Universidad y revolución

en El Aromo n° 42

Romina De Luca

Grupo de Investigación de Historia de la Educación Argentina – CEICS

Uno de los motivos que impulsó a los estudiantes parisinos a las calles, en mayo del ’68, fue su repudio a las medidas educativas del gaullismo. De aquel levantamiento conocido como “mayo francés”, tal vez el lector recuerde algunas de sus consignas. “Estamos inventando un nuevo mundo: la imaginación al poder”; “profesores, son tan viejos como su cultura; su modernismo es la modernización de la policía”. Y quizás también tenga una idea de cómo se desencadenaron los agitados sucesos. Menos familiar le resultaran las disposiciones educativas que actuaron como detonante. Aquí recorreremos la evolución del sistema educativo francés desde su fundación moderna hasta los sucesos de mayo.

Napoleón al Baby boom y la formación de recursos humanos

El sistema escolar francés se encontraba históricamente graduado en tres niveles. El escalafón más extendido, al igual que en el resto del mundo, era el más básico y elemental: la educación primaria. Su función: la construcción de ciudadanos. Al igual que como ocurrió en Argentina con la Ley 1.420, su obligatoriedad se sancionó en la década del ochenta del siglo XIX. En Francia, durante la III República, Jules Ferry promulgó la educación gratuita, obligatoria y, a diferencia del caso argentino, explícitamente laica para los niños comprendidos entre los seis y los trece años. Como resultado, hacia el 1900 prácticamente toda la población francesa se encontraba escolarizada. Sin embargo, esa masividad no se extendía a todos los niveles. Se reservaba la educación secundaria y universitaria para los sectores más enriquecidos de la sociedad. De hecho, el acceso a la universidad se realizaba a través de un largo mecanismo de selección iniciado en el nivel medio. Este último, se encontraba conformado por dos circuitos: los lycées o liceos de los cuales emergían los funcionarios de la administración nacional y los collegès de donde brotaban los cuadros más bajos de la burocracia francesa. En suma, desde su configuración moderna, el sistema educativo francés realizaba la tarea de seleccionar a la población en dos grandes grupos. Por un lado, las masas con una educación elemental y, por el otro, la burguesía, junto a sectores pequeño burgueses con una educación especializada. El sistema se mantuvo en esos carriles hasta la década del cuarenta. Pero, hacia los cincuenta se comenzó a evaluar que esa educación tradicional debía ser aggiornada. La sociedad ya no era la misma que había pensado Napoleón. Por un lado, se requería mayor mano de obra “calificada”. Recordemos que los “dorados cincuenta” se asentaron sobre la base de la muerte y devastación originada por la II Guerra Mundial capitalista. En el plano educativo comenzó a reinar la teoría de “formación de recursos humanos”. La educación debía potenciar el desarrollo económico del país. El gasto educativo era presentado como una inversión de cara al futuro. En todo el mundo –y en Argentina también- se crearon bajo la égida de los Ministerios de Educación, oficinas específicas destinadas a evaluar las necesidades futuras de técnicos en cada país.1 Se debían evaluar los resultados de las modalidades prácticas en materia educativa así como la necesidad de extender aún más los estudios industriales. En Francia, esto hizo mella a partir de la ampliación de los circuitos técnico-profesionales. Además, luego de la Guerra, la población francesa comenzó a aumentar, lo que se denominó “baby-boom”. Así, se perfilaban dos fenómenos a los que había que responder: más técnicos, más alumnos potenciales.

Salir de la isla…

A partir de 1959, se comenzaron a implementar una batería de medidas que buscaban afrontar la situación. Las autoridades evaluaron que, por un lado, la economía cada vez más tecnificada precisaba a sus recursos humanos más preparados. Por ello, la Reforma Berthoin extendió la obligatoriedad escolar tres años. Ahora, la escuela debía formar a los niños hasta los dieciséis años. Y los antiguos collèges dieron lugar a una nueva estructura: los Ciclos de Educación General (CEG). Los CEG habilitaban dos vías de estudio: una profesional y otra general. En el año 1963, se sumaron los Collegés D’enseinement Secondaire (CES) con cuatro secciones. Estas medidas reestructuraban el “secundario inferior”. Hacia 1965 las reformas también alcanzaron al secundario superior y con posterioridad al nivel terciario y universitario. En relación al primero se crearon ocho modalidades de bachillerato. Uno de los elementos novedosos del nuevo baccalauréat residía en la equiparación de los estudios técnicos y sociales. Así se intentaba apuntalar los primeros. En paralelo, se creó un circuito técnico en el nivel terciario. En primer término, se erigieron las Sections de Technisiens Superieures (STS) posteriores al baccalauréat con una duración de dos años. En segundo, se fundaron los Institutos de Tecnología (IUT) con una doble función. Por un lado, la formación de técnicos de alta calificación. Por el otro, y de mayor importancia, tras ellos se intentaba encolumnar a la cada vez más cuantiosa matrícula aspirante a estudios universitarios. En otras palabras, se trataba de descomprimir a la universidad de una matrícula que no podía albergar. La creación de modalidades técnicas también afectó a la universidad. Aquí se buscaba acortar el tiempo de titulación promoviendo salidas laborales inmediatas. Ahora, la carrera universitaria registraba tres ciclos. Al finalizar un primer curso de dos años, el alumno obtenía, según la orientación elegida, un diploma DUES o DUEL2 . En un segundo ciclo se elegía entre la licenciatura y la maestría. Y, finalmente, el tercer y último escalafón comprendía al doctorado3 . Por si acaso la política de desvío al terciario no daba resultado, se creaba una vía de salida rápida de la universidad. Si bien la creación del circuito técnico tenía como motor el desvío de matrícula también originó una situación novedosa. Se fue ampliando la condición social de aquellos que alcanzaban estudios en el secundario superior y en los terciaros. Ahora, muchos jóvenes obreros superaban el estadio de la educación primaria. De hecho, la proliferación de la matrícula universitaria fue uno de los caldos de cultivo sobre los que se gestó el “Mayo Francés”. Tal como rezaban las cifras oficiales, en la década comprendida entre 1958 y 1968 la matrícula universitaria se había cuadruplicado.4 Sólo en cuatro años había pasado de 250.000 a 415.000, antes de la II Guerra Mundial la cantidad de alumnos universitarios ascendía a 100.000.5 La Universidad de Nanterre daba cuenta palpable de la contradicción entre el ascenso de los universitarios y una infraestructura empequeñecida. En sólo cuatro años su matrícula se había sextuplicado: de 2.000 a 12.000 alumnos. Por ello, en noviembre del ’67 la Universidad ya había sido tomada por los estudiantes. Entre las demandas se destacaban pedidos por más aulas y profesores así como la ampliación de las instalaciones de la biblioteca y del comedor. En 1968 también se avanzó en reclamar por el cambio en las equivalencias de materias que, ¿curiosamente?, hacía que muchos estudiantes quedaran libres. La idea de cortar de cuajo implementando cupos fue directamente promulgada para los liceos. Resultaba imperioso colocar un tapón en el secundario. Así, los exámenes se transformaron en concursos. Quién no aprobara debía olvidarse de continuar sus estudios.

…para mirarse el ombligo

Las reformas originaron el repudio de los estudiantes. De allí salió el combustible inicial de las célebres jornadas. Y si bien se consiguieron elementos positivos cómo la obtención del derecho a representación en colléges y liceos de alumnos, padres y trabajadores, el reflujo del movimiento que impugnó a la universidad por constituir un entramado de poder de la sociedad capitalista, permitió a la burguesía expropiar varias de esas reformas e instrumentar a su favor los temas planteados durante el ascenso de las masas. Se aprovechó el sano cuestionamiento a la autoridad del docente para devaluar su estatus como trabajador. Expresión de ello fue la licuación del docente, considerado una autoridad innecesaria. Éste no puede aportar el conocimiento científico, ya que no existe una verdad objetiva. En este sentido, dado que la realidad depende de cada visión individual, el docente, quedó reducido al rol de satélite del alumno en su autodeterminación. Se redujo la discusión programática sobre la educación como instrumento del cambio social a la de la libertad individual de diseñar la orientación académica. El eje de la transformación, colocado por algunas fracciones estudiantiles en la vida cotidiana, empalmó con la reforma educativa implementada a mediados de la década del setenta, que colocó en el centro de la educación al individuo. Primero la Ley Faure y luego la Haby diversificaron contenidos y temas para que cada alumno escogiera su propia orientación, apareciendo como democrática una medida que relegaba la lucha programática por los contenidos educativos a cambio de una seudo libertad de elección. Finamente, se descentralizó el sistema educativo exacerbando el elemento de la diversidad individual como móvil educativo. El posmodernismo ganó la educación, un resultado un tanto sorprendente pero no extraño a las posturas de algunas fracciones estudiantiles como la de Cohn Bendit.

Algo anda mal

Si un mérito tuvo el movimiento estudiantil del “Mayo Francés” fue reconocer que ni la Universidad ni el sistema educativo en su conjunto, eran una isla. De allí la consigna de “la emancipación será total o no será”. Un análisis detallado de las ideologías dominantes en el movimiento estudiantil, mostraría que el anarquismo que predominaba en ellas, bajo la forma de “situacionismo”, no era una dirección segura para el éxito del proceso. Revelaría incluso que esa ausencia de una dirección seria no sólo minaba las posibilidades generales sino que hacía más fácil la expropiación política por la burguesía. Lección que no hay que dejar pasar.

Notas

1 En Argentina, se creó el Consejo Nacional de Desarrollo, con una oficina dedicada exclusivamente a educación.

2 El DUEL era el Diplôme Universitaire d’Études Litteráires y el DUES era el Diplôme d’Études Scientifiques.

3 Gavari Starkie, Elisa: “Evolución de la política educativa francesa: de la igualdad a la diversidad”, en: Revista Complutense de Educación, Volumen 16, nº 2, 2005.

4 Ver: www.diplomatie.gouv.fr

5 El crecimiento es mayor si se consideran las cifras provistas por Alfredo Alpini en “A treinta años. El mayo francés”, serie memoranda, http://www.chasque.net/frontpage/relacion/9805/memoranda.htm

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