Mucho más que dos

en El Aromo n° 42

Fabián Harari

Laboratorio de Análisis Político – CEICS

“-¿Por qué tenés que aplaudir cuando la Presidenta dice que nos creemos los propietarios del país? -Si la Presidenta te invita, tenés que ir.”1 La experiencia kirchnerista enfrenta la mayor crisis desde el año 2003. Estamos, probablemente, ante un fenómeno que ha dado inicio al ocaso de la experiencia bonapartista. Vayamos a los números en bruto. Según Nueva Mayoría, desde enero hasta abril se contabilizaron 1.651 cortes de ruta o de vía pública.2 De estos, 1.622 corresponden al lock out agrario. El número, por sí solo, no puede apreciarse si no se ubica en una perspectiva temporal. Efectivamente, tal como puede verse en el cuadro 1, el nivel de cortes de rutas y vías públicas supera el alcanzado por el 2001, el año de la insurrección, y sólo es superado por el 2002. Si bien el número de cortes de ruta se ha disparado este año, el cuadro demuestra que la tendencia al corte no se había disipado durante el reflujo, manteniéndose a niveles del año 2000. Se trata de un fenómeno que ya habíamos anticipado hace algunos años: el piquete llegó para quedarse.3 Entonces, aunque bajo otro contenido, regresa, porque nunca se fue. Tal como mostramos en el cuadro 2, aunque las mayores acciones se registran en la región pampeana, el lock out abarcó a 15 provincias. Entre las periféricas, se destacan Chaco, Santiago del Estero, Corrientes y Salta. Entonces, tanto en su cantidad como en su extensión, la movilización de la burguesía y pequeño burguesía agraria se encuentra entre los más altos de los últimos diez años. El aspecto cuantitativo, sin embargo, todavía no alcanza para calibrar la magnitud. Hace falta medir la profundidad política de las medidas. En ese sentido, la modalidad de movilización no se limitó al corte, sino que, en varios casos, se le sumó un cacerolazo en la ciudad y un tractorazo, en la ciudad o en la ruta. A pesar de que se declaró el corte parcial, hemos relevado, al momento, 102 acciones de cortes totales.4 En varias localidades bloquearon los accesos a las empresas lácteas o aceiteras para impedir la salida de camiones. En Santa Fe se bloqueó a las empresas SanCor, Milkaut, Williner, Verónica, Tregar y Molfino.5 En algunos casos llegaron a la Municipalidad y a las legislaturas. En Firmat (Santa Fe), por ejemplo, la movilización obligó a que el propio intendente llamara al corte. En Carlos Casares (Buenos Aires), las movilizaciones llegaron a la intendencia y a la legislatura. Es decir, la movilización rebasó el marco puramente corporativo y desarrolló un importante componente político. No obstante, el elemento más significativo fue la instauración de asambleas en los piquetes, que definían las acciones a seguir. Este es un hecho sobre el que ningún medio ni intelectual se detuvo a examinar: la combinación de la acción directa con el elemento deliberativo. Una copia fiel del método piquero. Este problema, el del método, es el elemento más significativo de la crisis, porque en el marco de una movilización que adquiere tintes políticos expresa, por un lado, la magnitud del antagonismo y porque desencadena, por el otro, un proceso potencialmente explosivo.

Siameses que se desangran

En el acápite anterior, vimos que se trata de un conflicto de una gran envergadura. Sin embargo, aún nos queda por dilucidar su naturaleza política. Es decir, hace falta examinar las fuerzas organizadas que se dirimen y sus programas. El lock out contó con la dirección de las entidades corporativas de la burguesía agraria: la Sociedad Rural Argentina, la Confederación Rural Argentina, Coninagro y Federación Agraria Argentina. Además integran la alianza, también, Apresid (siembra directa), Los Grobo, la Bolsa de Cereales de Rosario, la Asociación de Productores de Granos del NOA, la Asociación Agrícola Ganadera de La Pampa, la Federación de Acopiadores de Granos, la Aceitera General Dehesa (sí, la de Urquía, que renunció a su banca) y las bolsas de Comercio de Rosario y Santa Fe. En cuanto a los partidos políticos, el conjunto de la oposición burguesa intentó capitalizar el descontento. El elemento más activo fue, sin dudas, Elisa Carrió, quien recorrió varios piquetes y llamó a marchar sobre Buenos Aires. Sin embargo, no logró erigirse en representante de esa fuerza. También se ubicaron allí gobernadores como Binner, Schiaretti, Das Neves, Celso Jaque o Brizuela del Solar y la gran mayoría de intendentes de Córdoba, Santa Fe y el interior de la Provincia de Buenos Aires, hayan sido kirchneristas o no. Dentro de esta alianza debemos situar a la Iglesia, que no solamente apoyó públicamente los piquetes sino que incluso ofició misa en algunos de ellos. La mayoría de los medios masivos operó a favor del movimiento, como La Nación, Perfil y, especialmente, Crítica de la Argentina. No obstante, fue Clarín el medio más influyente, aunque sus posiciones no fueran tan explícitas. Esta fuerza contó también con organizaciones obreras: UATRE, el gremio de la carne y la fracción de Lozano de la CTA. El frente tuvo sus intelectuales, en particular Beatriz Sarlo. La alianza no se privó de incorporar a ciertos partidos de izquierda como el MST o el PCR, quienes entregaron sus principios clasistas a cambio de cumplir un papel decorativo. Del otro lado, el gobierno contó con el apoyo de la Unión Industrial Argentina, la Asociación de Bancos Argentinos y Abapra. La Asociación Empresaria Argentina dio un apoyo condicionado. Se abstuvo de pronunciamientos, pero pidió un aumento de tarifas. En cuanto a los soportes políticos, pueden contarse los intendentes del conurbano bonaerense y los gobernadores de Tucumán, Chaco y Entre Ríos. Scioli jugó un papel más bien ambiguo, aunque terminó cerrando filas con el gobierno nacional. La pata obrera de la alianza es, en este caso, mayor. Son de la partida, la CGT moyanista y una parte de los “gordos” como Cavallieri y Martínez. Pero también, están presentes organizaciones como el Movimiento Evita, la FTV y la fracción de Yasky de la CTA. Intelectuales como José Pablo Feimann, Horacio González y la “nueva narrativa”, que decidió pronunciarse, fueron quienes sostuvieron el combate cultural. También la izquierda dijo presente aquí, a través del Partido Comunista, quien se presentó en el acto y aplaudió a Cristina Kirchner. Tal vez hayan hecho un mejor negocio que sus pares de la otra vereda: no pueden entregar lo que nunca tuvieron, no pretenden ninguna exposición y se conforman con alguna dádiva. Tal vez el único peligro sea su disolución, pero, a esta altura, su nombre ya les pesa. Entonces, por un lado, estamos frente a una amplia alianza dirigida por la burguesía agraria, con una importante división del trabajo. Esta fuerza ha logrado cooptar a una parte del aparato kirchnerista: gobernadores, intendentes, diputados, senadores y sindicalistas. Por el otro, una alianza entre el gobierno y las fracciones más ligadas a la industria y a las finanzas, con una mayor participación obrera. La fracción del proletariado que ha venido desarrollando una política independiente aún no ha dicho presente. Ahora bien, ¿cuáles son los programas que esgrimen? En el caso de la alianza “agraria”, en un principio, la consigna se limitaba a que el gobierno retrotrayera las retenciones al 10 de marzo. Sin embargo, al poco tiempo exigió un plan a largo plazo para el agro que contemplara la ayuda a la ganadería y la liberación de precios en algunos cortes. Asimismo, comenzó a exigir el aumento de los precios pagados por las empresas lácteas a los tambos. Las derivaciones económicas más generales de estas propuestas fueron retomadas por economistas como Melconian y Artana, quienes propusieron que ante la baja de la recaudación producto de menores retenciones se evitara el “derroche”. Es decir, un mayor ajuste fiscal. Sin embargo, en los últimos días del conflicto aparecieron dos reclamos a nivel político. El primero es que las retenciones sean coparticipables. El segundo es que sea el poder legislativo quien tenga la facultad de establecer la política impositiva.6 El primer reclamo implica el fin del régimen kirchnerista. Sin los recursos de las retenciones, el Estado nacional no tiene forma de disciplinar a las provincias. Se trata de dinero que le permitió organizar un armado político y desafiar a las estructuras preexistentes (duhaldismo, menemismo, radicalismo). Por otro lado, una simple reunión opositora de gobernadores podría desestabilizar cualquier administración. La segunda petición coloca al sistema político argentino sobre los vaivenes electorales cada dos años. De hecho, en el 2009 habrá elecciones legislativas, en donde el gobierno tiene un pronóstico reservado. Lo cierto es que lo que estos sectores están pidiendo es la “institucionalización”, una salida del bonapartismo. El problema es que la relación entre las clases transforma ese programa, en esta coyuntura, en un salto al vacío. El único objetivo que podría tener es debilitar al gobierno y preparar las condiciones de una crisis política aguda sin un reemplazo a la vista. Se trata de una fuerza con una proyección política indudable, con una gran dinámica, pero con poca articulación. Un conjunto de oficiales sin un estado mayor reconocido. Las disputas entre las organizaciones corporativas, los conflictos al interior de cada organización, el ascenso de dirigentes de base con una proyección que excede lo corporativo (De Ángeli) y la ausencia de cuadros de tipo “nacional”, evidencian los límites que aún tiene esa aventura. Por eso, varios intelectuales y políticos agudos aconsejaron un alto. El gobierno, por su parte, había apostado a conducir la transfiguración de su propio régimen. No obstante, cada vez parece costarle más.

La tierra se abre

¿Cuál es el resultado parcial de este enfrentamiento? Por ahora, la alianza “agraria” parece haber obtenido un triunfo parcial. Forzó a una negociación que se le había negado, provocó la reapertura de los conflictos en el seno del gobierno y su desorientación, cooptó a varios dirigentes kirchneristas y desbarató una construcción política armada pacientemente en Puerto Madero. Ya se llevó puesto un ministro. El punto cardinal es que no estamos ante un simple enfrentamiento entre dos fracciones burguesas. Si así fuera, la clase obrera no tendría nada que hacer. Se trata del inicio de una crisis política que va a arrastrar a todas las clases, aunque, por el momento, sólo veamos dos contendientes. Sencillamente, porque es la expresión más acabada de que la clase dominante ha perdido el elemento más elemental de su hegemonía: la disciplina en sus propias filas. Es la misma burguesía la que ha comenzado a hartarse del régimen. Entonces, debilita al Estado y alienta abiertamente a la acción directa, a la deliberación, a la conspiración y a la campaña de difamación y denuncias. Es un proceso que lleva a una relativa disolución de la burguesía como clase en el sentido político. Nada que no hayamos visto. Combatir por la victoria de una de las fracciones es un llamado a restablecer el orden. No preparar una intervención revolucionaria es haberse organizado para nada…

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Notas

1 Diálogo entre Hugo Biolcati, vicepresidente de la Sociedad Rural y Cristiano Rattazzi, presidente de Fiat.

2 En http://www.nuevamayoria.com/index. php?option=com_content&task=view&id =434&Itemid=30. El estudio releva la cantidad de piquetes/día. Por ejemplo, si un piquete se mantuvo dos días, entonces se contabiliza dos veces.

3 Véase Sartelli, Eduardo: La plaza es nuestra, Ediciones ryr, Buenos Aires, 2006, cap. VII.

4 Elaboración propia sobre la base de periódicos locales y nacionales.

5 http://www.castellanos.com.ar/nuevo/textos. php?id=4281

6 Proclama de Gualeguaychú, 3 de abril de 2008. http://www.ruralarg.org.ar/web/notas. php?id=2720.

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Juan Kornblihtt Grupo de investigación de la Historia Económica Argentina – CEICS
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