El kirchnerismo suele decir que invirtieron en la política científica y otorgaron mejoras salariales para los trabajadores de Ciencia y Técnica. Pero la realidad indica otra cosa. Los ingresos de los becarios del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), que son la mayoría de los trabajadores del organismo, vienen cayendo en los últimos 10 años, gracias a las políticas de ajuste de Macri y Cristina.
¿Cómo se explica la baja salarial? Primero, con una política de salarios negociados por debajo de la inflación. Los salarios se acomodan a la paritaria del Estado, que firmó sistemáticamente en esas condiciones. Segundo, al no reconocer a los becarios como trabajadores en blanco, el organismo se ahorra todo lo que correspondería pagar por cargas sociales.
Tomemos como referencia los salarios de CABA, los más bajos del país. En enero de 2006, un becario cobraba $27.479 (en pesos de 2018) y su mejor salario fue en 2009, que llegó a cobrar $36.162. A partir de ahí, los becarios perdieron un 22% de su salario entre 2009 y 2013. Y después, entre junio de 2013 y diciembre de 2018, la caída salarial es mayor: un 26%, pasando de los $30.738 (pesos de 2018) en junio de 2013 a $20.419 en diciembre de 2018.
Esto quiere decir que desde 2009, los salarios de los becarios cayeron casi un 50% de su poder adquisitivo. Y esto se extiende a todos los estatales. Hasta que se fue Cristina, la caída fue del 24%, mientras que el gobierno de Macri amputó la misma cifra en 3 años de gobierno. Es decir, la caída salarial empezó con Cristina y se profundizó con Macri.
Además hay una tendencia al achicamiento de la brecha entre el salario y la Canasta Total con la fuerte caída salarial que se produce desde abril de 2013. Desde allí, con cada baja salarial, el ingreso del becario doctoral va a tender a coincidir o acercarse a la CT. ¿Qué significa? Que el salario de un becario está bordeando el salario de pobreza.
Y eso es más acentuado si tenemos en cuenta que los becarios no gastan solo en esa canasta sino también participación en congresos (inscripción y viajes), herramientas de trabajo elementales (computadora e impresora), insumos de oficina, fotocopias, libros, la inscripción al doctorado y cursada de seminarios. Todos son gastos básicos que en general afrontan por sus propios medios.
Negar a los becarios la relación laboral facilita aún más el achatamiento salarial. Los becarios tienen las mismas obligaciones que los investigadores de planta y realizan las mismas tareas. Lo único que los diferencia es un grado académico menor. La idea según la cual los becarios “estudian” para ser doctores apunta a justificar la existencia del trabajo no registrado en el organismo.
Esto supone una serie de beneficios para la patronal, ya que no se realizan aportes patronales ni jubilatorios, no se paga aguinaldo, no se puede reclamar ante despidos injustificados ni cobrar una indemnización, lo que significa un ahorro espectacular en términos de costos laborales. Para tener una idea, entre 2012 y 2017, el CONICET se ahorró $388 millones en aportes patronales, de los cuales $375 millones corresponden a aportes jubilatorios, y $131 millones en aguinaldo (valores en pesos de 2018). Esta política fue sostenida por el kirchnerismo y continuada por el macrismo. En un escenario electoral, y con los datos en la mano, es necesario poner en pie un plan de lucha por una recomposición histórica del salario de los trabajadores del CONICET y el reconocimiento de los derechos laborales de los becarios. Además, es necesario reclamar por la estabilidad laboral, para impedir que quienes trabajamos siete años en negro, seamos despedidos por los cupos que se imponen en el ingreso a carrera. El tiempo es ahora.