporó la crítica al armado sindical kirchnerista-moyanista.

Pero más allá de ello, hay consignas que la izquierda toma del peronismo, como aquellas que rescata del programa de La Falda y Huerta Grande. Consignas como “nacionalización del comercio exterior” o “la nacionalización de la banca”, son propias de un programa de liberación nacional perono-stalinista. En sí mismas no encierran ningún contenido revolucionario, sino más bien uno reformista y nacionalista.

El contenido más “audaz” que el PO quiso darle al documento fue la consigna “por un gobierno de trabajadores”. Así dicho, no tiene por qué tener un contenido socialista, bien podría ser una consigna laborista. IS, por su parte, señaló que una consigna así le parecía “muy ultra” y que no había que poner nada. Nosotros, en cambio, propusimos nombrar lo que estaba ausente en todo el documento: que para la izquierda la salida es el socialismo. Efectivamente, en los únicos momentos en que se habló del socialismo fue en nuestras intervenciones y en la del Pollo Sobrero que, a contramano de su partido, habló de la necesidad de ir por un gobierno de los trabajadores y por el socialismo. Es decir, la tónica del encuentro fue la de un sindicalismo con pocas pretensiones y cuyo horizonte no supera el del nacionalismo burgués reformista. Dicho de otro modo, la política estuvo presente, de dos maneras: del chiquitaje propio de una izquierda que no se anima a pensar en las masas, por un lado; de un programa peronista que la izquierda asume porque no se anima a disputar la cabeza de las masas.

Hablando claro se entienden los compañeros…

Como ya dijimos, aunque Razón y Revolución ha conseguido, en poco más de un año, mayor representación sindical que organizaciones que superaron largamente la mayoría de edad (incluso algunas que ya figuran en la franja de “adultos mayores”), aunque quedó claro que, por debajo del PO, el PTS, IS y tal vez el MST, no somos menos que nadie, en el Plenario se nos ninguneó en más de una ocasión. No nos quejamos: en esto, como en casi todo, las cosas se consiguen por prepotencia de trabajo. Tampoco vamos a negar la realidad: si se hubiera dicho, abiertamente, “en este encuentro solo hablan los que forman parte de las dos organizaciones mayores (PO e IS)”, lo hubiéramos aceptado, porque no dejaría de corresponder a la relación de fuerzas realmente existente. ¿Quién puede negar la importancia del SUTNA o del Pollo Sobrero? Pero de eso se trata: si queremos construir una referencia sindical de la izquierda, hay que abandonar la política mezquina. Que las cosas se digan como son. De la misma manera, si el plenario no va a tener un verdadero contenido deliberativo, que se diga de esa manera. Nos ahorramos muchas discusiones inútiles. Nosotros haríamos las cosas de otra manera, pero no somos la fuerza más importante y respetamos el peso que otros compañeros tienen. Pero hablemos claro.

Por último, el plenario tiene que ser construido por los que, otra vez, claramente están dispuestos a hacerlo. Y el que no quiere estar (Rompiendo Cadenas), el que piensa que no tiene ningún sentido porque es puro aparateo (NMAS), o el que especula con la miseria política (PTS), que no esté. Con sus defectos, o lo que nosotros pensamos que son defectos, el Plenario de Lanús es un paso delante de una importancia notable. No desarrollarlo, dejarlo caer, sería un crimen contra la clase obrera argentina. Con críticas y con acuerdos, el Plenario tiene que avanzar. Hablando claro, actuando claramente, nos entendemos.

Razón y Revolución

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