Simuladores

en ECD/El Correo Docente 34/Novedades

Por Nicolás Grimaldi y Romina De Luca

La paritaria docente nacional cerró rápido. Un trámite para el gobierno y para la burocracia sindical de CTERA. El primero añadiendo un renglón más a un ajuste que se consolida en el tiempo y la segunda nos vendió que con este acuerdo le ganaremos a la inflación. Simuladores. Y una realidad: la de un bolsillo que cada fin de mes se anoticia de esa farsa y obliga a la docencia a trabajar tres turnos o recurrir al pluriempleo (bajo la forma del changueo fuera de la docencia, mayoritariamente).

Una vez garantizada la pobreza de siempre, pasemos al segundo punto en la agenda gubernamental del que hablábamos ya en el número anterior: la escuela de la pospandemia. El gobierno anunció recientemente que cada escuela podrá acceder a los resultados de las pruebas Aprender 2021 y del Relevamiento Anual, a los fines de dotar a cada una de elementos para la elaboración de un diagnóstico institucional. El objetivo declarado: dimensionar el desafío pedagógico a los fines de recuperar aprendizajes y garantizar el derecho a la educación. Hablan de darles herramientas para la acción. Por eso, tanto Alberto Fernández como Jaime Perczyk hablaron del inicio de un ciclo lectivo “reparador”, este 2022. Omiten señalar que también obligarán a esas escuelas a aparentar. Porque en las medidas concretas el problema real no les importa lo que torna inútil los pertrechos para el diagnóstico. Basta revisar algunas de las políticas implementadas a lo largo y ancho del país. Meros parches. Suponen que más días de clase mágicamente resolverán problemas. Proponen intensificaciones curriculares con docentes precarizados y vaciadas de contenidos; trabajar con proyectos y la conformación de áreas de materias. Lo justifican con la irregularidad de cursada que dejó la pandemia. Omiten, otra vez, su propia responsabilidad porque fueron ellos quienes no garantizaron lo necesario para sostener una cursada virtual con docentes, equipos y conectividad acordes con el desafío que tuvimos por delante.

Simulan preocupación por la calidad. Porque, para promover de año, en 2021, no se contabilizaron las materias previas o pendientes adeudadas antes de la pandemia. Como si esas materias pendientes no tuvieran un correlato real: las y los estudiantes no se apropiaron de una porción de contenidos. ¿No habría que trabajar sobre ello? Algo similar ocurre con el currículum de la pandemia. Para resolver el bloque pedagógico 2020-2021, en más de ocho provincias se explicitaron criterios flexibilizadores donde se promueve de año con hasta dos áreas curriculares pendientes hasta julio de 2022. En efecto, la provincia de Buenos Aires es una de las la que ha llevado al extremo la degradación: con una materia aprobada se promueve todo el área curricular -que puede estar conformada por tres o más asignaturas- y de no hacerlo, en agosto se inician comisiones evaluadoras que tomarán los contenidos prioritarios evaluados, luego, mediante trabajos o por tramos equivalentes. El otro modelo extremo: Santa Cruz, donde las y los estudiantes de secundaria promueven sin importar la cantidad de materias adeudadas. Otras jurisdicciones incluyeron evaluación por ciclos -y no por años y materias respectivas- como La Pampa o Misiones que dispuso se aprobarían solo la mitad de las materias por año para continuar en el grado/año superior. Por cierto, esas medidas se suman a otras que evaluamos en su momento como la aprobación de materias con trabajos integradores.

El problema de esta lógica es que puede funcionar administrativamente -las y los estudiantes aprueban materias y se sostienen trayectorias- pero no en la vida real, es decir, en contenidos efectivamente aprendidos. A quienes nos preocupa la educación de la clase obrera es esto último lo que nos importa. Pero las políticas educativas (burguesas) suponen que pueden construir gigantes con pies de barro. De allí, la estrategia de patear el problema hacia adelante y disimularlo. Llegado a este punto, conviene preguntarse ¿Alguien verdaderamente cree que, con dos años con contenidos mínimos, con propuestas de recuperación de este tipo se puede construir una educación sólida? Para avanzar se debe reconocer que existe el problema y que las “soluciones” administradas agravaron y empeoraran el cuadro de situación. No les importa.

Así, pueden vociferar, como hizo el ministro Perczyk al inicio de clases, que “vamos a venir a la escuela todos los días para hacer robótica, informática, ciencia y mucha matemática para aprender lo que viene y también para recuperar aprendizajes”. Palabras. El punto de partida previo a la pandemia es claro: en 2018, casi 43 de cada 100 estudiantes tenían niveles de desempeño bajo en matemáticas al terminar la escuela primaria y para 2019, se ubicaban en el mismo rango casi 72 de cada 100 estudiantes del nivel secundario. Debería, el ministro, sopesar su responsabilidad en la “intensificación” de estos números que hablarán de la degradación pospandemia. Las y los docentes deberíamos discutir el lugar de simuladores en el que pretende ubicarnos el gobierno reduciendo a la escuela a una mera guardería. Porque nadie se queda mucho tiempo en un lugar que encuentra inútil. Si no hacemos algo veremos agravar esa otra cuenta: solo 4 de cada diez terminan la escuela secundaria en tiempo y forma.

Tal vez por eso, lentamente, la docencia empieza a tomar estos temas en su agenda. En sala de profesores, maestras y maestros, se preocupan por este cuadro, enfocan sobre los métodos, los magros resultados y debaten los problemas de arrastre. Hay que ordenar la discusión y dotarla de un norte. Necesitamos un Congreso Educativo para discutir, decidir y diseñar un plan de acción. La docencia, las familias junto a las y los estudiantes tienen que ser sus protagonistas. Debemos hacer valer el derecho de admisión: no están invitados los simuladores de siempre si se trata de salir de este atolladero.  

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