Trabajo a domicilio, teletrabajo y patriarcado

en Aromo/El Aromo n° 112/Novedades

Especialistas en Relaciones laborales pregonan las supuestas ventajas del teletrabajo para las mujeres. Sin embargo, son las mujeres quienes más resisten esta modalidad, aquí te explicamos por qué.

Marina Kabat – Taller de Estudios Sociales (TES)

Los especialistas en relaciones del trabajo desconocen la historia y destacan como novedosos algunos rasgos del teletrabajo que ya estaban presentes en el trabajo a domicilio hace más de 200 años atrás. Insisten en los supuestos beneficios para grupos laborales que tienen dificultades para conseguir empleo de otro modo. De tal forma se ha abogado por su extensión entre mujeres y personas con algún tipo de discapacidad física. [i]

Hoy muchos promueven el teletrabajo como una opción ideal para las mujeres con los mismos argumentos que la iglesia usaba hace 100 años para defender el trabajo a domicilio. Para la iglesia, ese trabajo domicilio de la mujer era un mal menor frente al ingreso femenino en el mundo fabril, considerado peligroso en términos morales. Por eso, la iglesia afirmaba que la mujer que se empleaba a domicilio podía complementar mejor tareas familiares y laborales. Aún hoy publicaciones religiosas que alientan a las mujeres a tener un mayor número de hijos tratan de convencerlas de que podrán mantenerlos pues siempre podrán recurrir al trabajo on line desde casa. Sin embargo, las ofertas laborales de teletrabajo para amas de casa con varios hijos ocupan el escalón más bajo del teletrabajo. Ya desde la misma publicidad del empleo no se les ofrece un salario sino la “posibilidad de ingresos extra”. En general son tareas simples que van desde completar encuestas a dar like a publicaciones on line. Los problemas suelen ser baja paga, alta rotación, incumplimiento de pago. Muchas veces una persona que pasó todo un día cliqueando la computadora para dar likes a una publicación no recibe ningún cobro si esa publicación no alcanzó la visibilidad esperada en la web.

Además, históricamente la evidencia muestra lo contrario de lo que afirma la iglesia y los especialistas en cuestiones laborales: las jornadas más extensas, salarios inferiores, condiciones laborales que empeoran las condiciones de vida de toda la familia: en la zona sur de la ciudad de Buenos Aires, en los barrios y villas donde se concentra la actividad de costureros que trabajan a domicilio se observa un mayor número de casos de tuberculosis, accidentes laborales/domésticos infantiles (heridas accidentales de los menores de edad con las herramientas de trabajo de los padres).

A contramano de las recomendaciones antiguas y modernas, cuando las mujeres tienen la opción, suelen elegir trabajar fuera de sus domicilios. Incluso cuando esa opción no está disponible las mujeres han luchado para conseguirla participando masivamente en huelgas en demanda de la concentración del trabajo en grandes talleres. [ii]

Resulta llamativo que hoy también se diga una y otra vez que el teletrabajo es una buena opción para las mujeres. Sin embargo, la evidencia muestra que las mujeres piensan de otra forma. Muchas veces, cuando una empresa evalúa la posibilidad de pasar a alguna forma de teletrabajo son las empleadas mujeres quienes oponen más resistencia a ese cambio. A su vez, uno de los estudios más abarcativos realizados por la Organización Internacional del Trabajo –OIT sobre el teletrabajo da cuenta de una mayor participación de varones que mujeres entre los trabajadores tanto de estados europeos como en Japón. [iii]

El mismo estudio muestra cómo los gobiernos de Japón han impulsado el teletrabajo con el fin de ampliar el número de trabajadores disponibles. Frente a un estancamiento del crecimiento poblacional consideraron que el teletrabajo podría ampliar el mercado laboral por dos vías: en el corto plazo al favorecer que las madres aceptasen empleos asalariados desde su hogar y, por otro lado, con un efecto a mediano plazo, al aumentar la tasa de fertilidad de las mujeres que trabajan. La idea es que si las mujeres que tienen un empleo asalariado trabajaran desde sus hogares tendrían más hijos. Ninguna de las expectativas del gobierno japonés se ha cumplido. Más allá del fracaso de la iniciativa es importante resaltar cómo el Estado intenta resolver el problema sin incurrir en gastos. En vez de asumir la reproducción de la vida social como una tarea colectiva, costear jardines maternales y otras políticas públicas simplemente se descarga ambas tareas -la actividad laboral asalariada y la del cuidado de los niños- sobre las mujeres bajo la errónea pretensión de que si ambas son colocadas en el mismo espacio físico podrán ser realizadas en forma simultanea sin inconvenientes.

Otros datos del estudio de la OIT explican por qué las mujeres no responden al teletrabajo de la manera que los especialistas esperan de ellas. Una supuesta ventaja del teletrabajo sería la posibilidad de un mejor equilibrio entre la vida personal y laboral. Sin embargo, la mayoría de los estudios muestra que este ideal no es cierto ya que muchos trabajadores reportan una prolongación de la jornada laboral y una mayor interferencia o solapamiento entre vida familiar y laboral. Lo interesante es que, cuando este aspecto se analiza según el sexo del trabajador los resultados divergen: son los hombres quienes en mayor medida encuentran ventajas del teletrabajo en cuanto a su equilibrio entre vida personal y laboral, mientras que las mujeres señalan la situación inversa y expresan en mayor medida un malestar por la interferencia de la vida personal/laboral. [iv]

¿Cómo explicar esto sino es por la carga diferenciada de tareas domésticas que asumen hombres y mujeres? En la Argentina, según una encuesta del INDEC sobre el uso del tiempo y el trabajo no remunerado de 2014, las mujeres con empleo asalariado realizaban un promedio de 5,9 horas diarias de trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, frente a solo 3 horas y media de los hombres en igual condición. Esa brecha se amplía en caso de tener hijos. Esto evidencia la desigual distribución de responsabilidades domésticas y familiares aun cuando dos miembros de la pareja cuentan con un empleo asalariado.

A esto se agrega la carga mental que asumen las mujeres en torno a la organización de las tareas domésticas. Más allá de la diferente cantidad de horas de tiempo destinado por hombres y mujeres en la realización de las actividades domésticas, las mujeres, además suelen asumir la carga mental que representa la organización del conjunto o la mayor parte de las tareas domésticas: planificar las compras, recordar la necesidad de consultas médicas actividades escolares de los hijos son unos ejemplos. Por más que el hombre realice algunas de estas tareas, la responsabilidad de recordarlas, organizarlas y, en el mejor de los casos, solicitar las participación o ejecución del hombre en alguna de ellas recae, la mayoría de las veces en las mujeres. En el film, “I don’t know how she does it” (No sé cómo ella lo hace) la protagonista interpretada por Sarah Jésicca Parker explica su teoría de por qué las mujeres duermen menos que los hombres. La gran culpable del desvelo femenino es “la lista”. La lista es la nómina de tareas pendientes que ellas deben organizar: desde firmar una autorización escolar, comprar materiales para actividades escolares y extraescolares, agendar cumpleaños o salidas de los hijos, gestionar turnos médicos y así sucesivamente. Para muchas mujeres realizar su trabajo asalariado en el ámbito doméstico erosiona su capacidad de concentración, pues cada paso que dan dentro de la casa les recuerda alguno de los ítems de su lista: la heladera está vacía, la ropa en la soga y quizás llueve… entre la ropa de la soga se encuentra el delantal limpio que su hijo necesita al otro día para usar en el acto escolar, para el cual también debe de comprar una escarapela…

De tal forma, ante esta desigual distribución de responsabilidades dentro de la familia los costos y beneficios del teletrabajo serán distintos para hombres y mujeres. Un hombre que no asume responsabilidades domésticas en su hogar puede beneficiarse del ahorro de tiempo de viaje al trabajo sin sufrir en contrapartida la interferencia entre trabajo y vida personal, o al menos no en el mismo grado en que lo padece una la mujer. En cambio, para una mujer las presiones para resolver cuestiones domésticas en medio de la jornada laboral serán mucho mayores: la interferencia y el estrés escalarán a niveles insoportables. De esta manera, si bien tanto trabajando a fuera como dentro de su hogar la mujer sufrirá la doble jornada (la jornada de trabajo asalariada más la jornada de trabajo doméstico no pago) el hecho de trabajar fuera del hogar permite en mayor medida a las mujeres poner un límite a las demandas del trabajo doméstico. Al mismo tiempo, muchas veces la posibilidad de trabajar fuera del hogar resulta vital para las mujeres para salir del clima opresivo que el hogar puede representar y construir vínculos sociales fuera del mismo. El confinamiento de las mujeres en sus hogares es peligroso hasta en términos sociales como lo ha mostrado el agravamiento en cuarentena de la violencia machista y su forma más extrema, los femicidios.

Este problema se ha potenciado y ha quedado en evidencia durante la cuarentena obligada por el avance del COVID-19. Por la desigual distribución de las tareas domésticas entre hombres y mujeres son estas últimas quienes más han sentido la sobrecarga dada por el teletrabajo y el desarrollo de las tareas domésticas ampliadas por la cuarentena. La permanencia continua de todos los miembros de la familia en el hogar ha multiplicado el trabajo doméstico: más comidas familiares, más que limpiar. A lo que se agrega la desinfección de todos los productos que ingresan de afuera de la casa y el acompañamiento de las tareas escolares de los niños, ya que el desarrollo de la enseñanza a distancia ha requerido que los padres actúen como maestros auxiliares. Como el resto de las actividades domésticas esta carga ha recaído en mayor medida sobre las mujeres.

Como dijimos en otros textos una tecnología o una forma de organizar el trabajo no es positivo ni negativo en sí mismo. Muchas de las consecuencias para las personas no se derivan directamente de estas formas de trabajo, es decir, no hay un determinismo tecnológico, sino que dependen del sistema social en el cual se implementan. Esta premisa que es válida para pensar el teletrabajo dentro del capitalismo, lo es también para pensar el teletrabajo dentro del capitalismo y dentro del patriarcado en general. En una sociedad no patriarcal tanto la mujer como el hombre podrían realizar teletrabajo mientras sus hijos son cuidados en instituciones educativas y ambos tendrían espacios de socialización por fuera del trabajo. Este punto es interesante: uno de los problemas actuales del teletrabajo (más pronunciado en la mujer) es el aislamiento. Eso ocurre por las largas jornadas de trabajo que hacen de este uno de los pocos espacios de socialización (más en el caso de las mujeres que afrontan la doble jornada). Por lo tanto, al perder el ámbito laboral como espacio de socialización las personas pierden la mayor parte de su vida social. En cambio, en una sociedad socialista con una fuerte reducción de la jornada de trabajo, donde las responsabilidades de reproducción social de la vida son asumidas colectivamente, las personas adultas podrían gozar de múltiples instancias de socialización estudio y recreación. De esta manera, en el caso de realizar teletrabajo el mismo no implicaría soledad y aislamiento. Mientras tanto, el teletrabajo no sólo implicará el peligro de reclusión social para todos, sino que seguirá siendo una trampa especialmente peligrosa para las mujeres.


[i] Por ejemplo, Balbinder, Martin, and Paula Maciel. «Teletrabajo para la Inclusión Laboral de Personas con Discapacidad.» Anuario electrónico de estudios en Comunicación Social» Disertaciones» 2.1 (2009): 208-237. Salazar, Cristian, Oliver Rojas, and Pablo Contreras. «Teletrabajo y discapacidad en chile: perspectivas y desafíos.» Montreuil, Sylvie, and Katherine Lippel. «Telework and occupational health: a Quebec empirical study and regulatory implications.» Safety Science 41.4 (2003): 339-358.Para estos casos en el trabajo a domicilio tradicional ver: ILO (1995) “Home work”, Report V. 1 in International Labour Conference, 82nd Session, Geneva.

[ii] Marina Kabat: “Las mujeres en la industria argentina del calzado (1870-1940)” en Marcelo Lagos, María Silvia Fleitas y María Teresa Bovi (comp.): A cien años del Informe de BialetMassé. El trabajo en la Argentina del siglo XX y albores del XXI, UNIHR- Universidad Nacional de Jujuy, vol. 2, 2007, pp. 125-140.

[iii] Eurofound and the International Labour Office (2017), Working anytime, anywhere: The effects on the world of work, Publications Office of the European Union, Luxembourg, and the International Labour Office, Geneva.

[iv] Madero SM, Flores R. Predictores de la disposición de trabajadores mexicanos a aceptar el teletrabajo. Investigación y Ciencia. 2009; (43):46-52.    Peters, Pascale, Kea G. Tijdens, and Cécile Wetzels. «Employees’ opportunities, preferences, and practices in telecommuting adoption.» Information & Management 41.4 (2004): 469-482.     

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