Fernando Dachevsky
Observatorio Marxista de Estadística-CEICS
Especialista marxista en economía del petróleo y profesor de la Universidad de Minnesota en los EEUU, Cyrus Bina analiza en esta nueva entrevista exclusiva para El Aromo las diferentes expresiones de la crisis actual, destacando el carácter global de su alcance. En su desarrollo, Bina discute con los economistas neoclásicos, con los heterodoxos y gran parte de la izquierda la idea de que se trata de una crisis sólo financiera y afirma que afecta al corazón del sistema mismo.
¿Cuál cree usted que es la magnitud real de la crisis económica y cuáles son las perspectivas?
La crisis económica actual es única y universal. Es única en el sentido de que expresa la dinámica contradictoria, concreta, de la acumulación de capital y sus efectos contingentes, que desbordan violentamente a partir la industria de hipotecas subprime en los EEUU, a través de los llamados vehículos de inversión estructurada y los fondos de tipo basura –que en última instancia, formaron parte del nuevo y contagioso ámbito del capital ficticio, conocido como “securitización”- hacia el resto de la actividad económica mundial. Aquí, la magnitud concreta de la crisis no sólo abre un nuevo capitulo en la verdadera historia del capitalismo moderno, sino que llama la atención sobre el significado real de la trasnacionalización del capital y su transmisión global, en un mundo interconectado como el de hoy en día. Esta crisis es inmanentemente global en sus efectos y en sus manifestaciones. Se trata de la polarización de la riqueza y, por implicancia, la polarización de clases y la tendencia simultánea a la estandarización de la clase obrera. A pesar de que han habido algunas circunstancias evitables en toda esta debacle –por ejemplo, una regulación cuidadosa del mercado de hipotecas subprime o pautas legales claras para la securitización de activos financieros de alto riesgo- el agrupamiento de instrumentos comerciales garantizados con activos (ACBP), lleva a un movimiento de capital basado en la creación de crédito ficticio sobre crédito ficticio, con el objetivo de obtener ganancias rápidamente sin amortiguar el riesgo, poniendo en peligro la totalidad del sistema financiero. Si se pone atención sobre el conjunto de los mayores bancos a nivel mundial –desde bancos de inversión norteamericanos como UBS, Merrill Lynch, Citigroup, HSBC, Morgan Stanley, a bancos como IKB Deutsche, Crédit Agricole, Crédit Suisse, Deutsche Bank, Canadian Imperial, Société Générale-se puede ver claramente que las pérdidas de activos riesgosos ascienden a decenas de miles de millones de dólares y esa tendencia va a continuar por bastante tiempo. En el primer trimestre del 2008, las ganancias de los bancos de inversión obtenidas a partir de acciones, bonos y préstamos cayeron más del 45%. Esta experiencia abre paso al concepto de capital ficticio ya totalmente desarrollado. Fenómeno que fue identificado por Marx hace ya 150 años en su etapa incipiente. Actualmente se confunde el significado de capital ficticio y se lo entiende como fuente de valor excedente o, lo que es peor aún, algunos economistas que se hacen llamar marxistas lo consideran falso, innecesario o superfluo con respecto al proceso real de acumulación de capital. Sin embargo, esta interpretación pasa por alto la realidad que refleja la tendencia cuasi-caníbal de la competencia asociada a la acumulación de capital. Esta crítica también va dirigida a aquellos que trazan un paralelo entre la época del capital pre-globalizado, los trusts y la formación administrativa de los precios (es decir, la temprana internacionalización del capital financiero de Hilferding y/o Lenin) y la época de globalización contemporánea. Además, la izquierda tradicional carece de sentido crítico y sigue hablando de la supuesta primacía de las finanzas, y de esta manera apela a descripciones políticas y económicas anacrónicas que son inadecuadas para esta época. Por último, algunas de las críticas no cuentan con el entrenamiento metodológico necesario ni con la imaginación instintiva para observar las crisis económicas de manera integral, de forma que se comience analizando el capital como una totalidad (como una relación social), antes de examinar por separado mercancía, dinero y formas de producción. Por ejemplo, el término financiarización –de moda entre los economistas heterodoxos de izquierda- tiende a ocultar la volatilidad intrínseca del proceso de acumulación de capital y asignar dicha característica a la forma que adopta. Como vengo sosteniendo desde hace tiempo, la volatilidad se desprende de la extrema competitividad globalizada generada por la ley del valor. Considero que la “financiarización” es un término erróneo que oculta el desesperado intento de preservar el valor en la esfera de la circulación. La crisis económica (y la manera en la cual se deja entrever en términos de actividad híper-especulativa) se manifiesta con agudeza en el ámbito de las finanzas. Su tendencia a prolongar la conservación de valor es igualada por el ritmo acelerado de destrucción en el proceso de producción. Es en este contexto que, tanto las contradicciones al interior de las esferas de producción y circulación, como aquellas que surgen entre ellas, se vuelven perceptibles y, a pesar del laberinto discursivo, visibles a nivel global.
¿Cómo cree que va a afectar la crisis a EEUU? ¿Cuáles cree que van a ser las economías más perjudicadas tanto en el corto como en el mediano plazo?
Esta crisis surgió como un huracán primero en el mercado de hipotecas subprime estadounidense y allí acumuló fuerza antes de repercutir en el sistema financiero a nivel mundial. Algunos observadores, como Dean Baker, alertaron sobre la posibilidad de que la burbuja en el mercado de hipotecas estallara en cualquier momento, a pesar del optimismo infundado, por no decir del superficial idealismo propugnado por Alan Greenspan, ex Presidente de la Reserva Federal, que no supo escuchar a sus colegas que ya en el 2001 le advertían sobre los efectos de un posible estallido. La falacia de la economía de la oferta y el mito de las correcciones automáticas del mercado condujeron al idealismo y a la ideología neoliberal. El resto de las burbujas especulativas que surgieron en el mercado inmobiliario, en las instituciones hipotecarias, en el mercado de deudas colaterales, en el mercado de activos y en el mercado de seguros de obligaciones de deuda, fueron estallando en cadena frente a las autoridades yanquis antes de hacerse un hecho público y de trascender los límites de EEUU, a través de canales trasnacionales. Las consecuencias que esto vaya a tener sobre la economía de EEUU y la economía mundial todavía no se conocen por completo ya que la crisis continua desplegándose. Esta es la característica clásica del despliegue de una crisis económica desde lo potencial a lo concreto, apareciendo como el campo de la batalla entre la tendencia a conservar el valor por un lado, y la tendencia a destruirlo y renovar el proceso de acumulación, por el otro. Hoy día se deben reconocer dos crisis diferentes: la crisis periódica del capitalismo por un lado, y la crisis intelectual de la ciencia económica burguesa, incapaz de explicar la situación. Según el FMI, se espera que la economía de EEUU crezca no más de 0,5% y 1,6% en el 2008 y 2009, respectivamente. Sin embargo, el FMI pierde de vista que la presente no es una recesión corriente, dado el asombroso default en el mercado de viviendas, el gran dominó de derivados en el sistema financiero, el anticipo de nuevos colapsos bancarios, y una política inadecuada por parte de la administración Bush. El crecimiento proyectado para las economías china e india es del 9,3% y 7,9% para el 2008, que estaría por debajo del crecimiento alcanzado en el 2007 que fue del 11,4% y 9,2% respectivamente. Todo esto no tiene en cuenta las burbujas de activos que siguen creciendo y ganando fuerza actualmente en el sistema financiero chino. Se pronostica que el crecimiento europeo en el 2008 y 2009 rondará el 1,4% y no el 2,6% de 2007. Se espera que África y América Latina mantengan tasas altas, a pesar de que se disfracen hechos tan probables como un mayor desempleo y la creciente inflación en el sector de energía y alimentos. Mientras tanto, el crecimiento global es probable que pase de un 5% y 4,9% alcanzados en el 2006 y 2007, respectivamente, a una tasa que se ubique entre el 3,5% y el 3,7%. La Unión Europea está tratando de lidiar con las consecuencias de la debacle financiera de EEUU. Los bancos europeos procuraron emitir más de U$S200 millones de obligaciones de deuda, siguiendo el default de las hipotecas estadounidenses, revelando la punta de la crisis de liquidez en el mercado de crédito. Hasta el momento, las pérdidas de algunos de los principales bancos en Alemania y Suiza alcanzaron los U$S23 mil millones, y seguramente seguirán subiendo antes de que el polvo se asiente.
¿Qué tan efectivos son los estímulos económicos, como la actual reducción de la tasa de interés, para prevenir que la economía entre en recesión?
No cabe duda alguna que la economía de EEUU está atravesando una recesión. De todos modos, una amenaza que se suma en medio del colapso es la crisis financiera. Por otro lado, el dólar viene sufriendo un deterioro notable frente a otras monedas. Este deterioro es persistente y su magnitud se refleja en un importante aumento de precios como el del oro, metales, petróleo crudo y alimentos –por nombrar sólo algunos. La economía norteamericana está afiebrada y estornudando, y más allá del contagio financiero, la economía global no está en condiciones de decirle “salud”. Aquí aparece la tardía distinción entre la trasnacionalización y la llamada “americanización” respecto a la economía global –y por implicación, la difunta hegemonía de EEUU. Esta crisis es sintomática de la necesidad de distinguir claramente entre la ideología neoliberal (y las políticas neoliberales llevadas a cabo por el gobierno norteamericano y los llamados aliados de Occidente) y el significado contemporáneo de globalización: una estructura que abarca todo, más allá de la noción convencional de imperialismo y/o nacionalismo. La propuesta del gobierno norteamericano para refinanciar las hipotecas alcanza los 300/400 mil millones de dólares. El Bear Stearns, el quinto mayor banco de inversión, que tenía aproximadamente 33 dólares de deuda por cada dólar en su activo, recibió ayuda de la Reserva Federal por 30 mil millones. El cuarto más grande, Wachovia, está al borde de enfrentar pérdidas sorprendentes. Sólo en el primer trimestre del 2008, las pérdidas de Merrill Lynch fueron de 9,7 mil millones a lo que se sumaron 4.000 despidos. La Reserva Federal extendió préstamos de emergencia a los principales bancos de inversión de Wall Street. Por otro lado, “la Fed” también ofreció 200 mil millones en bonos del Tesoro a un grupo seleccionado de bancos de inversión que son los que más participan de las operaciones de mercado abierto. ¿Cuáles son las garantías en algunos de estos casos? Son títulos difíciles de vender, emitidos por privados, respaldados por hipotecas riesgosas que no valen lo que dicen valer en el papel. Las hipotecas subprime son aproximadamente el 21% del total. La cesación de pagos en este segmento del mercado llevó al default potencial a las instituciones tenedoras de estos títulos y a los aseguradores de las obligaciones negociables que aseguraron la amalgama de riesgos colaterales en primera instancia. Todo este proceso se da como un círculo vicioso: primero cayeron sustancialmente los precios de las viviendas, lo cual se tradujo en una devaluación instantánea y pérdida de valor de las acciones. Esto se extendió a las diferentes instituciones del sistema financiero que se vieron obligadas a registrar pérdidas por cientos de miles de millones de dólares. El sistema financiero norteamericano enfrenta pérdidas potenciales que superan el billón de dólares, producto de la crisis crediticia. De ahí que la crisis resulte en la actual restricción del crédito en EEUU y a nivel mundial. Por último, el mercado inmobiliario está empezando a manifestar sus efectos globales haciendo caer las acciones alrededor del mundo, ya sea en Irlanda como en India. Para tratar el síntoma de la crisis –las restricciones al crédito-, la Reserva Federal, bajo la gestión de Ben Bernanke, recortó la tasa de interés de referencia 6 veces consecutivas, la cual pasó del 5,25% al 2,25% el 18 de marzo del 2008 –una rebaja de casi el 60%. Una situación en la que se lleven adelante más recortes que hagan rondar la tasa en torno al 1% (situación similar a la ocurrida en el 2004 con Greenspan) debería asustar a cualquier economista. Las consecuencias indeseadas pueden ser la falta de elasticidad de la inversión respecto a la tasa de interés y una ineficaz política monetaria que, junto a la actual crisis crediticia y la debacle financiera, son el alimento para la Gran Depresión. De cara a esta situación, la administración Bush otorgó un reembolso de impuestos (devolución fiscal) del orden de los U$S 168 mil millones de modo de estimular el consumo. Este paquete, además de ser chico y de haberse otorgado tardíamente, ni siquiera extiende la duración del seguro de desempleo de los 6 meses al año, de modo tal de amortiguar los despidos masivos que están empezando a repercutir a lo largo y ancho de la economía norteamericana. Por el lado financiero, el nuevo plan del Tesoro fue diseñado para poner a punto la competitividad del sistema financiero teniendo en cuenta los inversores institucionales de Wall Street más que el bienestar del sistema en sí, lo cual debería incluir a los inversores de Main Street. Además, el plan no sirve ni como prescripción que proteja del efecto dominó asociado a la creación ilimitada y a la multiplicación de riesgos, ni como remedio que regule la distribución epidémica de derivados financieros y el contagio a través del sistema financiero. Menos aún como una solución inmediata a la crisis actual en la que un número enorme de gente va a hundirse, de una u otra manera.
¿Cómo repercutirá la crisis en los precios del petróleo? ¿Van a seguir creciendo?
La crisis hipotecaria condujo al incumplimiento o default en el mercado hipotecario, y luego a través del mercado de valores, ejerció una verdadera devastación entre las entidades aseguradoras, ya que tenían en su poder obligaciones de pago sumamente riesgosas. Las forzadas amortizaciones de los activos que poseían los bancos para realizar sus inversiones, por un lado, y la lenta marcha de la actividad económica, por el otro, provocaron que la economía estadounidense entrara en recesión. Al mismo tiempo, la continua devaluación del dólar desde 2002, en contraposición del Euro y otras importantes divisas, revelaron el estado moribundo en el que se encuentra Estados Unidos, oculto detrás de la Pax Americana. En la última reunión del Foro Económico Mundial en Davos, incluso los más optimistas liberales y social-demócratas se dieron cuenta, bastante tarde, que la economía norteamericana ya no es más el motor de la economía mundial. La palabra que usaron fue “desacople”, señalando acertadamente lo que yo había previsto correctamente, a pesar del esplendor económico de Reagan, y la opulencia de “la única superpotencia”, hace ya más de dos décadas atrás. Mientras tanto, Ben Bernanke, director de la Reserva Federal, tomó ciertas medidas frente a la crisis (o mejor dicho, frente a su manifestación, el estrangulamiento del mercado crediticio): redujo la tasa de interés al corto plazo, para desalentar la entrada de inversiones, y disminuir la demanda de dólares. De esa forma logró que caiga el valor del dólar. Los inversores, nerviosos por encontrar un refugio seguro, presionaron para llevar el precio del oro por arriba de los 1.000 dólares la onza, impulsando, sin embargo, otra caída en el valor del dólar. Un incremento en el precio de los metales, en general sigue el mismo mecanismo antes descrito: se van creando burbujas especulativas en los mercados de estos “commodities”. El precio de los productos agropecuarios, es decir el precio de la comida, también aumentó, en parte por el constante aumento de la demanda global, y en parte también por la competencia por el alimento y el combustible gracias a la promoción del etanol que ahora está siendo promovido de manera imprudente por los gobiernos populares de América Latina, y autopromovido por los grandes intereses de los grupos económicos estadounidenses. La crisis del alimento ya se manifestó en todo el mundo, en un considerable número de disturbios por la comida, desde Blangadesh hasta Haití. Finalmente, el valor del petróleo fue establecido por arriba del mayor costo de la región, esto es, EEUU. Sin embargo, los 115 dólares del petróleo y lo que está determinando el precio mundial tiene que ver con una serie de factores: 1) la continua demanda de Estados Unidos (el 4,5% de la población mundial consume el 25% del consumo mundial de petróleo) más el crecimiento de la demanda global, incluida China (con una tasa de crecimiento de dos dígitos) y la India; 2) una tendencia a la especulación y el desvío hacia los activos financieros; 3) considerable caída del valor del dólar; 4) hechos políticos de gran relevancia. La caída del valor del valor del dólar origina dos efectos por separado en el precio del petróleo: a) un efecto directo por el valor nominal del petróleo en dólares; b) un efecto indirecto por la huida del dólar al petróleo para especulaciones de asset holding o cambio de valor. La inminente recesión mundial tendrá ceteris paribus un efecto moderador en la demanda, así como una posibilidad de que el precio se ajuste a los términos reales. Sin embargo, la huída del dólar, dada su incierta naturaleza especulativa, no es una buena señal, si de predecir un panorama se trata.
Teniendo en cuenta que el petróleo es una materia prima clave en la producción de un gran número de productos, ¿qué podría pasar si el precio continúa en sus valores actuales al mismo tiempo que se desacelera la economía estadounidense? ¿En qué medida el alza de los precios del petróleo incide en los problemas que sufre la industria estadounidense hoy en día?
El petróleo crudo, el gas natural, y sus múltiples derivados no sólo son los componentes del sector energético, sino que también son una parte esencial de los diversos procesos de producción que definen el grueso de la producción mundial. Pero sería un grave error concentrarnos sólo en el valor de uso del petróleo crudo. No es suficiente considerar al petróleo teniendo en cuenta sólo el aspecto físico-material del mismo, sino que para poder hablar del petróleo como una mercancía, hay que concentrarse también en el valor de cambio, es decir, en la formación de valor y su implicancia en la determinación del precio, conjuntamente con la dimensión social del valor. En otras palabras, los mismos procesos que reciben un impacto negativo del aumento de precios, tarde o temprano, tienden a adaptarse a la situación, reinventando el proceso productivo y achicando la demanda, proceso similar a la adaptación biológica de las especies en el reino animal. Sin embargo, debemos ser cuidadosos en no señalar el proceso como natural, ya que es puramente social, íntimamente ligado con el sistema socioeconómico históricamente determinado. Por lo tanto –si nos concentramos en las dinámicas interacciones de la economía entendida como un todo-el hecho de que el precio del petróleo esté creciendo más allá de las expectativas de las personas es un claro indicador de que la propia economía es la que ejerce una influencia decisiva, y no al revés. En otras palabras, la idea que de que los “shocks de abastecimiento” (es decir, las crisis del petróleo que comienzan en los años ´70) son responsables de las recesiones de EEUU es absolutamente falsa. Esa idea, muy repetida en los manuales de economía, no sólo cambia la dirección de causalidad, sino que también desvía el análisis a lo material, a la constitución externa y no social, es decir, interna, de la causa de las crisis económicas. Para estar seguros, los U$S115 dólares del petróleo llevarán a la caída de la economía estadounidense, arrastrando a la economía mundial hacia una profunda recesión. En consecuencia, si trazamos un paralelo entre la crisis económica actual (estadounidense y mundial) y los campos de gravitación de la astrofísica, es probable que veamos cómo el resultado cuantitativo de la escalada del precio del petróleo, que es en sí mismo un resultado de la dinámica de la economía mundial, tenga efectos en todo el campo gravitacional. De ahí que el diagnóstico de la derecha (la ortodoxia) y de la izquierda liberal/radical (auto proclamados “heterodoxos”) no parece ser lógico en este caso. La consecuencia de los altos precios del petróleo es la terrible necesidad de reorganizar, o mejor reestructurar, la relación entre EEUU y la economía mundial, por vía de la presente crisis.
¿Cómo afectará la crisis a los países productores de petróleo, como Venezuela?
La presente crisis es multidimensional. Eso implica que el impacto es extenso y vasto, y es distinto según el país. Los países exportadores de petróleo, particularmente los países en desarrollo con una considerable población (como Irán y Venezuela), están potencialmente sometidos a los altos precios de los alimentos, que se trasladarían a una disminución en la cantidad de divisas por la importación de alimentos básicos, como arroz, maíz, trigo, etc. También se espera que aumenten los precios de otros productos alimenticios que dependen de estas materias primas. Esta situación es en parte debido a un nuevo fenómeno estadounidense (como la producción de combustible a partir de maíz, etc.) que también es motivado por la ficción de la energía auto-suficiente y la implementación de la llamada “seguridad nacional. De esto se desprende una posible crisis no muy lejana a través de la competencia por los alimentos y el combustible. Por otro lado, los altos precios del petróleo crudo pueden ser trasladados a aquellos países exportadores, como Irán y Venezuela. Este hecho quizás haga compensar el efecto negativo de los altos precios alimentarios que sufren esos países. Sin embargo, debido a la importante perdida del valor del dólar, el precio real del petróleo no es tan alto como parece, lo que vuelve a plantear los niveles reales de ganancias de los países exportadores. Esto es particularmente significativo para Irán y Venezuela, cuyos respectivos gobiernos no tienen buenas relaciones con la administración Bush –sobre todo en el caso del primero, que está bajo un importante embargo.
Notas
* Traducción de Emiliano Mussi y María Zabalegui.