Asuntos separados. La lucha de los estudiantes reformistas contra el poder de la Iglesia en la Universidad

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Jonathan Bastida Bellot
Corriente Universitaria Bandera Roja

En los años previos a la Reforma Universitaria la Iglesia todavía conservaba un importante poder en la Universidad de Córdoba y se estaba reorganizando a nivel nacional para recuperar posiciones perdidas. Por eso, la lucha de los estudiantes reformistas contra el clericalismo fue uno de los ribetes más importantes de este proceso. Historiadores socialdemócratas como Buchbinder han negado el peso de esta confrontación. Buchbinder ve a la reforma como un proceso de modernización institucional casi exento de conflicto, donde la disputa con la iglesia tiene un lugar muy secundario.i Veremos en este artículo que eso no es cierto.

El peso de Dios en la Universidad

En la época colonial la Universidad de Córdoba estuvo a cargo de la Iglesia Católica. Por ello, su edificio fue construido al lado del convento jesuítico. Luego, pasa a estar bajo la órbita del gobierno de Córdoba y, en 1854, es transformada en una Universidad Nacional. Pero, la ligazón con la iglesia no se termina de romper. En 1918, una medianera era todo lo que separaba la casa de estudios del convento. El escudo de la universidad tenía las iniciales jesuíticas y el nombre de Cristo. Además, todos los 8 de diciembre, día de la concepción de la Virgen, la universidad organizaba una ceremonia tradicional, con todo el brillo y la pompa de una celebración católica. Al graduarse y recibir su título, los egresados estaban obligados a jurar sobre los santos evangelios.

La Iglesia también influía en la formación de los estudiantes. Se enseñaba teología (estudio de Dios y de la Biblia), derecho canónico (las normas o disposiciones legales de la Iglesia y el Vaticano) y derecho público eclesiástico. En esta última materia los estudiantes estaban obligados a escuchar las ideas de la Iglesia sobre la organización de la sociedad. Cosas como que el matrimonio religioso es más importante que el civil, que la Iglesia debe supervisar la educación primaria y que el Estado debe subordinarse a la Iglesia eran parte del programa. En otras palabras, la Iglesia utilizaba esta cátedra para difundir su ideología.

Los programas de estudio de filosofía parecían los de una universidad medieval. Incluían temas como “deberes para con los siervos”. Esto no solo era anacrónico, sino que reproducía el concepto de “servidumbre” (hacia un rey o un cura), idea muy cara a la concepción cristiana. Así como se “enseñaban” temas propios de una sociedad feudal, estaban ausentes los últimos avances en ciencias naturales. Darwin había escrito su libro La evolución de las especies a mediados del siglo XIX. Más de cincuenta años no habían sido suficientes para que los catedráticos cordobeses tomaran nota. En la Universidad de Córdoba su teoría no se enseñaba y sus libros no podían encontrarse en la biblioteca. Lo mismo sucedía con todos aquellos científicos que habían avanzado sobre su teoría evolucionista como Wallace, Huxley y Haeckel. Este último, incluso, había realizado importantes avances en el estudio de las bacterias. Pero, la censura eclesiástica, volvía inaccesible su obra para los estudiantes de Medicina cordobeses. En el estudio de la vida social, autores como Marx y Engels también brillaban por la ausencia. Otro tanto ocurría con autores modernos especializados en el estudio del derecho y la economía.

Este poder ideológico devenía del poder que tenía la Iglesia dentro del gobierno de la casa de estudios. Los órganos de gobierno en las facultades, las academias, eran círculos cerrados que no tenían vinculación con la vida universitaria y no eran elegidos más que por sus propios miembros. Muchos de estos formaban parte de una logia católica llamada “Corda Frates”. El diario La Nación se encargaba de describir bien la composición de esta logia: “Universitarios en su mayoría, políticos casi todos, funcionarios y ex funcionarios, legisladores y ex legisladores, los asuntos públicos les ocupan desde luego […] La unidad de la fe completa la semejanza con una agrupación de militantes, pero lo cierto es que allí independientes, radicales azules, algún simpatizante de los rojos, algún platónico amigo de los demócratas […] Tienen gentes de todos los partidos, tienen diputados de todos los rumbos. Así caiga quien caiga, triunfe el que triunfe, la “Corda” sale siempre parada”.ii

La Iglesia se reorganiza

La presencia de la Iglesia no se limitaba a las altas esferas. En los años previos a la Reforma, la institución buscaba construirse una base de masas y, para ello, estaba organizando a los estudiantes católicos a nivel provincial y nacional. En Córdoba, fundó el Centro Católico de Estudiantes. Este era tutelado y financiado por el obispado de Córdoba. El obispo personalmente supervisó y aprobó sus estatutos. La Iglesia le dio un asesor permanente y todos los recursos necesarios. El objetivo de este Centro no era defender los intereses gremiales de los estudiantes, sino contrarrestar la influencia que tenían ideas como el anarquismo y el socialismo entre los alumnos. Es decir, el Centro Católico era la pata de la Iglesia entre los estudiantes universitarios.

A nivel nacional, la Iglesia organizó un movimiento más amplio. Por inspiración de las autoridades eclesiásticas y bajo su patrocinio, en julio de 1917 estudiantes católicos de todo el país se reunieron en un congreso realizado en Córdoba y crearon una organización permanente, la Federación de Estudiantes Católicos. También empezaron a editar la revista Tribuna Universitaria. Los objetivos del congreso y la eventual federación se habían puesto de manifiesto meses antes, en mayo, a través de un artículo escrito en el periódico estudiantil El Universitario, de Buenos Aires. Entre los propósitos estaban, en primer lugar, crear una estructura permanente que apoyara las iniciativas de los profesores católicos e impulsar una mayor presencia de católicos en el gobierno de las universidades. En segundo lugar, conseguir la “libertad de enseñanza universitaria” igualando los títulos expedidos por las universidades públicas con las privadas, especialmente la “Universidad Católica”. La Iglesia usa en 1917 los mismos argumentos que cuarenta años más tarde presentaría en la disputa “Laica o libre”, durante el gobierno de Frondizi.

Por último, el congreso católico buscaba intervenir en una disputa más general dentro del sistema educativo. Su objetivo principal era impulsar el restablecimiento de la “enseñanza moral y religiosa” en las escuelas primarias para combatir el “normalismo”, a cuyo amparo prosperaban “tanto ateos, anarquistas y extranjeros”.iii No es que la Iglesia estuviera de veras ausente del sistema educativo, sino que quería recuperar posiciones perdidas desde la década de 1880.

A fines de diciembre de 1917 otra discusión entre laicismo y clericalismo se desarrolló en la Cámara de Diputados. El conservador Luis Agote defendió el rol de la Iglesia en la Universidad de Córdoba en respuesta a las críticas que la institución recibía por parte de sectores liberales. Es interesante marcar que uno de los argumentos en favor del clericalismo universitario fue la defensa del federalismo provincial (“expresión genuina de la ciudad”) frente al centralismo porteño. Los conservadores suelen usar este tipo de argumentos para sostener sus posiciones reaccionarias. Esta intervención tuvo repercusión entre los círculos católicos y fue reproducida en el diario católico El Pueblo.iv

En resumen, la Iglesia se estaba reorganizando para recuperar posiciones. No es casual, entonces, que en ese caldo de cultivo, el conflicto por la Reforma Universitaria en Córdoba haya desencadenado una virulenta lucha ideológica general contra el clericalismo.

La Iglesia se viste con piel de cordero

En medio de este panorama estalla el conflicto en Córdoba. A fines de 1917 las autoridades universitarias tomaron medidas perjudiciales para los estudiantes. Estas desencadenaron un conflicto entre los estudiantes organizados en el Comité pro reforma (luego Federación Universitaria de Córdoba) y las camarillas universitarias. Además de cuestiones gremiales,  los estudiantes demandaron la incorporación de los profesores al gobierno de las facultades. Durante estos meses el movimiento fue tan moderado que, incluso, encontró el apoyo explícito de la Iglesia, a través de sus órganos de prensa y organizaciones políticas.

La Iglesia nunca enfrenta un movimiento social sin antes intentar ganarlo, contenerlo o dirigirlo. Por eso, actúa sobre el movimiento estudiantil. Acepta algunas demandas “razonables” y, al mismo tiempo, intenta evitar que las “ovejas descarriadas” contagien al resto del rebaño. El principal diario católico, El Pueblo, reconoce al movimiento estudiantil como una expresión de ideales de progreso universitario. Dice que la reforma no es un capricho de una “muchachada inexperta” y considera saludable que se destruyan las corruptelas y círculos típicos de las academias. Por el momento, la Iglesia solo critica a algunos dirigentes estudiantiles de tendencia anticlerical. Dice que estos culpan injustamente a la institución de todos los males de la Universidad. En línea con esta estrategia, la iglesia mantiene su propio Centro Católico de Estudiantes, pero sus activistas también intervienen en el movimiento general. Los jóvenes católicos participan de la formación del Comité pro reforma y de los primeros días de la Federación Universitaria de Córdoba.

Como producto de una serie de medidas de acción directa, los estudiantes logran que Yrigoyen nombre un interventor. Este establece nuevos estatutos que habilitan la participación de los profesores en la elección de autoridades. Bajo esta nueva normativa se llama a elecciones. La Federación Universitaria de Córdoba (FUC) desplegó toda su energía para asegurar el triunfo de sus candidatos. Si bien en casi todos los cargos los candidatos de la FUC ganan, lo contrario sucede con el de rector. Enseguida la elección se polarizó entre Martínez Paz, candidato liberal auspiciado por la FUC, y Antonio Nores, candidato de la “Corda Frates” y director del diario católico local, Los Principios. Contra lo esperado, muchos profesores considerados liberales y moderados, que se habían comprometido en apoyar a los candidatos defendidos por los estudiantes, terminaron apoyando al católico Nores. De esta forma, una vez más un católico apoyado por la Corda, era elegido rector de la Universidad de Córdoba.

La reacción inmediata de los estudiantes impidió que la elección de Nores se consumara. Invadieron la sala, con la intención de desalojar a los artífices de la victoria de Nores y sacaron violentamente a la policía. En la refriega una persona fanática del sector conservador apuñaló a unos de los estudiantes reformistas. En respuesta a este ataque, intentaron infructuosamente asaltar el vecino edificio jesuita. Inmediatamente la FUC decretó la huelga general.

Guerra al clericalismo

En este contexto el movimiento estudiantil cordobés se radicaliza y publica en su periódico, La Gaceta Universitaria, su “Manifiesto Liminar”. Este documento plantea, además de la demanda por la participación estudiantil en el gobierno universitario, una crítica frontal a la influencia eclesiástica en la universidad cordobesa. Por tanto, su publicación marca el inicio de una etapa de conflicto abierto entre los estudiantes y la Iglesia Católica. El movimiento, además, cuestiona el rol de la Iglesia no solo en la universidad, sino también en el sistema educativo en general. Dos días después de la publicación del Manifiesto, en un acto se lee un documento que dice:

“la organización actual de los establecimientos educacionales de la República, principalmente la de los colegios y las universidades, los planes de estudio que en ellos rigen y el dogmatismo y el escolasticismo que son su corolario lógico, corresponden a épocas arcaicas, en las cuales las duras disciplinas, el principio de autoridad y el culto extremo de la tradición eran las normas directrices de la enseñanza”.v

El dogma y la escolástica, la filosofía religiosa, es algo a eliminar de todo el sistema educativo. Los estudiantes ya están pensando su campaña en vistas a una lucha más general.

En medio de este proceso, el diputado Dickmann del Partido Socialista presenta un proyecto para abolir por completo la enseñanza religiosa en las escuelas. El artículo 8 de la ley 1420 había dejado un espacio para que los curas intervinieran en las escuelas dictando catequesis “antes o después de las horas de clases”. Los socialistas aprovechan el impulso reformista para intentar derogar ese artículo. En esta etapa también cobra protagonismo la asociación Córdoba Libre (fundada años antes por estudiantes y graduados de la universidad). Esta organización tenía como puntos programáticos la separación de la iglesia y el estado, y la abolición de los subsidios a las instituciones religiosas, entre otros.

Con esta nueva orientación, en la misma jornada que se interrumpe la elección de Nores, la Federación Universitaria de Córdobapulsó de su seno de todos a los estudiantes miembros del Centro Católico de Estudiantes, por considerar que este era parte del aparato eclesiástico en la Universidad. Unas semanas después, los estudiantes de Buenos Aires siguiendo el ejemplo de sus compañeros cordobeses e intentan (aunque infructuosamente) expulsar de sus asambleas a los estudiantes católicos.vi A partir de este momento la Federación Universitaria comienza a estructurar un gran frente anticlerical integrado por estudiantes, intelectuales, la izquierda (Partido Socialista y Partido Socialista Internacional), federaciones y centros estudiantiles y gremios obreros. En los locales sindicales, los estudiantes daban conferencias diarias explicando la “revolución universitaria”. La Reforma Universitaria llegó a ser un verdadero movimiento de masas, nutrido por la clase obrera. Gracias a esto las manifestaciones por la Reforma llegaron a movilizar hasta 20 mil personas en Córdoba cuando solo había 1000 estudiantes universitarios en la ciudad.

Los obreros entendían que la Iglesia también era un enemigo para ellos. Años antes la Iglesia había realizado actuado contra la huelga de zapateros de Córdoba porque los jesuitas eran propietarios de unas de las fábricas.vii A su vez, Nores el candidato de la Iglesia, era parte de una familia dueña de otra importante fábrica de calzado.viii Este gremio era uno de los pilares del movimiento cordobés, por lo que estos hechos deben haber contribuido a facilitar la confluencia obrero-estudiantil. Esta había sido preparada también por un amplio trabajo de divulgación científica realizado por los estudiantes de Córdoba Libre durante los años previos a la reforma.

Para contraatacar los sectores conservadores y católicos, dirigidos por el obispo de Córdoba, formaron el “Comité pro defensa de la Universidad”. Este Comité organizó contra-actos y movilizaciones. En estas manifestaciones participaban reconocidas figuras del catolicismo, así como asociaciones ubicadas bajo el ala de la Iglesia como la Sociedad Juventud Católica, el Círculo Católico de Obreros, las Damas Católicas, entre otras. La gran mayoría de los integrantes de este Comité provenían del Centro Católico de Estudiantes. Este comité también fundó un periódico, El Heraldo Universitario, para dar la lucha ideológica.

En este contexto, la Federación Universitaria intentó en varias ocasiones asaltar locales de instituciones vinculadas con la Iglesia, como el del diario católico Los Principios, dirigido por Nores, o la sede del “Comité Pro Defensa”. Las paredes de muchas iglesias fueron pintadas con las consignas “Abajo la Corda» y “Frailes no».

Las acciones organizadas por Comité Pro Defensa y el Centro Católico de Estudiantes fueron apuntaladas por la intervención de la mismísima jerarquía católica. El 6 de julio el obispo de Córdoba lanzó una pastoral arengando a los católicos a organizarse para defender a la Iglesia contra la “marea liberal, empeñada en profanar la cultura y humillar las creencias reverendas y tradicionales, vejando a la religión y a su clero”. Acusó a los estudiantes de rebelarse contra el “Altísimo” y contra el pueblo creyente. Además, dijo que las consignas estudiantiles eran satánicas.

La campaña de la Iglesia contra la Reforma alcanzó rápidamente una escala nacional. Desde junio la prensa católica había empezado a atacar a los estudiantes. El Pueblo los acusa de actuar de un modo bochornoso y de ser “maximalistas”ix, es decir revolucionarios o extremistas.La prensa católica defendió también la presencia religiosa en la enseñanza superior: “¿no están ahí las grandes universidades libres católicas, norteamericanas y europeas, centros científicos de fama universal, y cuyas cátedras suelen servir de tribuna a las cumbres más altas de la ciencia contemporánea?”x Por último, así como el periódico socialista La Vanguardia reunió declaraciones de solidaridad hacia los estudiantes, El Pueblo realizó una campaña nacional a favor de Nores y publicó manifestaciones de apoyo de distintas personalidades religiosas.

Toma de la universidad y triunfo estudiantil

Ante la envergadura y radicalización del conflicto, el 2 de agosto de 1918, el presidente nombra un nuevo interventor para la universidad de Córdoba. El hombre escogido es Telémaco Susini, de un definido perfil anticlerical. La Iglesia se opone, al igual que sectores del radicalismo “azul” (pro católico). Por ello, su intervención no se concreta. Su llegada a Córdoba fue aplazada varias veces hasta posponerse indefinidamente. Yrigoyen cedía a las presiones del clericalismo dentro y fuera del partido. El nombramiento del interventor era campo de disputa entre la Iglesia y los estudiantes.

Luego de otra serie de movilizaciones, a fines de agosto Yrigoyen designa como nuevo interventor al ministro de Instrucción Pública, José Salinas. El ministro tampoco parecía decidido a iniciar su misión. Frente a este nuevo desplante, el 9 de septiembre los estudiantes deciden tomar la Universidad y organizar su gobierno. Ahora sí, Yrigoyen interviene rápidamente, reprime, encarcela a los cabecillas y envía al interventor. Sin embargo, pronto se ve obligado a liberar a los estudiantes y cumplir con la mayoría de sus reivindicaciones.

Los gobiernos de las facultades son reestructurados y se designa por decreto a un rector. Es elegido un candidato liberal y la Universidad comienza a modernizarse. Se actualizan los programas y se crea la Facultad de Ciencias Naturales. Una carrera asociada directamente con el desarrollo del conocimiento científico.

Este es un duro golpe para la Iglesia que no queda conforme con el resultado. A fines de octubre, mientras uno de los dirigentes estudiantiles, Enrique Barros, hacía su guardia en el hospital de Clínicas un grupo de choque católico entra al edificio y le rompe la cabeza. Este atentado le deja graves secuelas, al punto que se ve obligado a hacer un largo tratamiento en Europa. Inmediatamente, Barros recibe la solidaridad de los gremios obreros de Córdoba. Varios de ellos apuntan abiertamente contra la Iglesia. Los operarios de calzado de «La Provincial» critican al «jesuitismo» y los Ferroviarios del Central Córdoba señalan al «ogro del fanatismo religioso-social». La manifestación que se organizó días después en solidaridad con el dirigente herido, estuvo cargada de un fuerte contenido anticlerical. El documento del acto redactado por la FUC buscaba “señalar ante el país el peligro clerical como enemigo de su progreso, incitando a los hombres libres de la República a que colaboren en la obra de la inmediata separación de la iglesia y el estado” y “dirigirse a los poderes públicos pidiendo la laicidad de la enseñanza”.xi

Unas semanas después, el obispo de Córdoba lanza otra pastoral. A pesar de lo ocurrido, no tiene problemas en volver a cargar contra los estudiantes reformistas a los que asocia con la demagogia, la subversión, la anarquía y las agresiones… si, las agresiones. En ese contexto, la pastoral es una nueva provocación de la Iglesia. El obispo no tiene ningún empacho en condenar a los estudiantes reformistas, mientras encubre con un silencio cómplice a los grupos de choque de derecha. xii

Conclusiones

Cualquiera que conozca los hechos aquí narrados no puede negar el peso que el enfrentamiento con la iglesia tuvo en el proceso reformista. Quienes tan alegremente lo hacen, no han consultado ni las fuentes religiosas aquí citadas ni los periódicos vinculados con el sector más anticlerical que dirige por un tiempo las protestas (el Partido Socialista). En base a una lectura desinformada y, a la vez, lavada y edulcorada del proceso, desconocen la importancia del conflicto religioso, con lo que devalúan la importancia del proceso reformista, puesto que el desarrollo del combate ideológico es uno de los mayores logros de la Reforma Universitaria. Es una pena que revistas, supuestamente de izquierda, reproduzcan la visión de estos autores socialdemócratas, contribuyendo con ello a desdibujar esta gran lucha obrero estudiantil que fue la reforma de 1918.


Notas

iBuchbinder, Pablo: Historia de la Facultad de Filosof’ia y Letras, Universidad de Buenos Aires. 1997.

iiLa Nación, 18/07/1918.

iiiEl Universitario, 24/05/1917.

ivEl Pueblo, 01/01/1918.

vGonzález, Julio V., La Universidad: teoría y acción de la reforma, Buenos Aires, 1945, p. 64.

viEl Pueblo, 12/07/1918.

vii Kabat, Marina: Del taller a la fábrica, Buenos Aires, Ediciones RyR, 2005, pp. 186-187.

viiiLa firma de Antonio Nores era una de las diez fábricas de calzado más importantes de Córdoba y producía diariamente 275 pares de zapatos hacia 1910. Ver: Special Agents Series, n°37, Washington Printing Office, 1910, p. 9.

ixEl Pueblo, 10/09/1918.

xEl Pueblo, 14/04/1918.

xiLa Voz del Interior, 05/11/1918.

xiiLos Principios, 24/11/1918.

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