Romina De Luca
Nicolás Grimaldi
Recientemente el Ministro de Educación Nacional, Jaime Perczyk, dijo que “poner a la educación como prioridad es una decisión política” y que “en nuestras manos está que las chicas y chicos aprendan”. Pero, lo cierto es que la última política impulsada por el gobierno nacional en materia educativa, el cambio en los Regímenes Académicos, parece mostrar una estrategia: una mejora estadística vaciada de contenidos. Titular no es educar, aunque la lógica de los Lineamientos Estratégicos para la República Argentina 2022-2027 parecen preocuparse más por lo primero.
En efecto, el 2022 puso sobre la mesa modificaciones en el llamado Régimen Académico para la escuela secundaria. No se trata de una discusión nueva ya que desde 2008 la normativa nacional empuja a la revisión institucional para “garantizar las condiciones necesarias para el acceso, la permanencia y el egreso”. La flexibilización del formato, la atención a la “heterogeneidad” con escasos recursos, la eliminación de la repitencia, los bloques pedagógicos entre años, la supresión de la figura de estudiantes libres son algunas de las medidas que se están adoptando. Todas ellas buscarían dejar atrás a una escuela que se caratula como “tradicional”, disciplinar y excluyente. Ese formato, a decir de los funcionarios y sus pedagogos, sería el responsable de la enorme deserción que hoy día afecta al nivel. Porque pese a que la escuela secundaria es obligatoria, de cada diez que arrancan solo el equivalente a seis llega al último año y apenas el 75% -de esos seis- egresa. A más de quince años de la LEN sus números se parecen ya mucho a los de la Ley Federal.
Así, la provincia de Chaco acaba de ofrecer el ejemplo más extremo de cambio: elimina la repitencia para todos los años. En la provincia de Formosa, la Resolución 1.953/22 dispuso que las y los estudiantes pueden promover adeudando hasta 19 materias. La organización de áreas curriculares fue la regla durante la pandemia. La provincia de Buenos Aires eligió esa estrategia para ampliar la cantidad de materias que adeudan las y los estudiantes junto a la promoción colegiada en talleres interareales. La provincia de Santa Fe introdujo un bloque pedagógico entre primer y segundo año del secundario: como en primaria, no se repite. Lo mismo hizo la Ciudad de Buenos Aires, instaurando también la evaluación colegiada y el predominio de las áreas de conocimiento por sobre la organización disciplinar. Al mismo tiempo, la CABA también eliminó la figura del estudiante “libre por faltas”. En la provincia de Misiones, se extendió la evaluación de los períodos pendientes previos al 2020 hasta 2022. Ejemplos no faltan.
La promoción automática, la promoción social, la noción de bloque pedagógico, la idea de aprender a aprender, tienen larga data en la historia educativa, por lo menos desde los sesenta a nuestros días. Pero aprobar una materia debería ser el resultado lógico de un proceso educativo, no un acto administrativo.
Lógicamente, dentro del marco de esta situación estamos también las y los docentes que debemos lidiar con que los diferentes gobiernos, todos ellos, nos endilguen la responsabilidad por la precaria situación educativa del país. Lo vimos ya con las pruebas Aprender a nivel nacional, y más recientemente con el operativo Saber Más en Jujuy, por ejemplo. Con la misma lógica, el GCBA avanza sobre el Estatuto docente argumentando que el problema somos el cuerpo docente que no se forma para el trabajo. Toda esta culpa la echan sin que se les caiga la cara de vergüenza por pagar salarios de indigencia a la docencia que, cuando sale a luchar, es reprimida, otra vez acá no importa el color o signo del gobierno, como sucedió con los docentes de La Rioja, San Juan, hace unos meses en Misiones, y esta última semana en la Provincia de Buenos Aires.
La Argentina tiene un problema educativo muy serio, como dijimos más arriba. Ese problema no está ligado a un problema pedagógico, ni de años o días de clases. En el mundo abundan los ejemplos de sistemas rígidos que funcionan, como Singapur, o de sistemas más laxos que también son exitosos, como Finlandia. Lo mismo si pensamos en modelos con más o menos días de clase. Esto vale en referencia a la propuesta del gobierno de aumentar el horario y los días de clase para “recuperar” lo perdido en pandemia.
Para pensar el problema educativo debemos en realidad pensar el problema social, es decir, cuál es la base sobre la cual se sustenta ese modelo educativo. En efecto, una sociedad que solo puede ofrecer un pequeño puñado de trabajos calificados y bien pagados, mientras que condena a la mayoría a la precarización laboral o al desempleo, no puede ofrecer más que una educación que vaya en ese sentido. Dicho otra forma, una sociedad degradada solo puede ofrecer una educación degradada. En este último punto, el progresismo y el liberalismo, y todo lo que aparezca en el medio, se tocan. El primero propone esconder el embrutecimiento de la población debajo de la alfombra del Fines, de los títulos exprés, del nuevo régimen académico, y demás políticas “inclusivas”. El segundo, sincerará más las cifras con una economía abierta al mercado, en la que entraran unos pocos. El resultado para ambos será el mismo: los y las estudiantes sabrán cada vez menos siendo víctimas de la sociedad en la que se desarrolla este modelo educativo.
Si vamos a pensar los problemas de la escuela secundaria, tal vez, deberíamos examinar por qué entre un cuarto y el 40% de las chicas y chicos no logran terminar la primaria con pericias básicas, tal como evidenciaron las Aprender 2021. Ellos son niños/as de madres y padres sin trabajo o con empleo precario, pobres o indigentes. Esas y esos son quienes fracasan en la escuela degradada. Ese arancel educativo luego se paga caro y la secundaria, lógicamente, lo profundiza. Y es acá donde debemos tejer alianzas con las familias que sufren en carne propia el proceso de degradación educativa que padecen sus hijos e hijas. Es con esas familias con quienes tenemos que pensar cómo construir una nueva base social para una educación de calidad, una economía dinámica, que genere empleos de calidad con alto nivel tecnológico, que requiera de una mano obra calificada y en grandes cantidades. Solo de esa forma podemos combatir el principal mal que afecta a la educación. En lugar de maquillar o solo sincerar el problema, deberíamos preguntarnos si no debemos construir una nueva vía para superar esta decadencia.
el tema es la pobreza, cuando el pibe llega del colegio que fue para ver si pesca algo de comer, no tiene donde hacer las tareas , si de 10 pibes 4 O 6 , son pobres y casi no tienen lugar donde estar en su casa , por mas que hagan todas esas disquisiciones, de singapur de finlandia, o de pekin ,la cosa no camina……. como un pibe en esas condiciones va a entender el trinomio cuadrado perfecto , si ni yo se lo que es…….basta de reformismo cambios profundos……cuba una isla chiquita avanzo ,como nosotros no podemos…. via socialista ya