Ideas (no tan) de Izquierda. ¿Nos domina el FMI?

en La Hoja Socialista 23/LHS/Novedades

El FMI tuvo un rol importante en varios momentos de la historia de este país. Como cualquier prestamista, el FMI exige condiciones. Cuando cualquiera de nosotros solicita un préstamo, se nos exigen garantías de que vamos a pagar. Cuando un país solicita un préstamo la cosa no es muy diferente: hay quienes compensan el riesgo cobrando intereses más altos, están quienes buscan asegurarse una jurisdicción amigable en caso de que la cosa llegue a juicio, y está el FMI, que cobra bajos intereses, pero controla las cuentas y exige un plan para hacer frente a los desequilibrios financieros que nos llevaron a solicitar el crédito. Hasta aquí, no hay dominación de ningún tipo. Más cuando fueron muchas las veces que no cumplimos las condiciones acordadas con el FMI, e incluso, que no pagamos la deuda.

El FMI pide bastante más que la garantía de devolución del crédito. A cambio de su dinero exige la aplicación de una política económica que beneficia a los capitales más concentrados. Concretamente, la eliminación de las barreras proteccionistas para permitir que las burguesías imperialistas desplacen de los mercados nacionales al capital local. Supongamos que estas exigencias del FMI suponen algún tipo de subordinación. Hay que preguntarse si siempre cumplimos. Si somos, como se suele decir, un “buen alumno”. De los 22 acuerdos de condicionalidad fuerte que Argentina firmó con el Fondo en su historia, siete se interrumpieron porque no se cumplieron las condicionalidades: 1962, 1983, 1984, 1988, 1990, 2001 y 2018. Un tercio del total. Todos los programas interrumpidos corresponden a momentos de crisis, en los que el ajuste exigido por el Fondo no se podía sostener. A ello hay que sumar incumplimientos menores, que se solucionaron con una dispensa, y los momentos en que una situación financiera holgada permitió desembarazarse de la tutela del Fondo, como en 1969, 1974, 1978 y 2005.

Argentina, claramente, está lejos de ser un “buen alumno”: en más de una ocasión hizo caso omiso de las recomendaciones del organismo. ¿Por qué podemos rebelarnos con tanta facilidad contra el “mandato imperial”? Al incumplimiento de las condicionalidades, que es más común de lo que se cree, hay que agregar el mayor de los incumplimientos: que no siempre “honramos nuestras deudas”. Aunque Argentina nunca dejó de pagarle al Fondo, ni siquiera en los peores momentos, si lo hizo con otros acreedores, desde la Baring Brothers hasta el Club de París. Es enorme el listado de “defaults” en la historia argentina.

Cuando la burguesía argentina quiere, puede, o no le queda otra, desobedece las exigencias del FMI. El Fondo solo impone condiciones a quienes solicitan su asistencia, y cualquier país puede desembarazarse de él sin demasiada dificultad, simplemente dejando de pedir. Nadie obliga a la Argentina a solicitar dinero y someterse. Si no pidiéramos prestamos al Fondo, no habría condicionamiento ni subordinación alguna. Pero esto no pasa. Los arrebatos nacionalistas de la burguesía argentina duran poco: los mismos gobiernos que se retoban contra el Fondo, vuelve al poco tiempo con la cola entre las patas. Los que incumplen las condicionalidades se apuran a negociar rápido otro acuerdo. E incluso tras cada default la preocupación siempre es renegociar la deuda.

La burguesía argentina, y sus gobiernos, vuelven una y otra vez al Fondo. ¿Por qué? Porque lo necesitan. Porque la Argentina atraviesa, desde hace años, una crisis estructural que la obliga a compensar sus déficits con deuda. Por esa misma razón nunca dejan de pagar la deuda: pagar, aunque sea luego de una renegociación o de una reestructuración, es la condición para seguir accediendo al crédito externo. Por eso la burguesía argentina nunca va a romper con el Fondo: necesita el crédito externo para sostener, aunque más no sea temporalmente, la acumulación. Y está dispuesta a hacer todo lo que el Fondo pide, porque la alternativa para ella no es mejor.

Pero esa deuda es de la burguesía argentina, no de los trabajadores. Porque la crisis, que la obliga una y otra vez a pedir, no es culpa nuestra. Los trabajadores somos los que la sufrimos. Los que pagamos, con cada plan de ajuste (esté acordado o no con el Fondo), las facturas impagas que nos deja la burguesía argentina.

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