UBA QUEER. El borrado de las mujeres en la Universidad

en Aromo/El Aromo n° 117/Novedades

En la sesión del Consejo Superior de la Universidad de Buenos Aires (UBA) del miércoles 26 de mayo, la consejera estudiantil Mariana Gottardo, de La Mella (corriente estudiantil de Patria Grande), presentó dos proyectos que tras la fachada de la “inclusión”, eliminan la categoría “mujer”.

Andrea Pezzarini y Dolores Martínez González – Trece Rosas

Proyectos “inclusives”

El miércoles 26 de mayo el Consejo Superior de la Universidad de Buenos Aires (UBA) se reunió para realizar su sesión ordinaria. Entre los proyectos presentados, hubo dos de la consejera estudiantil Mariana Gottardo, que pertenece a La Mella (corriente estudiantil de Patria Grande). Veamos de qué se tratan.

El primero les encomienda a las unidades académicas de la UBA efectuar las modificaciones de los formularios de trámites académicos y administrativos para adecuarse a la ley 26.743, respetando así el derecho a la identidad de género. La consejera Gottardo explicó que el proyecto tiene antecedentes en distintas Facultades en las cuales se adoptaron medidas similares. Algunas de esas instituciones posibilitaron la realización del cambio dentro de los sistemas académicos aun cuando la persona no hubiera realizado el cambio registral de su DNI.

El segundo proyecto propone que se reconozca la validez del lenguaje “inclusivo” en las producciones académicas, técnicas o de cualquier otra índole que se generen en los claustros docentes, estudiantes, graduados, graduadas y no docentes de esta Universidad. Gottardo explicó que el lenguaje “inclusivo” no afecta la calidad académica, sino todo lo contrario y que constituye una manera de respetar la diversidad de las personas que conformamos esta Universidad. Sostuvo que se trata de una herramienta más para que tengamos mayor equidad de género.

El borrado de las mujeres en la UBA

En el año 2015 la UBA aprobó, mediante la resolución 4043/2015, el “Protocolo de intervención institucional ante denuncias por violencia de género, acoso sexual y discriminación de género”. Dicho protocolo señala que, aunque las mujeres estamos más afectadas por la violencia sexual y discriminación “basada en el género”, esas violencias también son perpetradas contra varones en diferentes circunstancias y ámbitos de la vida social. Las feministas, contrariamente a lo que este protocolo considera, hemos caracterizado y teorizado la violencia patriarcal como violencia estructural contra las mujeres.[1]

El protocolo señala además “que existen leyes nacionales y tratados de derechos humanos que reprimen la violencia y la discriminación contra las mujeres basadas en su GÉNERO y obligan a los Estados a diseñar e implementar políticas públicas para su eliminación”, aunque más adelante expresa: “que esto se debe (la violencia patriarcal) a patrones socio-culturales que reproducen la desigualdad estructural basada en el SEXO de las personas y que sostienen las diversas formas de violencia contra las mujeres”. La UBA parece desconocer que sexo no es lo mismo que género y que el género es la herramienta que perpetúa y facilita la opresión hacia las mujeres, en tanto que nos oprimen en razón de nuestro sexo. Más adelante, y aunque la ciencia (y la reproducción misma de la vida humana) indiquen que el dimorfismo sexual es una realidad, el mismo protocolo expresa que hay “personas que han elegido una identidad de género o sexual distinta a la que les fue asignada al momento del nacimiento”. El sexo no se asigna al nacer, es un dato objetivo, así como tampoco ser mujer o varón no son identidades.

Si de infiltración del generismo queer hablamos, la Facultad de Ciencias Sociales y la Facultad de Filosofía y Letras son espacios ampliamente cooptados. Ambas facultades aprobaron la validez del lenguaje inclusivo en la producción académica en los niveles de grado y posgrado. La medida alcanza a los exámenes tanto como a los trabajos monográficos, tesinas y tesis. Se reconoce el uso opcional del lenguaje inclusivo en cualquiera de sus modalidades como un recurso válido.

Ahora bien, el lenguaje inclusivo no fue una creación para “visibilizar a las mujeres”, sino una táctica del patriarcado para destruir el feminismo. Pretender visibilizar a todos los individuos existentes sobre la base de la autopercepción es demagógico y mentiroso.

Sirve para dividir el movimiento de mujeres y expropiarles su condición de sujeto político del feminismo. El lenguaje inclusivo viene a decir que las mujeres tampoco tendremos nombre. Tendrá nombre el caballo de Troya del feminismo: lo queer. Decirle a una mujer que hay “no binaries” es misógino porque ninguna de nosotras está cómoda en el binarismo de género, ni somos binarias. Esa división es opresión, por eso hay que eliminarla. Ninguna mujer es privilegiada con la subordinación genérica. En este sentido, utilizar la categoría “mujeres cis” implica aceptar la validez del constructo de género que está detrás de la violencia y desigualdad que sufrimos.

Otra de las consecuencias de la deriva queer del Protocolo sancionado por la UBA es, por ejemplo, que quienes se gradúan pueden solicitar su diploma con la identidad autopercibida aunque no hayan realizado la modificación en su documento de identidad.

Un último ejemplo de giro queer de la UBA, es el reciente curso (Res. CS 1995/2019) que implementa la “capacitación obligatoria en las temáticas de género y violencia contra las mujeres para todas las autoridades, docentes, investigadorxs, estudiantes y no docentes” que desarrollan actividades en la universidad. Si bien es importante que instituciones como la UBA hagan propia la lucha contra el patriarcado y cuenten con un curso transversal para toda su comunidad, si el contenido es abiertamente queer, el resultado es reforzamiento del patriarcado. Que tenga a los principios de Yogyakarta como una de las normativas internacionales principales es un claro ejemplo.

El avance del generismo queer

Dijimos que el lenguaje inclusivo no tiene nada de feminismo, sino por el contrario, refuerza el patriarcado invisibilizándonos e insultándonos, una vez más, a las mujeres.

Si bien el indicador de “sexo” ya ha sido desplazado por “género” por ejemplo, en los formularios para inscribirse al Siu Guaraní de las Facultades de Ciencias Sociales y Filosofía y Letras. No obstante, uno de los proyectos de la Consejera Gottardo avanza un paso más, y busca impulsar que en los formularios, instancias y estadísticas de la academia sea eliminado el indicador “sexo” como categoría objetiva. Antes las opciones eran ‘hombre / mujer’ o ‘masculino / femenino’; en la actualidad el proyecto presentado ofrecería opciones como “agénero”, “no binario”, “género fluido” o incluso podría incluir “otro” con un espacio para rellenar a gusto.

Pero ¿qué sucede si borramos el sexo como indicador estadístico?

El indicador objetivo “sexo” resulta absolutamente imprescindible para diagnosticar y evaluar la situación y presencia de las mujeres en todos los ámbitos de la esfera pública (participación, social, economía, salud, deporte, etc.) y visibilizar las brechas de desigualdad por razón de sexo que aún existen. Datos esenciales en los que se basan las iniciativas para aprobar y reformar leyes, diseñar políticas públicas y asignar presupuestos que los combatan.

A esto lo llamamos #BorradoEstadístico de las mujeres y es contrario a las leyes que sancionan la igualdad entre hombres y mujeres. Cuando se elimina el sexo en esos registros, ya sea en estudios, encuestas, documentación y formularios administrativos, se suprime la categoría objetiva que permite conocer la situación real de las mujeres respecto a los hombres. En consecuencia, identificar dicha situación deviene en un imposible que debilita la lucha contra la desigualdad, pues no puede verificarse con datos reales el impacto que cualquier asunto pueda tener sobre mujeres u hombres.

Mujeres, necesitamos de las estadísticas, necesitamos datos reales y concretos para conocer nuestra situación y de ese modo exigir, a la UBA en particular y al Estado en general, políticas que combatan la desigualdad sexual que padecemos las mujeres, por el simple hecho de haber nacido mujeres.


[1]Que los hombres puedan sufrir discriminación o violencia no significa que esa violencia provenga de las mujeres, por el contrario, las mujeres sufrimos violencia ejercida por hombres.

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