El Día Internacional del Trabajador no es un día más. La burguesía le llama el “Día del Trabajo”. Convierte así un día de lucha que nació de una reivindicación obrera, en un día donde tenemos que agradecer si tenemos trabajo. Así nos quieren calladitos y sumisos, deslomándonos todos los días para que los patrones se enriquezcan. Como mucho, ponete contento que es feriado. Pero hacelo en silencio. En eso, la burguesía y los sindicalistas argentinos dan cátedra. El peronismo convierte el 1ero de Mayo en un lindo domingo de otoño, sobre el que mejor no haya mucho para decir. Por eso no pisan la calle, porque no representan nuestros intereses. El 1ro no les pertenece.
En realidad, esta fecha fue declarada por la Segunda Internacional en 1889, es decir, por el socialismo de todo el mundo que batallaba contra el capitalismo. ¿Qué había pasado? En Estado Unidos, había estallado una gran lucha por mejores condiciones de trabajo y la reducción de la jornada laboral. Este asunto ya tenía sus antecedentes y réplicas en muchas partes del mundo. No era un reclamo nuevo, pero sí postergado. Y sobre todo, posible.
El 1º de Mayo de 1886, las diversas organizaciones obreras norteamericanas –había muchas por ciudades y Estados, entre anarquistas, socialistas moderados, sindicalistas- llamaron al paro para proclamar la jornada de 8 horas. La huelga fue masiva y abarcó alrededor de 200 mil personas. En la fábrica de maquinaria agrícola McCormick (en la ciudad de Chicago) las cosas no resultaban tan sencillas: varios fueron despedidos y se contrataron numerosos rompehuelgas para no parar la producción. Eso llevó a un combate el día 3 de mayo en la puerta de la fábrica que terminó con dos obreros muertos.
Por esa misma razón, miles de trabajadores se hicieron presentes al otro día en la plaza Haymarket de Chicago para hacer un acto obrero. La policía reprimió y disolvió la movilización. Le respondieron con bombas. Así, comenzó una auténtica masacre: los obreros fueron acribillados. El saldo: 38 muertos y 115 heridos. El gobierno profundizó entonces la represión. Periódicos obreros fueron cerrados. Los oradores y varios revolucionarios fueron arrestados. Los actos fueron prohibidos en todo el país y se declaró un estado de sitio.
Pero el asunto no acabó ahí. Porque un juicio absolutamente irregular en junio fue la prueba cabal de que el Estado es un instrumento de dominación de la burguesía sobre la clase obrera. La fiscalía intentó demostrar el delito de conspiración sin mayores pruebas. Aunque irregular, en algo tenía razón el fiscal: la lucha obrera es un verdadero peligro para el normal funcionamiento de la sociedad burguesa. Por eso, la lucha era criminalizada y los dirigentes obreros Spies, Parsons, Fischer, Engel y Lingg, fueron condenados a muerte. Por otro lado, Schwab y Fielden fueron condenados a perpetua y Neebe a 15 años. Nacían entonces los “mártires de Chicago”. Como se ve, los hechos pintaron de cuerpo entero a una clase obrera fuertemente combativa y sin una cuota de resignación. Los mismos intereses nos conectan aunque varios digan que la clase obrera ya no existe o que la revolución es un desperdicio. O peor aún: cuando se dice que tal o cual burgués es el “primer trabajador”. Reivindicamos nuestra pertenencia a una misma clase, pero sobre todo al programa revolucionario. El 1º de Mayo así no es solamente el día del trabajador, sino un día donde lo que se pone sobre la mesa es nuestro derecho histórico a dirigir nuestro propio destino.
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No es el «día del trabajador», sino el Día de los Trabajadores. La idea no es homenajear al hombre laburador, sino al colectivo de mujeres y hombres que producen toda la riqueza del mundo, y que se hermanan en los anhelos y en las luchas comunes.
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