Patriotismo de baja estofa. Reseña de Belgrano, la película, de Sebastián Pivotto, con Pablo Rago y Valeria Bertuccelli.

en El Aromo nº 60
Santiago Rossi Delaney
Grupo de Investigación de la Revolución de Mayo-CEICS

El sábado 27 de noviembre de 2010 en el Monumento a la Bandera de Rosario se estrenó Belgrano, la película. El filme fue llevado a todo el país y recientemente se proyectó en Buenos Aires. Recibió una importante aceptación, reflejada en las más de 20.000 personas que asistieron el día de su estreno y las 250.000 en todas sus proyecciones. La obra fue dirigida por Sebastián Pivotto, con guión de Juan Pablo Domenech y Marcelo Camaño, el asesoramiento histórico de Javier Trímboli, producción de Juan José Campanella, la coproducción de la Televisión Pública, Canal Encuentro y Unidad Bicentenario y la participación del Ministerio de Cultura de la Nación. Es decir, se trata de una producción oficial, con libreto de los historiadores kirchneristas.
La vida de Belgrano está protagonizada por Pablo Rago, mientras que Pablo Echarri es José de San Martín. Valeria Bertuccelli hace de su amante, María Josefa Ezcurra; Mariano Torre es Gregorio Aráoz de La Madrid y Paula Recca encarna a María Dolores Helguera, la amante que el general prefiere a Ezcurra. Como se puede apreciar, fue realizada por artistas que se han incorporado en esta última etapa al proyecto “nacional y popular”. Puede verse allí el enorme esfuerzo cultural que realiza este gobierno para disputar la conciencia de la población. Un trabajo para identificar a la población con dirigentes y proyectos burgueses. Las instituciones públicas, hasta ahora, no han dedicado un peso para nuestros héroes, los héroes obreros.
En general, la obra recibió buenas críticas, tanto por las actuaciones, por el despliegue artístico y la  capacidad de mostrar un Belgrano “más humano”, un “hombre simple” que renunció a su vida personal en función de la revolución y no al héroe solidificado en el bronce que nos describe la historiografía tradicional.(1)

El film se enfoca en los últimos ocho años de la vida del prócer. El guión toma como eje su agonía final en su lecho de muerte y sus recuerdos. Éstos no comienzan con sus inicios como escritor y editor. Tampoco en su labor revolucionaria en los álgidos años previos a 1810, sino en el punto más alto de su carrera militar, sus victorias en Tucumán y Salta, en 1812, que inmediatamente dan inicio a la curva descendente. Encontramos una decisión de dejar de lado el mejor elemento de la vida del dirigente: la elaboración de un programa revolucionario, la participación en la disputa por el poder y la organización del gobierno revolucionario. El resultado es el mismo Belgrano del “bronce”. Es decir, el militar.

Durante todo el film vemos a Belgrano discutir consigo mismo, una pelea metafórica entre el “joven” con uniforme militar, decidido, convencido y trabajando a fondo por la revolución, y el “viejo”, en su cama, moribundo, derrotado, arrepentido e incrédulo sobre el futuro, por haber sacrificado amor e hijos en pos de una causa que no hizo más que desencadenar una guerra civil.

Las actuaciones son realmente deficientes, con la sola excepción del personaje de Bertuccelli, a la que siempre le ofrecen papeles parecidos (mujer con carácter, directa y precisa). La producción decidió, evidentemente, recortar presupuesto por ese lado y convocar a actores “militantes”. Más allá de los problemas que acarrea la materia prima (Pablo Rago y Pablo Etcharri) hubo una decisión de acelerar la salida de la película y se eliminó todo el trabajo actoral que implica el conocimiento histórico. Rago  admite que “una de las cosas que hablamos con Sebastián Pivotto es que iba a ser útil toda mi ignorancia sobre Belgrano. Yo tenía sólo el dato de la escuela. Como que vino de un planeta lejano, hizo la revolución y se murió. Y ahora al tener que actuarlo, ponerlo el cuerpo, me di cuenta que era mejor no saber nada, no tener ningún prejuicio con respecto a lo que ya sabía”.(2)  El actor (con perdón de la profesión) cree que la ignorancia es la mejor herramienta para abordar un período que supone conocimiento. Pero también supone que el desconocimiento es un vacío, cuando él mismo reconoce que, en realidad, termina por conservar los prejuicios y barbaridades de la liturgia escolar.

Esto es consecuente con la visión de Pivoto y Trímboli. Según el primero, se refleja en una de las escenas del principio “donde Belgrano está siendo agasajado por la oligarquía tucumana: se lo ve tratando de mostrarle a la gente cuáles son sus pensamientos, sus ideales”.(3)  Estos pensamientos e ideales serían los de reivindicar a los soldados y a los negros, quienes “luchan para que los porteños puedan comerciar”. Los realizadores de la película buscan separar a Belgrano como si fuese algo distinto a la “oligarquía rural”. Se omite, por ejemplo, que Belgrano venía de reprimir salvajemente una sublevación de soldados en Buenos Aires (el Motín de las Trenzas).  Tampoco se tomaron el trabajo de leer sus escritos, donde reivindica a la burguesía agraria y exige que los peones trabajen más y ganen menos. A la ausencia de conocimientos históricos se le agrega un deficiente trabajo actoral. Un dirigente se merecía algo mejor…

El conflicto en la película se agrava a medida que la guerra avanza y el ejército de Belgrano no recibe los recursos necesarios para sostenerse. Él mismo, en una escena donde se encuentra totalmente enfermo y agotado, discute con Dolores Helguera donde le recrimina a ésta por qué su padre no le manda “algunas vaquitas o chanchitos” para poder comer. Los límites del desarrollo militar de la revolución se le machacan así al “conservadurismo” de los porteños y oligarcas del interior, cuando el mismo Belgrano era muy conciente de que se trataba de un problema de dinero: sencillamente, no había plata para sostener una campaña arriesgada y de dudosos beneficios.

Deshumanización y nacionalismo

La película procura resaltar el aspecto individual del prócer; el énfasis está puesto en “bajarlo del pedestal del caballo”. Importan más las características privadas y su capacidad de incidir en forma determinante sobre el curso de los acontecimientos no se muestra como el resultado de un proceso social. De allí que el final de la película termina resolviéndose en el cuerpo de Belgrano, teniendo como principales preocupaciones la imposibilidad de haber formado una familia, al punto tal que su hijo, concebido con Josefa Ezcurra, terminó siendo criado por Rosas.

La película no revela por qué se hace la revolución y la guerra. Los personajes aparecen inmersos en conflictos que no son explicados. Nos presentan a un militante que peleaba por cosas mucho más “elevadas” que la posibilidad de comerciar, pero nunca nos enteramos para qué. El dirigente hace la revolución por palabras tan abstractas como la “libertad” y la “igualdad”, sin saber de que está hablando. Ezcurra algo más lúcida, le señala que se trata de una “guerra de negocios”, pero lamentablemente la obra no profundiza sobre este punto. Sí deja en claro que se combate por fundar una nación. Sin embargo, no se le pone ningún contenido concreto. Esa ausencia de sustancia es lo que permite emparentar este relato con la ideología gubernamental: un cuadro político que lucha por la “patria” y por cuestiones abstractas y puramente simbólicas. Todo debería quedar, necesariamente, en esa mística, porque a poco de escarbar se puede encontrar los intereses ocultos. En el caso de Belgrano, que era un burgués, al servicio de la revolución burguesa y que en su lucha por la ganancia capitalista desafió toda la legalidad del momento.

La reconstrucción de los personajes históricos no es neutral, se encuentra totalmente atravesada por las ideas políticas y los intereses en disputa. Se presenta una revalorización del proyecto patriótico de Belgrano, el cual, debido al aislamiento que los grupos de poder le impusieron, habría quedado caduco e incompleto. Sería tarea de la generación actual completarlo. De allí que sea posible la construcción de un Belgrano kirchnerista. La película intenta impulsar un estado de ánimo, hoy dominante en la sociedad argentina: el patriotismo teñido de una lucha por el “pueblo”.

La perspectiva de la película no difiere de las antiguas obras de la historia militar tradicional, cuyo objetivo es estimular el nacionalismo en la población. Una conciencia que procura borrar las diferencias de clase. La película termina con Belgrano y sus soldados gritando insistentemente y hasta las lágrimas “¡Viva la Patria!”, arengando al mismo público.

Se omiten cuestiones esenciales, como que Belgrano, y los revolucionarios de mayo en su conjunto, llevaron sobre sus hombros la tarea de barrer con todas las trabas que les imponía el colonialismo español y eran muy concientes de esto. Para esto, no respetaron las instituciones, sino que las impugnaron y destruyeron para crear nuevas. No dudaron sobre quien era el enemigo, sino que lo enfrentaron a muerte con violencia. Conformaron alianzas y disputaron programas para cumplir en la medida de sus posibilidades las tareas que se les presentaban. Después de ellos, el proceso revolucionario continuó. En este sentido, la tarea está efectivamente completa. La libertad capitalista no contempla la igualdad económica y Belgrano era consciente de ello. Su valor reside entonces en la capacidad de entender el proceso y prepararse política y militarmente para llevarlo a cabo. Esta es la principal virtud que debe ser repetida por todos aquellos que, como Belgrano, quieran transformar la sociedad de raíz.

Notas:

(1) “Lejos del Bronce” Clarín 30/11/2011 y “Belgrano” en www.escribiendocine.com 9/4/2011
(2) “Entrevista a Pablo Rago” Tiempo Argentino 18/12/2011.
(3) “La vida de un prócer más allá del bronce” Tiempo Argentino 24/6/2010.

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