Walsh y su máquina de escribir calibre .22

en Revista RyR n˚ 7

ANCLA. Una experiencia de comunicación clandestina orientada por Rodolfo Walsh, de Natalia Vinelli. La Rosa Blindada, Buenos Aires, 2000.

Reseña de Leonardo Grande Cobián

Un enfoque esperado. Una investigación necesaria. Un libro que indaga sobre la herramienta de combate ideada por Rodolfo Walsh para resistir el régimen militar de 1976: la Agencia de Noticias Clandestina. ANCLA fue una experiencia singular del uso político-militar de la información, como tal, forma parte de una praxis, de una idea y de una opción política de Walsh y su ámbito, que la autora busca rescatar del olvido. En sus palabras, este trabajo fue originalmente una tesina de graduación (aunque no nos aclara de qué especialidad); en palabras de su tutor, Carlos Mangone, es un trabajo inicial merecedor de nuestro saludo. Según Vinelli, la idea original fue, simplemente, relevar la experiencia de una agencia noticiosa que denunciaba las violaciones del régimen militar, pero luego, tras entrevistarse con los protagonistas de la agencia, que constituyen su principal fuente, la autora descubrió la importancia político estratégica de ANCLA en el esquema militar de Montoneros. Esta diferencia entre el objetivo inicial del trabajo y las hipótesis planteadas a posteriori, convergen en una obra ambigua, característica que se refleja en su estructura formal: mientras el cuerpo del texto está dedicado a la descripción completa del funcionamiento de la agencia,  los ejes analíticos son relegados a la conclusión.

Así, en el primer capítulo, relata a grosso modo la trayectoria política de Walsh para entender los orígenes ideológicos de ANCLA, relación que retomará recién en el cuarto capítulo cuando se detenga a analizar las respuestas por él ensayadas ante la coyuntura política y su enfrentamiento estratégico con la conducción de Montoneros. En los capítulos segundo y tercero detalla el funcionamiento de ANCLA: con estilo profesional y anónimo, una redacción móvil con muy reducido equipo y escaso personal encara una ofensiva político-militar dentro de la resistencia al régimen. Ofensiva con tres metas principales: dotar a la sociedad de un canal horizontal de difusión de la información silenciada por el régimen, intensificar las contradicciones intestinas de éste reproduciendo información reservada, y denunciar el accionar militar ante la opinión pública nacional y mundial. La metodología artesanal, el tipo de fuentes utilizadas para construir las noticias, así como los resultados obtenidos, son los puntos más atractivos de esta descripción. Pero en lo que la autora denomina, en el quinto y sexto capítulo, “enfoques” para interpretar ANCLA, encontramos lo más valioso del libro. Estos “enfoques” en realidad son ángulos teóricos que son presentados pero no desarrollados en su totalidad, y que constituyen la parte más interesante del texto, por lo que corresponde analizar más adelante sus logros y debilidades. El libro contiene también un apéndice con seis cables de la agencia a modo de ilustración.

            Luego de diversas compilaciones y análisis del más variado tipo, este trabajo aporta, como elemento novedoso, una investigación centrada en la obra política real de Rodolfo Walsh. De las múltiples facetas presentadas hasta ahora por quienes lo recuerdan, Vinelli privilegia la praxis política del militante revolucionario. Y esto, si bien ya ha sido sugerido, (en Rodolfo Walsh, vivo de Rodolfo Baschetti[1](1) y Rodolfo Walsh y la prensa clandestina de Horacio Verbitsky[2](2), sobre todo) no fue abordado de lleno hasta hoy. Vinelli parte de una reivindicación moral de la vida y obra de Walsh, enfrentándose a la imagen del desaparecido-víctima inocente de un genocidio irracional, que ha sido construida por algunas agrupaciones de DD.HH. y de izquierda durante la “transición democrática”. Rastrea el porqué político del “por algo será” que llevó a la aniquilación sistemática de una generación de militantes. Vinelli descubre que detrás de esa reivindicación, el accionar moral del mártir tiene un sentido político, y avanza, o intenta avanzar en los alcances reales de ese sentido. Más adelante veremos hasta qué punto esta obra satisface esa pretensión, por ahora destaquemos que, en el contexto actual de un paradigma científico que encubre la verdad histórica de nuestro país bajo la máscara ideológica de la teoría de los dos demonios por un lado, y de la reivindicación moral seudorrevolucionaria de las víctimas por otro, el aporte de esta obra es remarcable. Si bien esta contribución con ser significativa, no es suficiente, con sus límites, nos sigue apuntando la necesidad vital que tienen, para la lucha política actual y futura, las investigaciones empíricas y reflexiones teóricas que demuestren el alcance objetivo de las opciones estratégicas de los revolucionarios del pasado. Sólo así, discutiendo la validez del accionar de los mártires, podremos superar la reivindicación moral y poner en su real lugar a los héroes.

            Antes de avanzar debemos detenernos en algunos detalles de la obra que merecen una mención especial. Dos cosas se destacan sobre el funcionamiento en sí de la agencia. En primer lugar, lo que hace al método utilizado por sus miembros  para construir las noticias: surge de la investigación, que la principal fuente que estos periodistas emplearon fue la lectura detallada y el análisis preciso de la información publicada “legalmente” en la época. La máscara más esgrimida debía caer finalmente: había más información circulando públicamente que la que los colaboracionistas de ayer y de hoy nos pretenden hacer creer. No sólo eso, los entrevistados enfatizan el hecho de que los cables de ANCLA estaban específicamente dirigidos a las redacciones de los medios de comunicación más importantes del país, buscando con ello comprometer a “los que informan” (habría que ir pensando en la legitimidad de escrachar a algunos de nuestros “informadores”, de la misma forma que a aquellos a los cuales encubrieron y apoyaron). En segundo lugar, es subrayable la importancia que tuvo para el régimen, la difusión de estas informaciones: tanto al interior como fuera del país, según Vinelli argumenta, ANCLA fue una molestia importante para las tres Armas. Una molestia que los altos mandos militares definieron como “campaña antiargentina” en el exterior y que combatieron por ser “la Acción Psicológica” de la subversión contra la sociedad nacional. 

            Ahora bien, como hemos adelantado, luego de describir su objeto de estudio, Vinelli aporta posibles y legítimas formas para encarar el estudio de ANCLA. Son “enfoques”, lineamientos para investigaciones futuras que, es una pena, la autora no lleva hasta sus últimas consecuencias. El más nítido de ellos lo encontramos en la imagen que muestra de Rodolfo Walsh. Un intelectual que, a raíz de su compromiso político con el campo popular, se esfuerza por aportar a la lucha de la clase obrera argentina, herramientas informativas y comunicacionales que se adapten a las necesidades concretas que la coyuntura parece exigir. Esto se lee claramente, en los diferentes momentos en que la autora explica los orígenes de la agencia, como en cada una de sus experiencias anteriores (Operación Masacre, el Semanario de la CGTA, ¿Quién mató a Rosendo?, el diario Noticias de Montoneros, y Cadena Informativa) Walsh se plantea la necesidad de ANCLA a partir de un análisis político-estratégico. Al parecer en contra de la línea defendida por la conducción en 1976, Walsh -apelando a la experiencia de 1955- interpretaría la necesidad de una retirada, de un repliegue hacia las bases (materiales y culturales) del movimiento. Cree en la necesidad estratégica de una resistencia ofensiva ante un enemigo que demostró ser más poderoso en el enfrentamiento directo. La propuesta incluye también una reorganización de tipo horizontal, abandonando el verticalismo jerárquico, necesario para la movilización anterior y para la lucha directa, pero contraproducente en ese nuevo momento. El análisis del primer y del cuarto capítulo, mostraría un Walsh que analiza las necesidades de cada coyuntura y busca la mejor estrategia aplicable. Lo que se debería desprender de este “enfoque”, es que esa es la actitud que cabe esperar de un intelectual orgánico, de un cuadro revolucionario de la fuerza social que lucha por el poder. Si la puerta abierta por ese “enfoque” fuera debidamente traspuesta, la viabilidad objetiva de las estrategias implementadas por Walsh y Montoneros, tendría que ser debatida.  La autora no encara esa discusión que podría acercarnos a las causas del fracaso final de ANCLA, como también de la decisión de Walsh de seguir informando por medio de cartas, en lo que fue Cadena Informativa, el último y más individual de los recursos informativos que utilizó.

 Lo mismo le sucede al comparar la agencia noticiosa dirigida por Walsh con lo que llama “los proyectos coherentes y sistemáticos del uso de los medios en un proceso revolucionario” (en el capítulo quinto y sexto). Partiendo de un listado de experiencias de este tipo, inserta a ANCLA en la tradición latinoamericana del uso combativo de la información. A partir de esa comparación queda claro que comparten el carácter de arma política efectiva en la desestabillización del enemigo, su función de contrainteligencia. También resulta evidente que la agencia argentina no comparte la tarea de organizar a las masas ni el rol del partido revolucionario. Por esto mismo es válido para Vinelli, leer ANCLA y Walsh, desde el prisma de Lenin. Y he aquí, por fin, una investigadora que evoca la memoria de Walsh utilizando a Lenin. Pero recortado. El Lenin que nos lee la autora, es el que informa a los partidos revolucionarios sobre la necesidad del uso legal e ilegal de la prensa. Ahora bien, entre las directivas impartidas por ese mismo Lenin, hay una sobre como abordar las experiencias del pasado que viene a cuento aquí. En 1912 recuerda la memoria del escritor ruso Herzen, que tuvo una importante participación en la ofensiva populista del siglo XIX contra el zarismo, “El partido obrero, dice Lenin, debe evocar la memoria de Herzen, no para cantarle loas al modo filisteo, sino para poner en claro sus propias tareas, para poner en claro el verdadero lugar histórico de un escritor que ha desempeñado un gran papel en la preparación de la Revolución Rusa”[3](3). Y continúa analizando precisamente las virtudes y defectos de la acción político-estratégica de Herzen, para concluir con una reivindicación mucho más fructífera que la que los hombres de su tiempo daban del escritor. 

La principal debilidad del libro reside en que, al no avanzar en el estudio de las hipótesis por los cauces propuestos, la investigación no puede alcanzar conclusiones y aportes más profundos y contundentes. Por más que no quiera, la autora está forzada a rescatar la experiencia de resistencia a la dictadura más bien desde el punto de vista moral, que desde el político estratégico: el compromiso de “los que algo hicieron”, más que la validez y adecuación objetiva de táctica y estrategia de sus hechos.

Es nuestra tarea como científicos sociales, encontrar las causas que originaron la derrota de la clase obrera hace veinte años. Es nuestro deber no detenernos en las loas, para poner en claro nuestras propias tareas; para poner en claro el verdadero lugar de un escritor como Walsh. Para conocer las leyes que conducen el movimiento de la lucha de clases y que establecen las formas de acceso al poder en una sociedad capitalista, debemos acercarnos críticamente a este tipo de experiencias. Es en estos momentos que la lucha de clases nos da cierto espacio para la reflexión teórica, en que nuestros esfuerzos intelectuales deberían estar abocados de lleno al análisis de la experiencia revolucionaria pasada.

En palabras de Ernest Mandel: “(…) Sin una asimilación seria de la experiencia histórica total del movimiento obrero internacional, desde la revolución de 1848 hasta el presente, es imposible determinar con precisión científica, ya sean las contradicciones de la sociedad neocapitalista actual -a escala mundial, así como en países por separado- de la contradicción concreta que acompaña a la formación de la conciencia de clase proletaria, o el tipo de lucha que puede llevar a una situación prerrevolucionaria. La historia es el único laboratorio de las ciencias sociales. Sin asimilar las lecciones de la historia, el marxista seudorrevolucionario de hoy no sirve más que un “estudiante de medicina” que rehúsa entrar en el laboratorio de disección.”[4](4)

Y en palabras del propio Walsh: “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada, cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas.” Por eso, compañeros de Historia y de las demás ciencias sociales, recuperemos la experiencia colectiva, busquemos el porqué profundo de aquello que por algo fue, para que vuelva a ser, pero mejor.  Nos urge.


[1] Bs. As. , Eds. De La Flor, 1994.

[2] Bs. As. , Eds. De La Urraca, 1985

[3] “En Memoria de Herzen”, en Sotsial-Demokrat. No. 26. En: Díaz, Elizabeth (comp.): Lenin, el arte en revolución, La Habana, Eds. Arte y Literatura, 1989.

[4] Mandel, Ernest: La teoría leninista de la organización. México, Serie Popular Era, 1971.

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