Tras el resultado de las PASO, el peronismo asumió que su derrota fue histórica y sus representantes se quisieron despegar. Diferente fue la actitud cuando se supo que habían perdido las generales. No les importó lo que pasa en la realidad, ellos fueron “los mejores”, una posición si se quiere fantasiosa teniendo en cuenta que ni siquiera sus seguidores se creen esa postura.
En este punto se instala el acto que tuvo lugar el miércoles posterior al domingo electoral. Una jornada interna contra Cristina. Este día, se transforma discursivamente la derrota en algo diferente para decir “ahora queremos entrar”. La pelea en las PASO era por salir, ahora la pelea es por incorporarse. Efectivamente hay una fuerza que dice “hay que gobernar y hacerse cargo del peronismo”. Si bien nadie quiere estar en los zapatos de Alberto, los asistentes dijeron: “vos goberná que nosotros te apoyamos”.
Lo que es interesante es que la remontada que se vio en las últimas elecciones, no se corresponde con la plata que pusieron. No alcanzó para ganar, salvo en Tierra del Fuego y Chaco. Si ponemos el foco en los gobernadores, vemos que algunos se afianzaron, como el caso de Gerardo Zamora y algunos relacionados con el interior del país (Catamarca, La Rioja, San Juan) que pese a ganar perdieron votos.
Por su parte, los intendentes en ciertos partidos salvaron la ropa. Un claro ejemplo es Quilmes, bastión importante de La Cámpora. Si bien el gobierno festeja que en el Conurbano hizo una mejor elección que en las PASO, no alcanza para ganar la presidencia en 2023 ni para retener la Cámara de Senadores donde perdió el quórum propio. Hoy en día el Senado ya no es peronista. Y ese es un problema porque, entre otras cosas, se puede votar el desafuero a Cristina. Visto así, el festejo no tiene ningún sentido.
Hay partidos como Avellaneda, Ezeiza, Morón, Luján, Mercedes y Ensenada donde se ve claramente como el intendente jugó en contra. Por un lado, hubo una demostración de que no bancaban a Tolosa Paz y, por el otro, mostraron que había una intención de salvarse ellos. Que efectivamente eran quienes mantenían el poder.
Del lado de la oposición, a los candidatos de Larreta tampoco les fue tan bien. Santilli ganó por poco, necesitó a Manes en la interna quien hizo una muy buena elección. Entre las PASO y las generales perdieron votos en manos de Espert. Lo mismo que le ocurrió a Vidal en relación a Milei. Ambos candidatos del liberalismo están jugando de la mano de Juntos.
Ni en la oposición ni en el oficialismo hay un liderazgo. Ninguno tiene en claro a dónde va. Esta es la principal conclusión de las elecciones. El liderazgo de Larreta está actualmente cuestionado, al igual que el espacio del peronismo. No hay ningún proyecto de cara al 2023 de cómo salir de la crisis. Tampoco sabemos qué fuerzas y qué candidatos se van a presentar.
Ahora bien, es necesario preguntarse: ¿por qué hay una crisis política tan fuerte en la Argentina? ¿Por qué los partidos perdieron sus formatos originales y no encuentran nuevos? Desde el 2013 para acá los oficialismos pierden las elecciones, salvo en el 2017. Esto se debe a que no se pueden armar partidos nacionales. En su lugar, los partidos que logran conformarse son maquinarias electorales que se van construyendo para las elecciones. La gente los vota si les dan algo. Hay un economicismo muy grande.
Frente a esto, no se puede armar algo porque ningún partido encuentra una estrategia política para poder llevarse a esta población sobrante al empleo estatal y al privado con alguna fracción de la burguesía. No se encuentra estrategia para unificar eso que aparece en partes. Y eso es lo único que puede llevarte a ser un partido real. Si no hay una fuerza real detrás, esta gente se da vuelta porque se corporizan relaciones muy acotadas y no necesariamente se trata sólo de plata.
Ante este escenario, lo que demuestra Macri es que el mundo ideológico de la clase obrera no le tiene miedo a ser antiperonista, a ser “gorila”. Esto significa que no hace falta conciliar con el peronismo. La izquierda argentina podría liberarse de esa traba y aprovechar, en un sentido socialista, todo ese antiperonismo. Pero no puede hacerlo porque no abandona el mundo del cual brota el peronista convencido, el mundo de la pequeña burguesía que vive del Estado. No quiere abandonar ese mundo. Por eso la izquierda, elección tras elección, queda igual en cantidad de votos. Es momento de construir una nueva izquierda que combata a su principal enemigo, el peronismo, y que luche por su objetivo, el Socialismo.
Comparto plenamente. Los partidos del FITU tienen terror de que les digan gorilas, y la ironìa es que el peronismo les paga con un desprecio absoluto hacia los «troskos». Amor no correspondido.