Una reflexión sobre un pasado siempre actual
Ediciones ryr acaba de publicar Los orígenes de la Revolución Vietnamita, 1930-1945, de Vo Nguyen Giap, Hoang Quoc Viet, Le Van Luong y Truong Chinh. Además de iluminar los aspectos menos conocidos de la Revolución Vietnamita y rescatar sus mejores enseñanzas, este libro busca alertar sobre los peligros que implica traer a un contexto diferente soluciones a problemas que tal vez no existan aquí.
Por Stella Grenat (Grupo de investigación sobre la lucha de clases en los ‘70-CEICS)
Probablemente, la Guerra de Vietnam sea uno de los hechos más conocidos de la historia reciente. No obstante, buena parte de ese “conocimiento” proviene del cine norteamericano, que privilegió el análisis de la derrota yanqui, antes que de la revolución misma. El proceso que se extendió entre 1940 y 1975, en el cual tres grandes potencias mundiales (Francia, Japón y Estados Unidos) cayeron derrotadas sucesivamente, permanece desconocido. Ello a pesar de que la gigantesca batalla librada contra enemigos superiores y la victoria final del pueblo vietnamita, constituyó una potente fuente de inspiración para los partidos revolucionarios y progresistas del mundo.
En la Argentina, todas las organizaciones revolucionarias y anti-imperialistas se solidarizaron en su momento con la lucha de liberación encabezada por Ho Chi Minh. El libro que presentamos es, entonces, parte de esta tradición, aunque nuestra edición tiene por objetivo alertar sobre los peligros que implica un análisis incorrecto de la revolución vietnamita, sobre todo traer a un contexto diferente soluciones a problemas que tal vez no existan aquí o que se presenten bajo una forma completamente distinta: ¿lucha antiimperialista? ¿Alianza obrero-campesina? ¿Tareas democráticas pendientes? ¿Son estos los problemas de la revolución socialista en la Argentina? Este prólogo es, entonces, la invitación a mirarnos en perspectiva, una perspectiva crítica y actualizada.
Algunas crueles (pero necesarias) verdades: las enseñanzas de Vietnam
En la Argentina, la revolución vietnamita fue reivindicada como ejemplo de lucha y su historia fue convertida en bandera política por las principales organizaciones populares de las décadas de 1960 y 1970. En el campo del peronismo de izquierda, la revista Cristianismo y Revolución le dedicó un gran espacio a la problemática de la guerra, manteniendo a sus lectores informados sobre la evolución del conflicto desde sus primeros números.1 Por su parte, Montoneros introdujo en sus análisis comparaciones entre Vietnam y Argentina, en lo que respecta a la caracterización de la burguesía y del rol del Partido Militar en los países “oprimidos”, a la vez que utilizó el proceso para moralizar a sus militantes con el triunfo vietnamita de 1975.2
Entre los partidos de la izquierda revolucionaria, se destaca la intervención del PRT-ERP, uno de los más férreos defensores de la “vía vietnamita al poder”.3 En sus prensas, volantes y discursos colocaron a los líderes de la revolución asiática como vanguardia del proceso a nivel internacional, llamando, con el Che Guevara, a “crear dos, tres, muchos Vietnam”.4 No obstante, también fueron contemporáneas a los hechos las primeras voces que alertaron sobre los peligros de implementar en la Argentina una estrategia pensada para una realidad diferente:
“La concepción de la guerra es, tal vez, el terreno donde es más evidente la contribución de la revolución vietnamita a la teoría. Pero, precisamente porque es política, no hay que buscar ningún modelo en la estrategia militar vietnamita, sino que hay que extraer sus enseñanzas. En efecto, ella está estrechamente unida a un programa político determinado (el del Partido Comunista Vietnamita), a una región del mundo y a un período histórico determinado. La noción “de zona liberada” es válida solamente para un país esencialmente rural, no ciertamente, para una Argentina urbanizada. Su equivalente socioeconómico (base material de la resistencia, embrión del futuro estado obrero) no se lo puede buscar en las ciudades. La articulación de la cuestión nacional y social, no puede ser la misma en un país formalmente independiente que en una colonia directa.”5
En el mismo sentido, a principios de 1976, Adolfo Gilly consideraba que “en América Latina, la tarea es hacer progresar el movimiento real de las masas de la ideología nacionalista revolucionaria al programa socialista, de la organización meramente sindical, a la organización de Partido, de la revolución nacionalista, a la revolución socialista”.6 Han pasado más de treinta años de aquellos debates. ¿Qué nos enseña Vietnam al respecto? Veamos.
La revolución vietnamita no fue socialista
El recorrido que planteamos muestra los principales acontecimientos de una guerra cuyo rasgo más sobresaliente fue la liberación nacional del pueblo de Vietnam. Una guerra que tuvo además un rasgo distintivo que la diferenció de la mayoría de los movimientos insurreccionales surgidos en los años ’60 bajo liderazgos alternativos al de los Partidos Comunistas. En Vietnam, las fuerzas nacionalistas fueron íntegramente dirigidas por el Partido Comunista de Indochina (PCI) unido a la Internacional Soviética. De esta manera, bajo la dirección de Ho Chi Minh, el PCI promovió la consolidación de las herramientas políticas programáticas y organizativas (los Frentes de Liberación y el Ejército Popular) que garantizaron su victoria. A pesar de su especificidad, esta ligazón supuso la subordinación del proceso a los lineamientos políticos programáticos de la URSS y, posteriormente, de China. En tal sentido, fue definida por su propia dirección como una revolución democrática, nacional y popular:
“Se denomina revolución democrática porque su objetivo es el de expulsar a los agresores imperialistas y reconquistar la completa independencia y unidad de la nación. Es una revolución democrática porque se propone acabar con los vestigios feudales y semi feudales, realizar la reforma agraria, desarrollar la industria y el comercio, asegurar al pueblo las libertades democráticas. Se define como revolución popular porque es el pueblo el que la realiza, bajo la dirección de la clase trabajadora, con base a la alianza obrero-campesina.”7
Una revolución que cumplió tareas antiimperialistas y antifeudales, como lo hicieron las revoluciones democrático-burguesas pero que, a diferencia de ellas, buscó establecer el dominio del pueblo. En tal sentido no fue una revolución socialista
“porque no instaura la dictadura del proletariado ni elimina totalmente el sistema de explotación capitalista. Políticamente, establece la dictadura democrático popular y refuerza el papel directivo de la clase trabajadora en el Estado democrático popular […] Económicamente, establece el sector estatal, y el sector cooperativo de la economía.”
Para triunfar es necesario conocer la historia y la estructura económico-social del país en el que se actúa
La historia de la Argentina es diferente a la de Vietnam. En primer lugar, lo más importante: a lo largo de su historia como nación, Argentina nunca fue ocupada por un ejército extranjero. Situación que contrasta con la de Vietnam que enfrentó en su propio territorio a franceses, japoneses y norteamericanos. El proceso revolucionario de mayo de 1810 y la guerra posterior, supuso la victoria de la burguesía rioplatense sobre el imperio español e implicó la expulsión del nuevo Estado de cualquier presencia extranjera.8
De este modo, habiendo cumplido sus tareas democrático burguesas en el siglo XIX, Argentina constituía en 1960-70 un país plenamente capitalista. Planteando, en consecuencia, un enfrentamiento de clases con características muy diferentes a las de una sociedad mayoritariamente campesina y feudal como la vietnamita.
Aquello que resultó exitoso en una estructura social atrasada, cuya característica principal era la inexistencia de una burguesía con el poder suficiente para garantizar el control de un territorio y con una población campesina capaz de subsistir por fuera de la tiranía de la fábrica, chocó con una realidad completamente opuesta.
La estrategia de poder se elabora a partir de la realidad
En el plano programático, dada la disparidad estructural, los objetivos políticos prioritarios eran bien distintos. Para Vietnam la expulsión de las fuerzas extranjeras y la reforma agraria eran las tareas más imperiosas que cumplir, mientras que en la Argentina la lucha inmediata por el socialismo era la tarea que se imponía a los revolucionarios.
Esta diferenciación, que influye directamente en el plano estratégico organizativo, tampoco fue tenida en cuenta. En efecto, se sostuvo que aquí había que seguir el camino victorioso de Cuba y Vietnam, casos en los que el estado mayor político-militar nació de un mismo y único proceso. Perdiendo de vista que en nuestro país no existían las determinaciones que impulsaron dichos desarrollos: en esos lugares el partido revolucionario surgió y se consolidó en condiciones de guerra y clandestinidad, en el ámbito rural apoyado en masas campesinas, en condiciones de proscripción política y debilidad relativa del aparato estatal. De allí que, la acción militar en pos de la formación de un ejército popular a partir de formaciones militares irregulares constituyera la forma de lucha principal, el núcleo a partir del cual se consolidaría la dirección hegemónica del partido. Esta concepción lejos de potenciar el desarrollo de nuestras organizaciones, condujo a que su accionar se distanciara aún más de las necesidades objetivas del movimiento revolucionario en la Argentina. Aquí, no había tareas militares inmediatas que cumplir. Al contrario, a partir de la crisis de 1969, se abrió una etapa en la cual la construcción de hegemonía en el interior de la clase obrera y las masas constituyó la tarea primordial de los revolucionarios. Tarea que suponía una feroz batalla contra la ideología reformista burguesa (peronista) de la mayoría de la población.
Naturalmente, este prólogo no pretende agotar el debate, sino abrirlo a las diferentes fuerzas de la izquierda argentina y latinoamericana, cuando la clase obrera a nivel mundial vuelve a exigir que los revolucionarios nos coloquemos a la altura de su desarrollo, y construyamos un Partido que lleve al triunfo las banderas de los compañeros que nos antecedieron en la lucha.
Notas
1 En el nº 2-3 de Cristianismo y Revolución, de noviembre de 1966, aparece un largo informe especial sobre el tema.
2 Respecto de la cuestión militar, Montoneros señala que en la Argentina y en Vietnam del Sur no existe una burguesía capacitada para gobernar, por lo que asume el poder una “nueva elite política”, sustentada por el imperialismo, que son los militares. Al respecto puede consultarse “Memoria del año 1971. Informe Especial”, en Baschetti, Roberto (Comp.): Documentos (1970-1 1973), de la guerrilla peronista al gobierno popular, De la Campana, Buenos Aires, 2004, pp. 363-376.
3 En el caso del PRT y luego del PRT-ERP, la referencia a la guerra de Vietnam es continua en Norte Revolucionario, La Verdad hasta El Combatiente y Estrella Roja.
4 El Che lanza esta consigna en el Mensaje a la Tricontinental, en 1967, en la que señalaba la obligación de “crear dos, tres, muchos Vietnam”.
5 Rousset, Pierre: Le parti communiste vietnamien, Maspero, París, 1975, p. 212, citado en AA.VV.: Vietnam, Ediciones Transición, México, 1976, pp. 86-87.
6 Gilly, Adolfo: “La fuerza teórica de los hechos revolucionarios”, Roma, 25 de abril de 1976, en AA.VV.: Vietnam…, op. cit., p. 118.
7 Truong Chinh: “Sobre la revolución vietnamita. Informe presentado como Secretario General del Comité Central al II Congreso del PCI, 1951”, en Ho Chi Minh, Le Duan, Truong Chinh: La revolución vietnamita, Editorial Nuestro Tiempo, México, 1980, pp. 122-123. Hasta indicación contraria los entrecomillados pertenecen a este texto.
8 Sobre este punto ver Schlez, Mariano: Dios, rey y monopolio, Ediciones ryr, Buenos Aires, 2010 y Harari, Fabián: Hacendados en armas, Ediciones ryr, Buenos Aires, 2009.